Por Jordi Sarrión i Carbonell (@SrCarbonell)
Corría el año 1921 cuando el ala más radical del Partido Socialista Italiano, liderada por Antonio Gramsci y Amadeo Bordiga abandonaba el Teatro Goldoni, donde se celebraba el XVII congreso del partido, por desavenencias ideológicas con el rumbo que estaba tomando el partido y las tesis antisoviéticas que allí se propugnaban. Así nacía el Partito Comunista Italiano (PCI), que al cabo de unos años se convertiría en la fuerza hegemónica de la izquierda italiana, llegando a doblar en número de votantes al Partito Socialista, y que se constituyó como la principal escuela marxista de Europa, dando intelectuales de la talla de Gramsci, Enrico Berlinguer y Palmiro Togliatti. El libro que analizaremos en el presente trabajo se titula La via italiana al socialismo y fue escrito por el que fuera su Segretario Generale entre los años 1927 y 1964, Palmiro Togliatti.
El libro realiza una recopilación de textos que constituyen la historia viva del Partido y narran algunas de sus etapas más relevantes: la clandestinidad durante el período de Mussolini, la Segunda Guerra Mundial, el período de la reconstrucción italiana de posguerra, la nueva Constitución de 1947 y la Guerra Fría. Durante todos estos períodos temporales el PCI fue dirigido con un liderazgo muy marcado por parte de Togliatti, que afrontó los numerosos problemas del país y consolidó una de las constituciones más progresistas de la historia moderna europea. Centraremos este análisis en 4 cuestiones fundamentales planteadas en el libro y que constituyen tres importantes debates teóricos en el seno del institucionalismo moderno: la forma de organización, discurso y política institucional frente al fascismo, la posible unión de los conceptos de “religión” y “socialismo”, la forma de afrontar la amenaza nuclear y la alternativa que comenzó a plantear Togliatti frente a la socialdemocracia tradicional a la que llamó “eurocomunismo”.
Estrategia para vencer al fascismo
Heredero de las tesis planteadas en España y Francia en los años 30, Togliatti hizo suyo el concepto de Frente Popular y estableció desde el primer momento la necesidad de la unidad para con el resto de fuerzas progresistas con la finalidad de vencer a un Mussolini que no solo los había prohibido, sino que los había perseguido y asesinado de manera feroz. En este contexto de dura represión, Togliatti fue capaz de tejer muy difíciles alianzas y —aunque en muchas ocasiones tildado de hereje o de traidor al comunismo— organizar férreamente una fuerza en la clandestinidad con opciones muy diversas. Consciente de que, a diferencia de lo que ocurre actualmente en Italia y el resto de países que conforman la realidad política europea, su partido era la máxima expresión de la voluntad del pueblo italiano y sus clases subalternas —concepto que desarrolló Grasmci— sirvió de nexo para coadyuvar a las diferentes fuerzas democráticas y organizar la resistencia italiana durante la Segunda Guerra Mundial.
La cuestión religiosa
Los conceptos “socialismo” y “religión” son dos conceptos que muchas veces no se han podido entender unidos en España, eminentemente por el anticlericalismo que destilaba el republicanismo español ante una Iglesia que apoyó a las fuerzas de la reacción contra la República y algunos de cuyos dirigentes españoles siguen mostrándose en contra de cuestiones como el matrimonio entre personas del mismo sexo o la transexualidad. A pesar de ello, ejemplos claros de convivencia entre los regímenes socialistas y la cuestión religiosa son Yugoslavia —donde “el régimen considera que la religión es cosa privada y ha cesado en la política de hostilidad que años atrás practicara”, según explica el catedrático Gabriel García Cantero— o en Cuba —véase el trabajo del fraile dominico Frei Betto titulado Fidel y la religión, en el que, junto a Fidel Castro, charla sobre el marxismo y la teología de la liberación y los puntos que ambas tienen en común durante más de veintitrés horas—. En un contexto de enormes dificultades, Palmiro Togliatti narra no solo la necesidad sino también la voluntad sincera de que se produjese una unión entre los cristianos y los comunistas italianos, que se pudo propiciar gracias a gestos del PCI como la eliminación del argumentario del partido de que la religión era, como decía Marx, “el opio del pueblo”, la incorporación de figuras religiosas en el partido y el Papado de Juan XXIII, cuyo discurso conciliador favoreció el diálogo y la interacción entre ambas fuerzas —cuestiones que ratifica David I. Kertzer en su libro Comrades and Christians: Religions and Political Struggle in Communist Italy.
El PCI y su posición institucional durante la Guerra Fría
La alianza estratégica entre comunistas y liberales en la Segunda Guerra Mundial tenía como fin derrocar a los regímenes fascistas de toda Europa. Esta propició que países como Italia, Francia o Alemania pudiesen establecer Constituciones prósperas donde se prohibiese la presencia de partidos fascistas, debido a los antecedentes claros que habían existido. En este contexto se producen numerosos gobiernos de izquierdas, que se coaligan en el tiempo con presidentes progresistas como Roosevelt en países poderosos como los Estados Unidos. No obstante, el fin de la Administración Roosevelt y la ausencia de un enemigo común hicieron darse cuenta a quienes defendían el liberalismo político que había que inventar un nuevo enemigo político: el comunismo. Después de que el mundo occidental quedase dividido en dos bloques, los países debían decidir: o estaban con Estados Unidos o estaban en su contra. Esta situación propició, principalmente dos factores: 1) Para los Estados Unidos dejó de ser un inconveniente la falta de democracia en países como España porque el enemigo común era el comunismo; 2) Comenzó la carrera aeroespacial y esta situación obligó a los países —hasta la creación del Movimiento de los Países No Alineados en el año 1955— a posicionarse en uno u otro bando o a caer al basurero de la Historia.
Ante esta situación, que hemos creído necesario explicar para una correcta contextualización, Togliatti decidió adoptar un discurso muy crítico tanto con la Unión Soviética como con los EE.UU. Pese a que él sentía por motivos ideológicos mucha más complicidad con los soviéticos, creía que esa “guerra fratricida” iba a destruir el mundo, y era esta disquisición moral ante la que se veía el partido uno de los principales motivos por los que se hacía un llamamiento a todos los cristianos de Italia, para asentar moralmente la posición institucional del partido y para consolidarla frente a aquellos sectores —que más tarde se verían representados en las Brigate Rosse— que apoyaban firmemente a la Unión Soviética en todos los pasos que emprendía. Por tanto, el posicionamiento institucional del PCI, pese a justificar la actitud soviética como una actitud de “legítima defensa”, creían en un frente mundial común apoyado por la Iglesia que limitase la producción de armamento atómico y nuclear y que frenase la producción de este. En palabras del propio Togliatti, este “acababa con la soberanía de los países y solo era otra forma estratégica más de aglutinar a todos los países occidentales como Italia al servicio de la OTAN y del imperialismo de los Estados Unidos”.
El eurocomunismo
Palmiro Togliatti se negó durante la práctica totalidad de su carrera política a renunciar a la democracia liberal existente en Italia y al marco de progreso que a esta prestaba la existencia de una de las Constituciones más progresistas de la historia de Europa, que su partido contribuyó a fomentar y que dotó de avanzados derechos sociales al pueblo italiano. Así, Togliatti defendió siempre una vía italiana al socialismo alejada de los postulados soviéticos. La ausencia de triunfos electorales pese a los altos índices porcentuales de voto que su formación recibía impidió que esta nunca se materializase tal y como él la concebía, y la creciente tensión que se generó a colación de los asesinatos perpetrados por la democracia cristiana (como explica Paolo Sorrentino en su filme Il Divo) y por las Brigate Rosse imposibilitó que el partido pudiese influir más allá de ser una fuerza de presión externa al gobierno.
Amigo íntimo del mariscal Josip Broz Tito, se mostraba mucho más abierto con relación a la posición institucional del gobierno respecto a los visados extranjeros y las relaciones institucionales con países capitalistas que otros Partidos Comunistas, haciendo guiños en muchos casos al Movimiento de los Países No Alineados que capitaneaban Yugoslavia, Egipto, India o Irak. Es por tanto su manera peculiar de concebir el socialismo una vía que se adaptaba al marco constitucional y buscaba la reducción de las desigualdades desde dentro del propio institucionalismo, de manera similar a la que adoptó Salvador Allende en Chile. Lo que es cierto a día de hoy es que ningún gobierno tildado a sí mismo como comunista ha conseguido gobernar un Estado por la vía democrática-burguesa, y en las ocasiones en que lo ha hecho la presión de los mercados o un golpe de Estado como en el caso del Chile de Allende han acabado con estos anhelos comunistas. Los herederos de las tesis eurocomunistas, como IU en España, perviven acercándose a la marginalidad, al tiempo que otras fuerzas marxistas, como La Francia Insumisa, se acercan a postulados nacional-populistas para adaptarse al siglo XXI.
¿Qué queda de Togliatti?
La muerte de Palmiro Togliatti mientras pasaba sus vacaciones en la Unión Soviética el año 1964 a los 71 años causó una gran conmoción en el país, y tuvo en este lugar uno de los acontecimientos más recordados de la historia de la izquierda política: su funeral. A él asistieron centenares de miles de personas (aproximadamente un millón), que llenaron de banderas rojas la Via delle Botteghe Oscure, donde se ubicaba la sede central del también fallecido PCI. Del PCI ya no queda ninguna antigua sede, ya que su heredero el Partito Democratico no tuvo ningún interés en conservarlas. De su espíritu tampoco parecen quedar más que algunas formaciones de la izquierda residual italiana y algunas otras también residuales que, como Izquierda Unida, nacieron al calor del eurocomunismo inspirado en los principios propugnados por Togliatti y por el que sería su heredero intelectual: Enrico Berlinguer. El Partito Democratico, asimismo, perdió el poder tras emprender numerosas reformas económicas y laborales liberalizantes, que causaron estupefacción e indignación en una izquierda italiana que queda huérfana de alternativas y que parece ser víctima en la actualidad de la tumba que sus propias medidas neoliberales le han creado: el auge de los partidos populistas reaccionarios Lega Nord y Movimento 5 Stelle. La vía italiana al socialismo, por el momento, ni está ni se le espera. De Togliatti, además de los múltiples textos, fotos y discursos, queda una ciudad rusa que lleva su nombre por haber muerto este en territorio soviético.
Bibliografía
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- García Cantero, G. (1970). La religión en Yugoslavia (impresiones de un viaje).
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