Los protagonistas (de izquierda a derecha: Pia Olsen Dyhr, Pernille Skipper, Mette Frederiksen y Morten Östergaard) del acuerdo que hará que Mette Frederiksen gobierne en solitario.
Por Miguel Sanz Mayor
Junio de 2015. El Partido Popular Danés se erige en las elecciones generales como segunda fuerza y, lo más impactante, se estrena como líder del bloque azul. Ni Conservadores ni Liberales van a liderar al bloque burgués por primera vez desde 1977. De Borgen salen coches fúnebres. El juguete se ha roto, como ya ocurrió en 1973. El 4 de diciembre de aquel año la política danesa cambió para siempre, con los mismos protagonistas: el populismo de derechas y la crisis económica. Con la primera crisis del petróleo se produjo en Dinamarca una crisis de régimen que supo canalizar el Partido del Progreso -padre político del PPD- con políticas anti-impuestos para la nueva clase media que tanto engordó en los sesenta. En aquellos comicios electorales se enterró el voto de clase. Un 44% de los votantes cambió de partido, un tercio del Folketing fue reemplazado y se duplicó el número de partidos presentes en el parlamento. La política danesa pasó a ser caracterizada por su multipartidismo y los gobiernos minoritarios o de coalición.
¿Ha pasado el momento populista en Dinamarca?
Hará cuatro años el contexto europeo apuntaba a que ese sistema de partidos se volvería a romper, pero hoy en Dinamarca sobrevuelan más dudas que nunca sobre los resultados de siempre. La más provocativa nos lleva a preguntarnos si el momento populista ya ha pasado o, si más bien, esta es una confirmación de que el momento caliente forjó otras reglas del juego y estas elecciones han sido la confirmación. Una cuestión que sobrevuela después de que el Partido Popular Danés haya sufrido la mayor caída (-58,4%) de votos de un partido político danés en cien años mientras que Liberales y Socialdemócratas se quedan a tan sólo 0,7 puntos de sumar el 50% de los votos, como ocurría antes de la explosión electoral del PPD. De hecho, es la segunda vez en la historia que el tercer partido en unas elecciones no supera el 10% de los votos, como ha ocurrido con el Partido Popular Danés en estos comicios.
Las principales preocupaciones de los daneses, tanto votantes del bloque rojo como del bloque azul
Aquello que invita a ser escépticos con un período de restauración es el ambiente social y parlamentario que se respira. En el ámbito social en tan sólo tres años el cambio climático ha pasado de ser la séptima a ser la primera preocupación de la ciudadanía danesa en el 47% del electorado. Cifra que alcanza el consenso que alcanzaba hace tres años la inmigración, que ahora para ser la tercera preocupación para un 29% del electorado. Aunque lo verdaderamente elemental es que el cambio climático es la primera preocupación tanto para votantes del bloque azul como del bloque rojo. Yendo a ejemplos concretos, está entre los tres problemas más importantes para el 38% del electorado tanto de los Liberales como del Partido Popular Danés.
Colapso de los bloques
La única conclusión certera que deja la cita electoral es que se ha producido un colapso en los bloques. Se ha intensificado la multidimensionalidad que caracteriza al Folketing, lo que hace que estemos ante escenarios complejos para formar gobierno, lo que no debería extrañar que fuese la tónica en Dinamarca como ya lo ha sido en Suecia. El primer bloque gripado es el llamado azul o burgués, que ya se vio afectado antes de las elecciones debido al declive del Partido Popular Danés. En primer lugar, producido por ”cambio de paradigma” que aceptaron Venstre y Socialdemócratas en términos de inmigración, por lo que se mimetizaron en las políticas del PPD. En segundo lugar, por el cambio en la agenda política en los últimos seis meses con la irrupción de las demandas -que el PPD no recogía en el programa salvo simbólicamente- sobre la emergencia de un plan climático y, en tercer lugar, por sus ”’escisiones” aún más extremistas.
Las principales preocupaciones de los daneses a 9 de mayo
Nada coyuntural en un país escéptico con la inmigración desde que en los años 80 se convirtiera prácticamente en un estado sin fronteras con medios que tienden de forma sistemática a la criminalización del extranjero. La derecha conservadora y liberal se suicidó realizando reformas de la mano del PPD y normalizando su discurso. Hoy, después de que el PPD haya influido en sus decisiones nos encontramos con la radicalización de sus votantes decepcionados. El mismo electorado que ha dado apoyo a un partido como Línea Dura que promulga la homogeneidad etnonacional copando la campaña de la derecha populista y rompiendo el bloque. Todo ello dejando como actor outsider a los ultraliberales xenófobos de la Nueva Derecha, que se jacta -con razón- de no ser electoralista y verdaderamente de derechas negándose además a no formar gobierno con el bloque azul si el resto no acepta sus demandas en términos de inmigración. El bloque no suma y, quizá estemos ante la configuración de una suerte de bloque de extrema derecha que tendrá imposible acceder al poder pero que estará revoloteando como mosca en busca de su mierda. Con esto a la vista, resulta difícil la reconciliación a no ser que se ceda todavía más en la agenda y acuerdos a la extrema derecha, cosa que por electoralismo puro no ocurrirá.
Otro bloque que puede salir victorioso pero que es más frágil de lo que parece es el rojo, sobre todo si los Socialdemócratas no convencen en su mandato. Las diferencias en materia de inmigración de una Mette Frederiksen que en estos términos se mimetiza con el bloque azul mientras el resto se opone de forma frontal podrían desembocar la primera crisis. La segunda vendría en relación al plan climático, aunque quizá sería la más importante y la más fácil de resolver. A priori, debido a que Alternativet ya se ha desmarcado de ambos bloques y se ha erigido como líder -sin éxito- del bloque verde debido a la ”pasividad” del resto de fuerzas. Podría sentar precedente la confección de un bloque verde sin unos Socialdemócratas que buscan constantemente gobiernos en solitario como nuevo precedente en la política danesa. Ser partido de régimen, formando una gran coalición con Venstre (Lökke es un excelente negociador que estaría encantado). Por último, las diferencias más acusadas pueden venir en términos económicos, sobre todo por parte de los Socioliberales. Los de Morten Östergaard no tendrían problemas en pactar con Venstre cruzando el charco, pactar una reforma económica liberal y, de paso, limpiarles la imagen en términos de inmigración e incluso hacerle el abrazo del oso para erigirse como los verdaderos liberales. Un partido muy macronista en todos los sentidos que ha subido con fuerza.
¿Política de pactos?
Llegados a este punto, la política de bloques en Dinamarca ha dado paso a una política de pactos. En el tímido gobierno en solitario de los Socialdemócratas, girará sobre una legislación climática ambiciosa como cesión a los Socialistas Populares (plan climático, una ley climática vinculante y reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en un 70%) y un amago de protección del estado de bienestar con el primer gesto a la Lista de Unidad con la garantía de una mayor cobertura a guarderías. En lo concreto, traerá cola -aunque quizá se recule- el acuerdo de los Socioliberales para que se vuelva a aceptar la cuota de refugiados de la ONU y la paralización del expulsión de los inmigrantes delincuentes a la Isla de Lindholm. Aún así, Mette Frederiksen ha declarado que no moverá sus posiciones en términos de política exterior. Se plantea difícil la convivencia en el bloque progresista, sobre todo después de pactar un plan de gobierno sin un plan económico acordado. Aún así, ha habido sintonía. Todo ello con mayoría femenina en las piezas de las negociaciones. Dice mucho de lo que se les vendrá encima a los daneses en esta legislatura.