David Sánchez Piñeiro (@sanchezp_david)

Es conocida la anécdota de un juez del Tribunal Supremo de Justicia de los Estados Unidos que, refiriéndose al porno, dijo que aunque sea difícil definirlo todo el mundo lo reconoce cuando lo tiene delante. Según Jorge Tamames, doctorando en el University College de Dublín y jefe de redacción de la revista Política Exterior, algo similar ocurre con el populismo, que lleva siendo durante los últimos cincuenta años “una fuente permanente de angustia en los círculos académicos”, cuyos análisis sobre el populismo combinan habitualmente la “falta de claridad” con una indisimulada “hostilidad normativa”. En cualquier caso, su libro For the People (Lawrence & Wishart, 2020) no pretende ser una tesis académica (ni tampoco un mero artefacto de intervención política), sino más bien “un intento de ofrecer pistas a los teóricos y practicantes del populismo de izquierdas y a cualquiera que esté interesado en la situación actual de la política progresista”.

En el libro de diálogos Construir pueblo (Icaria, 2015), una de las cuestiones en disputa entre Íñigo Errejón y Chantal Mouffe, autora del prólogo del libro de Tamames, era la categoría de “populismo de izquierdas”. Mientras que Mouffe apostaba por reapropiarse de su significado -hasta el punto de que su último libro lleva por título For a Left Populism (Verso, 2018)-, Errejón era más partidario de evitar su utilización política (que no teórica o intelectual) por dos razones: por un lado, porque “populismo” es un término que “el uso mediático ha convertido en maldito”; por otro, porque no deja de ser una forma de reintroducir el eje tradicional izquierda-derecha que la hipótesis nacional-popular pretende superar. Tamames no entra a debatir esta cuestión, asume la categoría “populismo de izquierdas” y la aplica a Podemos en España y a Bernie Sanders en Estados Unidos, que son los dos objetos principales de su análisis. Él mismo explica el por qué de esta definición:

Me refiero a Podemos y al movimiento de Sanders como “populistas de izquierdas” porque su agenda, a pesar de ser más ambiciosa que la de los partidos de centro-izquierda contemporáneos, es pese a todo reformista y no muy diferente de la de los partidos europeos socialdemócratas de principios de los 70. Siguiendo a Mouffe, veo la “socialdemocracia radical” como una forma adecuada de describir su orientación, a pesar de que el comportamiento de los partidos socialdemócratas actualmente existentes pueda hacer que el término parezca un oxímoron.

Polanyi feat Laclau

La principal originalidad teórica del libro de Tamames consiste en su voluntad de desarrollar una “economía política” del populismo, es decir, combinar y mostrar la conexión entre el concepto de “doble movimiento” teorizado por Karl Polanyi y la teoría del populismo de Ernesto Laclau. Polanyi acuñó el término “doble movimiento” para referise a la interacción que viene produciéndose al menos desde el siglo XIX entre los mercados y la sociedad. De acuerdo con su teoría, los sucesivos avances de la financiarización y de las dinámicas mercantilizadoras, producen (o al menos crean las condiciones para) un contramovimiento a través del cual la sociedad se defiende de un mercado que no es capaz de regular o garantizar de manera satisfactoria una serie de necesidades sociales básicas. En este sentido, las protestas de 2011, que fueron consecuencia de la crisis financiera de 2008 y tuvieron dos de sus epicentros en España con el 15M y en Estados Unidos con Occupy Wall Street, son interpretadas por Tamames como “ejemplos de manual de un contramovimiento polanyiano”. Las consecuencias de este segundo movimiento descrito por Polanyi, sin embargo, están abiertas y no son necesariamente emancipatorias, ya que “el fascismo tanto como el socialismo tienen sus raíces en sociedades de mercado que han dejado de funcionar”. 

La principal originalidad teórica del libro consiste en su voluntad de desarrollar una “economía política” del populismo, es decir, mostrar la conexión entre el concepto de “doble movimiento” teorizado por Karl Polanyi y la teoría del populismo de Ernesto Laclau.

El populismo no es para Tamames un fenómeno de corto plazo, sino que refleja una respuesta social más profunda a las desigualdades económicas y a las políticas de austeridad, que tienen su origen en la década de los 70. Laclau teorizó el populismo como una lógica política que establece una frontera adversarial entre el pueblo y las élites políticas y económicas. Según Tamames, esta definición ofrece precisamente “alternativas atractivas a los procesos y las políticas que han conducido a la desigualdad económica, la inestabilidad política y el crecimiento de la derecha radical”. Es aquí donde se produce la convergencia entre la hipótesis populista laclausiana y el doble movimiento polanyiano.

El populismo se parece más a un terremoto que a un tornado

La tesis principal de For the People es que a pesar de que el populismo haya surgido recientemente en España y en Estados Unidos su origen se remonta varias décadas atrás. Tamames analiza algunas de las principales reflexiones académicas sobre el populismo, realizadas por autores como Cass Mudde, Jan-Werner Müller, Yascha Mounk o Levitsky & Ziblatt, y llega a la conclusión de que, más allá de sus diferencias, todas ellas comparten una visión general del populismo como una patología o un simple producto de la demagogia, que “sale de la nada y con suerte desaparecerá dentro de unos pocos años”. Siguiendo las categorías meteorológicas acuñadas por Paul Pierson en su libro Politics in Time, el populismo sería para estos autores un fenómeno comparable a un tornado, que tiene tanto causas inmediatas como resultados inmediatos. Frente a esta visión, Tamames propone entender el populismo utilizando la metáfora del terremoto, que también tiene un efecto inmediato pero cuyo origen está relacionado con movimientos de grandes placas tectónicas prolongados en el tiempo. Las políticas neoliberales implementadas en los países occidentales durante las últimas cuatro décadas representarían estos desplazamientos tectónicos dentro de cuyas grietas ha terminado produciéndose el terremoto populista.

Los capítulos 4 (‘From Consensus to Crisis: Spain, 1978-2013’) y 5 (‘From New Deal to No Deal: America, 1977-2014’) están dedicados a analizar la implementación y el desarrollo del neoliberalismo -una “ideología con alcance global pero empuje local”, según Cornel Ban- en los dos países que son objeto de estudio del libro. En el caso de España, Tamames utiliza el concepto de neoliberalismo “integrado” (embedded) o “compensatorio” para referirse al modelo macroeconómico construido desde la Transición que se caracterizó por incorporar medidas sociales y de bienestar para “compensar a la ciudadanía por los efectos dislocadores del mercado”. La firma del Tratado de Maastricht en 1992 perfiló la austeridad como única respuesta posible frente a cualquier recesión económica y la crisis de 2008 puso en evidencia algunos problemas de la economía española que se habían empezado a gestar en los años 80 y se agravaron con la gestión austeritaria de la misma. 

Tamames utiliza el concepto de neoliberalismo “integrado” para referirse al modelo macroeconómico construido desde la Transición que se caracterizó por incorporar medidas sociales para “compensar los efectos dislocadores del mercado”.

La UE, como no podía ser de otra manera, tuvo un rol fundamental a la hora de condicionar la política económica de España durante este periodo. De acuerdo con el análisis de Wolfgang Streeck, la UE “ha experimentado una involución desde un liberalismo integrado y la producción de planes sociales de largo alcance hacia una visión del mundo mucho menos ambiciosa y adaptada a los términos del mercado”. En cualquier caso, Tamames señala que condenar a la UE por ser naturalmente defectuosa y haber contribuido a consolidar el neoliberalismo sería equivalente a demandar el desmantelamiento de los Estados-nación, que al fin y al cabo han realizado la misma función desde los años 70. También sostiene que la izquierda debería defender el proyecto de integración europeo y tratar de reconducir su rumbo neoliberal. Según Pablo Bustinduy (con quien Tamames trabajó en la Secretaría de Internacional de Podemos), el acuerdo alcanzado en el último Consejo Europeo sobre el fondo de reconstrucción post-pandemia expresa precisamente “una transformación objetiva, una extensión de la capacidad política sobre el mercado” y “una ampliación del campo de batalla”.

En el caso de Estados Unidos, Tamames explica que su versión del neoliberalismo ha generado durante las últimas décadas incluso más desigualdad y ha requerido mayores niveles de coerción estatal para ser implementada. A diferencia de España u otros países europeos, los ciudadanos estadounidenses se vieron obligados a encarar la última crisis sin contar con un Estado del bienestar que pudiese absorber al menos una parte del shock económico generado por la misma. Tamames traza una genealogía del neoliberalismo estadounidense que se origina incluso antes de la llegada al poder de Reagan y que mantiene su hegemonía al menos hasta el mandato de Obama, cuya administración Tamames define como “hipocrática” por haberse centrado en evitar daños mayores y en alcanzar a toda costa consensos con la oposición antes que en “presentar una visión alternativa, más inspiradora de la sociedad” (un rumbo desaconsejable y poco transformador con el que, por otra parte, está coqueteando peligrosamente el gobierno de Pedro Sánchez en España).

Entre la Escila del consensualismo y el Caribdis del antagonismo

Tamames dedica los tres últimos capítulos a evaluar las experiencias recientes de populismo de izquierdas en Estados Unidos y en España, protagonizadas por Bernie Sanders y Podemos. En su análisis de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, identifica a cada uno de los candidatos con tres formas diferentes de entender la política, tal y como fueron definidas por Mouffe. En primer lugar, Hillary Clinton representa la posición consensualista, no tanto porque se negara a promover divisiones artificiales donde antes había amistad y entendimiento, reproduciendo así la retórica que muchos liberales gustan de regalarse a sí mismos, sino porque optó por “ocultar la existencia de divisiones sociales profundas, en lugar de canalizarlas en una dirección progresista”. En segundo lugar, Donald Trump, un populista de derechas que entiende la política como una lucha antagónica violenta y excluyente, que “representa una amenaza para las libertades civiles y el pluralismo y en última instancia es incompatible con la democracia pluralista”. En tercer lugar, Bernie Sanders, que más allá del antagonismo violento de Trump y del consensualismo sin conflicto de Clinton, buscaba “canalizar la rabia popular hacia políticas progresistas y democráticas”. Tamames insiste en la idea de que “el populismo radical de derechas supone una amenaza para el pluralismo y las libertades civiles, pero el populismo de izquierdas ha surgido como respuesta a un orden neoliberal que fragmenta y desempodera a una mayoría de ciudadanos”. 

Tamames insiste en la idea de que “el populismo radical de derechas supone una amenaza para el pluralismo y las libertades civiles, pero el populismo de izquierdas ha surgido como respuesta a un orden neoliberal que desempodera a una mayoría de ciudadanos”. 

A pesar de los dos “fracasos” consecutivos de 2016 y 2020 en los que Sanders no consiguió la nominación presidencial en las primarias demócratas, Tamames resalta positivamente su capacidad para involucrar de forma militante a muchísimas personas en su movimiento y construir estructuras organizativas relativamente sólidas con capacidad para perdurar y afianzarse más allá de los ciclos electorales y los apoyos populares (masivos pero volátiles) asociados a ellos.

La carencia de un músculo organizativo y militante comparable al de Sanders en Estados Unidos es, según Tamames, uno de los problemas más destacables de Podemos, un partido que en la actualidad cuenta con un modelo “altamente mediatizado, con un pequeño liderazgo que puentea a los miembros y estructuras intermedias y con vínculos orgánicos débiles con otros actores sociales o institucionales”. Más allá de lo anterior, Tamames dibuja un retrato rico en matices de la trayectoria reciente de Podemos (que él mismo vivió en parte desde dentro como miembro del partido) e identifica una serie de causas de su declive, que tienen que ver con errores cometidos tras las elecciones de 2015, cambios bruscos de estrategia discursiva, incapacidad para manejar el disenso interno o la crisis catalana de 2017, entre otras.

La conclusión final del libro es que hay razones para un “optimismo prudente”. El  neoliberalismo está debilitado desde la crisis de 2008 y ni los liberales ni los socialdemócratas de centro-izquierda están dispuestos a ser el motor que impulse el cambio de paradigma económico y ecológico que nuestras sociedades necesitan. Como señala Mouffe en el prólogo del libro, una cosa es aceptar que el populismo de izquierdas no ha cumplido los (ambiciosos) objetivos que se había propuesto y otra muy diferente anunciar su muerte prematura. Al fin y al cabo, los defensores del populismo de izquierdas deben “aceptar e integrar en su estrategia” que, como dijo Max Weber: “la política es un enérgico y lento perforar de duras tablas”.