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Tomás Rodríguez Hisado (@Hisartor)

Jorge Alemán (Buenos Aires, 1951) ha dedicado sus esfuerzos intelectuales a tejer una malla con tres hilos: Lacan/Freud, Marx y Heidegger, formando con ella las bases de la conocida como «izquierda lacaniana». A sus intervenciones escritas se ha sumado recientemente su actividad en YouTube, entrevistando desde su canal Punto de Emancipación a una variopinta serie de figuras que van desde Clara Serra a Iván Redondo. Su intención —tal y como le explicó aquí a Jacques-Alain Miller— no ha sido en ningún caso llevar la política al psicoanálisis, sino todo lo contrario: extraer del psicoanálisis lacaniano aquello que de útil pudiera tener para la renovación teórica de la izquierda. En Breviario político de psicoanálisis (2023) Jorge Alemán sintetiza y actualiza los principales puntales de su pensamiento en una larga serie de entradas breves, proporcionando una perspectiva a la vez accesible y rica. Trata una gran diversidad de temas: desde la relación entre el discurso capitalista y el imperativo de rendimiento hasta el «arte de envejecer», pasando por los derechos humanos, la represión, el ateísmo, el mal, el populismo, el machismo, el racismo y mucho más. También dedica varias secciones a elaborar una crítica hacia el pensamiento (post)deleuziano sobre el Edipo, en especial a las intervenciones de Guilles Deleuze y Félix Guattari y de Franco Bifo Berardi (Alemán, 2023: 21-24, 36-37, 44-45). Siguiendo el formato cuasi-aforístico del libro, esta reseña se estructura en torno a dos conceptos que consideramos juegan un papel clave: amor y Soledad: Común.

Amor

«El amor es el encuentro entre dos faltas que nunca se pueden colmar» (Alemán, 2023: 16). Jorge Alemán sigue a Lacan en su idea —sintetizada en la enigmática máxima «no hay relación sexual»— de que no es posible poner en una misma balanza el deseo de dos individuos, puesto que son opacos incluso para sí mismos, a resultas de lo cual cualquier relación entre ellos, por íntima que sea, no podrá ser nunca transparente. Nunca podremos llegar a conocer del todo a una persona, porque en realidad es un misterio incluso para sí misma. Es inútil esperar que una relación amorosa nos complete porque nuestra incompletitud es incurable: todxs somos absolutamente diferentes al resto en algún nivel, todxs estamos siempre, en algún sentido, solxs. Creo que el psicoanálisis va, en gran medida, de reconocer este hecho y aprender a vivir con él.

Esta idea de amor que propone Jorge Alemán polemiza tanto con el discurso del amor romántico —el de las medias naranjas— como con aquel que pretende haberlo superado definitivamente —el de la naranja entera—. Desde luego, hay que desterrar la posibilidad de encontrar a nuestra media naranja, a alguien que encaje perfectamente con nosotrxs: esta noción, además de condenarnos a una decepción amorosa crónica al estar constantemente proyectando sobre los demás expectativas imposibles de cumplir, puede en la peor de sus formas servir para justificar situaciones de abuso dentro de la pareja en nombre del amor. Pero oponer a este discurso la idea de que somos seres completos, autosuficientes y del todo independientes es hacernos trampas al solitario. Supone negar que todxs y cada unx de nosotrxs estamos atravesados por una falta, un vacío, un malestar del que nunca podemos ser del todo conscientes y que nos hace incurablemente frágiles. La naranja —la entendamos como metáfora de nosotrxs mismos o como metáfora de nuestra combinación con nuestra pareja— nunca estará entera porque nosotrxs mismxs tampoco lo estamos.

Es por eso por lo que buscamos al otro: para sobrellevar nuestra propia falta, aunque sin la esperanza de que su compañía la logre borrar. Sólo tras haber asumido que tenemos —unx mismx y lxs otrxs— un «defecto de fábrica» imposible de arreglar se puede experimentar el amor. Pero esto es muy distinto de la tan extendida idea de que antes de amar al otro hay que amarse a uno mismo (esto sería volver a la idea de que somos una naranja entera): al contrario, para Alemán «sólo cuando se ama a otro se puede experimentar la consideración por uno mismo que no sea puro narcisismo» (Alemán, 2023: 41). El amor es una manera de relacionarnos con el otro en la que renunciamos a intentar subsumirlo, apresarlo, apropiarnos de él, convirtiéndolo en una imagen especular de nosotrxs mismxs —una suerte de alma gemela— y en la que, al contrario, no podemos evitar reconocernos en él: no nos concebimos a nosotrxs mismxs sino a través de él, identificándonos con la imagen que nuestro reflejo en él nos devuelve. A través de este juego de espejos que es el amor se va dando un proceso de acompañamiento mutuo, reconociendo y distrayéndonos juntos de sus fallas y las nuestras, aceptando «el desafío de soportar juntos algo que no se puede resolver» (Alemán, 2023: 16). Es el amor por el otro lo que nos salva de nosotrxs mismxs.

Soledad: Común

«Soledad: Común» es una expresión sobre la que Jorge Alemán ha trabajado ya en obras anteriores. Los dos puntos entre «Soledad» y «Común» nos hablan de la voluntad de poner en relación dos nociones que a priori no tendrían por qué estarlo, pero cuya articulación resulta de vital importancia. Supone extraer conclusiones políticas del pensamiento de Lacan sobre el sujeto desde una perspectiva de izquierdas.

La «Soledad» es el terreno al que inevitablemente nos sitúa nuestra condición de seres arrojados a un mundo que nos es ajeno, en el que no hay una manera natural de encajar y donde no es posible llegar a hacerlo del todo. Es la consecuencia de la singularidad radical de cada sujeto, derivada de la manera única e irrepetible en la que ha accedido a la vida en sociedad, al lenguaje. Es también lo que hace imposible la relación sexual —entendida en su sentido metafórico de contacto transparente e inmediato con el otro—. Pero, de nuevo, esto no implica que seamos seres terminados y plenamente autónomos, puesto que nuestra unicidad se deriva precisamente de que estamos constituidos por una falla irrepetible —el «defecto de fábrica» que mencionábamos antes—. Somos, efectivamente, producidos por estructuras, pero estas estructuras no son perfectas y son por tanto incapaces de determinarnos del todo: he ahí el vacío que nos hace únicxs, libres y vulnerables. Estamos condenadxs a ser libres no porque, como pensaban los existencialistas, carezcamos de toda determinación estructural, sino porque la identidad que produce esta determinación es fallida e incompleta, y nos fuerza por tanto a ejercer nuestra libertad dentro de ciertos márgenes (Laclau, 2006: 60). Pero esta naturaleza originariamente fallida de nuestra identidad no se llega a superar nunca, pudiendo aspirar como máximo a provisionales identificaciones parciales: «nadie conquista una identidad plena que se cierre y clausure a sí misma» (Alemán, 2023: 95).

La respuesta a esta situación no tiene por qué derivar en un compromiso político emancipatorio, en absoluto: igual que puede haber una izquierda lacaniana puede haber una derecha. Es por eso que el movimiento teórico que Alemán hace tiene mucho de apuesta, de ahí su originalidad. Para no quedar encerradxs en la mera Soledad autocontemplativa, propone el «Común» como plataforma sobre la que inscribir la singularidad radical de los individuos. Si todxs somos radicalmente diferentes unxs de otrxs, entonces coincidimos en algo: tenemos en común nuestra soledad, nuestra indeterminación, nuestra fragilidad. El síntoma que genera la falta de cada individuo es ontológicamente único e irrepetible, pero su facticidad es universal: cada unx lo experimenta de manera distinta, pero se trata de una experiencia generalizada. Podemos partir de esa coincidencia en ser en última instancia absolutamente diferentes e incomprendidxs para construir un proyecto colectivo. Hay algo Común después de todo.

El Común es ese lugar que produce un encuentro entre las diferencias sin eliminarlas, pero abriéndolas a la transformación. Des-individualiza el malestar aun sabiendo que este adopta una forma distinta en cada sujeto. Politiza el malestar pero sin la esperanza de poder erradicarlo, intentando que al menos lo experimentemos juntxs. Es un ámbito colectivo en el que «la singularidad no sólo no se disuelve sino que encuentra su realización efectiva» (Alemán, 2023: 75). Así, la fórmula Soledad: Común supera la oposición que algunos pensadores liberales pretendieron establecer entre individuo y comunidad: la vida en comunidad no sólo no es un freno para el desarrollo individual, sino condición necesaria para él. Uno no es libre para realizarse porque vive al margen de la sociedad a merced de las leyes de la naturaleza, sino porque vive dentro de una comunidad política que lo acoge, permitiéndole establecer relaciones con otros.

Pensar la emancipación en términos de Soledad: Común nos permite erradicar definitivamente la tentación —en la que tantos cayeron durante el siglo XX— de luchar contra la opresión a costa de suprimir la diferencia. Nos introduce en lo que Lacan llamó la lógica femenina del No-todo, renunciando a la homogeneidad. Implica renunciar a la revolución entendida como ruptura histórica absoluta que abrirá las puertas de una sociedad plena y abrirse a una visión no totalizada de la historia, en la que todo quiebre es siempre relativo y toda transformación tiene sus fallas, siendo su resultado siempre impredecible, heterogéneo y ambivalente. En definitiva, esta manera de afrontar la política nos aleja de clausuras identitarias, abriéndonos a aquello distinto de nosotrxs mismxs y devolviendo, así el amor al ámbito colectivo (Cadahia, 2018: 83-100).

Para terminar, os dejo con una de esas frases en las que uno podría quedarse a vivir: «uno debe entregarse durante toda una vida a una tarea imposible: aceptar las consecuencias imprevisibles de lo que se elige». Como dijo Noemí Argüelles: «es para reflexionar, ¿eh?».

Bibliografía

Alemán, Jorge: Breviario político de psicoanálisis. Madrid: NED Ediciones, 2023.

Cadahia, Luciana: «Amor y emancipación: hacia una feminización del populismo», en Un feminismo del 99%. Madrid: Lengua de Trapo, 2018.

Laclau, Ernesto: Nuevas Reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo. Buenos Aires: Nueva Visión, 2000.