¿Cómo funciona la política monetaria de la Unión Europea y por qué es crucial para España que Europa esté a la altura?

Por Alejandro Román Crespo (@a_romancrespo)

La llegada del coronavirus ha impactado de manera global; la mayoría de los países se han visto obligados a establecer duras medidas de confinamiento y prevención para evitar que la pandemia siga expandiéndose.

En España se decretó el pasado Marzo el Estado de Alarma conforme al artículo 116 de la Constitución Española, con el fin de frenar la curva de contagios y afrontar la grave crisis sanitaria, cesando toda actividad empresarial no esencial para no comprometer la salud de los trabajadores y evitar así el colapso de la sanidad pública y enfrentarse a la pandemia.

Como consecuencia del confinamiento las economías mundiales han empezado a sufrir las caídas de su Producto Interior Bruto (PIB). El Fondo Monetario Internacional alertó que el PIB mundial, es decir, la riqueza global de todos los países, va a tener una reducción del 3% en 2020 (FMI, “Informe de las Perspectivas de la Economía Mundial”).

Se estima una caída del PIB de la Unión Europea del -7,5%: Encabezada por Italia con un -9%, seguida de un -8% en España, y un -7% en el caso de Francia y Alemania.

Pero, ¿Qué significa una caída del PIB?

Para que cualquiera pueda entender lo que está sucediendo, hay que definir el Producto Interior Bruto como un indicador de referencia para medir el nivel de crecimiento y de riqueza de un país.

El PIB es la suma de cuatro agregados económicos:

  1. El consumo de las economías domésticas, esto es, el gasto que ocasiona el conjunto de la sociedad española como individuos.
  2. La inversión privada; el gasto de las empresas para llevar a cabo su actividad empresarial.
  3. Exportaciones e importaciones: Unidades monetarias provenientes de exportar e importar productos y/o servicios.
  4. El gasto público, que es la cantidad de dinero que gasta el Estado para satisfacer las necesidades de sus ciudadanos.

En un escenario como el actual, las empresas están cerradas y por ende no pueden llevar a cabo inversiones -seguramente tampoco cuando vuelvan a iniciar su actividad-, debido a las grandes pérdidas que acumulan por el cierre. En este caso, una de las cuatro patas de nuestra mesa ha caído; el PIB ha sufrido un gran golpe. A todo esto se suma que las personas no puedan salir a la vía pública más que para trabajar y hacer compras esenciales, por lo que el consumo de las economías domésticas también sufre un recorte; la segunda de las cuatro patas. En tercer lugar, las exportaciones e importación son prácticamente nulas. La única manera de que no siga cayendo el PIB es que la pérdida de la primera, la segunda y la tercera pata, sean asumidas por la cuarta, el denominado gasto público, que no es otra cosa que lo que se está viviendo actualmente. El Estado está inyectando liquidez en la economía para paliar los efectos del parón nacional, financiando a empresas, ofreciendo créditos, avales y la posibilidad de que los empleados no sean despedidos y puedan acogerse a los denominados ERTE, entre tantas otras medidas.

Es ahora cuando viene la famosa pregunta: ¿De dónde sale el dinero para mantener el estado del bienestar y evitar el desplome de la economía?

España, junto con otros 26 países, forma parte de la Unión Europea, que entre otras competencias, se encarga de la política económica y monetaria común, en este caso todos los países se rigen por las mismas normas.

La forma de financiación que tienen los países de la UE es a través del Banco Central Europeo (BCE), institución encargada de gestionar la política económica, en otras palabras, el encargado de repartir el dinero a los países miembros.

Anteriormente se ha explicado que en la actual crisis es el Estado el que mantiene la economía -vía inyección de liquidez-, pero los recursos económicos de los que dispone son finitos, tienen tope, y cuando se agotan tiene que pedirlo. Eso es lo que en términos económicos se denomina contraer deuda, en otras palabras, que en nuestro caso España pida dinero al BCE.

¿Cómo financia el Banco Central Europeo a los países de la Unión Europea?

La oferta monetaria, o dinero en circulación, de forma originaria proviene de la misma fuente; el BCE. Una de las herramientas de financiación de las que dispone, y en las que nos vamos a centrar, es la compra de duda pública. Cuando un país –como es el caso-, no dispone de liquidez suficiente para hacer frente al gasto público, emite deuda soberana, y el BCE compra la deuda emitida, de modo que ahora el país dispone de dinero y el BCE de un derecho de cobro, así pues, el país tendrá que devolver el dinero tomado a préstamos sumado a un interés.

Es normal, por lo tanto, que si un país de forma aislada necesita liquidez sea por este medio por el que la obtenga, pero la actual crisis no entiende de fronteras, es simétrica, se ha extendido por todo el continente y afecta no solo a nuestra economía, sino a la de todos los países miembros, es ahí cuando empezamos a hablar de los denominados “Coronabonos” o Eurobonos.     Estos bonos (o deuda pública, en términos coloquiales) no serían emitidos por países de forma aislada -incrementando su endeudamiento y reduciendo su capacidad económica futura-, sino que sería una forma de mutualizar la deuda de todos los países, o sea, que sea la Unión Europea en su conjunto quien lleve a cabo la emisión, distribuyendo el endeudamiento de forma equitativa entre los países que la forman, evitando golpear de esta manera a los más afectados, y fortalecer a los países con menos contagios. El capital que proporcionen estos bonos se distribuiría –al igual que la deuda-, entre los distintos países.

Vale, ya entiendo cómo funciona, ¿Cómo ha ido la emisión de os “Coronabonos”?

Sería de sentido común que, dado que es un mecanismo legalmente establecido, a través del cual la Unión Europea puede dar respuesta a la demanda de recursos económicos, se hubiera llevado a cabo, ¿No es ese el pacto social del que emanan los principios de la Unión? El de solidaridad entre sus miembros.

Desgraciadamente la respuesta es que ha ido mal, fatal. De hecho, no se ha llevado a cabo. El pasado 24 de marzo el Eurogrupo –organismo del que forman parte los ministros de economía de la zona euro– se mostró profundamente crítico con la medida, y negó emitir deuda de manera conjunta.

A favor de la emisión estuvieron: España, Italia, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Portugal, Grecia, Eslovenia, Irlanda y Chipre.

En contra: Holanda, Alemania, Austria y Finlandia, los llamados “hombres de negro” que impusieron austeridad y recortes en toda la UE. No siendo esta vez distinto, defendieron otro tipo de instrumento económico: El Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), a través del cual, en la pasada crisis de 2008 el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) impusieron abusivas “políticas de tijera” sobre los países que se acogieron al rescate, y fruto de este, es por lo que hoy en día los países más afectados por contagios cuentan con menos recursos. Como todo en la vida, las cosas no suceden por casualidad sino por causalidad, y la situación de no poder hacer frente a la COVID-19 es entre otras causa de la continua degradación de las citadas políticas.

No se tropieza dos veces con la misma piedra, en este caso, con la misma montaña. Es lógico que dada la gravedad de la situación, y con un estado del bienestar deteriorado esta vez el MEDE no sea una opción.

La ofensiva española: El Fondo de Reconstrucción Europeo

El pasado jueves, día 23 de abril, el ejecutivo de Sánchez llevó a la cumbre de líderes de la UE una ambiciosa medida de recuperación económica, se trata de otro instrumento de la anteriormente citada política económica, en este caso España propone que se lleve a cabo un fondo de recuperación europeo dotado de un total de 1,5 billones de euros, cuya asignación se distribuiría en función de las necesidades económicas de cada país, con indicadores como la caída del PIB de los países demandantes.

La forma de instrumentalizar el fondo sería mediante la emisión de deuda perpetua, en la que los países emitirían deuda soberana hasta el final de la crisis y esta sería adquirida por el BCE. Mediante este mecanismo solo deberían abonarse los intereses de la misma, y las propuestas que están sobre la mesa, es que dichos intereses vayan con cargo al presupuesto europeo, o a impuestos como una tasa a las emisiones de CO2 entre otras opciones.

No se ha perdido el tiempo, ya que en la misma propuesta se ha dejado caer otra gran necesidad, una armonización fiscal a nivel europeo, paliando de ese modo la competencia desleal existente dentro de la UE, donde países como Holanda o Irlanda tienen tipos impositivos por debajo de la media europea, provocando fugas de capitales y evasión de impuestos en favor de dichos países y en contra del resto.

En conclusión, la hegemonía de la Unión Europea y su espíritu progresista y de bienestar colectivo penden de un hilo. En sus manos está salir de esta más fuertes, más unidos, más solidarios, más europeos. O por el contrario, más divididos y con una fractura irreparable.