Fuente: RTVE

Por Rodrigo Olmo

El siguiente artículo nace con la voluntad de ofrecer un análisis de la creciente centralidad política que ha adquirido en nuestras sociedades el significante “comunidad”, tomando como hilo conductor la siguiente hipótesis: el desorden atomizador de nuestras sociedades neoliberales genera una amplia demanda social de orden, seguridad y protección, que se vehicula a través de una gramática de “comunidad” cuya dirección política está actualmente en disputa. Para ello, se realizará, en un primer momento, un diagnóstico de nuestras sociedades, en segundo lugar, se atenderá a la construcción del imaginario y la doble disyuntiva que esta abre, para concluir con una reflexión en torno a la profundidad de la cuestión.

Si tratásemos de dar respuesta a una pregunta acerca del devenir occidental de las últimas tres décadas de nuestra historia, difícilmente podríamos pasar por alto el término “neoliberalismo”. Éste, más allá de una nueva fase en el sistema económico hegemónico contemporáneo, supone una bomba en la línea de flotación de nuestras sociedades previas al producir cambios profundos no solo en nuestras subjetividades, también en nuestras formas de vida en común. Las sociedades neoliberales descosen todos aquellos rastros de vida en comunidad, pues “desaparecen las mallas colectivas, las formas de sostenimiento colectivo, los derechos y todo lo demás, porque solo estás tú ante el mundo.”[1] ¿Pero a qué responde esta transformación? El neoliberalismo profundiza tendencias sociales que arrastran las sociedades de mercado, por decirlo con Karl Polanyi, comunidades en las que “el mercado es el que organiza la vida social, el que define el valor de las cosas, las personas y las relaciones humanas”[2], de forma que los vínculos fuera del mismo tienden a disolverse. Se caracterizan por convertir lo que eran seguridades colectivas en “riesgo individual”, de manera que “si no tienes éxito, se te hace culpable de tu fracaso”.[3] La filosofía neoliberal es la del sujeto moderno con rostro de varón, hecho a sí mismo (do it yourself), the winner, inmune y autosuficiente. Por lo que cuando la ley de la selva y el sálvese quien pueda constituyen dogmas de fe nuestro “pacto social”, la voluntad de darnos unas normas para vivir en común se rompe[4].

En cierta medida, el neoliberalismo, en su desordenación de nuestra vida en común, con la consecuente deshumanización que implica, nos sitúa en un estado de jungla presocial en el que las personas tenemos vidas “sin columna vertebral”[5] pues somos solo ciudadanos consumidores unidos por vínculos “líquidos e inestables”[6].

Esta onda larga que produce vidas fragmentarias, y desordenadas, desencadena en el seno de nuestras sociedades, por una suerte de movimiento pendular, una pulsión de orden y seguridad frente al mercado salvaje que se juega a un tiempo en: refundar el lazo comunitario y hacer partícipe a esa comunidad de un destino compartido que la dote de sentido[7].

En nuestro tiempo histórico concreto, caracterizado por Chantal Mouffe como “momento populista”[8], aparece entonces la posibilidad de que un término como el de “comunidad” asegure certezas para el mañana a una buena parte de nuestras poblaciones. Señalada esta tesis, cabe indicar dos matices: esa nueva gramática no se entiende en un sentido esencialista o predeterminado, sino resultado de una construcción cultural que agrega equivalencialmente un conjunto de demandas previamente distintas, dispersas e inconexas bajo un significante tendencialmente vacío (la comunidad), que las dota de una nueva identidad común;[9] la dirección política que esa comunidad tome no está predeterminada, dado que aunque el rol ontológico de representar el orden permanece, el contenido óntico que rellene el mismo no viene dado.[10] Así, la canalización de “las voluntades, deseos, expectativas y miedos”[11] que habitan hoy nuestras sociedades puede conducirse hacia dos grandes imaginarios, dos modelos de comunidad opuestos.

Por un lado, comienzan a definirse los contornos de una comunidad política de corte reaccionario, que entiende la necesidad de reconstruir el vínculo comunitario y la importancia del sentimiento de pertenencia, pero traza una frontera política en su interior. La comunidad reaccionaria señala a chivos expiatorios y explota el miedo de una parte de la población a la persona diferente, pobre, inmigrante o refugiada[12]. Su identidad es cerrada sobre sí misma, apela a una comunidad de lengua, cultura y tradición, con el elemento racial siempre implícito[13]. Así, la llamada reaccionaria al orden[14] no es sino la defensa de la unidad que niega la diversidad[15] y rechaza entender a la otra persona,  y supone un repliegue a comunidades esencialistas e identitarias de origen.[16]

Por otro lado, y de manera contrapuesta a la comunidad reaccionaria, se dibuja un imaginario de comunidad relacional, que piensa lo común a partir del reconocimiento de la otra persona, en el que el feminismo y las mujeres juegan un papel protagonista. La comunidad relacional parte de una concepción que asume la radical vulnerabilidad de las personas y la normalidad de la dependencia, como rasgos intrínsecos a nuestras relaciones, para hacer bandera una ética del cuidado. [17] Ésta resignifica la autonomía neoliberal para entenderla no como autosuficiencia sino como resultado de experiencias relacionales con las otras personas. Por lo que en esta comunidad emerge “la madre” como sujeto político: el rol desempeñado por las mujeres en el ámbito privado, familiar y doméstico ha constituido su identidad a través de las relaciones de interdependencia.[18] Esta comunidad política sitúa en el centro los cuidados como palanca de transformación social en varios sentidos: los cuidados en un sentido material como cuidados a nuestros cuerpos [19], y en un sentido inmaterial como una política de los afectos que ponga en valor la solidaridad, las emociones positivas y los sentimientos morales.[20] La ética de los cuidados es también una ética de la responsabilidad[21] que reconoce las necesidades de la otra persona, y que, por tanto, defiende a un tiempo el reconocimiento del valor público de los cuidados que las mujeres protagonizan así como su redistribución entre todas las personas que componen la comunidad. Por, tanto no nace de unas esencias previas o de apelaciones históricas sino que lo relacional es previo y funda la comunidad política.

En conclusión, se considera de especial importancia señalar la relevancia de la cuestión presentada, pues lo que está en disputa, la disyuntiva que se abre, no es meramente teórica ni si quiera exclusivamente imaginativa. La tensión de fondo que recorre nuestras sociedades abre la posibilidad de redefinir nuestras subjetividades, las prácticas y formas de relacionarnos y vivir en común. Por tanto, y como toda oportunidad de darnos un nuevo sentido común, la problemática constituye la posibilidad de avanzar y construir vidas que merezcan la pena vivir para todas y todos. Pero al mismo tiempo el riesgo de que nuestras sociedades se ordenen en un sentido cerrado, excluyente y regresivo también existe. Así, no se trata de una cuestión baladí pues nos estamos jugando el futuro de nuestras comunidades, que no es poco.

 

Referencias

[1] Moruno Jorge (18/12/2018): “El mercado de trabajo es una dictadura”, Sinpermiso. http://www.sinpermiso.info/textos/el-mercado-de-trabajo-es-una-dictadura-entrevista

[2] Rodríguez Palop María Eugenia (2019): “Revolución feminista y políticas de lo común frente a extrema derecha”. Icaria. p.80

[3]   Moruno Jorge (18/12/2018): “El mercado de trabajo es una dictadura”, Sinpermiso. http://www.sinpermiso.info/textos/el-mercado-de-trabajo-es-una-dictadura-entrevista

[4] Ramas Clara (14/09/2018): “Ocho claves para el patriotismo democrático que viene”. Ctxt. https://ctxt.es/es/20180912/Firmas/21707/democracia-feminismo-nancy-fraser-polanyi-capitalismo-clara-ramas.htm

[5] Sennet Richard (18/08/2018): “Lo gratuito conlleva siempre una forma de dominación” El País. https://elpais.com/elpais/2018/08/09/eps/1533824675_957329.html

[6] “Revolución feminista y políticas de lo común frente a la extrema derecha” P.56

[7] Ramas Clara (14/09/2018): “Ocho claves para el patriotismo democrático que viene”. Ctxt. https://ctxt.es/es/20180912/Firmas/21707/democracia-feminismo-nancy-fraser-polanyi-capitalismo-clara-ramas.htm

[8]Mouffe Chantal (10/06/2016): “El momento populista”. El País https://elpais.com/elpais/2016/06/06/opinion/1465228236_594864.html

[9] Laclau Ernesto (2005): “La razón populista”. 10ed, FCE, p.104

[10] Op.Cit. p.115

[11]  Léo Rosell, Vincent Dain, Lenny  Benbara  (25/09/2017):“Está en juego un combate entre democracia y oligarquía. Íñigo Errejón Secretario de análisis estratétigo y cambio político de Podemos”. Ctxt. https://ctxt.es/es/20170920/Politica/15021/Errejon-entrevista-francia-podemos-macron.htm

[12] Rodríguez Palop María Eugenia (2019): “Revolución feminista y políticas de lo común frente a extrema derecha”. Icaria. P.22

[13] Op. Cit. P.23

[14] Apolline de Malherbe (16/10/2016): “<<Ma candidature consistera à remettre la France en ordre>>, Marine Le Pen” BFMTV. https://www.bfmtv.com/mediaplayer/video/ma-candidature-consistera-a-remettre-la-france-en-ordre-marine-le-pen-876751.html

[15]Aguiló Josep María (20/04/2019) “Abascal: «La unidad de España ni se discute, ni se vota: se defiende»” ABC, https://www.abc.es/elecciones/elecciones-generales/abci-abascal-unidad-espana-discute-vota-defiende-201904201422_noticia.html

[16] Rodríguez Palop María Eugenia (2019): “Revolución feminista y políticas de lo común frente a extrema derecha”. Icaria. p.33.

[17] Op. Cit.p.45

[18] Op. Cit. P.54

[19] Op. Cit. P.49

[20]Op. Cit.  P.53

[21]Op. Cit p.55