El referéndum ante la disyuntiva: ¿match point o empate catastrófico?

Por Àlber Blanc

La celeridad de eventos políticos que se han ido sucediendo a lo largo de esta semana ponen de nuevo sobre la mesa el antagonismo nacional siempre pendiente. Recapitulando, en primer lugar, el Parlament de Catalunya ha aprobado dos leyes entre el seis y el ocho de septiembre para instituir jurídicamente la legalidad de la convocatoria de un referéndum vinculante y en caso de ganarlo para validar legalmente también el inicio de un proceso constituyente catalán[1].

Estos hechos dibujan un escenario de aceleración del Procés que abre un campo de posibilidades en dos direcciones. Una primera trayectoria posible consistiría en que el referéndum se afirma como pulso contra el Régimen del 78 y su realización, en última instancia, abre un momento constituyente. El escenario opuesto sería el de la repetición de un nuevo 9N, a raíz de la asimétrica relación de fuerzas existente entre los aparatos del Régimen, que llevaría a una actuación del Estado español que impidiera la celebración del referéndum.

Las consecuencias de esta multitud de opciones posibles consisten en que abren varios puntos de bifurcación. Las implicaciones según el escenario que se dé pueden originar profundas fracturas políticas. La cuestión reside pues en vislumbrar en que lado se pueden originar según el desenlace político. Dado que en cada caso se dan importantes consecuencias para los bloques de poder en liza y para las identidades en disputa.

Octubre y sus potencialidades nacional-populares

La celebración del referéndum supondría, por fin, dar una forma inequívoca al interés general y a la voluntad popular. La victoria del No implicaría un contagio en Catalunya del estancamiento político existente en el conjunto del estado español. Por el contrario, una victoria del Sí abre un momento constituyente extremadamente complejo e interesante. De un lado porque implicaría traducir, y gestionar, la voluntad de una ruptura con el régimen lo que abre lugar para un conflicto radicalmente contingente e imprevisible en su desenlace. Si bien por otro lado resulta interesante en tanto que momento liberador de las energías populares. El momento y el proceso constituyente abrirían una fase de construcción creativa. Fase en que la construcción de la forma estado de la República Catalana podría devenir una estatalidad popular garante de derechos sociales[2].

¿Referéndum fallido? Papandreu al habla

A su vez, el pulso con el Estado español puede terminar con una derrota de la iniciativa soberanista. Sin duda una derrota en función de la dimensión del descalabro abriría bien probablemente una crisis de liderazgo en el interior del campo soberanista. Una opción es la repetición de lo sucedido en el 9N; con el ejercicio de una presión suave vía la acción del Tribunal Constitucional, para que la Generalitat se echara atrás. Otra opción más catastrófica es la de una presión dura de tintes claramente autoritarios que implicara bien del uso artículo 155 de la Constitución bien de algún otro tipo similar de intervención estatal que suspendiera la soberanía de las instituciones políticas catalanas.

En el caso de que la desconvocatoria del referéndum fuera por iniciativa del propio Govern podría llevar a un cuestionamiento del liderazgo de cierto sector soberanista. A semejanza no ya de lo ocurrido en el 9N de 2014 sino de la convocatoria de referéndum por parte del primer ministro griego Yorgós Papandreu. Cuando el 31 de octubre de 2011 Papandreu convoca un referéndum sobre las medidas de austeridad, tres días después lo desconvoca y dimite siendo “sustituido” por un tecnócrata como el ex banquero Papadimos.

En esa ocasión fue la presión de la ‘Troika externa’ y de países centrales como Francia y Alemania la que castró el referéndum griego. En este caso más que una presión eurócrata a lo que se enfrenta la voluntad de realizar un referéndum es a la oposición de la institucionalidad del régimen y del establishment oligárquico español.

Ahora bien, la desconvocatoria se puede dar al menos de dos formas. Bien por iniciativa propia que entonces se presta a un relevo de liderazgo den el campo soberanista. Bien por la radicalización del autoritarismo del estado español. En caso de una solución autoritaria se abriría así una solución inédita que implicaría un viraje postdemocrático. Cosa ya no demasiado extraña en el marco de una Unión Europea que chantajea pueblos como el griego o que subcontrata labores de policía fronteriza en estados dictatoriales como el turco.

El soberanismo popular que viene

Sin lugar a dudas la principal identidad política en disputa en Catalunya es la del soberanismo. Dicha identidad puede tomar varias formas, sin embargo, lo cierto es que hay bastantes síntomas del agotamiento de la identidad nacional, de orden conservador, construida por el pujolismo y luego tratada de renovar por la Convergència de Mas. En cambio, el viento sopla a favor de una nueva identidad patriótica y popular que toma una pluralidad de expresiones políticas desde la temprana irrupción de la CUP en 2012 como con la victoria de los Comunes en Barcelona en mayo de 2015.

La celebración del referéndum al abrir la apertura de un momento constituyente abre la muy seria posibilidad de la articulación, por fin, de un bloque soberanista popular que represente las aspiraciones postneoliberales de la mayoría social que existe en Catalunya. Pero si en cambio se da el escenario de una retirada del govern de Junts pel Sí ello también daría pie a una posible dislocación del soberanismo nucleado alrededor del conservador PDeCAT. La particularidad positiva de esta situación negativa residiría en la posibilidad de un relevo a favor de actores políticos fielmente comprometidos con la radicalidad democrática, la voluntad constituyente catalana y las políticas antiausteridad.

En cualquier caso, y para concluir, la importancia del conflicto político actual no es otra que la de expresar una aspiración de recuperación de la “dignidad nacional”[3]. Aspiración que es un lugar común en otros países periféricos europeos cuya soberanía nacional ha sido laminada por el neoliberalismo de la Troika. Y que en el caso español se materializa en la gobernanza neoliberal, autoritaria y antidemocrática del Partido Popular.

El reto para el catalanismo popular no es otro que el de vehicular, conjugar, esa pulsión por la soberanía nacional con el deseo de aquella mayoría social que busca derrocar de una vez por todas al neoliberalismo; en todas sus expresiones políticas ya sea el Régimen del 78 ya sea la oligarquía catalana.

[1] Se tratan de la “Llei del Referèndum d’Autoderminació” y de la “Llei de Transitorietat jurídica i fundacional de la República”. Disponibles en https://www.parlament.cat/document/bopc/232344.pdf

y en https://www.parlament.cat/document/bopc/232408.pdf respectivamente.

[2] En tanto que el proceso constituyente consta de tres fases successives. La primera és la del procés participatiu, políticament vinculant, que consta d’un procés deliberatiu sectorial i territorial i un Fòrum Social Constituent, format per representants de la societat civil organitzada i dels partits polítics, amb l’objectiu de debatre i formular un conjunt de preguntes a la ciutadania sobre els principis i qüestions generals de la futura Constitució, mitjançant processos de participació ciutadana. La segona fase és la de l’Assemblea Constituent, la qual disposa de plens poders per a redactar una proposta de Constitució. Una vegada aprovada la proposta de Constitució, s’obre la fase de ratificació per referèndum. Una vegada la proposta de Constitució és ratificada per referèndum, es dissol l’Assemblea Constituent i es procedeix a convocar noves eleccions“, según detalla la Llei de Transitorietat jurídica.

 

[3] Tal como lo expresó Xavier Domènech hará ya dos años en el programa Otra Vuelta de Tuerka. Ver en: https://www.youtube.com/watch?v=bAEFdjrSWTA