Algunas voces advirtieron, con razón, un hecho que hoy parece cobrar sentido: el sistema euro estaba mal diseñado y peor aplicado. Pocos se atrevieron a decir que la Europa del euro no era una zona monetaria óptima y hemos necesitado una crisis económica fuerte para darnos cuenta. El problema de fondo, fue suponer posible una unión monetaria sin el respaldo de un Estado y su estructura. Se ha construido una suerte de federalismo financiero que lo único que pretende es anular las competencias económicas de los estados para entregárselas al BCE y a los órganos de la UE. La gente que no tuvo miedo de ir contracorriente y negar la viabilidad del proyecto lo pagó muy caro, acertar antes de tiempo es un pecado que no se perdona en política y esto lo sabe Julio Anguita.
El proyecto que intentaba integrar Europa lo que ha conseguido es romperla, dividir los pueblos y augmentar las desigualdades. No hay que ver esto como una suerte de error fortuito no programado, el propósito del euro fue siempre institucionalizar y hegemonizar las políticas neoliberales, convirtiéndolas en obligatorias para todos los Estados. En este escenario difícilmente existía la posibilidad de implantar políticas socialdemócratas y justas, bloqueando cualquier intento de superar el capitalismo.
El resultado del marco creado por el sistema euro es una estructura difusa supranacional con un núcleo económico-financiero (troica) que actúa de facto como poder central, de carácter neoliberal, autoritario y antidemocrático, responsable de coordinar y gobernar la Unión Europea. Nos encontramos en la dictadura de los poderes económicos y financieros dominantes bajo el férreo control del Estado alemán. Esta Unión Europea es el peligro más formidable que tiene el proyecto de una Europa democrática, justa y solidaria. El mejor de los sueños de los pueblos del sur, que anhelaban desarrollo, progreso, bienestar y paz se ha convertido en su peor pesadilla. Ahora nos toca morir por el euro, nuestras democracias carentes de soberanía están al servicio del capital y su poder, que necesita devastar nuestras sociedades, generar pobreza, desigualdad y subdesarrollo para evitar su muerte. Cada día escuchamos que o se aceptan estas políticas o es imposible salir de la crisis, el euro o el caos. Esta defensa de la moneda única es tan fuerte porque el euro es la pieza clave del funcionamiento de la UE, y son necesarias la austeridad y el control de déficit para substituir una devaluación de la moneda, para que el sistema siga siendo competitivo. Es un intento de refinanciarizar la economía que arrasa los países del Sur y profundiza las diferencias entre centro y periferia, que tarde o temprano no podrá soportar la situación. Tarde o temprano, la moneda única estallará.
Nos decía Galeano que la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder, esto es, a cada cual se le asigna una función siempre en beneficio de la metrópoli que sustenta el poder. Unos ganan y otros pierden, unos tienen crecimiento y otros subdesarrollo, es la historia del capitalismo mundial. Pero no hay que olvidar que unos ganan precisamente porqué otros pierden, toda victoria lleva implícita la derrota ajena. Y parece que las venas siempre se abren en el sur.
La gran crisis es una catástrofe social para los países periféricos, que sufren un ataque brutal a base de recortar derechos, desmantelar la industria y avanzar hacia una economía débil basada en el turismo y la construcción. Estamos viviendo una salida neoliberal a la crisis del neoliberalismo, esto es, una suerte de transición hacia el subdesarrollo y destrucción del estado social. La alternativa real práctica para salir del abismo se debería basar en desglobalizar, refundar el estado y la soberanía popular, construir un modelo productivo social y ecológicamente sostenible al servicio de las necesidades de las personas. La libre circulación de mercancias y capital convierte a los países periféricos en una zona dependiente y deudora, al servicio de los poderes financieros. Hay que recuperar el mercado interior como motor de la economía, promover la producción de bienes a escala nacional, proteger los productos que sufren ataques de las mercancías de las grandes corporaciones, revitalizar el sector manufacturero. No hay que dejar las decisiones económicas estratégicas al mercado ni a los tecnócratas, esto es, hay que augmentar la democracia económica al servicio del bien común. En definitiva, hay que avanzar hacia un sector productivo sostenible que garantice el bienestar de las personas. Pero para lograr esto hay que abandonar las órdenes del FMI, del BCE, de la troica. Y aquí es donde encontramos el principal problema, los estados no tienen potestad para hacer nada de esto, es decir, la soberanía nacional no es soberana sobre los temas importantes, a no ser que su decisión coincida con los intereses de los poderes fácticos. Y esto lo está sufriendo en particular Grecia.
Hemos visto esta contradicción en el país heleno recientemente, un gobierno que está sufriendo un golpe de estado, un país que ha hablado y ha tomado una decisión, pero tiene que renunciar a ella y acatar las condiciones impuestas por la Unión. Grecia vive actualmente un Estado de Excepción, se suprime el estado de derecho, la soberanía queda suspendida y el control pasa a manos de los poderes fácticos. Hemos visto como la troica ha llegado a un extremo radical, cortar la liquidez a los bancos, para desestabilizar el país y demostrar que o se acatan sus órdenes o se colapsa el sistema. Así es como funciona la mal llamada integración europea, que no es nada mas que dependencia norte-sur.
Desde la victoria de Syriza en enero la evolución de la situación griega era previsible, pero no el desastre final. Tsipras ganó prometiendo al pueblo poner fin a la sumisión a la troika, asegurando que renegociaría las clausulas de la tutela europea y negaría recortar más las pocas garantías que aun ofrecía el estado. Hemos visto que, a pesar de que el pueblo pidiera un NO descomunal, Tsipras ha decidido traicionar a los suyos con un SÍ vergonzoso, aceptando un acuerdo mucho peor que los anteriores, apelando a no tener otra opción a causa de la voluntad de seguir en el euro. En este caso, porqué no se preguntó: ¿estáis dispuestos a aceptar lo que sea con tal de permanecer en el euro? Al pedir el No y decidir el Sí al cabo de pocos días, Syriza ha cambiado de chaqueta con la misma rapidez con la que la socialdemocracia alemana votó los créditos de la guerra en 1914, aunque esta vez parte del partido ha salvado su honor.
Las negociaciones han sido muy largas y extenuantes, pero ¿cómo pensaban ganar? Decía Monedero que Tsipras fue ingenuo porque pensó que iba a negociar con demócratas, y tiene toda la razón. Lo único que ha hecho el primer ministro griego ha sido implorar un trato flexible, protestar y referirse a los nobles valores europeos, proclamando siempre que su interés era quedarse en el euro. Ante un interlocutor con semejantes propuestas, ¿por qué iban a hacer las potencias europeas la mínima concesión, sabiendo que, al querer seguir en el euro, todo lo que decidieran sería finalmente aceptado? Han renunciado a negociar con la europa real, no con la europa fantasmal (democrática) que imaginaban. Syriza tendría que haber elaborado un plan B de impago organizado, preparando el control de capitales, la impresión de una moneda paralela y otras medidas transitorias aplicables para evitar el desorden, y así poder amenazar ellos con la baza de salir de la UE, argumento con el que han sido chantajeados. Si hubieran amenazado con salir del euro y de la OTAN, hasta Berlín se lo habría pensado dos veces, debido al temor que esto produciría a EEUU. La gente calva y motera con estas intenciones tuvo que dimitir.
La Unión Europea es una estructura que niega la soberanía popular, que amasa poder en pocas manos, oligárquica y corrupta. Con unas dinámicas de funcionamiento basada en los privilegios de unos pocos y el sufrimiento de los demás. No obstante, los de abajo siguen viendo con malos ojos hablar de la salida de la unión. La rabia aumenta entre la población, y mas ahora con el TTIP, pero la reacción de la gente es de aferrarse a lo existente, con miedo a lo que podría ser diferente. Esto solo cambiará cuando la rabia sea más fuerte que el miedo. De momento quienes viven del miedo, como Alexis Tsipras, pueden estar tranquilos.