© Foto de Edu Bayer

Por Blai Burgaya 

Debido a los resultados que dejaron las últimas elecciones municipales, estamos viendo que las negociaciones para decidir cómo se conforma el gobierno de la ciudad de Barcelona están obteniendo mucha centralidad en los medios de comunicación de aquí y de allí, y obviamente, también en las redes sociales. Pero no sólo, porque últimamente empieza a ser un tema recurrente incluso en conversaciones familiares o de bar. Personalmente, vivo en una ciudad cercana a Barcelona dentro del Área Metropolitana, y aunque el gobierno de nuestra ciudad también está en juego estos días, hace ya varias jornadas que cuando voy a tomarme el café matinal siento a gente hablar sobre qué pasará en el Ayuntamiento de Barcelona, pero no sobre qué pasará en nuestro Ayuntamiento. Cuento la anécdota porque creo que es demostrativa de la centralidad que ha obtenido este tema. Es decir, todo el mundo percibe que quien gane Barcelona será visto como vencedor de las municipales en Cataluña y reforzará su posición en todo el Estado.

Tanto en las redes sociales como en los medios, hay posicionamientos para todos los gustos. Unos optan porque Maragall busque un acuerdo con Colau y Artadi, otros para que haya un gobierno ERC-BeC en minoría, otros porque Colau pacte con Collboni y acepte los votos de Valls para la investidura. Pero parece ser que una buena parte del núcleo de Barcelona en Común ha dado preferencia a la opción de llegar a un acuerdo con ERC y PSC para construir un “tripartito reloaded”, un acuerdo que significaría la formación de un gobierno de todo el bloque progresista barcelonés. Esta última opción se puede catalogar de difícil o incluso de imposible, pero no se puede negar que hay cierta valentía política detrás.

Es decir, desde mi punto de vista, hay alguien en BeC que está analizando correctamente el escenario en el que nos encontramos. Estamos cerrando el ciclo político del 15M y estamos entrando en un ciclo político previsiblemente más estable después de la “normalización” de los espacios del cambio. Sin embargo, el momento populista catalán se empieza a cerrar, y más allá de lo que pueda pasar con los presos políticos no parece que pueda haber una nueva ola que supere el 1-O. Es en este escenario, y no en otro, que tiene sentido la opción preconizada por los Comunes de buscar un acuerdo progresista amplio. ¿Porque? Pues porque el conflicto catalán ya se ha estabilizado, se ha “normalizado”, y el eje nacional se irá diluyendo (sin llegar a desaparecer) y será necesario llegar a acuerdos políticos entre fuerzas que se ubican diferente en este eje si se quiere gobernar una ciudad de 3 millones de habitantes como es Barcelona.

Tiene un punto de divertido ver cómo, muchos de los opinadores que abogan más claramente porque BeC acepte el ofrecimiento de monsieur Valls para la investidura, lo justifican diciendo que si este acuerdo no llega es porque los líderes de los Comunes están acomplejados por el independentismo que los presiona. No sé si están acomplejados, lo que sé seguro es que la presión que ejerce un tweet no tiene exactamente el mismo peso que la presión que se hace desde una columna en La Vanguardia. Por otra parte, asumir la realización de cordones sanitarios con el independentismo de izquierdas es un discurso que no nos llevará nunca a una solución de los problemas. La oferta de Valls a Colau se hace en esta lógica, no sé si todo el que lo defiende ha pensado en las implicaciones de esta dinámica. ¿Alguien pretende hacernos creer que Valls dará sus votos gratis y se pasará 4 años sin hacer política? Ni la propaganda más mala es tan mala como para intentar hacer creer a la gente que no se depende de quién te da la investidura, y que por tanto gobiernas gracias a, lo que quiere decir que, en el fondo, gobiernas con.

Sin embargo, muchos de los que apuestan por el acuerdo anti-independentista lo justifican a partir de grandes teorías de decisión. Pero en el fondo se resume en: “Maragall necesita a Colau para gobernar, pero Colau no necesita a Maragall para gobernar. Si Colau quiere mantener y extender su poder (como haría cualquier político tradicional) debe ser alcaldesa y excluir Maragall “. Pero a veces la política real no es tan simple como un juego de intereses sobre el papel. ¿Alguien se está planteando qué coste puede tener aceptar los votos de Valls? ¿Con qué mayoría se gobernaría y aprobarían presupuestos? ¿Dificultaría aún más la posibilidad de llegar a acuerdos de ciudad con ERC? ¿No obligaría a contar siempre con el apoyo de Cs? ¿Alguien se acuerda de que Valls no sólo va con Cs sino también con Liures (ex Unió)? Si el caso es tener la alcaldía a cualquier coste, incluso el de la ingobernabilidad, o ser rehén de Valls creo que con Ada Colau no pueden contar. Además, haciendo cuatro cálculos sencillos enseguida vemos que si BeC pacta con ERC tiene 20 concejales, falta 1 para la mayoría absoluta. Si pacta con PSC, tiene 18, faltan 3. Por lo tanto, hay menos nivel de dependencia en el primer caso que en el segundo.

Visto así, considerar que la valentía es pactar con Valls es, claramente, un error. La valentía de Ada Colau y Barcelona en Comú justamente radica en el hecho de ser la única fuerza política que está intentando romper los bloques, incluso, asumiendo que esto les puede costar el cargo o una pérdida de poder. La valentía de Ada Colau justamente radica en feminizar la política, en tener capacidad de analizar el escenario a largo plazo y de dejar atrás el maquiavelismo cutre y mal entendido.

Todos, la izquierda no independentista (tanto catalana como española) debe superar el marco que sitúa al independentismo como el rival a batir igual que el independentismo de izquierdas debe superar el marco que ve a la izquierda no independentista como el antagonista. El independentismo no es un espacio ni reaccionario ni revolucionario, sino un espacio en disputa en el que se puede y se debe intervenir, al igual que lo es el espacio progresista del resto del Estado. Porque el Procés no acabará con la rendición de una de las partes. Hay que buscar soluciones creativas que agrieten los frentes y construyan puentes. Y estas soluciones requieran renuncias de todos. A ello deben estar dispuestos todos aquellos que se sientan interpelados por el republicanismo, más allá del independentismo.

Creo que buena parte de la izquierda no independentista y del conjunto del Estado debe hacer un análisis cuidadoso del grado real de penetración del independentismo entre las clases populares, en los barrios, en los sindicatos y en organizaciones de todo tipo. Posiblemente desaparecerían algunos tópicos y comenzarían a entender algo. Además, ¿porque no es posible en Barcelona un acuerdo que si que es posible en otros consistorios?

Por supuesto, todo ello debe ir acompañado de una autocrítica seria por parte de los “espacios del cambio”, en la que hay valorar los resultados de otras provincias, del resto de Cataluña y de ciudades medias como Sabadell, Terrassa o Manresa. Si se sigue siempre la óptica barcelonesa nunca se conseguirá construir un proyecto hegemónico, dirigente y ganador, de ámbito catalán.