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Por Lucía Cobos y Albert Portillo

Durante los últimos días y las últimas semanas vienen abundando los análisis sobre los procesos electorales autonómicos y municipales del 26M. Muchas veces este ejercicio de repensar lo ocurrido es más para adentro que para afuera, es decir, tiene que ver con la necesidad propia de superar el trance planteando qué no supimos leer correctamente, para que el mirar hacia atrás no lo sea en un sentido nostálgico sino con un afán transformador. Se trata de un ejercicio terapéutico que al compartirlo deviene en terapia colectiva. Otras veces este análisis postelectoral está protagonizado por profesionales de Twitter que buscan que la finalidad de lo escrito sea “tener razón”, más allá de que la lectura hecha sea reduccionista y/o esencialista, porque el hecho de que Carmena o Errejón no hayan logrado los votos que necesitaba(mos) les permite repetir “os lo dije”, como si este “tener razón” fuera a revertir los recortes en sanidad y en educación. Finalmente, el último tipo de artículos se centra en críticas, autocríticas a otros y demás análisis -en su mayoría personalistas- sobre el momento político. Este artículo, por su parte y a riesgo de caer en lo que crítica, se inscribe en el esfuerzo por pensar lo ocurrido sin nostalgia y con el objetivo de dar cuenta de las condiciones de posibilidad del cambio progresista de nuestro país, ahora que los resultados electorales han arrojado una compleja aritmética que obliga a redoblar los esfuerzos por ensanchar el pueblo progresista: una política de ensanchamiento y ampliación inspirada en el proyecto de país alternativo que queremos construir para dar lugar a un pueblo progresista que se reconozca orgulloso como tal.

Pese a que Más Madrid ha logrado un resultado encomiable al conseguir ser la candidatura más votada teniendo en cuenta la descomposición generalizada del llamado “espacio del cambio”, lo cierto es que parece probable que esta extraordinaria conquista se eche a perder en cuatro años por la falta de entusiasmo de unos y la carencia de ideas de otros. Hará falta hilar fino, mucho más fino, aprendiendo a hacer lecturas de coyuntura y del largo y del corto plazo, pero, sobre todo, deberemos desarrollar mucho más la sensibilidad con los nuestros, la empatía hacia las personas con las que compartimos las salas de espera de los hospitales públicos, el asiento del metro, las reuniones de padres, las aceras y los paseos a nuestros perros. No se trata de hacer una incursión al mundo obrero, industrial o al popular, somos parte de ese mundo, se trata de no hacer lecturas desde fuera sino de tener la capacidad de desarrollar la sensibilidad suficiente para escucharnos entre nosotros, ‘es ese canto de todos que es nuestro propio canto’ que diría Violeta Parra. Desarrollar la capacidad de leernos tiene que ver con no obligar a que la realidad encaje en nuestros marcos de pensamiento siendo capaces de modificar nuestros marcos cuando la realidad los contradiga. Se trata de empatía, pero también de humildad.

Por mucho que nos gustase que la clase obrera estuviera predeterminada para constituirse como sujeto revolucionario hay que aceptar que, al igual que otras tantas identidades, no está teniendo la potencialidad de albergar el resto de demandas como cabría desear. Hay que reconocer que las identidades no tienen per se la capacidad de ser políticas, que las que en algún momento de la historia lo fueron pueden no volver a serlo nunca, la historia no sirve como explicación repetitiva, sirve para entender lo sedimentado, los sentidos movilizados, pero no para generar explicaciones automáticas. La cuestión está en pensar cómo articular todas las demandas en un sentido emancipatorio, entendiendo que el trabajador industrial comparte daños con el universitario sin salida laboral clara, con el pensionista al que acaban de volver a congelar la pensión, con la madre soltera que no se acuerda de lo que es llegar a fin de mes ni tener tiempo libre, con el hombre de cincuenta años al que acaban de despedir y con el falso autónomo cuya situación es la única forma que tiene de conseguir un ingreso. Lo que une hoy a un universitario con una trabajadora de la fábrica de “Huesitos” de Ateca es mucho más que lo que les separa, por lo que empezar a hablar términos de precarización de la vida y no tanto de clase obrera puede ser un comienzo para interpelar a los que están y a los que faltan, porque desde luego que necesitamos ser más. De la misma forma, pensar España en términos céntricos y urbanos sin dar cuenta del elemento rural o del industrial periférico hace que nuestros discursos se vean limitados a sectores específicos impidiendo que nos quitemos el lastre de “pijos de la ciudad”, una vez más, hay que incluir a los que faltan sin caer en el tópico del turista por lo rural. Hace falta por tanto tomar todos los síntomas a la vista, esto es, la inseguridad, la vulnerabilidad, la falta de esperanza en un futuro estable, la atroz duda sobre qué somos y qué nos define, para ofrecer una superación del síntoma aceptándolo como tal en lugar de recaer en la melancolía de la izquierda o en el goce impotente y narcisista que propone la nueva derecha en todo su espectro.

Sin una solución clara a la vista, nos queda seguir pensando, porque desde luego no tenemos la respuesta. No la tenemos ni los que defendimos y apoyamos a Más Madrid, ni los que lo hicieron desde el espacio de Unidas Podemos o Madrid en Pie, ni desde el PSOE, ni desde el abstencionismo. Y es obvio que no la tenemos porque no hemos conseguido superar a la derecha.

Estos días a modo de consuelo se escuchaba “esto es la democracia, tan sólo son cuatro años”. Pero cuatro años para las personas que necesitamos servicios públicos de calidad son un abismo. No podemos esperar más, necesitamos que se frenen los precios de los alquileres, que el personal sanitario no trabaje en condiciones heroicas y pueda tratarnos dignamente como pacientes, que las universidades dejen de estar desmanteladas y haya contratos dignos para sus profesores e investigadores, pero también y, sobre todo, becas que no conviertan el acceso a estudios superiores en una cuestión de élites. Necesitamos guarderías públicas y ciudades verdes. No podemos seguir esperando mientras sorteamos la coyuntura en condiciones de supervivencia. La democracia no es -o no sólo es- votar cada cuatro años, la democracia implica transformar las relaciones de poder para permitir un orden más justo que nos enorgullezca y desplace la vergüenza que el PP nos ha hecho sentir con su colonización de las instituciones de todos [1].

No hemos tenido ni tenemos razón, así que hagamos lo necesario por tenerla. Nos quedan años por delante para pensar cerca del suelo, mirándonos y leyéndonos con tremenda empatía para que la próxima vez que nos encontremos sea felicitándonos con el orgullo de haber ganado, tanto los que apoyamos el proyecto de Más Madrid, como los que lo hicieron con Unidas Podemos, como con el PSOE, como los que se quedaron en casa. Pelearnos forma parte de la terapia de superación del duelo, pero no olvidemos que nos necesitamos. Como señala Arditi: “En la política real sobreviven quienes se saben ubicar a tiempo en el lugar justo con el grupo concreto” [2].

En este sentido, la pregunta más fundamental que necesitamos responder es cómo y qué tipo de orden deseamos alumbrar con tal de suplantar inseguridades y privilegios por certezas y derechos que definan el país que queremos.

Está claro que en el último año hemos vivido momentos de una extraordinaria ilusión y cabría decir de épica colectiva, como son la moción de censura o el 8M. Sin embargo, el reto es sublimar el rechazo, de la moción de censura sobre todo, en deseo. Porque es evidente que en la campaña de Madrid ha faltado empuje e ilusión por un proyecto de comunidad. Un proyecto que para hacerse valedero debe ser compartido por el conjunto del bloque del cambio. Y es deber del engranaje más dinámico del bloque del cambio extender sus ideas para con los aliados desmoralizados o sin ideas.

Es cierto que la configuración del espacio progresista puede ser diversa, pero no resulta absurdo pensar en una del tipo Frente Amplio que permita albergar la pluralidad de sensibilidades que tienen como finalidad la institución de un orden democrático frente a la crueldad del orden neoliberal que nos atomiza y nos deja en un estado de constante inestabilidad. En este sentido señalaba recientemente Xavier Domènech que para ello “el primer paso para este tipo de alianzas tiene que ser una conciencia de la superación del momento y no solo de preservación del pasado y algunos partidos aún no han llegado a esta reflexión” [3].

Por ello, sería otro error plantear las alianzas bajo una lógica meramente aritmética. Es verdad que en Madrid, Barcelona, Valencia o Navarra, por mencionar algunos escenarios, las posibilidades y las alianzas asumen un desarrollo desigual aunque combinado. En Madrid, Ciudadanos deberá hacerse cargo de su alineación con la crispación, la política de bloques y una extravagante fuerza de extrema derecha. Curiosa estrategia la del tándem Villacís-Aguado que queriendo hacer de Macron probablemente terminen emulando a Salvini [4].

En Navarra y Barcelona la España que queremos, de materializarse, debe dejar a un lado vetos, difíciles de comprender, y asumir que construir un país diferente tiene que contar con todas aquellas fuerzas que reclaman esa España plurinacional confeccionada con el conjunto del catalanismo popular y del navarrismo progresista. En el País Valencià, la hipótesis portuguesa sigue más viva que nunca y constituye un ejemplo virtuoso de una posibilidad a trasplantar.

En este interregno pues, lo que parece un repliegue defensivo con la regionalización del espacio del cambio puede devenir la tracción virtuosa de un nuevo motor. Un motor de un conjunto de alianzas concéntricas capaz de enunciar las tareas para regenerar la vida pública del país e impregnar a aquellos aliados hábiles en canalizar anhelos pero carentes de iniciativa propia y por tanto siempre vacilantes a la hora de atreverse a proponer un proyecto progresista para España. Cabría preguntarse si dado que Más Madrid ha asumido el protagonismo político en Madrid, al igual que Compromís en Valencia, ello pone sobre la mesa los mimbres posibles que aguardan para un nuevo comienzo.

Sea como sea, quizás ha llegado el momento de tomar una decisión política fundamental que es la de decidir quiénes son nuestros amigos en un sentido puramente político en donde lo personal no es trascendente ya que, siguiendo con Arditi, esto simplemente implica poder forjar la representación de la unidad que posibilite el sentido de permanencia. Si algo estamos aprendiendo del neoliberalismo es que la filosofía coach que nos responsabiliza individualmente de no poder pagar la hipoteca o de no tener trabajo es eficaz en el mantenimiento del orden y del todo ineficaz en la resolución de nuestros conflictos cotidianos, dejándonos lo colectivo como única forma de construcción de una sociedad más justa.

Por tanto, de momento, la única respuesta de la que partir para continuar es que no podemos permitirnos el lujo de dar la batalla individualmente, y que, aunque nos guste más o menos, vamos a tener que entendernos para que la ambición de transformar este país sea una realidad tal y como, creemos, deseamos la mayoría digna de este país.

 

Notas

[1] Por ejemplo, en el desmantelamiento del sistema público sanitario por parte del PP ver en Rubio, Teresa. Sábanas con moho, manchas de pis y pelos pegados. Cadena Ser, publicado el 6 de junio de 2019. Disponible en: https://cadenaser.com/emisora/2019/06/05/radio_madrid/1559755211_971654.html

[2] Arditi, B. Rastreando lo político. Revista de estudios políticos, 1995, no 87, p. 333-351.

[3] Domènech, Xavier; Barceló, Àngels i Tardà, Joan. Entre Ítaca i Icària. Barcelona, Roca Editorial, pp. 177-178.

[4] Ver las recientes negociaciones que parecen alumbrar un bloque a la italiana tanto para el Ayuntamiento como para el gobierno de la Comunidad de Madrid. En:

Díaz, Paula. Primer órdago de Ciudadanos a PP: Aguado pide la Presidencia de la Mesa de la Asamblea. Madridiario, publicado el 4 de junio de 2019. Disponible en: https://www.madridiario.es/468699/primer-ordago-de-ciudadanos-a-pp:-aguado-pide-la-presidencia-de-la-mesa-de-la-asamblea

Lamet, Juanma y Sanz, Luis Ángel. PP y Ciudadanos negocian hacer presidenta regional a Ayuso y dar la Presidencia de la Asamblea a Cs. El Mundo, publicado el 4 de junio de 2019. Disponible en: https://www.elmundo.es/madrid/2019/06/04/5cf64911fdddff26868b4594.html