Por Nil Garcia i Escobedo (@NilGarciaE)

Las elecciones en Estados Unidos son todo un acontecimiento mundial. Ningún país ni proceso electoral despierta tanta pasión, interés y debate como ellas. La infraestructura mediática y política que se levanta a su alrededor es espectacular, y más aún cuando hablamos de unas elecciones tan relevantes como lo han sido estas del pasado 3 de noviembre, que han puesto de manifiesto en las urnas lo que se llevaba viendo en la calle hacía tiempo: la sociedad americana esta profundamente dividida, y no hablamos de una división entre dos partidos o candidatos, sino de una división social e interna, que afecta a la manera de entender el país, los valores sociales o la propia democracia.

Antes de intentar hacer un primer análisis de esa noche y sus consecuencias, hemos de hacer una pequeña parada en las elecciones de 2016 y su “inesperado” resultado electoral. Siempre lo llamamos inesperado, pues ninguna encuesta lo predijo, pero a medida que van pasando los años y analizamos la realidad social y política, vemos que esos resultados no son más que la consecuencia de muchos años de errores políticos que en algún momento tenían que estallar en la sociedad conservadora. Primero fue Bush, luego el Tea Party y ahora él. Muchos lo atribuyeron en su momento a una “mancha negra” en el historial electoral, pero se ha demostrado que para nada lo es. Hay Trump y trumpismo para años. Existe una masa social estadounidense muy disgustada con las políticas liberales, globalistas y cada vez más ecologistas y de izquierdas de los demócratas, que las consideran culpables de la destrucción industrial y agrícola del país, y por lo tanto del empobrecimiento de muchas regiones. También existe otra masa cada vez más grande, que cree que los demócratas quieren destruir la moral y la cultura a base de hacer que las minorías sean cada vez más mayoría y que los blancos caucásicos pasen a ser una minoría en “su propio país”. Ideas que poco a poco se han ido inculcando en la sociedad americana más conservadora y que Trump, gracias a su gran altavoz llamado FOX News —aparte, obviamente, de Twitter–, pudo expandir y con ello lograr la presidencia.

Primero fue Bush, luego el Tea Party y ahora él. Muchos lo atribuyeron en su momento a una “mancha negra” en el historial electoral, pero se ha demostrado que para nada lo es. Hay Trump y trumpismo para años.

Es necesario entender este contexto social pues sin él es imposible comprender por qué se habla de sociedad dividida. Los republicanos se han dado cuenta de que estas ideas, que parecían una locura hace 12 años con Sarah Palin, ahora movilizan a un enorme electorado que hasta ahora permanecía dormido, un electorado sin complejos y que las propias agencias demoscópicas no terminan de tener fichado, por lo que se hace más complicado prever los resultados electorales. Dentro de este nuevo electorado, se encuentra uno muy curioso, y es el voto latino mexicano. Al ser una minoría —aunque la CBS situaba en 32 millones los latinos que votaron [1]–, se asume que son votantes de los demócratas, pero este hecho es totalmente falso. Ya advertía hacia tiempo Alexandria Ocasio-Cortez que muchos latinos de segunda o tercera generación estaban empezando a virar hacia la derecha [2], pero es que este 3 de noviembre vimos como nuevos inmigrantes apoyaron a Trump de una manera arrolladora en estados como Tejas, Carolina del Norte o Florida —obviando en ese estado a los cubanos y venezolanos, que son otro mundo–, y es que muchos temen que por la llegada de más inmigrantes pierdan ellos los derechos que han conseguido o que se les considere ciudadanos de segunda. Los demócratas no han sabido dar respuesta a ello ni se han centrado, al menos durante la campaña de Biden, en este electorado tan importante y que cada vez más influye en el resultado de las elecciones.

Y aunque en el momento de escribir este artículo no sabemos al 100% el ganador —aunque todo apunta a una victoria de Joe Biden [3]–, podemos decir con toda certeza que Donald Trump ha demostrado que tiene mucha más fuerza de la esperada, y buena parte de ello es porque esta crisis social ha visto en él un altavoz que, por otra parte, él mismo ha ayudado acrecentar. Es por eso que, en la misma noche de las elecciones, antes incluso de cerrar todos los colegios electorales, saliera desde la mismísima Casa Blanca a declararse ganador sin esperar al recuento final. Necesitaba, ante la previsión de derrota, avivar esa llama y tensión permanente para asegurarse un siguiente paso.

Ya advertía hacia tiempo Alexandria Ocasio Cortez que muchos latinos de segunda o tercera generación estaban empezando a virar hacia la derecha, pero es que este 3 de noviembre vimos como nuevos inmigrantes apoyaron a Trump de una manera arrolladora en estados como Tejas, Carolina del Norte o Florida.

En este momento nos encontramos en una especie de déjà vu con la situación en Florida del año 2000 [4], cuando Bush y Al Gore se enfrentaron en un duro litigio judicial que duro varias semanas y que terminó con la victoria –discutida– de Bush sobre Al Gore por 537 votos sobre 6 millones de papeletas emitidas y sin haber terminado el recuento y el conteo del voto por correo. Y es que es precisamente en este mismo voto por correo donde surge el problema en estas elecciones. Este 3 noviembre votaron por correo y de forma avanzada 103 millones de personas, una cifra espectacular, y más si la comparamos con 2016, donde el voto total fue de 135 millones [5]. Eso nos lleva a la estrategia de Trump y su campaña. Al existir unos resultados tan ajustados como los que estamos viendo, donde la victoria en los estados se está disputando por pocos miles de votos, el trumpismo se ha lanzado a la desesperada al bloqueo del recuento mediante recursos en los tribunales y las comisiones electorales. Los suyos saben que buena parte del voto por correo es favorable a Biden: en Pensilvania, por ejemplo, el 70% del voto por correo es demócrata, así que necesitan invalidarlo de algún modo.

El primer punto es el ya famoso “STOP THE COUNT”, que no paran de repetir Trump y sus seguidores. Parando el recuento les da tiempo de preparar las denuncias y peticiones de los tribunales para invalidarlos, pero, sobre todo, para que pase el plazo de validación de resultados y por lo tanto que ya no valgan. Hablamos de tirar millones de votos a la basura. Trump así podría ganar sobre el voto presencial —aquel emitido en el día de las elecciones– que le daría la victoria en los estados clave. El segundo punto se da en caso que las autoridades electorales sigan con el recuento y consiste básicamente en acusar a la oposición de fraude electoral. Esta acusación tan grave, ejercida ni más ni menos que por el jefe del Estado, no tiene ningún fundamento y carece de pruebas, pero aun así Trump no para de repetirlo, incluso Twitter ha tenido que censurarle algunos de sus comentarios al estar plagados de las famosas fake news. Para considerarlo fraude se basan en la teoría de que el voto no es seguro y que no existe un mecanismo de control conforme alguien no pueda votar dos veces o más, algo que es completamente falso. Así, pretenden paralizar y declarar nula la totalidad de esos votos porque entienden que estos han sido emitidos fuera de plazo, es decir, que habían sido registrado después de la noche del cierre. Y es que, en muchos estados, como Pensilvania, Michigan y Georgia, entre otros, el voto por correo no puede ser contado hasta que no sea contado todo el voto presencial (Florida lo cambio en 2003 tras el caos del 2000) [6]. Si a todo esto le sumas un recuento manual de los votos con una legión de abogados dispuesto a invalidarlos por minucias que las personas corrientes no consideraríamos, pues hay un coctel perfecto. Esto también contribuiría a que pasase la fecha de validación de los votos, por lo que de nuevo nos situamos con Trump en la Casa Blanca.

No es más que un intento para tensar la situación, provocar cansancio y que pase como en Florida en el 2000, donde Al Gore al final tiró la toalla por falta de dinero y miedo a que la situación de crisis constitucional se fuera de las manos.

Esta estrategia va acompañada de la necesidad de que la gente ejerza presión sobre los colegios electorales y sobre los funcionarios encargados del recuento. No es más que un intento para tensar la situación, provocar cansancio y que pase como en Florida en el 2000, donde Al Gore al final tiró la toalla por falta de dinero y miedo a que la situación de crisis constitucional se fuera de las manos. Porque si se sigue tensando de esta manera, los brotes de violencia vividos los últimos meses no serán nada comparado con lo que se puede avecinar. Hay un elevado número de milicias dispuestas a defender su libertad a toda costa. Esta situación por desgracia va a llegar si Trump no sale explícitamente a decir que ha perdido y que se acepten los resultados. La pregunta que surge en caso de que no lo haga es, ¿están los republicanos dispuestos a tensar la situación de esta manera? Es difícil de responder porque el partido Republicano de antaño, que aplaudía a John McCain y parecía repudiar la herencia de Bush, ha desaparecido por completo dejando a George Bush hijo como un novato al lado de Trump. Igualmente, a medida que Trump va haciendo declaraciones y sus dos hijos, Eric y Donad Trump Jr., van dando vueltas por los Estados clave, los republicanos se van posicionando o, más bien, van callando [7].

Estados Unidos se enfrenta a una encrucijada donde el episodio de Florida del 2000 va a ser un pequeño oleaje comparado con el tsunami que pretende ahora provocar Trump. El país se está desquebrajando por la tensión social, y una crisis constitucional que ponga en tela de juicio algo tan básico como el voto, no ayudará. Los republicanos tienen una enorme tarea para reconducir la situación y evitar que su electorado se radicalice por generaciones. Además, los demócratas deben también trabajar muy duro para evitar perder toda esa generación de inmigrantes que se están uniendo a Donald Trump por culpa de no haber sabido dar respuestas a la problemática social y racial, pero también la masa obrera y trabajadora que los ve más preocupados por otras cosas que no por el mantenimiento o la reindustrialización de los Estados Unidos.

En definitiva, gane quien gane, como bien dijo el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, tras revalidar su escaño en el Senado: «Sabemos que quedan grandes desafíos ante nosotros, desafíos a los que no importa nuestra ideología política. Nuestro próximo presidente necesitará unir al país mientras todos seguimos aportando diferentes y nuevas ideas y compromisos» [8].

Notas

[1] CBS This Morning: For the 1st time in a presidential election, Hispanics are expected to be the largest racial or ethnic minority group, with a record 32M eligible voters. There’s also a record 30M Black Americans who are eligible voters. (https://twitter.com/CBSThisMorning/status/1323623236937097217?s=20).

[2] Agencia Efe (15 de junio de 2020).  Ocasio-Cortez llama al voto latino ante el “peligro” de un Trump “sin límites”. El Diario.es. Recuperado: https://www.eldiario.es/politica/ocasio-cortez-latino-peligro-trump-limites_1_6020064.html [en  línea].

[3] Escrito 6/11/2020 a las 10:35. Últimos datos actualizados: Biden: 264 / Trump: 214. En juego: Nevada, Arizona, Georgia, Pennsylvania y Carolina del Norte.

[4] Brooks, D. (4 de noviembre de 2020). Trump vs. Biden: qué pasó la última vez que no hubo un ganador en la noche de las elecciones de EE.UU. BBC News Mundo. Recuperado: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54728058 [en línea].

[5] Redacción (4 de noviembre de 2020). El voto por correo y anticipado bate todos los récords en un contexto de pandemia. La Vanguardia. Recuperado: https://www.lavanguardia.com/internacional/20201104/49224913548/voto-correo-anticipado-record-eeuu-elecciones-presidenciales-pandemia-coronavirus-donald-trump-joe-biden.html [en línea].

[6] Ruble, K. Hamburger, T. Berman, M. (5 de noviembre de 2020), As Michigan is called for Biden, tensions and challenges surround the vote-counting process. The Washington Post. Recuperado de:  https://www.washingtonpost.com/national/michigan-election-challengers-counting/2020/11/04/44dfedbc-1ee9-11eb-ba21-f2f001f0554b_story.html [en línea].

[7] Schwarz, J. (4 de noviembre de 2020). TRUMP SAYS THE ELECTION IS BEING STOLEN. GOP LEADERS AREN’T SO SURE. The Intercept_. Recuperado: https://theintercept.com/2020/11/04/trump-stolen-election-votes-republicans/ [en línea].

[8] Hughes S. (3 de noviembre de 2020). McConnell Calls for Unity After Re-Election Win. THE WALL STREET JOURNAL. Recuperado: https://www.wsj.com/livecoverage/trump-biden-election-day-2020/card/Hq9ZHNzlrHv0KxVApkJF [en línea].

Otra bibliografía o datos de interés

Lemann, N. (23 de octubre de 2020). The Republican Identity Crisis After Trump. THE NEW YORKER. Recuperado: https://www.newyorker.com/magazine/2020/11/02/the-republican-identity-crisis-after-trump [en línea] – obliga a subscribirse mediante correo electrónico, la lectura es gratuita.

Trillo M. (14 de octubre de 2020). El electorado hispano superará al afroamericano en las elecciones presidenciales de EE.UU. 2020 ABC Recuperado: https://www.abc.es/internacional/elecciones-eeuu/abci-electorado-hispano-superara-afroamericano-elecciones-presidenciales-eeuu-2020-202002230203_noticia.html [en línea].

Redacción. (17 de agosto de 2020). Trump vs. Biden: una guía muy simple para entender las elecciones en Estados Unidos. BBC NEWS Mundo. Recuperado: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53813954 [en línea].

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Recomiendo mucho dos películas que contribuyen a entender qué puede suceder y de dónde viene el partido republicano. ¡No son documentales! Pero si muy bien documentadas, dirigidas y actuadas.

Roach, J., Strong, D., Pollack, S., Weinstein, P., Hausman, M., (productores) y Roach, J. (director). (2008). Recount [película ficción]. Estados Unidos.: HBO.

Hanks, T., Goetzman, G., Roach, J., Sayers, A., (productores) y Roach, J. (director). (2012) Game Change [película ficción]. Estados Unidos.: HBO.