Portada del ABC del 7 de enero de 2019

Por Lucía Cobos y Albert Portillo 

  1. Caracas, ¿capital de España?

Este lunes tras agotarse el plazo de ocho días, que Pedro Sánchez había impuesto a Nicolás Maduro para convocar elecciones, el presidente español ha reconocido como presidente interino a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, y desde el miércoles 23 de enero, presidente de Venezuela por autoproclamación.

El resultado de la acción no ha podido ser más catastrófico para Pedro Sánchez, lejos de contribuir a la paz civil en Venezuela, ha alentado a una oposición segura de sí misma a renunciar a todo tipo de diálogo. Como ha declarado esta misma semana Guaidó al rechazar tajantemente participar en el mecanismo de diálogo propuesto por México y Uruguay. Es más, el apoyo explícito de EEUU y de buena parte de la UE ha envalentonado a Guaidó a declarar la posibilidad de dar cauce legal a una intervención extranjera invocando a la propia constitución venezolana [1].

Pero si contribuir decisivamente a la fractura civil de Venezuela ha sido un patinazo grave de la política exterior del gobierno Sánchez peor ha sido la, seguramente imprevista, cadena de efectos desencadenada en España.

Si el objetivo de Sánchez era mostrarse como un estadista de talla internacional, que con sus éxitos exteriores conseguía nuevas complicidades en el escenario político nacional, ha conseguido todo lo contrario. Lejos de atraerse sectores adversarios, como Ciudadanos, ha provocado más que nunca la unidad de voluntad del bloque conservador al tiempo que resquebrajaba la frágil mayoría progresista existente en el Congreso y en el estado anímico del bloque social progresista. Lo que puede ser llamado con rigor un tiro por la culata histórico, ya que lejos de reafirmar la posición de Sánchez la ha debilitado en extremo. A tal punto, de contagiar España con la lógica política que impregna Venezuela y que la oposición ha hecho suya al mimetizar su léxico con el de Guaidó y a la persona de Sánchez con la figura de Maduro.

De modo que, si por ejemplo, tomamos algunas de las frases que se han dicho en la última semana por parte de Casado, Rivera o Abascal, resulta imposible saber si se están refiriendo a Maduro o a Sánchez, a España o a Venezuela:

  • “El presidente del gobierno tiene que convocar elecciones de inmediato, y si no lo hace no descartamos ningún mecanismo” (Pablo Casado sobre Pedro Sánchez)
  • “No descartamos nada porque estamos ante un acto de felonía, de alta traición” (Pablo Casado sobre Pedro Sánchez)
  • Hay que echar a este gobierno traidor que está preso de los golpistas” (Abascal sobre Sánchez)
  • “Lo que hay que hacer inmediatamente es derrocar al régimen del tirano y convocar elecciones libres” (Casado sobre Maduro).
  • “Usted no es el presidente legítimo” (Rivera sobre Maduro)

Por otra parte, gran parte de las declaraciones de los medios de comunicación no ayudan a poner luz sobre un problema que precisa de análisis calmados y de la voluntad de querer entender las variables que impregnan todo proceso político complejo. Por ello, rechazamos esa visión que trata de mostrar que “el problema es el petróleo”, huyendo de los esencialismos estructuralistas y haciéndonos cargo de una cuestión que es más complicada de disputar: la ideología. El rumbo del país se da eminentemente por el propio juego político entre campos estancos que hace años que han renunciado a la hegemonía en aras de una praxis de amigo-enemigo que ha llevado a que prime la ley del más fuerte. Careciendo de ella, la oposición venezolana ha apelado a la intervención extranjera limando con ella la posibilidad de una solución endógena y sin interferencias geopolíticas.

Esto no quiere decir que las condiciones materiales no importen, por supuesto que lo hacen, pero no lo condicionan todo, son parte de la sedimentación de un orden sobre la que se construye lo demás pero no producen una explicación automática de por qué un país como Venezuela está en el centro de la geopolítica. Bajo esta perspectiva se entiende que lo que explica la agresividad de Trump o de la UE no tiene tanto que ver con las reservas petrolíferas del país como con la intención de desmantelar una alternativa histórica, por muy erosionada que esté. Es decir, se trata de dar una batalla ideológica contra los símbolos de la revolución bolivariana, mostrando que efectivamente tenían razón: el fin de la historia ha llegado, el socialismo ha fracasado y todo ello se materializa en el ejemplo venezolano, convirtiendo a Venezuela en el símbolo de la inevitabilidad del libre mercado.

Si entendemos que eso es lo que nos jugamos podremos dirigir mejor los esfuerzos.

  1. Casado y Rivera frente a su reflejo

Ante esta tesitura en donde parece que la izquierda tiene mucho que perder y la derecha tanto que ganar: ¿cómo explicamos los movimientos políticos sucedidos?

Es evidente que si hay algo meridianamente claro del conflicto en Venezuela es que estamos ante un conflicto de legitimidades particularmente agudo. Algo que no es ajeno a lo sucedido en España en los dos últimos años. De hecho podemos encontrar dos momentos críticos que lo ilustran: el 1O y la posterior declaración de independencia de Cataluña y la moción de censura que encumbró a Sánchez a raíz del escándalo de corrupción del PP.

La legitimidad de Sánchez se fundó no tanto por lo procedimental-electoral, aunque la moción fue plenamente constitucional, sino por encabezar convincentemente una regeneración drástica de las instituciones y un diálogo político como rumbo alternativo al 155.

La puesta en duda de esa regeneración y la falta de avance en el diálogo han sido los principales balones de oxígeno para una oposición desnortada hasta no hace mucho. El gesto internacional ha supuesto un salto cualitativo para una oposición que ha aprendido a jugar en equipo.

Y Casado, que desde su victoria en las primarias del PP ya declaró su intención de resituar los ejes vertebradores de la sociedad española, ha ido escalando progresivamente en su agresividad retórica: del aviso en agosto, “no vamos a pasar ni una” [2], a la calificación de “golpista” en octubre en medio del Congreso [3] y finalmente la acusación de traición en diciembre [4]. Al tiempo que Rivera calificaba desde el minuto uno a Sánchez como “ocupa de la Moncloa” [5]. La portada del ABC surgida a raíz de la manifestación del domingo en donde se podían ver las caras de Rivera, Abascal y Casado, representa la culminación del momento político actual. Resulta hasta poético que el anuncio elegido para acompañar la portada se corresponda con el mayor portal inmobiliario cuyo fundador, Jesús Encinar, puso en su Twitter el pasado 24 de enero: “Ojalá Venezuela consiga sacudirse esta lacra del comunismo” [6].

Todo ello ha conducido a una siembra semántica de la que ahora se empiezan a recoger los frutos. La manifestación de este domingo es una llamada sintomática de la cosecha que se avecina.

Una siembra por la cual la moción de censura era un golpe ilegal y por lo tanto el encumbramiento de Sánchez un acto ilegítimo. La acusación de golpista y traidor por parte de PP y C’s abre un acto teatral que solo puede terminar con una expulsión de Sánchez sea por la vía legal-institucional o la callejera, como propone Rivera con su Frente Cívico contra Sánchez [7].

El movimiento político de la derecha sigue una lógica clara, donde parece que la estrategia de equiparación es coherente con su trayectoria. Sembrar en el imaginario colectivo una serie de significantes para el caso de Venezuela que luego son trasladados al caso español puede tener un sentido político cuya traducción en victorias electorales es más discutible. La que, sin embargo, no queda tan clara  es la estrategia de Sánchez dándole un ultimátum a Maduro, asumiendo el tono bélico del conflicto y cerrando las puertas a un proceso de diálogo que puede traer consecuencias en el plano nacional, dando cuenta de una incoherencia no menor. Es decir que, si, acertadamente, el gobierno con el conflicto catalán ha apelado al entendimiento y al acercamiento de posturas bajando el nivel de tensión y subiendo el del diálogo, no se entiende que en política exterior fomente el antagonismo. Se prevé que si en el plano nacional asumimos que ante un conflicto político en donde las posturas son de amigo-enemigo lo que debemos hacer es cambiar las lógicas de enfrentamiento antagonista por un enfrentamiento en clave adversarial, también compartiremos estos postulados en clave geopolítica. Y si no lo hacemos nos encontramos con una incoherencia democrática difícilmente asumible.

Por tanto, no termina de comprenderse la oportunidad perdida de Pedro Sánchez de unirse a posturas acordes con la trayectoria política que venía defendiendo, tales como la de López Obrador. Cuando AMLO pronuncia “nosotros no nos inmiscuimos en asuntos internos de otros países” [8] lo hace en clave de un reconocimiento explícito de la soberanía nacional venezolana, permitiendo despolarizar el conflicto y dar alternativas a la posibilidad de la guerra siempre presente en el campo político. Y si bien la postura del presidente del gobierno español no se entiende en términos democráticos tampoco lo hace en términos electorales: ¿a qué electorado está pretendiendo apelar asumiendo el discurso del PP, C’s y Vox? Resulta complejo entender bajo qué lógica se toma desde el PSOE esa decisión.

Tan lejos y sin embargo tan cerca. Sánchez al atizar el conflicto civil en Venezuela reconociendo a Guaidó, y por lo tanto justificando sus métodos, ha abierto un vaso comunicante que ha sido hábilmente aprovechado por Casado y Rivera. O dicho de otro modo al desechar la vía del diálogo en la esfera internacional, aquella más importante ya que muestra lo que somos frente a otros países, el propio Sánchez ha contribuido a devaluar el valor político del diálogo en España.

De ahí, que Casado y Rivera hayan instalado un vaso comunicante al replicar en España la misma lógica política. Un efecto espejo en toda regla que no solo ha entrañado una identificación con Guaidó sino que,  además, al devolver el reflejo Casado y Rivera se han asumido como paladines de un movimiento político contra un liderazgo significado como tiránico, compitiendo entre ambos por conseguir devenir el Guaidó español.

  1. Una apuesta por el diálogo

La solución no puede pasar por casarse con uno de los bloques estancos sino por aquello que hizo grande al chavismo dentro y fuera de su propio país: la capacidad de liderar a gente de diferente condición social, y opinión política, reconociendo aquello de justo que plantean los adversarios, pero siendo mejores que ellos. La traducción en política internacional de este planteamiento consiste en respetar el derecho ajeno y devolver la política a los cauces de la propia Venezuela.

Y ello es válido tanto para la esfera internacional como en el propio escenario nacional: hay que hacerse cargo de las tensiones planteadas: no podemos hablar en los mismos términos si creemos en un modelo político diferente, debemos cambiar los postulados en los que se ha centrado el conflicto bajando el nivel de tensión.

Sin duda uno de los mayores desafíos con los que nos encontramos es con la batalla por los sentidos democráticos, en donde lo primordial es la asunción de que el conflicto es constitutivo de lo político y que su eliminación es la eliminación del otro.

Por tanto, nuestro esfuerzo debe caminar a la par del reconocimiento de legitimidad de la existencia de ese otro, tratando de construir alianzas más amplias alrededor de los principios morales que deben organizar un país. Como señalaba el propio Casado en un artículo de El Mundo al reconocer que la nación es un hecho moral [9]. Si queremos una España con un pueblo virtuoso es la hora de construir principios morales compartidos por nuestros aliados para que el cambio se decante del lado del progreso que es lo que está en duda ahora mismo.

 

 

 

Notas

  1. Redacción. Juan Guaidó: “Maduro ha incumplido con Rusia y China”. El Comercio, 07/02/2019.
  2. Ruiz de Almiron, Victor. Casado advierte a Sánchez sobre Cataluña: <<No vamos a pasar ni una>>.  ABC, 03/08/2018.
  3. EFE. Casado llama a Sánchez golpista durante el pleno. Levante, 24/10/2018.
  4. Cortizo, Gonzalo. La “alta traición” que Casado imputa a Sánchez: un delito penado con 20 años que debe ser denunciado por el Congreso. El Diario.es, 07/02/2019.
  5. Gran Canaria TV. “Okupa de la Moncloa” Albert Rivera a Pedro Sánchez. En Youtube, 17/08/2019:
    https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=C5IhkVNBJxQ
  6. https://twitter.com/JesusEncinar/status/1088564535445860352
  7. Gil Grande, Rocío. Casado y Rivera convocan manifestaciones para “echar” a Pedro Sánchez y “frenarle los pies” en Cataluña. RTVE, 06/02/2019.
  8. Redacción. López Obrador sobre Venezuela: “No nos incumbimos en asuntos internos de otros países”. Ámbito, 05/01/2019.
  9. Casado, Pablo.A llenar las plazas para llenar las urnas. El Mundo, 08/02/2019.