Lo oímos en la radio, en los periódicos, en los grandes editoriales; en el foro de Davos, en la cola del supermercado, y en los platós de las televisiones; lo avisan los tertulianos y opinadores de profesión, los grandes académicos y los líderes políticos de los partidos tradicionales. Vivimos tiempos convulsos, y el “populismo” ha venido para quedarse. ¿Pero qué es exactamente el populismo? El conjunto de debates concéntricos que hemos visto nacer y crecer durante los últimos años alrededor del populismo, más que clarificar el sentido de este término, parece habernos llevado sólo a una mayor inflación conceptual del término. A extender el ruido insoportable de esta falta de lugares comunes, de marcos compartidos, que sigue evitando que se debata con seriedad sobre las intersecciones y conexiones causales entre la crisis del neoliberalismo, la naturaleza del sistema capitalista, la razón populista y las contradicciones de este “interregno de la historia” en el que lo nuevo no termina de nacer, y lo viejo no termina de morir. Con la intención de seguir buscando una salida común a estos problemas, traducimos esta valiosa entrevista al profesor Yannis Stavrakakis,  experto en Teoría del Discurso y coordinador del Observatorio POPULISMUS; y compañero intelectual de nuestro querido Ernesto Laclau. La entrevista ha sido publicada originalmente en The New Pretender.

 

Por Mary Economidou

PREGUNTA: ¿Podrías darnos una perspectiva general de lo que La Escuela de Análisis del Discourse (Essex School of Discourse Analysis) entiende como “populismo”? ¿Qué hace falta para que podamos caracterizar un discurso como “populista”? ¿Podrías mencionarnos, también, algunos ejemplos contemporáneos?

RESPUESTA: Durante los últimos 20 años, el estudio del populismo se ha ido gradualmente alejando de las visiones normativas/esencialistas para acercarse más a aproximaciones formales, que enfatizan sus características estructurales y se centran en la arquitectura discursiva de los discursos populistas; aproximaciones que no se centran tanto en el contenido, sino en la forma. Este desplazamiento ha permitido una conceptualización más rigurosa del populismo; ha facilitado desarrollar un criterio de diferenciación e identificación más claro, y ha conseguido evitar ese eurocentrismo paralizante que reduce el fenómeno del populismo a sus expresiones ultraderechistas en Europa. De esta forma, se ha conseguido matizar mejor el entendimiento de todas las múltiples asociaciones ideológicas (tanto de derechas como de izquierdas) de las plataformas políticas populistas que están surgiendo a nivel global. La Escuela de Essex y el trabajo rompedor de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe han ido creando camino hasta influir en el trabajo de investigadores muy importantes como Margaret Canovan, Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser -ya sea de forma reconocida o no, como cuando ocurre indirectamente, a través de la creación de un campo más amplio de intertextualización e influencia recíproca-.

El principal criterio para la identificación del discurso político, los liderazgos, movimientos y partidos “populistas” que la Escuela de Essex ha puesto sobre la mesa son: 1) la centralidad del sujeto “pueblo”: el papel de “el pueblo” como punto nodal -como referencia fundamental en el discurso populista y sus agentes y como sujeto privilegiadamente representado en el discurso-. 2) El anti-elitismo: es decir, la representación del campo social y político como un espacio dividido e interceptado por un antagonismo axial. “We the people”, los excluidos, los no privilegiados, “el 99%” contra el establishment, la clase dominante, “el 1%”.

Sin embargo, la emergencia de un discurso populista y la construcción discursiva del “pueblo” como un sujeto político potente no es estática, sino predominantemente dinámica y performativa. Presupone, además, una cierta crisis hegemónica, la incapacidad del orden establecido para responder efectivamente a las demandas políticas y los reclamos sociales de la sociedad. Cuando esto pasa, esas demandas tienden a crear cadenas entre sí en base a su oposición común a un enemigo compartido, que es visto como el responsable de esa frustración de sus demandas y sus reclamos: el bloque de poder hegemónico. Esta es la forma en que la cadena de equivalencias se produce, cuando puede ser formalizada y formada como un discurso populista representando esta cadena de una forma antagonista como la que he mencionado antes, contestando al orden vigente y presentando un orden social alternativo. Esto es una coreografía que puede ser observada en múltiples casos, incluyendo, muy recientemente, la trayectoria política de SYRIZA y de PODEMOS en una Europa del sur asolada por profundas crisis.

P: ¿Y cuál es la aproximación que propone el observatorio de discurso político POPULISMUS que tú lideraste?

R: La aproximación al populismo y el criterio mínimo que guía a esta que cité antes es la que ha guiado nuestros estudios desde el proyecto POPULISMUS (2014-15) se ha construido a través de un trabajo de campo comparativo llevado a cabo en varios países y áreas geográficas (Argentina, Venezuela, Francia, España, Grecia, Holanda y los Estados Unidos de América), así como a través de una apertura a otros métodos de estudio que consideramos combinables con esta perspectiva discursiva, y que creemos que amplían su impacto y facilitan un diálogo con orientaciones metodológicas que imperan hoy en día, que es algo muy necesario.

Dos áreas de esa triangulación pueden encontrarse aquí: nuestro intento de crear gradualmente sinergias con sofisticados métodos de examen y corpus lingüísticos digitalizados, que con el uso de softwares informáticos permiten un análisis a gran escala de material discursivo. Los resultados han sido bastante alentadores y muchos de ellos pueden encontrarse en nuestra web (www.populismus.gr).

Por otro lado, en lo que se refiere al enfoque temático, quiero también subrayar toda la energía y el trabajo que hemos llevado a cabo en el contexto de POPULISMUS se ha dirigido a dos áreas de estudio que merecen más atención: 1) el rol que juegan las “crisis” en la apertura de posibilidades más amplias para la movilización populista y la forma a través de la que el discurso del populismo narra esas crisis; 2) hoy en día los discursos populistas no son nunca los únicos que crean esas representaciones, siempre son antagonizados por los discursos del sistema, que articulan sus propias narrativas ante esas situaciones de crisis, señalando causas y soluciones particulares. En ese sentido, y dado el caso de que muy pocas fuerzas políticas se identifican abiertamente como “populistas”, hay una necesidad enorme de estudiar el antipopulismo e incorporar este estudio en el estudio del populismo como tal. Muchas veces el término “populismo”, sobre todo cuando se usa de forma peyorativa, es algo que uno atribuye a un contrincante político para marginalizar, para desacreditar. ¿Hay acaso un populismo sin antipopulismo?

P: ¿En el contexto griego, cómo puede uno identificar los diferentes fenómenos populistas, especialmente si uno considera que el populismo sigue sonando como un término completamente negativo?

R: Siguiendo las tendencias internacionales, sobre todo en Europa, la esfera pública griega y la mayoría de la producción académica griega sobre este tema ha adoptado una perspectiva negativa, peyorativa, e incluso demonizada del concepto de populismo. Si te fijas, esto no ha sido siempre así en la academia internacional. Uno de los primeros movimientos populistas en la historia moderna, el American People’s Party de la década de 1890, se autoidentificaba como populista en un sentido positivo; además, la aproximación académica a esta experiencia histórica ha sido generalmente positiva, al menos hasta los años 50. Era vista como un fuerza de oposición radical que representaba a agricultores y trabajadores empobrecidos en una era de violentas modernizaciones del capitalismo, endeudamiento y corrupción.

No fue hasta los años 50 cuando el término comenzó a cobrar un valor negativo, principalmente a través de la crítica de Richard Hofstadter, que comienza a colonizar la esfera pública con una concepción peyorativa del populismo. Hofstadter presenta al populismo de una manera distinta: como un anhelo nostálgico, tornado hacia el pasado, irracional, irresponsable, incluso paranoico y antisemita. Un fenómeno que, por contestar esa idea de modernización unidireccional y capitalista estaría poniendo en peligro la reproducción del sistema y su fuerza hegemónica global. Aunque una avalancha de trabajo académico meticuloso ha intentado desacreditar los argumentos de Hofstadter, muchos de los estereotipos de este estilo que han ido emergiendo desde entonces todavía dominan el debate público y la reflexión académica. Esto es algo especialmente claro en el caso de la semi-periferia global (América Latina, los Balcanes…).

Centrándonos en el caso griego, el peso del esquema desacreditado y manipulado introducido por Hofstadter (que, por cierto, apoyó la política internacional de los Estados Unidos durante la década de los 70, culminando en la guerra de Vietnam y otras catástrofes) puede verse aún hoy en la forma en la que la política y la historia griega tiende a ser analizada. Me refiero al llamado “dualismo cultural”, una tesis de Nikiforos Diamandouros influida poderosamente  por muchos de los compañeros de viaje de Hofstadter’s (el pluralismo americano). Esta idea de “dualismo cultural” induce a creer en la existencia de dos campos políticos y culturales que antagonizan entre sí, produciendo una coreografía que se vuelve fundamental para entender la historia, la cultura y la política griega hasta la fecha.

El primer campo sería el de la modernización racional, pro europea, pintada de colores de rosa. El segundo, que es la que Diamandouros describe como “la cultura de los oprimidos”, es tradicionalista, nostálgica, escéptica y por supuesto “populista”. Es obvio que esta simplificación esquemática está endeudada y atrapada en la red de un entendimiento irreflexivo y unidireccional de la modernidad; también parecen aceptar un enfoque desencaminado y banal del estudio de las subjetividades individuales y políticas. Por ejemplo, siendo incapaces de explicar fenómenos tan paradójicos como que, en Grecia, tras las manifestaciones sobre la crisis de Macedonia, políticos que se autodenominan liberales apoyaron movimientos ultranacionalistas, o que gran parte de las jerarquía eclesiástica, institución “tradicionalista” por antonomasia, apoyó la opción proeuropea y modernizadora en el referéndum de 2015.

En todo caso, una teorización sobre la identidad y de la identidad política más matizada contribuiría a un relato más complejo y preciso de la historia, la política y (por supuesto) el populismo griego.

P: ¿Qué limitaciones observas en la teoría de la hegemonía tal y como fue elaborada en la obra de Ernesto Laclau durante las últimas dos décadas? Específicamente, en lo que se refiere al problema del “graduacionismo”, algo que ya criticaste hace tiempo.

R: Con Ernesto tenía un diálogo continuo que sin duda me ha beneficiado enormemente de su inteligencia despierta y de su generosidad. En la práctica, nuestros debates giraban entorno a dos cuestiones fundamentales. La primera tiene que ver con una cuestión meramente teórica: la posición de la pasión, los afectos, el líbido y el goce (jouissance) dentro de la teoría del discurso. Tenía que ver sobre todo con la relevancia del psicoanálisis y 1) en última instancia aumentó el peso de los conceptos y las intuiciones psicoanalíticas a medida que su trabajo progresaba 2) le hizo subrayar el hecho de que la teoría del discurso, la escuela de Essex, está muy interesada tanto en “la forma”, la arquitectura, la articulación simbólica del conjunto discursivo, como en la “fuerza” que adquiere mediante procesos de investimiento afectivo manipulando cierto goce (jouissance).

P: ¿Es el populismo equivalente a la política como tal?

R: La segunda cuestión sobre la que giraban nuestros debates tenía que ver con un tema concreto del análisis político aplicado, la cuestión del populismo, en particular, en lo que se refiere a esa idea de Ernesto de que el populismo es igual a la política. Es una idea entendible en un mundo post-democrático en el que la política -a menudo reemplazada por la gobernanza- ha sido desposeída de su carácter antagonista y su componente participativo, y se refiere más a un proceso tecnocrático al servicio de objetivos oligárquicos. En ese sentido, la única forma real de la política es la negación de esta tendencia, que es lo que busca el populismo. Sin embargo, esta diferenciación exclusiva amenaza la integridad conceptual del populismo y su uso y aplicabilidad en casos empíricos. Por ponerlo más claro, creo que el argumento de Laclau sufre de eso que Giovanni Sartori llama “graduacionalismo”. Todas las formas de política real tienen que ser populistas, y todas las diferencias sólo pueden ser diferencias graduales. He rebatido esta idea igual que tantas otras personas, pero no la veo como un componente central de la teoría de Laclau sobre el populismo, que se sostiene perfectamente incluso si le extraemos este elemento.

P: Supongo que ya esperabas esta pregunta, pero ¿qué piensas de Jeremy Corbyn como líder del Labour Party en Reino Unido? ¿Piensas que ha conseguido antagonizar “the few” (los que son minoría) y construir un “the many” (los que son mayoría) como una fuerza política activa? [El lema de campaña de los laboristas británicos durante las elecciones de 2017 fue “for the many, not the few”; es decir, “para la mayoría, no para unos pocos”] ¿Compararías el caso griego de la SYRIZA de Tsipras con el caso del Labour Party de Corbyn? ¿Podría el segundo ser capaz de seguir el rumbo del primero o crees que no hay espacio para esas comparaciones?

R: Corbyn ha conseguido romper el monopolio de la “mala prensa”, poniendo en marcha un mensaje capaz de interpelar y radicalizar los términos del debate público en Reino Unido, devolviendo a mucha gente corriente el interés en la política. Esto es un gran logro para un partido que, en la época del New Labour Party, parecía haber asumido completamente el neoliberalismo. Desde un punto de vista como este hay similaridades retóricas entre la orientación inclusiva de Syriza y el eslogan básico y de izquierdas de Corbyn, enfrentando “los más” (the many) contra “los menos” (the few). Esto demuestra cómo la post-democracia, la globalización neoliberal y las crecientes desigualdades producen movilizaciones populistas alrededor de todo el mundo: en la vieja periferia, en la semi-periferia global (como en Grecia) y en las viejas potencias coloniales en las que se encuentran los centros capitalistas (como en Reino Unido).

Hasta qué punto estas tendencias serán revertidas por proyecto incluyentes de izquierda (como los del LP de Corbyn o Syriza) o será frenado por las fuerzas del sistema, llevando a la derecha radical a convertirse en el único (y peligroso) catalizador de las demandas populares y los reclamos frustrados, es la cuestión más importante de los años que vienen. De todos modos, aun así, Reino Unido no es Grecia: nunca ha adoptado el Euro, tiene una economía sustantivamente mayor en tamaño y producto, y nunca se ha visto atrapada en esa mirada cripto-colonial de Europa.

P: ¿Estás trabajando en algo nuevo en este momento?

R: Mi trabajo actual está dividido en dos áreas principales. Por un lado, estamos avanzando en el desarrollo de una orientación más matizada del estudio del populismo. Por eso, ya que me das la oportunidad de comentarte esto, me gustaría remarcar que hemos publicado recientemente un dossier especial en European Political Science titulado “Populist Discourses and Political Communication in Southern Europe”, que incluye varios artículos relevantes sobre el populismo (en la política y en los medios) en la Europa del Sur contemporánea.  Además, un libro entero, The Populist Scandal, se ha publicado tanto en griego como en inglés, exponiendo la aproximación que hacemos y explicando sus múltiples usos productivos.

Por otro lado, mi interés se sigue concentrado en explorar la relevancia del psicoanálisis (principalmente, Freud y Lacan) para la teoría política contemporánea. Estoy, por tanto, realmente orgulloso de que Routledge haya confiado en mí para editar la “Guía de Routledge para el estudio de la Teoría Política Psicoanalítica” (Routledge Handbook of Psychoanalytic Political Theory), un gran proyecto que por primera vez registra con claridad la presencia distintiva y las promesas de este campo. Se publicará pronto.