Enero de 2015. Occidente colapsa. Todas las televisiones, radios y redes sociales están hablando de un atemptado terrorista en la sede de la revista Charlie Hebdo. Unos yihadistas han asaltado el local del semanario dejando doce cadáveres. Los terroristas se dan a la fuga y secuestran a varios rehenes en un colegio. Todos los canales retransmiten en directo los hechos, casi como en una película, podemos ver como las fuerzas de seguridad se despliegan con múltiples coches, furgones de asalto, helicópteros, metralletas, francotiradores en los tejados. Las tertúlias invitan a personas especializadas en el tema, esto es, profesionales de fuerzas antiterroristas, expertos en el mundo islámico, conexiones en directo con el ministro de interior y un largo etcétera. Se ha convertido en un espectáculo, todo el mundo habla de ello.
Poco después todo el mundo se solidariza con las víctimas con el famoso lema Je suis Charlie. Miles de personas recorren las calles de Paris, una multitudinaria manifestación que condena las atrocidades cometidas por los dos terroristas franceses. Acuden las máximas autoridades de los países del mundo libre y, defendiendo la libertad de expresión, tachan de deleznable la actitud de los terroristas. Hasta aquí todo normal, lo esperado.
El problema empieza cuando nos damos cuenta de algunas cosas: el expresidente francés Nicolás Sarkozy declara que “se trata de una guerra contra nuestra civilización, nuestro modo de vida, nuestra forma de vestirnos, nuestra manera de pensar y de hablar”. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, presente en Paris, dice que “es de esperar que los animales irracionales actúen de ésta manera”. Pocos meses antes se había demostrado que Netanyahu era culpable de la muerte de 500 niños palestinos. Muchas personas se niegan a participar en la protesta debido a la presencia en ella del presidente israelí. Vemos muchas banderas israelíes, y pancartas con un lema: “Yo soy judío” pero, a su vez, se ordena retirar las pancartas que dicen “Yo soy musulmán”, a pesar de que Ahmed Mrabet, uno de los policías asesinados, lo era.
8 de enero – 10 de febrero de 2015. En este período se asaltan más de 50 mezquitas en Francia, ataques antimusulmanes. No vemos al presidente de La República hablar y condenar éstos terribles actos contra los musulmanes. Las televisiones no hablan de la necesidad imperante de defender los valores Liberté, égalité, fraternité, divisa del Gran Oriente de Francia. El presidente Rajoy no anula su agenda para solidarizarse con una gente que sufre una guerra contra su manera de vestir.
Febrero de 2015. Un estadounidense, “laico”, asalta un apartamento de North Carolina y asesina a tres jóvenes estudiantes musulmanes. Ninguna (o casi) televisión ni radio habla de éste crimen racista que termina con la vida de tres inocentes. No vemos las Fuerzas Armadas desplegar drones, helicópteros, furgones blindados. No se llenan las calles de francotiradores ni se declara el nivel más alto de Estado de alerta. El Trending Topic es #Oscars2015. En la capital de la Cinquième République vemos como una gran cantidad de personas se reúne, concretamente 48.712 personas, en el Parc des Princes, donde el PSG juega contra el Chelsea. Gran partido de Thibaut Courtois, pese a encajar un gol. No hay minuto de silencio ni camisetas con lemas. No vemos ningún Primer Ministro decir que hay una guerra contra una civilización, un modo de vida, una forma de vestir, una manera de pensar y hablar.
Marzo de 2015. Tres yihadistas asaltan el museo del Bardo en Túnez y asesinan a veinte personas. Algunos canales y emisoras hablan de ello. Se comenta que Tunez, lleno de musulmanes probablemente violentos, es un lugar terrible y peligroso. Se anulan mas de la mitad de las reservas previstas de viajes y hoteles. El país, que vive del turismo, ve cómo los ingresos disminuyen y muchas familias se hunden en la miseria. En Francia, después de los atemptados de Enero, no bajó el turismo, porqué a diferencia de Túnez, es un lugar seguro, lleno de franceses individuales. Un país que merece solidaridad activa de un viaje de turismo. No hay ningún gran evento en defensa de los derechos humanos y la dignidad de las personas. En los periódicos nos dicen que el Estado Islámico está dispùesto a declarar la guerra a Occidente. Es poca la gente que se da cuenta que los asesinos de París eran franceses y que la mayor parte de las víctimas del yihadismo en Túnez en los últimos años son tunecinas.
No podemos aceptar que, después del ataque contra Charlie Hebdo nos hablen de “un atentado a los valores sagrados de Francia”, refiriéndose a la democracia, a la libertad de expresión, a la justicia, etc.. Ésta lógica, por muy laica que parezca, es religiosa. Si entendemos que defender la libertad de expresión significa defender “los valores de Francia” estamos pensando cómo los asesinos yihadistas. No tenemos que defender Francia, tenemos que defender la libertad de expresión. Defender los valores de Francia es defender la Comuna, el Mayo del 68, la revolución francesa, pero también el genocidio colonial, los bombardeos de Libia y Mali, el colaboracionismo de Vichy. Es defender la igualdad ante la ley, la democracia, la libertad de expresión, pero es también defender la destrucción de todo eso en nombre de los “valores de Francia”. Me duele la cabeza cuando oigo la necesidad de defender “la grandeza de Francia”. O defendemos la libertad de expresión o defendemos Francia. Defender la igualdad, la fraternidad y la libertad es defender a toda la humanidad, independientemente del lugar donde uno viva y de el dios en que crea. Cuando Hollande habla de “los valores de Francia” se me viene a la cabeza Al-Baghdadi hablando de “los valores del islam”.
Yo, este de aquí, me mareo cuando veo que muy buenas personas entienden, con naturalidad, que es peor la muerte de doce blancos que la muerte de miles de musulmanes. Gran parte de nuestra sociedad ve, por lo tanto, bueno, sensato y natural solidarizarse con los asesinados del Charlie Hebdo pero no con los musulmanes que mueren cada día bombardeados. Pero, ¿por qué sucede? Para intentar encontrar la respuesta me ha ayudado mucho el filósofo Santiago Alba Rico en su libro Islamofobia.
Ahora logro entender un poco más lo que nos dice el historiador Georges Corm cuando escribe: “Occidente, que controla la producción de imágenes en el mundo, escoge las que legitiman su visión: un islam como totalidad globalizante, como hecho social absoluto, en el que lo temporal y lo espiritual se confunden, irracional, irreductible, violento”. Es posible que se me acuse de anti-esteticista, pero es la herencia que me deja Debord y la relevancia del concepto de espectáculo que edifica el autor francés sobre el concepto de alienación descrito por Marx. Nos decía Feuerbach, en su magistral obra La esencia del cristianismo, que “nuestra época, sin duda alguna, prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… Para ella, lo único sagrado es la ilusión, mientras que lo profano es la verdad. Es más, lo sagrado se engrandece a sus ojos a medida que disminuye la verdad y aumenta la ilusión, tanto que el colmo de la ilusión es para ella el colmo de lo sagrado” No voy a tratar aquí de manera muy profunda qué cosa sea el espectáculo, pero diré de manera general que todo lo experimentado por el hombre, la vida entera de las sociedades, se ha convertido en una representación. Las imágenes se desprenden de los aspectos de la vida material y forman un mundo aparte, objeto de contemplación, como diría Debord, “es el movimiento autónomo de lo no vivo, se presenta como la sociedad misma y, a su vez, como una parte de la sociedad e instrumento que concentra toda mirada.”
El espectáculo es la relación social entre las personas mediatizada por imágenes, y constituye el modelo actual de vida socialmente dominante. El lenguaje “está hecho con los signos de la producción imperante que son, a su vez, la finalidad última de tal producción”. O, como diría Einstein, lo que caracteriza nuestra época es la confusión de los fines y la perfección de los medios. El espectáculo está por la superficie de todo el mundo y “su carácter fundamentalmente tautológico se deriva del hecho simple de que sus medios son, al mismo tiempo, su fin. Es el sol que nunca se pone en el imperio de la pasividad moderna”. No escribo ésto por una suerte de pedantería pequeñoburguesa de demostrar un saber enciclopédico en el que me contemplo bajo la forma de un recipiente que se rellena de datos y conocimientos inconexos, Gramsci nos diría que “ésta forma de cultura es potencialemnte dañina”, solo sirve, pues, para “producir desorientados, gente que se cree superior al resto porqué ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás”, esto es, una suerte de intelectualismo incoloro que “ha dado luz a una entera caterva de fantasiosos presuntuosos”. El comunista italiano ya nos adviertió de que esto “no es inteligencia, sino intelecto, y es justo reaccionar contra ello, pues solo consigue perjudicar al proletariado”. La cultura para Gramsci es la disciplina del yo interior y la conquista de superior consciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene.
Todo ésto lo digo para intentar explicar hasta qué punto las construcciones histórico-discursivas juegan un papel fundamental para entender hasta que punto Occidente se cree muy superior al resto del mundo, a los que Galeano llamaría los nadie. Santi Alba Rico nos obliga a entender la importancia que el lenguaje tiene en este proceso. La Islamofobia, que el autor define, es un discurso que “habla mal de los otros”. Cuando el lenguaje habla de los otros lo hace a partir de esquemas que para describirlos tenemos que recurrir a Kant, “todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia pero no todo conocimiento procede de nuestra experiencia porque procede de experiencias anteriores y ajenas; es decir, de esas experiencias comunes y estables que llamamos palabras”. Por tanto las palabras nos llegan con un sentido en su interior, cargado por la historia y las relaciones sociales y políticas. Santiago nos dice que “hablar en general es manejar tópicos”, y que, “si el lenguaje se puede manipular es precisamente porque transporta sentido con independencia de nuestra voluntad; somos nosotros los que estamos dentro de él y no al revés”. Es muy importante tener claro que las palabras las recibimos cargadas y descargadas por la historia, “dictan sentido más allá de la vida de su objeto”. Los tópicos se activan a partir de relaciones de poder, tienen “una enorme potencia performativa; tenemos un depósito latente de esteorotipos que se rescatan selectivamente” según las necesidades del momento. Por tanto hablar bien o mal de los otros siempre depende de quién habla y de quién manda.
Es importante no caer en el error de entender que hay una existencia natural de un conflicto entre Occidente y el islam determinado directamente por la prolongación de malentendidos históricos, tenemos que evitar caer en un culturalismo e historicismo sin historia que intenta justificar el conflicto con el peso de una supuesta verdad, como intentó el bushiano ex presidente español José M.Aznar, en septiembre de 2004, cuando dijo que “El problema de España con Al-Qaida empieza en el sigo VIII”.
Bajo mi punto de vista es mas posible que los atentados del 11-M estuvieran relacionados con el apoyo de Aznar a George W. Bush en la guerra contra Iraq. Este es un ejemplo perfecto de usar de manera “selectiva e interesada” un “repertorio latente de tópicos acumulados a lo largo de los siglos”. Un ejemplo de utilizar la historia para éste fin lo veíamos en una portada del diario El Mundo sobre Al-Andalus, que intenta fomentar la Islamofobia entre los españoles advirtiendo que el EI nos intentará invadir. Éstas prácticas alimentan un historicismo esencialista practicamente igual que el que expresa el califa del Estado Islámico Abu Bakr Al-Baghdadi. La diferencia que nos explica Alba Rico es que los moros no conquistaron nunca una España que todavía no existía y tampoco han conquistado aún la España realmente existente. Mientras que España, Europa y el Imperio Yanquee, y los locos que nos gobiernan, sí invadieron, y siguen bombardeando, el Iraq donde nació el loco asesino Al-Baghdadi.
Por tanto tenemos que pensar que hay una pugna entre discursos y, el que está ganando y siendo hegemónico en Occidente es el Islamofobico, que pretende mostrar al oriental como un ser humano esencialmente atrasado, primitivo y que requiere del control civilizador. Ésta visión construida se ha sedimentado a lo largo de muchos años, con la ayuda de muchos intelectuales, escritores, políticos, historiadores y, por supuesto, medios de comunicación. Un ejemplo muy claro de una persona muy influyente que contribuyó a favor de éste discurso es Hegel, que ya nos decía que “los negros y los semitas siempre han sido y siempre serán lo mismo; están fuera de la historia y desde allí se nos oponen y a veces guerrean contra nosotros”, nos decía también que “la esclavitud era una ventaja que permitió a los negros entrar en contacto con la civilización”. Lo que ha permitido que los musulmanes lo hicieran ha sido la colonización, “una sacudida que introdujo al mundo musulmán en la modernidad”. Concordet escribió en 1793 que “esos pueblos remotos llevan siglos esperando su conexión esencial con Europa, que no parecen aguardar para civilizarse sino recibir de nosotros los medios y hallar en los europeos hermanos para volverse amigos y discípulos suyos”. El general español Marina Vega decía a sus soldados, en 1906, que “Europa ha encargado a España la obra de introducir la civilización en Marruecos”. Tony Blair, en 1999, dijo que, tras los ataques de la OTAN sobre Kosovo, “El bien ha triunfado sobre el mal, la justicia ha vencido a la barbarie y han prevalecido los valores de la civilización” Yo no se qué cosa sea la civilización, pero entiendo que es un concepto que quiere justificar el dominio y la expansión colonial, esto es, la sustitución de la evangelización cristiana.
Santiago Alba Rico nos habla del papel fundamental que ha jugado la corriente principal académica de la história que “ciñe los límites del llamado Occidente, que se propone de manera sorprendentemente natural como conceptualmente equivalente a todas las regiones civilizadas en su conjunto”. Marshall Hodsgon dice que ésta corriente comprende “toda la historia europea occidental a partir del momento en que devino civilizada y, antes de esta época, dos períodos escogidos, pertenecienes a regiones situadas al sudoeste: la historia de Grecia hasta la época del Imperio romano (pero no la época posterior, no estando los bizantinos incluidos en la corriente principal), y el Próximo Oriente hasta la llegada de los griegos (pero no después)”. Ésta corriente busca hegemonizar y construir un cierto sentido de la historia y de la civilización, siempre desde el eurocentrismo. Yo no digo que haya que negar toda la historia de europa y sus ideas, principios y aportes a la humanidad, que por supuesto tienen que ser incorporados a la idea de futura humanidad universal, el problema es que a través del “discurso narcisista”, se ha justificado, y se está haciendo, toda una serie de crímenes. Se pretende universalizar un modelo de manera violenta y obligada, y los que tienen otras maneras de funcionar, como los musulmanes, se aferran a su particularidad, que quiere resistirse contra lo universal. (la dialéctica particular-universal que aprendí en primaria es uno de los fundamentos básicos de mi manera de analizar el todo).
Íñigo Errejón me contó en Gerona que nadie ondea al viento la bandera de la ONU y nadie está orgulloso de ser terrestre porqué no hay un afuera (Posiblemente se articularía un verdadero sentido de solidaridad y fraternidad entre los humanos si encontrásemos unos extraterrestres con intereses espaciales contrarios a los nuestros. Aunque seguramente podríamos ver un pacto entre elites, cerrar por arriba y dispersar por abajo, esto es, una alianza entre castas depredadoras (jaurías) o, como diria Monereo, un Vichy interplanetario. Lo mismo ocurre ahora: la islamofobia es un discurso que cala entre los de abajo, pero vemos como Rajoy y el rey de Arabia Saudi hacen negocios. Cómo lector de Freud entendió en Psicología de la masa y análisis del yo que “la masa se mantiene cohesionada en virtud del poder de Eros”, esto es, no existe la identificación de un nosotros si no está opuesta a un ellos, porque un consenso que no tenga un exterior está vacío. El abismo no se puede representar a sí mismo, necesita algo fuera de su frontera, nos dice Heiddeger en su idea del Urgrund. Por tanto es muy importante la posibilidad de una demarcación de quienes sean “ellos”, los “otros” (The others). Santiago Alba Rico lo ha entendido muy bien y nos lo cuenta de manera magistral en su libro (Islamofobia). Además, como lector de Gramsci, nos cuenta muy bien la importancia del movimiento constante que tiene las prácticas que quieren hegemonizar un órden, esto es, la afirmación-apertura (o de la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los aliados laterales).
En el libro nos habla de los procedimientos fundamentales para construir él “otro”, ya sean los árabes, musulmanes, negros, indígenas, homosexuales…
Nos explica básicamente tres cosas:
→ Exponer el otro como unidad, esto es, como un todo homogéneo. Los medios siempre nos hablan del Islam, sin contarnos que hay 1,500 millones de personas que viven en más de 50 países de cuatro continentes donde la religión musulmana es mayoritaria, y que dentro de éste grupo hay muchas variantes, pero de a miles. De entrada tendríamos que hablar de las diferencias entre suníes y chiíes. Dentro del sunismo tenemos cuatro grandes escuelas diferentes (hanafi, maliki, shaf’i y hanbali), a parte del wahabismo, Nahdam… En definitiva, hay muchísima variedad dentro de lo que te engloban como el Islam, y la gran mayoría de éstos están totalmente en contra de las actitudes “pequeñoyihadistas” del Estado Islámico y del Terrorismo. Se “reduce toda su riqueza a una sola unidad ficticia” y así es mucho más macil dominar y manipular el objeto.
→ Unidad negativa. A parte de presentar al otro cómo una unidad, tienes presentarlo cómo una unidad negativa. El Islam como violencia, terrorismo, acoso a mujeres, imposición del burka, lapidación, crimenes suicidas, etc…
→ Unidad negativa inasimilable. La homofobia, el patriarcado, el antisemitismo, etc… tratan a los homosexuales, a las mujeres y a los judíos como si fueran una raza. La islamofobia trata a los musulmanes de la misma manera. ¿Por qué? Porqué de la raza no se puede escapar, siempre estarás englobado bajo la etiqueta. De tal manera que los musulmanes son “ontológicamente inasimilables en terminos de democratización, de incorporación a los principios ilustrados, de interiorización de los valores occidentales; esos valores humanos y universales en los que nos reconocemos todos los días, incluso cuando rendimos homenaje al rey de Arabia Saudí o vamos a bombardear otros países”. Eso mismo ocurría hasta el 1945, hoy estan completamente asimilados, según Alba Rico, “a través de los crímenes del sionismo”
Es muy interesante la tesis que expone Santiago sobre el sionismo y la asimilación de los judíos. Hay que pensar en tres acontecimientos determinantes ocurridos a final de la Segunda Guerra Mundial:
→ En Nuremberg se declara crímen contra la humanidad el modelo Auschwitz, esto es, “la deshumanización y exterminio horizontal del otro”. Se autoriza y acepta el modelo de los vencedores, Hiroshima o de la “deshumanización y exterminio vertical del otro”. Al día siguiente de la liberación de los nazis, Francia bombardeaba Siria y Argelia, sigue ocurriendo todos los días sin excepción.
→ Fracaso de un plan europeo de exterminio de todos los judíos: el nazismo. Por suerte se logró terminar con las abominables prácticas nazis.
→ Éxito de un plan europeo para expulsar a todos los judíos de europa: sionismo. Se logró gracias al antisemitismo y, como se llevaba siglos queriendo hacer, Europa se liberó de los judíos. El sionismo “fue y sigue siendo un plan europeo, no judío, de colonización del mundo árabe”. El fundador del sionismo, Theodor Herzl dijo en 1897: “Para Europa construiremos ahí (en Palestina) un trozo de muralla contra Asia, seremos el centinela avanzado de la civilización contra la barbarie”. Se convirtieron los verdugos en víctimas y las víctimas en verdugos. Los judíos han sido asimilados una vez expulsados de Europa. Aquí han sido rechazados y perseguidos durante siglos, ahora ya son considerados como occidentales. “Los judíos son europeos como nosotros y ya nadie diría de un judío las cosas que aceptamos todos que se digan de un árabe o de un musulmán. Los judíos fueron el objeto principal de las categorías universales de la exclusión etnocéntrica europea hasta que fueron incorporados, a través del sionismo, al proyecto colonial: hasta que -digamos- se europeizaron a través del crimen.
Hoy vemos como se menosprecia a musulmanes cada día, con normalidad. Vemos a Philip Dewinter decir en la BBC: “Cuando observo la cultura musulmana creo que la nuestra es superior. Nuestros valores, nuestra forma de vida son superiores y tenemos que decirlo. No considero que la manera de vivir de los musulmanes sea compatible con la nuestra”. Si alguien dice lo mismo pero sobre la “cultura judía” le entra un miedo en el cuerpo a todo el mundo. Es la herencia que nos deja el antisemitismo nazi. El filósofo español nos pregunta ¿cuántos palestinos o árabes o musulmanes habrá que matar para que un día la muerte de un palestino o árabe o musulmán nos duela lo mismo que la de un alemán o un español?. “Mientras tratemos a los musulmanes como tratábamos hace cien años a los judíos, la maldición nazi seguirá viva y seguirá produciendo los mismos efectos. Los judíos de hoy son los palestinos (los árabes y musulmanes en general). O en 1930 los judíos eran los “árabes” de Europa. Nos duele tan poco la muerte hoy de 400 niños palestinos como nos dolía muy poco la muerte de 400 judíos en en Polonia 1920.
Me gustaría empezar un poco hablando de las primaveras árabes, o de las no primaveras árabes. No fueron primaveras arabes por dos motivos: no fue solo árabe (sino también kurda, amazigh, etc..) y no fue un acné primaveral sino una explosión popular preparada durante décadas y que, con expresiones y resultados diferentes, duró al menos dos años. Un camarada de Cerdeña, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que decía que, cuando una revolución no triunfa, vendrá la contrarevolución. Todo proceso de revolución lleva la regresión en su interior. Las dictaduras han vuelto, se ha aumentado la intervención imperialista y el yihadismo, éstas han sido las consecuencias de las revoluciones árabes. Guerras civiles, violencias, inestabilidad, golpes de Estado.
Por primera vez en muchos años, una organización armada está cambiando las fronteras y trastocando el mapa de Oriente Próximo. El Estado Islámico borra las líneas trazadas en el Acuerdo Sykes-Picot. Ahora mismo controla un territorio más grande que el Reino Unido. Para entender como es posible que esta organización haya logrado llegar tan lejos, tenemos que pensar que no es una organización anacrónica que pretende retrasar el reloj, como era Al Qaeda. “El estado Islámico va difundiendo un mensaje político que arraiga en el mundo musulmán, positivo en parte: el regreso del califato, una nueva época dorada del Islam. El mensaje llega en un momento de intensa desestabilización en Oriente Próximo, con Siria e Irak en llamas, Libia al borde de un nuevo conflicto tribal, Egipto agitado y con un gobierno militar e Israel una vez más en guerra con Gaza. Por ello, el renacer del califato con un nuevo califa, al Bagdadí, para muchos suníes, no es la simple emergencia de un grupo armado más, sino el de una nueva y prometedora entidad política que surge de las cenizas de décadas de guerra y destrucción”, nos dice Loretta Napoleoni en El Fénix islamista.
Es muy importante entender que el Estado Islámico ha sabido comprender muy bien la globalización y la tecnología moderna. A pesar de que sea una organización retrógrada que quiere leyes medievales, muestran un dominio y conocimiento del funcionamento moderno del mundo que nos hace pensar que tiene gente muy preparada. No debemos cegarnos con fanatismo religioso y las atrocidades terroristas que vemos, porque no vamos a comprender la potencia del EI. Detrás de esto se oculta una máquina política plenamente dedicada a construir un sentido y una voluntad general de formar una nación, obteniendo consenso entre los habitantes. Una suerte de estrategia nacional-popular que busca presentarse como hegemónico en la zona, aspirando a ganar el reconocimiento de una gran parte de los habitantes. Han entendido que no es viable crear una nación simplemente con miedo, terror y violencia, necesitan apoyo popular. Nos dice Loretta que “ninguna organización armada ha sabido amoldarse con tanto éxito a factores contingentes como son dotarse de infraestructura socioeconómica básica y de la participación comercial de la autoridad local de los territorios que controla en su esfuerzo por la construcción de una identidad nacional.”
Al Bagdadi sabe, como occidente, que para crear su colectivo necesita crear un “ellos”, un adversario. El enemigo es, a parte de los grupos religiosos diferentes, el occidente en su conjunto, que “es una sociedad que no funciona, corrupta, desigual e injusta”, en forma de unidad negativa inasimilable.
Con una gran difusión por las redes, cada día son mas los jóvenes musulmanes de la zona que, después de participar en las revueltas árabes y ver que no consiguieron nada, simpatizan con el ISIS. Un mensaje que cala y es tentador para quienes viven en el extranjero, jóvenes musulmanes que viven sin futuro en Europa y EEUU, que a duras penas logran integrarse en una sociedad que ofrece cada vez menos oportunidades a los jóvenes, y aún menos si eres musulmán. Por tanto, lo que promete el EI es muy tentador para mucha gente sin futuro, además, hemos visto que arreglan carreteras, organizan comedores populares, aseguran el suministro de electricidad, ponen vacunas, abren pozos de agua… Se han unido un alto número de médicos, ingenieros, jueces y otros especialistas, que tienen un buen sueldo. A diferencia de otras organizaciones terroristas, el Estado Islámico no funciona con mercenarios y corrupción. La organización paga menos dinero a los soldados que luchan que a los obreros, saben que es muy necesario poder presentar un proyecto que encarne la idea de prosperidad en una zona que la vida es cada vez más desgraciada.
“Desde el 11-S, el negocio del terrorismo islámico, en vez de disminuir, va en aumento, gracias sencillamente a mantenerse a la altura de un mundo de rápidos cambios en el que la propaganda y la tecnología desempeñan un papel vital cada vez más importante”. La organización de Abu Bakr al Bagdadí explotó financieramente a sus patrocinadores árabes y occidentales, gobiernos y entidades que buscaban un cambio de régimen en Siria. Ésta fue la acumulación originaria como diria Marx. A partir de aquí se ha construido una compleja estructura económica autosuficiente, que actúa, de facto, como un estado, teniendo ingresos anuales superiores al PIB de bastantes países. El estado islámico adopta una estratégia de “estado-caparazon”, como nos cuenta Loretta. En un “terreno abonado”, esto es, “zonas asoladas por la guerra donde ha quedado destruida la infraestructura y no hay autoridad política”, los dirigentes supieron monopolizar el poder. En la etapa inicial, o del protoestado-caparazón, la economía precede a la política, los gastos no militares son mínimos, la guerra es la única fuente de ingresos. “La guerra es nuestro modo de vida”. El Estado islamico ha pasado rápidamente de ésta fase a la segunda, creando las condiciones y la estructura de Estado, de tal manera que ya no se vive exclusivamente de la guerra. Ya nos decía Gramsci que ninguna sociedad se plantea tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes, o no estén, al menos, en vias de desarrollo. La intención es conseguir un Estado-Nación, pues lo que han tenido que hacer es construir las condiciones estructurales de un estado y, a su vez, articular un sentido nacional que permita construir una consciencia de Nación.
El estado islámico no necesita expoliar a la población, y mueve una buena cantidad de dinero, que le permite hacer una “campaña para ganarse mentes y corazones”. No es una organización típica que busca liberar la Guerra Santa y terminar con todos los infieles, su objetivo inmediato es construir un “paraíso en la tierra” para los suníes, similar a lo que significa Irán para los chiíes o Israel para los judíos. Un estado moderno en consenso con los gobernados. Ninguna organización armada ha logrado completar la transición y convertirse en un estado reconocido, el Estado Islámico se cree capaz de alcanzar ese objetivo, integrando a las autoridades y a la población en la instauración del Califato.
Tenemos que ser coherentes y no caer en el discurso islamofóbico. Si el EI ataca la libertad de expresión y la democracia, habrá que defender la libertad de expresión y la democracia. No cerrar fronteras, deportar, augmentar las leyes contra la inmigración, ordenar considerar sospechoso a todo que parezca musulmán… Tenemos que profundizar la democracia y la libertad de expresión, no impulsar leyes mordaza, ni pedir dimisiones de concejales por un twit, ni recortar derechos y libertades apelando a la seguridad nacional. Se trata de defender a los ciudadanos, y eso se hace defendiendo, primero, a los mas vulnerables: musulmanes europeos, negros, homosexuales, mujeres,etc… Como dice Alba Rico: “En defensa de la libertad, la democracia, el derecho y los principios republicanos, nuestra prioridad debe ser proteger a los musulmanes europeos, los judíos de hoy, para que no les ocurra lo mismo que a los judíos de ayer. A pesar de la presión convergente del racismo laico y el yihadismo religioso, la mayor parte de los árabes y musulmanes de Europa y del mundo son inexplicablemente pacíficos. Son, además, tanto las víctimas preferidas como los opositores directos del Estado Islámico.”