BOLIVIA-NATIVES-PROTEST

Por Ismael Villa

América Latina durante los últimos años ha sido escenario de múltiples conflictos ecológicos de entre los que destacan, por ejemplo, el conflicto en el parque del Yasuní de Ecuador, la Guerra del Gas y el conflicto del TIPNIS en Bolivia; así como otros relacionados con el petróleo en Venezuela o con la minería en Brasil.

No dejan de ser curiosos dos aspectos de la emergencia de estos conflictos: Buena parte de ellos han sido liderados por movimientos u organizaciones ecologistas que apoyaron en su momento tanto a Alianza País como al MAS (Movimiento al Socialismo), e incluso fueron importantes actores en los respectivos procesos constituyentes de 2008 y 2009. Por otro lado, el número de conflictos ecológicos en la región, con la presencia de nuevos gobiernos con proyectos emancipadores, bien sean los del Buen Vivir (Ecuador y Bolivia), el Socialismo del Siglo XXI (Venezuela) o los de corte nacional-popular [Argentina y Brasil (hasta la llegada de Macri y Temer) ], no han disminuido, más bien han aumentado según los datos del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA).

A priori , con los datos en la mano, podríamos aventurarnos a decir que estos gobiernos, lejos de establecer nuevas políticas públicas y mecanismos legales para la protección del medio ambiente y el patrimonio natural, han empeorado en esta materia, profundizando en el legado que habían dejado los gobiernos de la Década Perdida. Pero sigamos viendo.

Desde que la ONU empezase a celebrar las primeras Cumbres Mundiales contra el Cambio Climático, a partir del 1972, se ha consolidado con fuerza un discurso medioambientalista propio de occidente, de los países del “Norte” global. Impulsado no por los movimientos ecologistas de esta porción del globo, si no por las instituciones de carácter supranacional más simbólicas, como la ONU, la FAO, el BM, la UE, la OCDE… Un discurso, a veces también conocido como de “Economía Verde”, “Crecimiento Verde” o de “Desarrollo Sostenible”, cuyos elementos discursivos serían la conservación de la biodiversidad, la reducción de gases de efecto invernadero, la compatibilización de los intereses de las grandes corporaciones con los del medio ambiente, el pensar en qué medio ambiente heredarán las futuras generaciones… Este nuevo discurso, aunque haga un intento por mostrar la incorporación de reivindicaciones de los movimientos ecologistas a las líneas económicas; como parece evidente, no supuso más que un greenwashing del discurso liberal para salir del paso ante la fuerza y el consenso que habían alcanzado muchas demandas ecologistas, que en el fondo entraban en contradicción con el capitalismo, aunque por parte de estas instituciones se intentarán mostrar como compatibles con dicho modelo económico (¿Cómo va a ser posible el imperativo del continuo crecimiento económico sin la extracción de recursos naturales y sin “la acumulación por desposesión” (Harvey, 2004)?)

El problema ya no sólo sería cómo no replegarse en occidente ante este discurso de capitalismo verde que cada vez gana más fuerza, si no también evitar que se extienda en el “Sur” global, en lo que algunos han denominado como “ambientalización de la geopolítica” (Nogue y Vicent, 2001). Este fenómeno supondría la exportación del discurso medioambientalista de occidente al sur global, convirtiéndose en un objetivo prioritario y común el hacer frente a los problemas medioambientales y al cambio climático; eliminándose y no teniéndose en cuenta las grandes diferencias materiales y políticas existentes entre el “Norte” y el “Sur”, así como el contexto poscolonial de este último. La consolidación de este discurso en el “Sur”, y en concreto América Latina, es a lo que Zizek se refiere al decir que la naturaleza se ha convertido en el “nuevo opio del pueblo” (Zizek, 2008). No hay discrepancia posible entorno a qué políticas o prioridades hay sobre el medio ambiente, cada vez se cierne más una sombra de “pospolitización” sobre él (Mouffe, 1999).

Es muy probable que si tiramos de este último hilo encontremos las causas de por qué una parte de estos movimientos ecologistas del “Sur” se han posicionado en contra de gobiernos a los que en su día apoyaron. Basta ver cómo determinadas instituciones internacionales como las mencionadas, gobiernos de determinado signo u ONG ́s cercanas empezaron a mover ficha ante los casos del Yasuní o del TIPNIS; tomando partida posteriormente los movimientos ecologistas. Esto no apunta ni mucho menos a ningún tipo de hipótesis conspiranoica, se trata simplemente de lo ya señalado: la “fetichización” del medio ambiente y la capacidad de agencia que ha tenido el medioambientalismo de occidente.

¿Las posibles razones para incentivar este discurso en América Latina, más allá del greenwashing ? Habría que apuntar tres principalmente:

-El uso y disfrute exclusivo de este patrimonio natural amazónico, u otros similares, por parte de un grupo privilegiado, al que Correa denominó como “burguesitos con la panza bien llena, que nunca han visitado su país” o lo que García Linera llama “élites patrimoniales del Amazonas”. No andan desencaminados, basta con ver, por ejemplo, la presencia de un aeropuerto privado a escasos kilómetros del TIPNIS o la procedencia de quienes principalmente visitan los parques naturales de América Latina.

-Así como el uso y disfrute exclusivo, también la explotación en exclusivo de estos espacios. Aún a pesar del considerable aumento del porcentaje de áreas protegidas, esto no ha servido de mucho ya que se ha podido comprobar como se ha seguido produciendo la explotación ilegal de ellas. La llegada de infraestructuras o que la explotación se realice por parte de empresas del Estado, pone en cuestión el poder que han tenido estas élites a lo largo de siglos en la Amazonía.

-Bloquear que se lleven a cabo estas inversiones por parte del Estado, supone cortar una de las principales fuentes de obtención de los fondos a partir de los cuales se establecen las políticas redistributivas que de manera tan significativa han disminuido la pobreza y la desigualdad. Dicho de otra manera: un intento por mostrar que estos proyectos emancipadores no son viables.

No obstante, aunque realicemos críticas sobre estos discursos o señalemos las injerencias en la agenda política de la región, no podemos dejar en el tintero las críticas en este plano a los propios proyectos emancipadores. Que el principal modelo económico en Venezuela, Ecuador y Bolivia siga siendo el extractivismo, no deja de ser un lastre para los proyectos en sí mismos. Ya no sólo por una cuestión de protección y conservación del medio ambiente o de la Pacha Mama , si no por una cuestión de avanzar hacia ese horizonte emancipador. Buscar y pensar un desarrollo económico más allá de la exportación de materias primas, en donde exista una economía diversificada y una industria centrada en las necesidades reproductivas y no en las productivas. Si no, como en buena medida ya hemos visto en Venezuela, el proyecto puede ser puesto en jaque en cualquier momento por la dependencia externa del propio modelo. Hay que construir diques para hacer que el cambio político en América Latina sea irreversible. Quienes creemos en la soberanía de los pueblos y en sociedades verdaderamente libres, no podemos permitirnos otra Década Perdida.

Bibliografía

  • ●  Harvey, D. (2004). El” nuevo” imperialismo: acumulación por desposesión . Socialist register.
  • ●  Mouffe, C. (1999). El retorno de lo político: comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical . Paidós Iberica.
  • ●  Nogué, J., Vicente, J. (2001). Geopolítica, identidad y globalización. Barcelona: Ariel .
  • ●  Zizek, S. (2008) In Defense of Lost Causes . Londres: Verso