por Ot Burgaya Balaguer
El tumultuoso Oriente Medio; siempre lo ha sido y siempre lo será, piensan algunos. Pero si Oriente Medio es tan inestable es debido, en gran parte, a las injerencias del resto del mundo.
“Si alguien te dice que entiende lo que está pasando en Siria, te está mintiendo. No lo saben ni allí”, afirmó el veterano periodista Tomàs Alcoverro en una entrevista. Puede que sea un inicio del artículo un poco desalentador, pero hay algo de cierto en sus palabras, el escenario sirio se asemeja más a un todos contra todos que a una guerra civil con dos bandos enfrentados. A lo que está sucediendo hoy no se le puede aplicar ningún esquema. Además, se debe tener en cuenta que con el tiempo se ha convertido en una guerra regional a dos niveles; la que tiene lugar sobre el terreno y la que se desenvuelve a nivel diplomático. Procuraré ampliarlo un poco.
El pasado 27 de octubre la ONU determinaba que el régimen de Bashar Al-Asad fue el culpable del ataque químico a la localidad de Jan Sheijun, al noroeste del país, perpetrado el 4 de abril y que provocó más de 80 muertos, mayoritariamente civiles. Un hecho muy relevante si se tiene en cuenta que la paciencia de Washington podría haberse terminado definitivamente. Un claro indicio es que la respuesta americana no tardó en llevarse a cabo ya que atacó bases militares del ejército sirio la noche del 6 de abril y que, por cierto, algunas fuentes aseguran que fueron aviones rusos los que ayudaron a repeler esos ataques.
Es conocido que Siria sigue siendo escenario de los crímenes más viles orquestados desde el gobierno del dictador, aun habiendo anunciado en diversas ocasiones que eliminaría su arsenal químico. Este ataque del 4 de abril puede llevar más consecuencias nefastas para la región, teniendo en cuenta que las últimas veces que se habían utilizado armas químicas contra población civil, en 2014 y 2015, el presidente de Estados Unidos era Barack Obama. A día de hoy el gobierno de Trump, y en especial su secretario de estado Rex Tillerson, sin duda con una estrategia más beligerante (que ya es decir), apunta que la solución al conflicto pasa por crear una Siria sin la familia Al-Asad en el poder. ¿Se ha llegado a un punto en el que Estados Unidos se embarcará definitivamente en una guerra para echar al dictador?
El ataque en Jan Sheijun es otra tragedia más que se suma a la larga lista de atrocidades cometidas por un régimen que ha quedado enquistado desde que empezó la guerra civil en 2011, si no de antes. ¿Pero dónde nos encontramos ahora? Después de 6 años el conflicto ya se ha cobrado más de 200.000 víctimas mortales, 12 millones de desplazados y más de 5 millones de refugiados. El conflicto pasó de ser civil a afectar toda la región. Durante este período los actores relevantes se han multiplicado, algunos han pasado a segundo plano y otros se han hecho protagonistas. Nos encontramos en un momento extraño: el Daesh ha perdido gran parte del control del territorio que había llegado a poseer, las milicias kurdas al norte del país reclaman su independencia, el grupo libanés Hezbolá –importante aliado del dictador sirio- se le complica la situación en su país, Rusia sigue dando soporte al dictador y tensando cada vez más las relaciones con Washington, y la oposición siria sigue dividida y debilitada. El tumultuoso Oriente Medio; siempre lo ha sido y siempre lo será, piensan algunos. Pero si Oriente Medio es tan inestable es debido, en gran parte, a las injerencias del resto del mundo. Hace ya un año, en la editorial de El Periódico ya se hablaba de la nueva Guerra Fría del siglo XXI. ¿Podríamos estar otra vez frente al desastre como en la crisis de los misiles?
Sobre el terreno reina la más absoluta confusión. Como indicaba un reciente informe del CIDOB*, parte de la complicación del conflicto reside en el hecho que en Siria las alianzas se han vuelto liquidas (dando un nuevo sentido a los conceptos de Z. Bauman): “[…] algunos grupos luchan juntos en una provincia, pero son enemigos en otras partes del país. La ayuda extranjera ha ido cambiando. Al principio, los Estados Unidos y varios países europeos se posicionaron exclusivamente a favor de los grupos rebeldes afines al Ejercito Libre de Siria. Pero desde 2015, algunos decidieron apoyar a las milicias kurdas […] ya que se presentaron como el actor más eficaz en la lucha contra el Daesh”.
Por este motivo creo que es importante diferenciar algunos actores que integran la oposición siria. ¿De quién hablan los medios cuando nombran a “la oposición moderada” o “los rebeldes”? La oposición siria es un gran bloque heterogéneo integrado por distintas facciones, algunas ideológicamente en las antípodas de las otras. Por un lado, el Ejército Libre de Siria (ELS) se formó a mediados del 2011, después que el dictador Bashar Al-Asad reprimiera violentamente las manifestaciones pacíficas de todo el país que pedían su dimisión: lo que todos nombramos en su momento como “primaveras árabes”. El ELS se formó mayoritariamente por desertores del ejército regular que empezaron a luchar con ánimo de apartar al dictador y democratizar el país, y se convirtió en el brazo militar de la Coalición Nacional Siria (CNS), reconocido por más de 30 países, entre ellos España, como el representante legítimo del pueblo sirio. El CNS actualmente está exiliado en Turquía, aunque opera jurídicamente en algunas zonas liberadas como Idlib, la capital provisional de la Siria libre, la ciudad de Daraa (al sud del país), Jarabulum (al norte) y en las cercanías de ciudades importantes como Damasco, Homs y Alepo. La otra cara de la moneda hay los que conocemos como los rebeldes, formados actualmente por milicias próximas a los Hermanos Musulmanes y organizaciones combatientes que se agrupan bajo el paraguas del Frente Islámico, que cuenta con unos 50.000 combatientes. Dentro de esta facción encontramos uno de los grupos más importantes que operan actualmente, conocido como Hay’at Tahrir Al-Sham (Organización para la Liberación del Levante), donde está diluido en antiguo Frente Al-Nusra, la famosa rama de Al-Qaeda en Siria.
Es cierto que esta es una alianza muy difícil, ya que los únicos objetivos que comparten el ELS y Tahrir Al-Sham son 1) el derrocamiento de Bashar Al-Asad y 2) la aniquilación del Daesh, que aún controla una parte importante del territorio al este del país y que fronteriza con Irak.
De este modo, ¿los enemigos de mis enemigos son mis amigos? Ni de lejos, el día 4 de noviembre de 2017 el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos informaba que siguen los enfrentamientos entre facciones de la oposición moderada y facciones rebeldes en las cercanías de Idlib. Aunque, como indicaba antes, la oposición moderada y los rebeldes han llevado a cabo operaciones conjuntamente con el ejército de Al-Asad y se han visto obligados a pactar en distintas ocasiones, ya que el bando rebelde recibe una cantidad importante de financiación que proviene de países del Golfo. Desgraciadamente a día de hoy las fronteras entre las dos facciones son borrosas, ya que diversas fuentes aseguran que algunos combatientes del ELS han pasado a engordar las filas de Tahrir Al-Sham. Es cierto que las informaciones que nos llegan aquí son confusas, ya que pocos medios envían periodistas a cubrir la guerra desde el lado opositor por el peligro que supone (todos tenemos en mente las brutales imágenes difundidas del asesinato de periodistas y militares que terminaron secuestrados o en manos de grupos extremistas afines al Daesh), y la mayoría de periodistas sirios han tenido que irse por miedo a represalias y atrocidades cometidas. Ahora bien, es importante reiterar que sigue existiendo en Siria un grupo militar opositor que recibe apoyo financiero y militar por parte de Turquía, Estados Unidos y la OTAN. Mientras tanto, el ejercito de Al-Asad sigue bombardeando posiciones de la oposición sin hacer ningún tipo de distinción entre moderados, rebeldes o población civil, con el apoyo de Rusia e Irán.
El debilitamiento de la oposición moderada es la evidencia que el plan de Al-Asad está funcionando, solo cabe recordar lo que algunos reporteros apuntaban sobre la siniestra estrategia del dictador. Es poco conocido que, durante el inicio de las movilizaciones pacíficas en Siria, el régimen decretó una amnistía para una serie de reclusos acusados de pertenecer a grupos extremistas con la intención que pervirtieran la revolución democrática. Marc Marginedas, reportero de El Periódico y gran conocedor de este conflicto, aseguraba que este procedimiento es un método inventado por el antiguo KGB que varios dirigentes del partido Baas, como es el caso de Bashar Al-Asad, han adoptado en momentos de revueltas en su país. Una siniestra variante de la táctica de tierra quemada que consiste en dejar que el extremismo y el fanatismo religioso secuestre los ideales de una revolución democrática. Por lo que podríamos afirmar que ha existido una complicidad de facto entre el régimen sirio y el extremismo islamista. Hasta el pasado mes de octubre la ciudad de Damasco y sus cercanías controladas por el régimen no habían sufrido ningún ataque reivindicado por el Daesh en los 6 años que lleva el conflicto. Podría ser una casualidad, pero me temo que a día de hoy no existen las casualidades en Oriente Medio, y menos en Siria.
Rusia parece mirar hacia otro lado, ya que desde el 2015 ha bombardeado posiciones del Daesh y, tal y como han apuntado en distintas ocasiones algunos medios de comunicación, también han aprovechado para bombardear a grupos rebeldes, permitiendo que el régimen de Al-Asad recuperase terreno en zonas clave como en la ciudad de Alepo. Unos hechos que no han gustado nada a la diplomacia americana, que ve a Rusia como un impedimento para apartar al dictador del poder. Es importante recordar que Bashar Al-Asad es el único que puede garantizar la seguridad del único puerto ruso con salida al Mediterráneo, la base naval de Tartús, además de garantizar el control sobre los intereses en dos importantes gaseoductos que pasan por la región y que permiten un control geopolítico estratégico de la zona.
Tal y como apuntábamos al principio, Estados Unidos llevó a cabo un ataque con misiles a bases militares la noche del 6 de abril de 2017 como respuesta al ataque químico perpetrado en la ciudad de Jan Sheijun. Tal y como escribió la periodista Ana Alba “las grandes potencias podrían acabar envueltas en una confrontación abierta en el tablero de Siria”. ¿Estamos a punto de ver empezar una guerra abierta entre Estados Unidos y Rusia en territorio sirio? ¿O la cuestión seguirá las lógicas de una guerra fría? Sea como sea, todo apunta que estamos volviendo a la lógica política de bloques. Lo único que sabemos del cierto es que Siria, lo que antaño fue un país próspero y con un horizonte esperanzador, se ha convertido en una región asolada por la peor cara de un régimen dictatorial, el fanatismo religioso y las injerencias de países interesados. Mucho tendrían que cambiar las cosas para que Washington no encontrase un buen motivo para entrar definitivamente en esta guerra. Solo el tiempo nos dirá como se transforma el avispero sirio.
*CIDOB, Liquid alliances in the Middle East (2017):