Por Antxon Arizaleta Sánchez

Tras la desnazificación, Alemania creyó el retorno del nacionalsocialismo imposible; autoconvenciéndose de que la vuelta de la extrema derecha, tras la experiencia del Tercer Reich, se había vuelto totalmente impensable. Es algo que en España hemos podido escuchar no pocas veces en los últimos años; eso de que en Alemania no hay monumentos fascistas como en nuestro país, que sería absolutamente impensable que hubiera calles o monumentos a la dictadura, o se defendiera públicamente ideas similares a las del fascismo. Pero, ¿Hasta qué punto era esto una realidad?  ¿Estaba Alemania vacunada frente al totalitarismo, la xenofobia o el racismo? No parece que sea así cuando la extrema derecha de la AfD – Alternativa para Alemania – es ya el segundo partido en intención de voto según la última encuesta publicada por el diario Bild, y los movimientos xenófobos y ultraderechistas como PEGIDA campan a sus anchas bajo la permisividad del gobierno alemán. Es imprescindible aceptar cuanto antes que la realidad distaba mucho del mito y, en consecuencia, hacer un ejercicio de autocrítica y pensar qué es lo que ha sucedido. Pongamos sobre la mesa la cruda realidad a la que nos enfrentamos; porque mirar a otro lado no nos va a servir absolutamente de nada. Afrontando esta tarea, este artículo intenta explicar cómo ha conseguido AfD capitalizar la crisis política en Alemania a su favor. Para ello, nos remontaremos en primer lugar a sus orígenes como partido, analizando su evolución hasta hoy en día, y después examinaremos la composición de su base electoral en el territorio alemán para entender con mayor profundidad qué hay detrás de su auge. Y como no pudiera ser de otra manera, hablaremos de la respuesta de la izquierda alemana; en concreto, de la propuesta nacional-popular de Aufstehen (En Pie) con la que la co-portavoz de Die Linke Sahra Wagenknecht pretende emular la estrategia de Mélenchon en Francia ¿Conseguirán cortar la hemorragia de votos hacia la extrema derecha?

El origen de AfD

Nos trasladamos al año 2012. En septiembre, fue fundado por un grupo de profesores, periodistas y expolíticos el movimiento Wahlalternwtive 2013, Alternativa Electoral 2013, con el profesor de Economía de la Universidad de Hamburgo Bernd Lucke a la cabeza. Se presentaba como un proyecto abiertamente euroescéptico, considerando la moneda común como un proyecto fallido. Rechazaba “el empobrecimiento de los países del sur bajo la presión competitiva del euro”, y criticaba fortísimamente al gobierno de Merkel. En enero del año siguiente, algunos de sus integrantes, Bernd Lucke entre ellos, concurrieron a las elecciones regionales de Baja Sajonia junto a una asociación de votantes llamada Freie Wähler; en alemán, Votantes Libres. Los Freie Wähler son el equivalente a una agrupación de electores en España y, aunque sus programas son moldeables dependiendo de las diferentes demandas de los lugares donde se presentan, tienden al liberalismo conservador. Esta alianza apenas logró el 1% de los sufragios y no consiguió ningún tipo de representación. Fracasó. Pero en febrero de 2013, los líderes de Alternativa Electoral decidieron buscar una segunda oportunidad. Rompieron con Freie Wähler, concentraron sus esfuerzos, y decidieron dar un paso al frente: nacía Alternative für Deutschland, Alternativa para Alemania, y lo hacía dejando atrás las fórmulas electorales anteriores, definiéndose abiertamente como partido y organizándose como tal. El 14 de abril de ese mismo año, con las elecciones federales de septiembre cada vez más cercanas, se presenta en sociedad por primera vez con una convención en Berlín. En ella Lucke, la empresaria Frauke Petry y el periodista Konrad Adam son elegidos como portavoces del partido. El resultado que obtienen en las federales les deja en una posición incierta. Logran un 4,7% de los votos y alcanzan los 2 millones de electores, pero la barrera electoral del 5% les deja fuera del Bundestag; el parlamento de la república. A partir de este momento se suceden diferentes convocatorias electorales. En la más importante de ellas, las europeas de 2014, consiguen robar los escaños de 7 europarlamentarios a los partidos tradicionales sin que su discurso político variase de manera significativa, es decir, manteniendo la supresión del euro como propuesta central de su programa.

A partir de entonces, la entrada de AfD al escenario político alemán se vuelve aparentemente irreversible. Alternativa por Alemania comienza a entrar a cada uno de los parlamentos de los Länder (las cámaras regionales). Su cantidad de apoyos va aumentando progresivamente, creciendo a mayor velocidad en las regiones del Este. AfD se iba gradualmente consolidando como una alternativa al bipartidismo utilizando el rechazo frontal a la gran coalición y al Euro como mayor reclamo; y llegó la hora de afrontar un nuevo congreso interno. Este se celebró el 4 de julio de 2015 en la ciudad de Essen, en Renania del Norte, al oeste de Alemania.  Tras meses de disputa interna entre el ala moderada, representada por Bernd Lucke, y la corriente radical bajo el liderazgo de Petry, el ala más radical de se impone a Lucke y los suyos y Frauke Petry y Jörg Meuthen son elegidos líderes del partido. Esto marcó un giro de 180º. En los meses previos a este congreso, la corriente de Petry y Meuthen se había vinculado al movimiento PEGIDA; un movimiento de extrema derecha abiertamente islamófobo cuyas siglas en castellano significan literalmente “Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente”, que tenía conexiones informales con la mayor parte de grupos ultraderechistas de la Unión Europea y bases en otros países como Reino Unido. Por eso la victoria de Meuthen y Petry, lejos de asumirse con normalidad, alertó hasta a las ramas más moderadas del partido. Temas como la inmigración (tratada como una “invasión extranjera”) o el Islam (señalado como una amenaza a la propia convivencia social) pasaron a ser centrales en el discurso de AfD. Y la virulencia de estos cambios, junto a los debates internos que desataron, acabaron provocando la marcha del propio Lucke del partido, así como la de gran parte de su corriente; incluidos varios de europarlamentarios. La nueva dirección del partido perdió el control de su equipo europarlamentario en Bruselas y se quedó sólo con dos representantes en Bruselas, y tuvo que enfrentarse a semanas de escándalos y polémicas; pero más temprano que tarde, estas batallas internas, les regalaron el control completo del partido. Tras el bache inicial, la nueva Alternativa para Alemania se consolidó y el partido comenzó a crecer de manera exponencial.  Durante los primeros tres meses de 2015 año la Unión Europea recibió 184.815 solicitudes de asilo, alrededor de 95.000 personas fueron rescatadas en el Mediterráneo entre enero y julio y a finales de verano el gobierno húngaro anunció la construcción de un muro en la frontera con Serbia para tratar de acabar con la entrada de inmigrantes. AfD pensó estar ante su oportunidad de oro, y agudizó su retórica xenófoba e islamófoba a medida que la crisis de refugiados en Europa se iba agravando. Nada volvería a ser igual.

Manifestación del Movimiento Islamófobo y Ultraderechista “PEGIDA”

Desde que ocurrieran estos hechos hace ya tres años, el crecimiento de la formación ultraderechista ha sido casi ininterrumpido. De hecho, han sido capaces de aparecer como primera fuerza de oposición en los estados del Este como Sajonia-Anhalt o Mecklenburgo-Pomerania Occidental; siendo la zona del este la más afectada por la crisis. Sus niveles de intención de voto en la Alemania occidental están lejos de colocarlos como alternativa de gobierno, pero gradualmente se han ido consolidando como la más clara alternativa a la gran coalición UDC-SPD. En septiembre del año pasado se celebraron las segundas elecciones federales en las que participaba AfD. Alternativa para Alemania acudía a la cita con presencia en los parlamentos regionales de 13 de los 16 Länder alemanes y con expectativas de entrar con fuerza en la cámara baja. Y lo lograron. Consiguieron un resultado histórico, prácticamente triplicando el de 2013 y obteniendo hasta un 12,6%. Pasó de no tener ninguna representación federal a colocarse como tercera fuerza parlamentaria con 94 diputados federales sobre un total de 708 escaños. No ganaron las elecciones, eso es cierto, pero fue suficiente para forzar que el SPD tuviera que repetir la gran coalición y entrar en el gobierno con la Unión Demócrata Cristiana de Merkel; y esto comprometería el futuro del SPD muy profundamente de ahí en adelante. Fue, de facto, la victoria más importante de AfD: ocupar una posición desde la que marcar la agenda política en el país, obligar al SPD a retratarse ante todo el electorado, y poner en la centralidad del debate político y social la cuestión inmigratoria. Ni siquiera en las formaciones de izquierda se pudo evitar caer en esto último; las políticas migratorias, las medidas antiterroristas y de seguridad se volvieron parte del debate diario y AfD consiguió imponer parte de sus códigos y elegir los marcos. Poco a poco, en un terreno tan favorable, pasó lo inevitable; AfD desbordó sus propios límites y comenzó a ser una fuerza transversal.

La estructuración del voto

Según una encuesta de Infratest Dimap, un instituto de investigación política alemán de gran reputación, posterior a las elecciones federales de 2017, el trasvase de votos a AfD iba desde la izquierda de Die Linke, de la que recibía alrededor de 400.000 sufragios (un 10% de sus votantes), pasando por el socialdemócrata SPD (de los que ganaba casi medio millón) y hasta de la CDU de la canciller Merkel, que perdía un millón de votantes en favor de la ultraderecha. Pero su mayor nicho de nuevos electores procedía de la abstención, que se redujo en más de cuatro puntos del 28,5% al 23,8%. Cerca de 1.2 millones de votos fruto de la politización de la decepción, el desencanto hacia la política tradicional y haber realizado una construcción del tipo “nosotros” frente a “ellos”. Un “nosotros” que poco se parecería, claro está, al de las fuerzas patrióticas y populares como el de Podemos en nuestro país, sino que seguiría las líneas discursivas reaccionarias de Marine Le Pen o Nigel Farage. Una concepción escueta de la nación, completamente excluyente, que utilizaba el miedo del último contra el penúltimo para hacer crecer el espacio político de una fuerza que en cualquier otro contexto habría tenido que resignarse a la más rotunda marginalidad. Carentes de una perspectiva de futuro fiable, y sin una alternativa de voto ilusionante en el horizonte, una gran cantidad de votantes alemanes optaron por AfD como una forma de impugnar a las élites políticas alemanas. Este apoyo, sin embargo, no era igual de fuerte en todo el territorio nacional. En la parte oriental, AfD conseguía mucho más rédito electoral. ¿Pero por qué? En general, podemos afirmar que existe una clara división este-oeste en cuanto al comportamiento de su electorado. No es sólo una cuestión que afecte a los populistas de derechas. Es algo causado por dos factores principales.

El primero tiene que ver con la diferencia este-oeste a nivel económico, con la conflictiva herencia de la demolición de la RDA. El proceso de reunificación, lejos de dejar un país integralmente unido, aprovechó las debilidades de la antigua República Democrática Alemana para subordinar la economía del este a la del oeste capitalista. Para construir, en definitiva, un Alemania a dos velocidades, rota por la desigualdad este-oeste. Comparemos la renta per cápita de los cinco estados alemanes que formaban la antigua RDA, que son a su vez los estados donde más votos logra AfD, con los cinco estados donde menos sufragios consigue. Empecemos por los del Este. Sajonia: 27% de los votos y 29856€ de renta per cápita. Turingia: 22,7% y 28747€. Brandenburgo: 20,2% y 27675€. Sajonia-Anhalt: 19,6% y 27221€. Y, por último, Mecklenburgo-Pomerania Occidental: 18,6% y 26560€. Sigamos ahora por los estados del Oeste. Hamburgo: 7,8% y 64567€. Schleswig-Holstein: 8,2% y 32342€. Baja Sajonia: 9,1% y 36164€. Renania del Norte-Wesfalia: 9,4% y 38645€. Y Bremen: 10% y 49570€. Pongamos atención un momento en los dos mapas mostrados a continuación: AfD triunfa en las regiones con menor renta per cápita y menos densamente pobladas, mientras le cuesta avanzar en las regiones más habitadas y con mayor nivel de renta. La mayor población de los estados occidentales es la razón de que sus porcentajes de voto caigan a menos el 13% a nivel federal. En último término, las regiones occidentales suman 31,4 millones de habitantes mientras que las orientales apenas llegan a los 13,3 millones de ciudadanos Y ese cisma marca al AfD políticamente con grandes dificultades. Ahora bien, es necesario volver atrás para remarcar una cuestión. Es cierto que la correlación entre la renta per cápita de cada región y el nivel de voto a AfD es inversamente proporcional en todo el territorio alemán. ¿Pero significa esto que los pobres voten a Alternativa para Alemania? No necesariamente. La desigualdad este-oeste es una evidencia irrefutable, pero no es algo nuevo en Alemania, es una consecuencia de los intereses concretos que gobernaron el proceso de reunificación. Tras la reunificación, el desmantelamiento del sector público de la RDA provocó despidos generalizados y que la tasa de desempleo alcanzase un 15% en 1992, la más alta desde la gran depresión. La absorción a la economía capitalista de la Alemania del Este subordinó las regiones orientales a las occidentales hace décadas, y desde entonces la fractura este-oeste ha sido irreparable. El rechazo de los alemanes del este al establishment político va más allá de una simple respuesta a la gestión de la crisis del Euro o la llegada de los refugiados, o de las formas políticas de la Gran Coalición. Tiene más que ver con la existencia en esta zona de un sentimiento de abandono generalizado por parte del Estado federal. Y este es un sentimiento que no hemos de leer como algo exclusivo a las rentas más bajas, sino a todos los habitantes del este.

La segunda razón tiene que ver con algo mencionado en numerosas ocasiones cuando se habla de cómo Die Linke sigue obteniendo buenos resultados en el Berlín oriental: la nostalgia de los habitantes de la vieja RDA hacia tiempos mejores en nada parecidos a su presente asfixiante. Pero, ¿cómo echar de menos la RDA comunista puede provocar que una fuerza xenófoba como AfD crezca? Tengamos en cuenta que, hasta ahora, Alternativa para Alemania no ha llevado entre sus propuestas un proyecto económico transformador en beneficio de los desfavorecidos. Más bien, ha hecho todo lo contrario; defender las recetas neoliberales y achacar la culpa del empobrecimiento de las clases populares al Euro y a la llegada de personas migrantes. Pero no es ahí de donde surge el vaso comunicante. Por un lado, es necesario entender que en la RDA y la RFA se dio una construcción del sentimiento nacional y de la idea de Alemania un tanto desigual: En la Alemania occidental no se hablaba de nacionalismo, era un tabú, mientras que en la zona oriental se promovía, como explica el historiador Xavier María Ramos Diez-Astrain en Nación y clase en la RDA: «en la RDA fue necesario recurrir al mensaje nacionalista ante la falta de calado del mensaje de clase” La idea de nación en el centro del imaginario colectivo. Eso dejó un legado social que hacía más fácil el triunfo de opciones populistas que hablasen directamente “a la nación” en vez de a un tipo de votante concreto en base a su ideología. El otro factor que hay que tener en cuenta tiene que ver con la idea de orden. Como han explicado en diversas ocasiones otros compañeros de La Trivial, en un marco de precariedad e incertidumbre, en un contexto de anomia social, la idea de orden se vuelve clave; más aún cuando han vivido en sociedades donde ese valor del orden era descrito como un pilar fundamental, como era el caso de la RDA. Laclau, en la Razón Populista habla de ello cuando se refiere a porqué tantos ex-votantes del partido comunista Francés optaron por Marine Le Pen cuando el Front National se postuló como alternativa a los partidos tradicionales durante el caos de la crisis: “En una situación de desorden radical, el “orden” está presente como aquello que está ausente; pasa a ser un significante vacío, el significante de esa ausencia (…) y el contenido factual del mismo pasa a ser una consideración secundaria”. No es que el voto de AfD represente una nostalgia socialista, pero sí que representa una nostalgia por el orden, y una nostalgia de la política como conflicto, como defensa abierta de intereses concretos, y no una simple forma de gestión.

Aufstehen, la reacción con contradicciones

La construcción de un discurso antiestablishment en clave nacional, y la manipulación de la crisis de los refugiados con una retórica marcadamente xenófoba, racista, ha permitido a AfD avanzar a pasos de gigante en sus objetivos. Esta es una realidad difícil no sólo por lo que supone en sí para la sociedad alemana, sino porque dificulta considerablemente la hoja de ruta tradicional de la propia izquierda alemana, que insistía hasta ahora en la estrategia infértil del “frente de izquierdas”. Ante un escenario así ¿qué podrían hacer quienes buscasen favorecer las condiciones de vida de la gente humilde?  Dado que el compromiso entre los “socialdemócratas” del SPD y la UDC de Merkel está muy lejos de romperse, en un escenario así, parece evidente que la salida pasa por buscar reconstruir la identidad nacional y comunitaria en clave progresista y construir un discurso anti-establishment diferente. Y con ese objetivo ha nacido este verano Aufstehen (En Pie), un movimiento liderado por Sahra Wagenknecht, copresidenta del grupo parlamentario de Die Linke en el Bundestag, inspirado en La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon y apoyado por miembros, antiguos y actuales, del SPD, del Partido Verde y obviamente, de Die Linke.

A la propuesta nacional-popular de Aufstehen, que de momento no se va a constituir como partido político, se le ha criticado, antes que cualquier otra cosa, su posición sobre la inmigración y el control de fronteras. Sin embargo, el manifiesto fundacional del movimiento no hace referencia en ningún momento a una posición antiinmigración, y deja claro que su meta principal es volver a poner en el centro de la agenda política las cuestiones sociales. ¿A qué se deben entonces esas críticas? Pues, en principio, podrían deberse a la tergiversación de declaraciones de Sahra Wagenknecht en las que se opone a la apertura total de fronteras. No obstante, la líder de Aufstehen defiende un fortalecimiento del derecho de asilo para los refugiados y una regulación de la inmigración laboral; una propuesta que no dista demasiado de lo que defiende el senador estadounidense Bernie Sanders, —“¿Apertura de las fronteras? Es una propuesta de derechas [que] empobrecería a todo el mundo en Estados Unidos”: así se manifestaba Sanders en una entrevista en agosto de 2015—.  Intentando apagar las polémicas desatadas, la propia Wagenknecht remarcaba recientemente en una entrevista a la revista Jacobin su postura para evitar confusiones: “naturalmente hay que hablar de los problemas asociados a la inmigración […] se usa a los refugiados para ejercer una presión a la baja en los mismos —los salarios— y esto puede llevar a un crecimiento del sentimiento antiinmigración […] Tenemos que dejar claro quién es responsable de estos problemas; por supuesto, no los refugiados. Pero necesitamos hablar de estos problemas.” ¿Con una postura política tan clara es posible seguir sosteniendo esa imagen demonizada de ella? Como dice Iago Moreno, compañero de esta revista, “La estrategia tradicional de Die Linke es totalmente insostenible; eso es algo que hasta los detractores de Wagenknecht entienden. El SPD ha tenido infinidad de ocasiones para romper la gran coalición, pero jamás lo va a hacer. De hecho, no se nos puede olvidar que la propia agenda neoliberal alemana comienza de la mano del gobierno de Schröder en 2010, que era un gobierno socialdemócrata”. No es posible concebir un frente común entre el SPD y Die Linke. “Las opciones reales son elegir entre ser una fuerza testimonial cada vez más irrelevante, o aprender de la experiencia del Labour Party Corbyn y La France Insoumise; hasta ahora, las únicas fuerzas que han sido capaces de frenar el paso a la reacción y la xenofobia En tiempos complicados, no perder la vocación de construir mayorías es vital; la única forma de construir proyectos auténticamente transformadores. Frente a quienes se resignan a enrocarse en la derrota, la vía Aufstehen parece la única factible para plantar cara a AfD.

 

Notas

1 Los porcentajes de voto corresponden a las últimas elecciones regionales de que cada Estado y los datos de renta per cápita son de la Oficina Federal de Estadística alemán

2  Nación y clase en la RDA. El mensaje nacionalista a través de la prensa del SED., Xavier María Ramos Diez-Astrain en La historia. Lost in translation?, pags 1233-1244, Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, 2017