Reseña – “La Superioridad Moral de la Izquierda” de Ignacio Sánchez-Cuenca

Por Jordi Mariné

¿Cuál es la relación entre moral y política?¿Se puede leer la política cómo una pelea por el bien y el mal, o solo por su mismo sentido?¿Son las ideas progresistas más ricas en principios morales? Pocas personas se atreverían a plantear una respuesta, larga o corta, a preguntas de éste tipo: la pretensión de superioridad moral en política es leída y criticada rápidamente cómo puro esnobismo. Aun así, Ignacio Sánchez-Cuenca se plantea abordar tal polémico debate de frente y sin reparos en su último ensayo “La Superioridad Moral de la Izquierda” surgido de 8 artículos publicados en CTXT en la primavera de 2017 y editado por la editorial independiente Lengua de Trapo, que vuelve a la acción (con este y una serie de ensayos que seguirá publicando junto a CTXT en los próximos meses) después de un parón momentáneo en su trayectoria.

“La superioridad moral de la izquierda” es, sin duda, un ensayo con todas las letras de la palabra: un estudio con una forma abierta, con libertades retóricas y una ociosa capacidad de demostración. Se libra del corsé académico y cientificista para abordar ideas atrevidas (en la misma introducción ya plantea el comunismo cómo “la proyección política de la intuición moral que late en el imperativo kantiano”) con una pretensión última de estimular el debate sobre un tema que – personalmente – me alegro que se aborde: la relación entre moral y política. Como herencia de la tradición marxista más escolástica el debate de la relación entre lo moral y lo político ha quedado soterrado a mala manera en los ámbitos de la izquierda en favor de una pretensión científica que daría la razón a los que han conseguido sistemáticamente desvelar una realidad antes distorsionada. El volver a abrir un debate más extenso en ése sentido, que no retire rápidamente lo moral hacia el cajón idealista y vuelva a pensar en ésa relación es, sin duda, algo que agradecer persé.

Sánchez-Cuenca argumenta en todo el ensayo alrededor de dos tesis, ambas, como mínimo, polémicas: (1) la izquierda tiene un ideario alrededor de principios morales superiores a la derecha y (2) son precisamente estos principios morales los que causan grandes desastres tanto morales (en la práctica) cómo políticos. En el ensayo se dan vueltas sobre los problemas planteados por ambas tesis con agilidad y accesibilidad, sin caer en ningún momento en una densidad teórica o lógica inconveniente y se aborda la cuestión desde una óptica sorprendentemente interdisciplinar: las vueltas entre psicología, sociología, politología y filosofía son una constante en toda la lectura.

La receta da para una bomba: un tema complejo y complicado de abordar, tesis (cuanto menos) arriesgadas y una metodología poco ortodoxa (caray, si hasta el título llama a la polémica). Sin duda, si el objetivo del libro es ser polémico, se puede afirmar que el intento en ése sentido es bueno: la cantidad de hipótesis y líneas de profundización que pide el libro salta a la vista en todo su recorrido.

Para justificar su primera tesis, Sánchez-Cuenca parte en su argumentario determinando la imposibilidad de un acuerdo racional en política, apostando rápidamente para una visión más antagónica que asociativa de lo político y planteando la democracia cómo el modo de “hacer con eso”. Esta imposibilidad de acuerdo racional sería dada ya que las ideologías tienen una base moral, que hace imposible un acuerdo simplemente racional: con esto, el autor critica las tesis funcionalistas clásicas de la ciencia política sobre las ideologías, siempre tratadas como meros esquemas que permitían atajos informativos a la complejidad y heterogeneidad social. A través de esta misma raíz moral, se argumenta que la existencia de los paquetes de ideas incrustados en lo que se puede denominar como izquierda y derecha no son algo contingente, sino que son un “rasgo característico de la existencia misma de la política”, con lo que determina que la política tiene fuertes raíces morales, en este caso, no relativas, no contingentes, sino determinantes y esenciales. Esta centralidad de la moral en la política en general es una visión acorde con el idealismo alemán clásico, cosa que no se esconde de ningún modo, ya que gran parte de la argumentación va de la mano de autores cómo Fichte y Kant. A partir de éstas premisas se defiende la tesis principal del libro: que la izquierda es una traducción política de unos principios morales más elevados, concretamente, con una mayor “empatía”. Esta defensa se da, en su mayor medida, a través de un esquema kantiano, dónde estos principios más empáticos son un fin racional puro, universal, acorde con lo que Villacañas (1987) llama “Racionalidad Perfecta” en el sistema filosófico kantiano.

Sin necesidad de entrar en lo último, situar la base de la justificación para ésa “superioridad moral” alrededor de las raíces morales de la política me parece algo problemático por dos razones: una referente con la fundamentación moral de las ideologías y otra referente a la misma idea de lo político. En relación con las ideologías (reducidas al eje izquierda-derecha o sus equivalentes): se entienden las nociones de izquierda y derecha en términos descriptivos, es decir, como lo que nombra algo ya existente (unas primigenias diferencias morales estables), una realidad el nombre de la cual puede variar, pero que se mantiene como un cuerpo inmóvil a la espera de ser descrito. Voy a volver aquí al clásico debate entre descriptivismo y el anti-descriptivismo (tratado más de una vez por autores cómo Ernesto Laclau o Slavoj Zizek), tomando ésta última posición. La idea es que la característica esencial del objeto en cuestión, esta raíz moral, no es lo que determina el eje izquierda-derecha, sino todo lo contrario: es el nombrar el objeto como izquierda o derecha lo que da la identidad al propio objeto, la unidad del objeto es atribuida por el propio nombre. Esto da precisamente la completa inestabilidad de las características de lo que denominamos cómo “izquierda” o “derecha”: sus características son completamente inestables y abiertas a diferentes articulaciones (en todos los sentidos, no sólo en el moral) ya que lo que las define no es una preposición moral última, sino lo único que se mantiene estable, esto es, su nombre.

En cuanto a lo político, aunque comparto la perspectiva antagónica, no creo que tal tenga raíces de forma exclusiva en conflictos morales: se reduce lo político a la idea del conflicto o la toma de decisiones entre perspectivas morales contrapuestas, pero no hay necesidad de que tales sean solamente y siempre morales, ni que se puedan situar siempre en términos de izquierda/derecha o sus equivalentes: lo político, cómo bien plantea Schmitt ([1932], 1991), no es tanto un campo propio de la realidad (en éste caso, se plantearía que tal sería el mismo que el de la moral) como un cierto grado de intensidad de asociación o disociación en las categorías de amigo y enemigo frente un problema que bien puede ser en su raíz moral cómo religioso, económico o étnico. Para dar vueltas sobre un ejemplo que pone el mismo Sánchez-Cuenca: él plantea una lectura del problema catalán a escala nacional cómo una confrontación de principios morales (la izquierda, con su actitud “empática”, sería más reformista en la cuestión y la derecha, con menos sensibilidad, defendería el inmovilismo), pero, ¿no se olvida muy convenientemente, por ejemplo, de las posiciones partidistas en el interior del sistema de partidos catalán? Allí, sin duda, la lectura en términos del eje izquierda-derecha (es decir, de principios morales, según Sánchez-Cuenca), de las demandas nacionales deja de funcionar rápidamente.

Si encuentro problemas en sus premisas es obvio tampoco puedo afirmar la tesis resultante: la imposibilidad de una definición sustancial de algo cómo “la izquierda” en base a unos principios morales ahistóricos me llevan a no poder afirmar, junto con Sánchez-Cuenca, que la izquierda es moralmente superior a la derecha. Aún con esto, pero, no puedo decir lo mismo respecto las lúcidas advertencias del autor (y de Iñigo Errejón en el prólogo) en relación a los problemas que causa esta, para mí no tan claramente efectiva, pretensión a la superioridad moral: está claro que, aunque sea complejo afirmar que los principios morales de la izquierda son superiores, lo denominado cómo “la izquierda” ha actuado y actúa en muchas ocasiones bajo ésta misma premisa y cae en los problemas que ésta misma plantea.

Los problemas de una pretensión moral que lleva a una fragmentación (fisiparización en términos del propio libro) de la izquierda constituyen un cuerpo de advertencias respecto a lo moral a tener en cuenta desde cualquier revolcón con la praxis. La propia independencia y alejamiento del fin moral último de toda práctica y estrategia (esto es, al final, el pensar lo político como algo ‘subordinado’ a lo que es moral) lleva a la izquierda a mantener un importante vacío respecto al pensamiento más cortoplacista, y lleva a dejar el pensar las instituciones y el orden a un cuerpo intelectual reaccionario que, a su vez, está más que encantado en presentarse cómo el único que puede gestionar la compleja realidad inmediata frente a los que solo pueden pensar en fines utópicos, mientras se olvidan de un importantísimo “mientras tanto” en el camino. La izquierda, ahí, según el mismo esquema que utiliza Sánchez-Cuenca, habría leído Kant, pero sólo a medias: habría visto un fin en desde el razonar por razonar, desde la torre de marfil, pero se dejó lo realmente importante, lo – para decirlo, de algún modo, con García Linera – leninista, el problema político, el problema del “mientras tanto”, el camino material trazado por la crítica y la posterior acción política frente al espejo de lo ideal. Esta incapacidad para pensar la acción material habría llevado, al fin y al cabo, a subordinar la política a la moral y a una negra historia de purgas y divisiones a grito de una romántica justicia (romanticismo imposible, por otro lado, sin la fuerte base cientificista que se heredaba del marxismo más ortodoxo, imposible sin la posibilidad de enajenación de una vida empobrecida ilustrada por el positivismo más ingenuo).

Esta sólida advertencia es, ni más ni menos, la verdadera razón por la que éste arriesgado ensayo cumple sin duda con lo planteado, con su voluntad de debatir: no podemos volver a pensar la relación entre moral y política si no partimos de ésta precisa advertencia, si no partimos de los graves errores que el no pensar de forma sistemática ésta relación ha llevado. Volver a pensar el problema político es el primer paso, y después, desde ahí, volver a pensar la moral es algo imperativo.

 

Referencias

– SÁNCHEZ-CUENCA, I. 2018. La Superioridad Moral de la Izquierda. Madrid: Lengua de Trapo.

– SCHMITT, C. [1932] 1991. El Concepto de lo Político. Madrid: Alianza.

– VILLACAÑAS, J.L. 1987. Racionalidad Crítica: Introducción a la filosofía de Kant. Madrid: Tecnos.