Pigmalión

Cincelé palabras en los surcos de los versos,

y te imaginé, como me imagino que son mis sueños,

como las auroras que duermen en mis bosques,

como la noche fría, como una musa inquieta.

 

Y decidí entonces correr la suerte de recuperar

algunos pedazos míos, en remendar y unir rotos,

en escribir y escribirte, sentir que sigo siendo tuyo,

saber que no estoy solo aunque escriba para mí mismo.

 

Oh palabras, brillantes espejos del alma humana,

me enamoré del encanto secreto que guarda el lenguaje

y a cada golpe, a cada trazada, mi mano se abría como un arco

que tensa el verbo y el acero que golpea la viva roca.

 

Entonces construí sobre las piedras de cada estrofa

la triste esfinge, el espectro que recorre mi mente en solitario.

Y vi la pesada sombra, inmensa y alta sobre mí

como una quimera dormida,

como un deseo que despierta.