©Paco Fuentes

Por Manuel Romero Fernández

Creo que este 4 de diciembre de 2019, honestamente, por más que me aflija el alma decir esto, no tenemos nada que celebrar. Hace apenas un año, el 2 de diciembre de 2018, Vox irrumpía con 12 parlamentarios en las elecciones andaluzas, y, por si fuera poco, la suma de las tres derechas era más que suficiente para formar gobierno y ponerse al mando de la Junta de Andalucía. Además, hace tan solo unas semanas, en las elecciones del 10 de noviembre, unas elecciones que jamás debieron haberse celebrado, Vox pasó a tener casi un millón de votos en Andalucía, convirtiéndose así en la tercera fuerza más votada, por delante de Unidas Podemos. 

El pasado domingo 1 de diciembre, anticipando algunos días la efeméride que nos recuerda la multitudinaria hazaña de nuestro pueblo en el año 1977, se congregaron en Córdoba -y lo digo en tercera persona del plural porque, muy a mi pesar y después de varios años consecutivos asistiendo, no me fue posible estar presente- diversos colectivos andalucistas que, un año más, salieron a las calles a manifestar el espíritu de nuestra tierra bajo el eslogan Andalucía Viva. Esta es una fecha que nos conmueve a quienes conocemos la historia del 4 de diciembre, a quienes recordamos al joven Caparrós como lo que fue, un héroe y un mártir en la sempiterna disputa de Andalucía por ser como la que más. Sin embargo, por más que intento indagar en los matices algo que se me pueda estar escapando, no logró encontrar las razones para estar celebrando la vitalidad de nuestra tierra. Por el contrario, creo que está más muerta que nunca. 

Desde hace unos días veo en repetidas ocasiones una foto en la red con la que nos emocionamos quienes nos consideramos andalucistas. Se trata de una foto preciosa sobre el puente romano de Córdoba, en la que lucen cientos de banderas de Andalucía y hay una multitud de gente allí congregada. Se dice que el número aproximado está en unas 2.000 personas, que no está mal, pero queda muy lejos de aquel 4 de diciembre de 1977. Lejísimos. Seamos sinceros, en esa foto -y aquí me incluyo pese a no estar de cuerpo presente- aparecemos los de siempre, cantando lo de siempre y haciendo lo de siempre. La gente que en lugar de “los pueblos” canta “España” cuando corean el himno no estaban presentes en esa manifestación. Es por eso, que durante estos días no he conseguido salir de mi asombro viendo que entre cientos de perfiles andalucistas en twitter, entre los que se encuentra gente a la que admiro y respeto, nadie hacía público un ápice de autocrítica. Al revés, todo el mundo celebra y habla de un hipotético repunte del andalucismo, pero… ¿dónde exactamente? Siendo sincero, más allá de la burbuja de las redes sociales, hay tierra firme sobre la que pisan cientos de familias con dificultades para llegar a fin de mes que no creen que el andalucismo vaya a solucionar sus problemas. 

Negarnos a hacer una fuerte autocrítica pensando que todo va bien, no es únicamente engañarnos a nosotros mismos, es sobre todo ser deshonestos con nuestro pueblo. En lugar de reunirnos una vez al año, cada 4 de diciembre, o dos, si sumamos el 28 de febrero, multipliquemos los espacios de encuentro en los que construir en común horizontes para Andalucía. Los motivos para hacerlo creo que son evidentes, pero por si a alguien se le escapa voy a concretar algunos: más de 3 millones de andaluces, el 38% de la población, se encuentran en riesgo de pobreza y exclusión social; asciende a 800.00 la cifra de personas desempleadas en Andalucía, los últimos incrementos provienen en su mayoría del sector servicios, fruto de un modelo productivo de sol y playa; y, por último, el 76% de los jóvenes andaluces creen que tendrán que emigrar para encontrar trabajo, probablemente para gozar de un salario de mierda en un McDonalds en Londres. Y por si todo esto fuera poco, para paliar estos problemas tenemos al frente del gobierno en Andalucía a la Hidra de Lerna de las infames derechas, con un discurso capitaneado, además, por la podredumbre moral de un tipo corrupto como Francisco Serrano. 

Honrar la memoria de Caparrós y de Infante no es únicamente regresar a las calles cada 4 de diciembre, es devolver a Andalucía la dignidad que le ha sido arrebatada. No se trata de rememorar una y otra vez una batalla que ganamos hace más de 40 años, se trata de volver a tener astucia, la inteligencia política suficiente como para lograr revertir una derrota arraigada en lo más hondo de nuestro pueblo. Este 4 de diciembre, insisto, no tenemos nada que celebrar, tenemos todo por construir.