Merlina del Giudice (@Mdlgiudice)

‘‘Nos sentaríamos alrededor de la mesa y charlaríamos de achaques, de enfermedades, de nuestros pies, de nuestras espaldas, de las diferentes clases de travesuras que nuestros cuerpos – como criaturas ingobernables – son capaces de cometer’’

Margaret Atwood, El cuento de la criada

Nota de la autora: Acostumbro a escribir utilizando lenguaje inclusivo pero no suelo utilizar símbolos como el @ o la x. Por ello veo la necesidad de aclarar que en el siguiente texto, como forma de respeto al libro reseñado y al activismo trans, utilizaré símbolos para las expresiones que sea necesario, entendiendo además que el lenguaje es también una forma de expresión política.

De pequeña quería ser un niño. No había una reflexión profunda tras ese anhelo, ni siquiera era algo que me produjera malestar, solo era una idea loca, ya que yo sentía que de algún modo los niños se lo pasaban mejor, eran más libres y estaban mejor. Un día se lo comente a mis dos mejores amigos y ellos, en esa inocencia de los nueve años que compartíamos todxs, como se acercaba mi cumpleaños me dijeron en broma que entonces me regalarían un pene de plástico. Nunca olvidaré lo que sentí en aquel momento, porque yo no había asociado nunca ser niño con tener pene, quería ser un niño porque me gustaban las cosas que se suponían de niños y porque sentía que ellos lo tenían más fácil para hacerlas. Siempre fui una chica muy masculina; lo curioso, y lo que ha encajado en mi cabeza después de leer A la conquista del cuerpo equivocado (Egales, 2018) de Miquel Missé, es que el ser una “marimacho” (como me describía a mi misma con orgullo) duró hasta que empecé a querer gustarle a los chicos. 

Missé nos escribe desde su experiencia como persona y activista trans y a lo largo del libro recorremos junto a él la aventura de rescatar un cuerpo robado. Si antes el sexo era poco más que una categoría estética, más allá de los fines reproductivos, hay un momento en el cual el desarrollo de la biología y demás ciencias que sirven para cuantificar y medir con exactitud se ponen al servicio de determinar qué sería el sexo verdadero. Así, cuando nacemos se nos asigna un sexo -incluso si somos intersex- y se nos hace adoptar el género que le corresponde. 

Si algo falla en esta identificación, si no nos sentimos representadxs por ese género asignado y la expresión de este que se espera de nosotrxs, es muy probable que se acabe sufriendo un robo del cuerpo, debido a que el discurso más extendido en este momento sobre cómo aliviar el malestar que sufren las personas transexuales implica una alienación con el propio cuerpo. 

En primer lugar, Missé critica que el camino por el que se te empuja de manera urgente es el de deshacerte y transformar aquel cuerpo equivocado, un relato individualista que sitúa el problema en ti, en tu cuerpo que es defectuoso. Con esto no crítica a aquellas personas que han decidido operarse u hormonarse (algo totalmente legítimo y para lo cual han de recibir todo el apoyo social que sea posible), sino a aquellos discursos que lo plantean como única posibilidad de alivio. 

El discurso médico y el jurídico imponen un modus operandi similar al que se les imponía a loslocos” antaño: se exige una confesión que no implica un paso del no saber al saber, ni para el sujeto ni para el otro [1]. Me explico: para poder acceder a una operación o a hormonas es necesario demostrar que se sufre disforia de género. Se pide a esas personas que tengan la experiencia, como verdad, de que tienen el cuerpo equivocado. No pueden, por ejemplo, admitir tener una vida sexual plena y saludable. 

Para poder acceder a una operación o a hormonas es necesario demostrar que se sufre disforia de género. Se pide a esas personas que tengan la experiencia de que tienen el cuerpo equivocado.

Al confesar te comprometes con una verdad acerca de ti mismx, ahí se pierde algo, por que te están pidiendo que renuncies a aquello que no sea del orden de lo binario. El coste a pagar, ese goce y síntoma perdidos, es lo que Missé al final puede volver a sintomatizar. 

Denuncia que la única forma que tienen las personas transexuales de interpretarse a sí mismas es a través del discurso médico y jurídico, y estos a su vez sostienen el campo del Otro fálico, es decir, sostienen lo binario como única posibilidad de ser en el cuerpo. Esto quizás no sería tan problemático si el proceso de la operación u hormonación aliviaran de verdad el malestar de esas personas. El problema es que, según nos cuenta el autor, esto no pasa. Y es que nunca será posible entrar completamente en el rígido molde de hombre o mujer cis, ya que incluso para aquellas personas que se consideran cisgénero es complicado. Esta imposibilidad -que se nos dice que es culpa de unx mismx porque es un problema individual- genera mucha frustración. 

Además, si la única solución aceptable cuando te sientes disconforme con el género asignado es una transformación completa para pasar a ser del otro género, y (importante) que no se te note, se impone la necesidad de eliminar todo aquello que sea de textura subjetiva, esto es, las dudas y los malestares.

En este pasar a ser mujer u hombre encontramos algo de la negación del síntoma [2]: tienes un cuerpo, este te molesta y lo niegas con la operación (algo similar a lo que pasa cuando alguien tiene depresión y para solucionarlo tan solo se le dan pastillas). Cuando se busca eliminar la palabra trans o decimos que el cuerpo está equivocado estamos intentando borrar el síntoma de forma simbólica. Y eso es un error, porque el cuerpo es el lugar en el que se expresa, pero no es la fuente del malestar trans. 

Lo que Missé realiza, en contraposición, es una re-subjetivación de ese cuerpo que era otro. Propone un relato alternativo que permita a las personas trans – y a todas en realidad – pensar y vivir de forma más relajada su identidad, sin la prisa que supone tener que encajar rápidamente en alguno de los dos moldes. Este nuevo relato es decisivo para poder hacer frente al discurso clásico binarista y para crear nuevos imaginarios para la comunidad. 

Con todo, el libro no gira en torno a la demanda de la abolición de las categorías de género de manera tajante, como hacen otrxs autorxs por todas conocidos, sino que aboga por una relativización, es decir, que pierdan importancia. Así la categoría de género encontraría el mismo destino que la del estado civil (casada, viuda…) o la de la raza, categorías que en su momento eran clave para nuestras relaciones en sociedad, llegando incluso a figurar en el DNI, y a las que hoy en día damos apenas importancia.  

El libro no gira en torno a la demanda de la abolición de las categorías de género de manera tajante, sino que aboga por una relativización, es decir, que pierdan importancia.

El recorrido aquí rápidamente esbozado es trazado por el autor a lo largo del libro, aportando desde la experiencia argumentos e historias sobre los que sostiene su tesis. Visibilizando constantemente las redes de conocimiento que le han llevado a estas reflexiones, realizando un recorrido por su historia militante (algo clave para toda buena teoría o crítica) y con una gran capacidad comunicativa consigue que en ningún momento se pierda el hilo de las reflexiones. Sin duda, un libro recomendado para todas aquellas personas que quieran introducirse de lleno en los debates más actuales sobre lo trans y el cuerpo y para aquellas que ya están dentro de ellos y quieran reflexionar desde la calma. 

Missé desde lo cis

A lo largo de la lectura el autor propone pensar la cuestión trans desde un marco más amplio, entendiendo que las normas rígidas de género nos provocan malestar a todxs, e interpelando así a las personas cis. Por ello me resultaba interesante añadir, pasada una breve reseña sobre el libro, un momento de reflexión desde esta posición. 

Como señala Missé, la norma es fracasar en el cumplimiento de las normas de género ya que todo intento de capturar al cuerpo en la representación es inútil, debido a que hay una grieta constitutiva y el cuerpo se erige como frontera.  Esto no solo hace referencia a las personas trans, para todas lo normal es fracasar. Como ejemplo, ahora con la crisis de la masculinidad es normal oír aquello de ya no saber cómo ser hombre. Si no se sabe cómo ser hombre es porque el ideal de hombre ha sido puesto en duda por el feminismo y ese no saber en el que nos encontramos ahora da la posibilidad de poner en duda la rigidez de ciertas categorías. La verdad es que siempre hemos vivido en tensión con ellas, pero ahora podemos problematizar desde lo común, y en eso la lucha trans desde lo crítico con el binarismo es fundamental.

Si no se sabe cómo ser hombre es porque el ideal de hombre ha sido puesto en duda por el feminismo y ese no saber en el que nos encontramos ahora da la posibilidad de poner en duda la rigidez de ciertas categorías.

Propongo en primer lugar realizar un ejercicio de extrañación con respecto a nuestro cuerpo. Me refiero a ese ejercicio por el cual lo pensamos y nos extrañamos de él entendiendo que hay una distancia entre él y nosotrxs. Siempre estamos separadxs, porque solo sabemos que tenemos nuestro cuerpo por la mirada del Otro. Las personas trans realizan de forma involuntaria este ejercicio de extrañación constantemente, pero las cis muchas veces también, por ejemplo cuando nos viene la regla en un momento inesperado o cuando estamos enfermas. 

Una vez conscientes de nuestro cuerpo como un extraño, debemos pensar en cómo aquellos cánones contra los que se enfrenta la gente trans los atravesamos nosotras también, muchas veces sin tanto dolor, pero sí que pueden generar un malestar activo. Pensar en cómo todos somos travestis porque cada vez que nos vestimos escondemos algo (del orden de la falta) o en cómo todos los cuerpos sexuados son vulnerables a sufrir transfobia, ya que esta se cimienta sobre preceptos de expresión de género clásicos y arcaicos con los que cada vez nos identificamos menos. 

Recojo aquí también el mensaje que lanza Missé al feminismo en el capítulo titulado “Caballos de Troya para una revolución trans”, donde nos tiende la mano a pensar la cuestión trans desde lo crítico, desde el respeto pero sin miedo a dudar y reflexionar. Ya que asumir acríticamente los discursos que se intentan establecer desde lo binario para tratar lo trans también afecta al movimiento feminista, un frente que podría ser común (incluso con todos sus debates y contradicciones orgánicas) se divide y nos deja más débiles y desprotegidas frente a los ladrones de cuerpos. 

Porque ese robo del cuerpo también nos sucede a todxs las demás, las estructuras fijas de hombre y mujer son las causantes de todos aquellos problemas relacionados con el peso y el aspecto físico y de todas esas operaciones y cirugías estéticas. Hay todo un mercado que se lucra de nuestro odio al cuerpo, ofreciéndonos soluciones que siempre serán fracasadas porque el hombre y la mujer perfectas que queremos llegar a ser son imposibles. Con esta reflexión no quiero echar en cara nada a aquellas personas trans que se operan e intentan realizar un passing [3] perfecto, es más que comprensible no querer pasar por la discriminación que supone visibilizar que no te ajustas al molde. Busco señalar que es un problema que nos afecta a todxs en parte (aunque claro está, no con la misma intensidad) porque es también es una cuestión de deseo. 

Hay todo un mercado que se lucra de nuestro odio al cuerpo, ofreciéndonos soluciones que siempre serán fracasadas porque el hombre y la mujer perfectas que queremos llegar a ser son imposibles.

Tanto las operaciones estéticas, que se realizan para ser más hombre o más mujer, como las operaciones de cambio de sexo son en parte causadas por la estigmatización que sufren los cuerpos no normativos y en ellas están implicados tanto el deseo como el reconocimiento del Otro. ¿Cómo no te vas a operar si es condición para poder ligar e intimar con alguien? 

Hay ahí un trabajo colectivo entre las personas trans y las cis, entre las normativas y las que no, siempre desde una perspectiva feminista, para incorporar esos cuerpos a las comunidades de deseo. Es todo parte de asumir cómo estamos sugeridas por este y no determinadas por el instinto.

Notas

[1] En la obra de Foucault Obrar mal, decir la verdad. Función de la confesión en la justicia. (1981) se nos expone el ejemplo de cómo el loco es obligado por el discurso médico y el jurídico a realizar una confesión de su locura.

[2] En este sentido hago referencia a la definición lacaniana de síntoma:‘El síntoma sólo puede definirse como el modo en que cada sujeto goza del inconsciente, en la medida en que el inconsciente lo determina’’ (Lacan 1954-5, seminario del 18 de febrero de 1975).

[3] Argot trans que se utiliza para referirse al hecho de pasar totalmente desapercibido como persona trans y ser percibida con el género que se desea presentar.