Reseña de “Fetiche y mistificación capitalistas: La crítica de la economía política de Marx” de Clara Ramas San Miguel

Por Alberto Tena

Es difícil no sentir cierta tensión cuando tecleas las palabras Karl Marx en tu portátil. El océano de escritos en todas direcciones sobre el pensador más influyente del siglo XX se te aparece imponente al fondo del escritorio. Tanto, que uno recuerda no tener siempre tan claras las diferencias entre lo que dijo Marx, lo que dijeron los marxismos, los marxistas y si esto tenía en el fondo alguna importancia. En este intricado y denso paisaje genera una genuina curiosidad que alguien propiamente de la generación millenial decida entrar con tanta contundencia directamente al núcleo de los debates sobre la interpretación de la crítica a la economía política de Marx.

Clara Ramas San Miguel desarrolla en este libro una hipótesis fuerte y nítida sobre la manera en la que deberíamos leer e interpretar El Capital y el proyecto crítico de Marx. Y cuando digo millenial, no se me confundan, no digo para Dummies. Se trata de un libro que no aconsejo a nadie que no tenga buenas horas de lecturas de marxiología a sus espaldas, ni tampoco a quien no esté dispuesto a navegar por unos primeros capítulos donde se busca situar este trabajo dentro de la línea de investigación de su maestro – y prologuista-, Michael Heinrich y en general de los acalorados e intensos debates de la academia marxiana alemana. Superado esto y sabiendo ya que sus hipótesis se basan principalmente en lo que el propio Marx decía en el momento de planear su obra y lo que señaló en sus textos de recapitulación, uno puede entrar a la verdadera chicha del asunto.

Se nos presenta un Marx mucho más parecido a un físico teórico que a un economista. Un pensador con una preocupación más semejante a la del astrofísico que quiere explicarnos porqué vislumbramos algunas estrellas en el cielo cuando estas ya han desaparecido, o porqué vemos un único punto luminoso cuando en realidad hay dos planetas distintos. Un Marx profundamente preocupado por la relación entre como percibimos las cosas y como estas realmente están operando, en palabras de jerga filosófica un pensador inquieto por la relación entre el ser y el aparecer de las cosas. Su crítica a la economía política como ciencia -y a los economistas como investigadores- estaría en que esta asume la luz que nosotros percibimos como una manifestación de la realidad en sí misma sin preguntarse por su fondo. Como si un científico pudiera deducir o explicar cómo funcionan nuestras vidas viendo lo que publicamos en Instagram, sin tener en cuenta que estas son formas en las que manifestamos estados de ánimo y momentos vitales pero que estos no son “tal cual” lo que termina luciendo en nuestras redes sociales. Los economistas “vulgares” estarían aceptando analizar la realidad económica únicamente a través de las categorías que les presentan los actores económicos preponderantes (la burguesía).

Para Clara Ramas los conceptos de fetichismo y mistificación que dan título a este libro no son solo dos ideas más o menos interesantes o importantes dentro del Capital, si no que serían responsables de sostener y determinar todo el proyecto de la crítica a la ciencia económica que Marx quiere realizar. Omitir esto, según la autora, implica reducir a Marx a un simple Ricardiano progresista, tal y como lo han interpretado economistas como Schumpeter, filósofos como Foucault y una buena parte de los marxismos. Una lectura de un Marx que, debido a su gran sensibilidad social, simplemente habría llevado hasta las últimas consecuencias la teoría del valor-trabajo ya esbozada por Ricardo.

Y esto no es todo. Estos dos conceptos serían además los que permiten a  Ramas dividir de manera lógica “El Capital” en dos partes claramente diferenciadas: la teoría del valor, para la cual el fetichismo sería el concepto articulador central de los conceptos de mercancía, dinero y capital, y el de la teoría del plusvalor, para la cual habría que desentrañar como entiende Marx que funciona la mistificación en el salario, la ganancia (o interés) y en la renta del suelo. En definitiva, la problemática de la apariencia, el por qué necesariamente se nos aparecen estas categorías en la economía sería el hilo conductor clave para investigar la crítica a la economía política de Marx. Tal y como aclara Heinrich en el prólogo, la gran aportación de Clara Ramas y lo que le permite articular el resto de su hipótesis estaría específicamente en diferenciar nítidamente estos dos conceptos.

El fetichismo siempre nos viene a la memoria vinculado al concepto de mercancía y al famoso capítulo “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”. Para Marx el fetichismo es un carácter esencial e inseparable del “ser” mercancía. Cuando pasamos de una “cosa”, a una “cosa” que nos compramos y vendemos en el mercado, esta se convierte en una mercancía. Es decir, el fetichismo nos hablaría de un estado de las “cosas” que es necesario dentro del capitalismo. En ese proceso en el que las “cosas” cambian su “ser” Marx observa que existen una serie de sutilezas casi místicas que quiere desentrañar: una inversión del sujeto en objeto. El fetichismo sería el nombre del proceso mediante el cual la economía capitalista nos presenta la realidad de una forma retorcida (dada la vuelta): las cosas se personifican y las personas se cosifican. Estaríamos asistiendo a un fenómeno por el cual determinadas relaciones sociales aparecen cosificadas como propiedades naturales de una cosa, al mismo tiempo que el establecimiento de una serie de relaciones sociales mediadas por cosas. Es decir, la mercancía parecería que tiene valor por sí misma, y no por el trabajo y el esfuerzo que le hemos dedicado y parecería que solo nos relacionamos entre nosotros como compradores y vendedores de esas mercancías.

La cuestión clave de la aportación de Marx a la teoría del valor y la “forma” valor no sería un problema cuantitativo (cuantas horas de trabajo hay en la mercancía, cosa de la que ya hablaba como decíamos Ricardo) si no su dimensión cualitativa. La única manera de que diferentes trabajos privados adquirieran su dimensión social (de relación de unos trabajos con otros como si fueran cosas equivalentes y socialmente intercambiables) sería a través del intercambio de sus productos en el mercado. Sería, con el ejemplo de Marx que C. Ramas retoma, como si junto a diferentes animales, el león, el ratón y el elefante apareciera también la forma “animal” que dentro de sí mismo incluyera a todos los demás animales particulares. La forma “valor” como la forma “humano” entre individuos que permite entendernos socialmente. Esa sustancia común, social es la que se aparece en el intercambio como característica propia de la mercancía que intercambiamos. El “valor” es la forma social de las mercancías, la fetichización es la cosificación de esa relación social presentada como una propiedad natural de la mercancía borrando cualquier pista del paso anterior.

Este mismo proceso podríamos verlo claramente en el dinero – esos papelitos pintados que son el fetiche por excelencia-, ya que se nos aparecería con la propiedad de igualar todas las cosas mediante una única sustancia. Y algo análogo sucede con el capital: la fuerza productiva del trabajo, de las personas haciendo cosas, aparecería como una característica que tuviera en realidad el capital en sí mismo. Como dice Fernández Liria en el epílogo: “Cuando un niño indonesio cose zapatillas Nike, se puede decir que está “funcionando” muy bien, lo mismo que se puede decir que los motores mercedes de la fábrica están haciendo bien su “trabajo”.”

¿Qué sería en cambio la mistificación? Marx sería en este sentido también un “fenomenólogo del plusvalor”, es decir un analista que quiere explicarnos la forma en la que se manifiesta el plusvalor. Sabemos que este es el concepto principal para comprender la explotación, el plusvalor es el valor no pagado al trabajador que se reparte como ganancia para el capitalista, como renta para el terrateniente, y como salario para el trabajador. A Marx lo que le interesaba era precisamente por qué ese trabajo se nos aparecía como ganancia legítima del capitalista y de renta del propietario del suelo, cuando sabíamos que lo que genera valor es propiamente el trabajo de las personas. La teoría del plusvalor en realidad sería por tanto una teoría de la mistificación, de la aparición tergiversada del plusvalor en la forma de ganancia/interés, renta y salario. En este proceso parecería que también la renta y la ganancia/interés son fuentes de valor cuando no es así. ¿Por qué sucede esto? La respuesta se va intuyendo durante todo el libro, pero creo que se puede resumir en la cita de Marx que aparece en la p. 248 y que parafraseo: todos los modos de producción, incluido el capitalista no solo producen los “productos materiales” como los entendemos, sino que también produce las concreciones de las formas económicas y sociales que lo constituyen. El capitalismo no es solo la lógica de la valorización del valor hasta el infinito, es también todo el proceso de construcción de las categorías sociales, políticas y económicas que lo acompañan y sostienen. En el caso del salario, de lo que casi todos vivimos, es especialmente evidente esta forma de mistificación: en realidad un salario no está cubriendo solo las horas de trabajo que le dedicas, no está pagando “cada” horas de trabajo, lo que está comprando es que organices toda tu vida en torno a esa relación, incluido todo el trabajo doméstico y reproductivo que necesitas para sostener tu vida (dimensión por cierto, que al no aparecer apenas en Marx tampoco aparece en el libro de Ramas). Esta es la primera forma de mistificación. Te compran a ti y escenificamos que están comprando tus horas de trabajo. Y lo mismo sucedería con la ganancia de quien te renta el piso: parecería que está generando algo de valor que merece por tanto una renta, cuando lo único que tiene es la propiedad de un inmueble. Una máquina funciona, un terreno a lo sumo es fértil, pero los únicos que trabajan y por lo tanto añaden algo de valor en el proceso de producir algo son los seres humanos. Cuando al final del día se reparte lo que se ha ganado entre renta, ganancia y salario, en realidad se está repartiendo el fruto del trabajo durante el proceso productivo, aunque este solo se manifieste cuando se relaciona con otros productores en el mercado. La mistificación es el proceso por el que necesitamos pensar que las máquinas y el suelo también han trabajado y han generado valor considerando que deben de recibir un interés y una renta. ¿Tienen justificación los economistas que no nos ayudan a entender la diferencia entre estas tres cosas?

Que la fuente del valor es el trabajo, no es algo muy distinto a lo que ya había dicho Ricardo y de otra forma incluso Adam Smith, y según Clara Ramas sería un grave error pensar que Marx se quedó aquí. La verdadera crítica a los economistas y a la economía es que estos den por buenas estas formas de apariencia y no se interroguen sobre su fondo. Marx se estaría en cambio preguntando todo el tiempo sobre las razones y el por qué se nos aparecen las cosas tergiversadas de esta manera. Todos sabemos que Instagram no es en sí mismo la realidad, que es una forma de apariencia, pero también sabemos que es fundamental como aparecemos para nuestras relaciones sociales. Clara Ramas nos habla de un Marx preocupado por estos procesos de ida y de vuelta de lo que es y de lo que aparece.

A modo de conclusión, por si pudiera parecernos quizás un debate metafísico, es importante aclarar que sí aparece cada tanto una aclaración: de lo que se trata es de mostrar que esas formas de manifestación son, de facto, parte estructural de la realidad (aún que es cierto que queda sin desarrollar propiamente en el libro). Marx nos ayuda a entender el misterio, pero también demuestra por qué necesariamente debe de haberlo y las razones por las que la superficie del capitalismo se presenta de este modo concretamente y no de otro. No solo descubre las relaciones que hay en el fondo de la esfera de la producción, si no que muestra la superficie de la apariencia como la expresión necesaria para el funcionamiento de esas relaciones.

En realidad, lo que se discute aquí es precisamente la concepción extendida del materialismo en Marx (tan en boga últimamente en los debates). Tras la lectura de este libro nos colocamos en las antípodas de eso que llamábamos materialismo histórico y dialéctico. Lo más innovador del pensamiento de Marx no es ni su concepto de hombre, ni de alienación, ni de ideología, ni de historia, si no su crítica a la economía política como ciencia. Es en esto, en el análisis de las formas de apariencia del fetichismo y la mistificación como manifestaciones necesarias de la realidad, donde según Clara Ramas está la verdadera revolución frente a la economía política anterior y la verdadera aportación de Marx. No es poca cosa.