Elecciones presidenciales de Estados Unidos 2016: Make America dead again
Por Daniel Patiño Portillo
Hoy martes se celebran las elecciones estadounidenses. Aproximadamente 221 millones de norteamericanos y norteamericanas están llamados a las urnas para escoger, entre los dos candidatos peor valorados de la historia americana, al futuro presidente de los Estados Unidos de América. En un país con 334 millones de habitantes, sólo 60 votaron en las primarias que realizan los partidos Demócrata y Republicano en los cincuenta Estados (más el Distrito de Columbia, el cual abarca Washington) que forman parte de la unión. Catorce millones de esos electores votaron al multimillonario Donald Trump mientras que 17 lo hicieron por Hillary Clinton. Es decir, Estados Unidos va a escoger a un presidente al que el 86% del electorado no ha apoyado.
Según las encuestas, la ex primera dama Hillary Clinton aventaja a su contrincante republicano muy levemente, pues algunas investigaciones le dan menos de dos puntos de ventaja o incluso otras predicen que Trump será elegido vencedor. Ambas opciones están muy ajustadas. Nadie esperaba que la incertidumbre pudiera extenderse hasta el final, pero ha sido una campaña plagada de sorpresas: desde el intenso desafío que supuso el activista Bernie Sanders a la campaña de la mismísima Clinton como la inesperada noticia de que Donald Trump, un candidato rechazado por el propio partido Republicano, se postulase finalmente como sólido candidato a la casa blanca. Sin embargo, hay que recordar que en política es irresponsable tener las encuestas como una carta capaz de predecir el futuro, lo hemos visto en votaciones recientes con resultados para algunos incomprensibles como el Bréxit, el NO a la paz de Colombia o la victoria de Mariano Rajoy en las elecciones generales.
Trump, empresario neoyorquino y reconocida personalidad televisiva, es un excéntrico multimillonario con el ego más alto que la Torre Trump. Entre las medidas de su programa electoral, propone deportar a cerca de once millones de inmigrantes ilegales a sus países de origen, prohibir la entrada de musulmanes al país o incluso “mejorar” el muro que divide, al más puro estilo apartheid, la libertad americana de la pobreza mexicana. Los mexicanos que emigran a la tierra de las oportunidades fueron catalogados durante un mitin por Trump de violadores y acusados de enviar drogas al otro lado de la frontera, aunque el magnate matizó sus palabras diciendo que “tal vez entre ellos hay buena gente también”. El candidato republicano es lo que se denomina “políticamente incorrecto”, pues aunque su persona no levanta simpatía, sus promesas imperialistas al estilo “make America great again” están atrayendo los votos de aquellos ciudadanos cansados del statu quo americano y que creen que Estados Unidos está perdiendo su presencia hegemónica en el orden mundial. Trump es ahora, como siempre ha sido, un showman. Respecto a sus experiencias políticas, es sabido que las únicas experiencias en relaciones internacionales que ha tenido Donald Trump han sido reuniones con Miss Francia mientras que su rival a la casa blanca tiene, obviamente como exsecretaria de Estado, más experiencia con el mundo exterior.
La candidata demócrata a la casa blanca es, igual que su homólogo republicano, bien conocida entre el pueblo norteamericano y otros pueblos. Como secretaria de Estado del gobierno del popular Barack Obama, ha sido la encargada de mantener lazos internacionales con el resto del mundo. Uno de estos países fue Libia. Según el disidente y ciberactivista Julian Assange, los conocidos correos electrónicos de la candidata muestran un plan, nacido meses antes de la intervención de Occidente en Libia en 2011, para convertirla en el tema principal de su mandato como secretaria de Estado y en un podio desde el cual pudiera cumplir sus sueños presidenciales. Las armas utilizadas para derrocar al líder libio fueron vendidas a los “rebeldes” islamistas que, una vez cumplieron sus objetivos, vendieron sus arsenales a los rebeldes sirios. Estas milicias en un futuro se convertirían en lo que hoy llamamos DAESH.
En conclusión, la decisión de los electores el martes se presenta complicada: deben decidir entre un ególatra con aires de superioridad y una mujer personalista y sin escrúpulos. Es muy posible que la gente no vote en favor de un candidato, sino vote en su contra. Es decir, personas votarán a Hillary para evitar que gane Trump, y viceversa. Sorpresas que te da la democracia norteamericana.