Portada del número 1257 de “El Libro Semanal” (México)
Camila Piñeyro (@CamilaPinheyro)
El padre de la ciencia económica se olvidó de toda la esfera de los cuidados a la hora de construir su teoría
Katrine Marçal, ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?
Margaret Douglas contradecía todos los días la teoría económica de su hijo Adam Smith cuando, motivada no por egoísmo sino por afecto, le preparaba la cena o le lavaba la ropa. La idea del homo œconomicus promovida por el padre de la ciencia económica domina desde entonces nuestra concepción del mundo. Hasta los más pequeños detalles de lo cotidiano están atravesados por la idea de que la vida y -lo que nos atañe en este escrito- el mercado de trabajo giran en torno al deseo de lucro y el beneficio propio.
El mercado de trabajo está diseñado para el homo œconomicus porque el cuidado de la vida tiene rostro de mujer: el trabajo reproductivo no remunerado desempeñado por las mujeres en el ámbito doméstico posibilita el trabajo productivo. Lo que realmente hace girar la rueda es que las madres cuidan, cocinan y limpian de forma altruista, sin embargo, este mismo “cuidado que el feminismo ha querido poner en valor y hacer más visible (…) ha estado fuera de los libros de economía y las definiciones de ‘trabajo'” (Clara Serra).
El trabajo reproductivo no remunerado desempeñado por las mujeres en el ámbito doméstico posibilita el trabajo productivo. Lo que realmente hace girar la rueda es que las madres cuidan, cocinan y limpian de forma altruista.
Las desigualdades estructurales son una realidad ahí fuera: las tasas de desempleo son mayores para nosotras, la cultura nos segrega en ocupaciones con bajas ganancias relativas, incluso en un mismo puesto de trabajo, la parcialidad y la temporalidad son cuestiones que inciden en mayor medida sobre mujeres. Hizo falta una pandemia, cerrar fronteras y confinar países enteros para poner en el centro del debate el cuidado de la vida. Con la consideración de esenciales, las mujeres y los cuidados desempeñados históricamente por éstas, primero en el hogar y en un segundo momento en el mercado de trabajo, pasaron a primera línea.
En cuanto a datos, si analizamos los incrementos de paro de febrero a abril de este año y los desglosamos por género observamos algo atípico en la tendencia: los hombres perdieron más empleo que las mujeres. Podemos explicar esta anomalía atendiendo a tres fenómenos: ERTEs, creación y destrucción de empleo.
La agilización del trámite y la promoción de este mecanismo por parte del Ministerio de Trabajo hizo que los despidos no fueran tan masivos ni las consecuencias de la pandemia tan traumáticas en materia de empleo gracias a las suspensiones temporales (ERTEs). Aquellos sectores que registraron mayor cantidad de afiliados y afiliadas en situación de ERTE fueron los siguientes: Servicios de Comidas y Bebidas (726.137), Comercio al por Menor (448.243), Comercio al por Mayor (210.959) y Servicios de Alojamiento (206.379). Atendiendo a la distribución por género de estos sectores de actividad observamos que el número de trabajadoras protegidas por ERTE es seis puntos mayor que el de los trabajadores (296.700 mujeres más que hombres). Concluimos que son más las mujeres que conservan su puesto de trabajo al estar protegidas por una interrupción temporal.
Hubo un único sector que registró un brutal aumento en la contratación en el período estudiado: Actividades Sanitarias y de Servicios Sociales, donde el 77% de la plantilla son mujeres (INE). Por contra, los sectores que perdieron más afiliados fueron Construcción, Hostelería, y Actividades Artísticas y de Entretenimiento, del total, el 67% son hombres.
Las desigualdades estructurales del mercado de trabajo nos atañen a mujeres y hombres por igual: la segregación ocupacional que concentra a las mujeres en empleos con salarios más bajos es la misma que condena a los hombres a ser los principales afectados en accidentes laborales. También es la misma que posibilita que, ante una situación excepcional como la que estamos viviendo, sean las mujeres quienes tengan que hacer frente a la saturación de hospitales, las colas en los supermercados y la atención a dependientes. Sigue siendo necesario reivindicar y pensar un mañana donde la conciliación y el reparto equitativo del trabajo doméstico sea una realidad. Sólo así podremos reducir hasta anular las brechas entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo, equilibrando la balanza y mejorando la vida.