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Entrevista en catalán:  https://wp.me/p7nfR7-1rR

Por Blai Burgaya y Roc Solà

El pasado miércoles 27 de junio tuvimos el placer de reunirnos con el historiador y coordinador general de Catalunya En Comú, Xavier Domènech, en su despacho del Parlament. Era mediodía y él venía de una comisión parlamentaria que se había prolongado más de la cuenta. Después de pedirnos tiempo para fumarse un cigarrillo, se sentó frente a nuestra cámara  dispuesto a dedicarnos el tiempo necesario para mantener una conversación plácida, serena y reposada sobre la historia de nuestro país; el futuro de la izquierda o sus propios referentes intelectuales y políticos. Sobra decir, que le agradecemos con fruición que alguien con su abundante carga de trabajo y siempre perseguido por la imperiosa actualidad se reservara tiempo para charlar con nosotros y para ayudarnos a pensar históricamente el presente.

Pregunta: En tu libro Hegemonías (2014) dedicas uno de los capítulos a analizar el rol del periodista Enric Juliana como intelectual. Hablas del proyecto político de La Vanguardia y del rearme mediático hegemónico con el despliegue de la centralidad de RAC1 y el experimento de 8TV. Te queríamos hacer una pregunta muy concreta sobre el programa de acción que hay detrás del último capítulo de Modesta España (2012), el libro de Juliana. En él habla de sus predicciones políticas para 2050. ¿Crees que el proyecto político de Juliana y La Vanguardia (o el grupo Godó) sigue siendo conseguir este “Gran centro moderado” al estilo Alemania?

Respuesta: Este libro se escribió en 2014, y Juliana escribió Modesta España en 2012. Yo creo que expresa muy bien el proyecto político que había en ese momento. No sé si directamente La Vanguardia, pero en todo caso Juliana, a mí me recordaba a la figura de Jaume Balmes. Porque Balmes también fue uno de los grandes pensadores de cómo reconstruir, después de la emergencia del sistema liberal y del capitalismo en España, una derecha conservadora orgánica que no estuviera vinculada al carlismo. Sino que reconstruyera la legitimidad carlista basada en el catolicismo, etc. O sea, digamos que es una democracia cristiana o un proyecto de construcción de una hegemonía de masas por parte de los sectores conservadores. Y Juliana me recordaba mucho a esto, en ese momento (2012-2014). Porque el proyecto que había ahí de fondo era la reconstrucción por un lado del “Gran centro”, en el caso de Cataluña él hablaba de la creación del Partido Democrático (que tenía que ser la conjunción de Convergencia y los Socialistas). Y creo que, al final, salió todo al revés. Además, el mismo Juliana también cambió mucho, pues cuándo salió el gobierno de la Generalitat dirigido por Mas él hablaba del gobierno “erasmista”, en el sentido de un gobierno moderado, técnico, etc. En este libro de Modesta España estaba intentando apelar también al personaje que aparece en el Quijote, el Caballero del Verde Gabán, también por intentar encontrar una posición de conservadurismo moderado, mientras que la solución de la gran disfunción social y política de la crisis se solucionará vía migración, es decir, la marcha de lo que él llamaba “la generación perdida”. Esto, de hecho, es uno de los mecanismos clásicos para evitar conflictividad social, la migración de generaciones enteras. Eso en Italia se ha dado mucho… Yo creo que ese proyecto, como tal, fracasó. Y lo que vino después es una evolución, en el caso de Juliana clarísimamente, hacia otro tipo de figura intelectual que intenta jugar el rol de intelectual orgánico. Es decir, de intentar mostrarse como el que puede explicar el todo desde una parte. Pero yo creo que eso se ha transformado mucho, el proyecto en ese sentido, no funcionó. El proyecto de La Vanguardia en primer término era el proyecto de la “sociovergencia” y después se quedó sin nada, o sea, el gran drama de La Vanguardia o el Grupo Godó era que, eran una gran potencia mediática y que su único referente político en un momento dado, era Unió Democràtica de Duran i Lleida. Claro que, era un partido pequeño y que finalmente ha implosionado. Yo creo que ha habido una reconversión de toda esa realidad.

P: Cuando Donald Trump ganó las elecciones, Nancy Fraser escribió un artículo que se titulaba “El final del neoliberalismo progresista”. La pensadora norteamericana define el neoliberalismo progresista como “la alianza de las corrientes principales de los nuevos movimientos sociales y los sectores de negocios de gama alta. En el caso estadounidense, Wall Street, Silicon Valley y Hollywood. Hillary Clinton o Macron”. ¿Crees que Pedro Sánchez puede ser la versión española de esto? Tras la felicitación de Ana Botín a Nadia Calviño por ser nombrada ministra de economía lo podría parecer…

R: El PSOE ya era esto en origen en los 90’s. El PSOE hizo una apuesta por la cual aceptaba el nuevo modelo neoliberal de crecimiento económico, que afectaba a los derechos sociales, a las relaciones laborales y económicas, a la vez que proponía un programa muy ambicioso en derechos sociales. La reconversión del PSOE que significó después Zapatero, básicamente es eso. Una apuesta por un programa muy ambicioso en términos de “nuevos” derechos sociales (memoria histórica, matrimonio homosexual…), todo ese tipo de temas como una oferta progresista, a la vez que se aceptaba el núcleo duro del nuevo modelo de crecimiento neoliberal. Ahora el nuevo PSOE en el Gobierno está por ver, porque es efectivamente un nuevo Gobierno con muy poco tiempo y con una base parlamentaria débil y un conjunto de contradicciones absolutamente enormes encima de la mesa. Entonces hay que ver, si consiguen navegar por encima de esas contradicciones y proponer un nuevo horizonte de esperanza. Pero yo creo que ahora mismo no. Creo que puede proponer dos cosas: Primero, mejorar respecto a lo que había antes, que es evidente que sí que lo mejora. Y, en segundo lugar, una cierta apuesta por leyes progresistas, y ahí será también muy determinante el papel que juguemos nosotras y nosotros a la hora de marcar la agenda. Creo que estamos plenamente ante un Gobierno que tiene dos años de legislatura y que tiene encima de la mesa graves problemas de fondo, como la redistribución o el problema de la crisis territorial. O sea, hay grandes problemas que están afectando al sistema político y al régimen del 78, que no creo que el PSOE ahora mismo tenga ni pueda dar respuesta a eso. Ahora bien, si que puede visualizar la posibilidad de un progreso en muchos campos. Pero son dos años, y la partida en estos dos años es determinante, porque es la partida por la cual tenemos que evitar que el escenario posterior sea de retorno de la derecha, pero a la vez tiene que ser un escenario ya de resolución de los grandes problemas.

P: ¿Qué piensas de la reivindicación de la obra de gobierno de Jordi Pujol que se hizo el 22 de mayo en el Ateneu Barcelonès? ¿Se ha hecho una buena lectura histórica de lo que ha supuesto el pujolismo para Cataluña?

R: Esta reivindicación fue casi un epifenómeno sin mucho contenido más allá de que los amigos de Pujol montaron un acto para reivindicar a Jordi Pujol que está en el ostracismo político en estos momentos, y además, clarísimamente. Es verdad que Puigdemont en algún momento si que se acercó a Jordi Pujol con algunos actos, pero casi de escondidas. 

Yo creo que los gobiernos de Jordi Pujol han significado la construcción de una hegemonía, de toda una forma de actuar, que ahora está muy en juego saber si puede volver o no. Pero, sinceramente, creo que es verdad que el PDeCAT de Marta Pascal (y el grupo parlamentario en el Congreso) puede intentar jugar ese juego, pero la consolidación de este juego pasa por el amortiguamiento de las grandes contradicciones. Y creo que las grandes contradicciones en el terreno nacional y en el terreno de la desigualdad aún están muy presentes. Además, estamos viendo una gran mutación del sistema político español y catalán que puede acabar con la asunción de un reformismo fuerte por parte de actores como el PSOE, o puede acabar con una necesidad de ir hacia un espacio constituyente nuevo, pero ese juego se va a jugar en los próximos años.

P: Y en este sentido, la consigna “Ensanchar la base” que a menudo repite el independentismo ¿podría ser una estrategia de sometimiento subordinado al proceso? O, ¿este cierre se podría interpretar como una renuncia a la hegemonía? Es decir, ¿como una renuncia por parte de JxCat a liderar el conjunto del país porque se sienten cómodos en esta situación de empate catastrófico?

R: Así como el tema del conflicto territorial, o la cuestión catalana, no se va a cerrar. Pero puede amortiguarse, puede estar unos años que parezca que se ha amortiguado, pero estará ahí presente. Ahora estamos en una fase diferente del “Procés”. El “Procés” ha tenido una capacidad inmensa de definir la agenda política del resto de actores políticos y de la sociedad catalana, y de subordinar las agendas políticas del conjunto de la sociedad. A mi ahora mismo, me da la impresión de que es evidente que el independentismo detenta el poder de la Generalitat, pero que ha perdido capacidad de definir las agendas políticas. No por incapacidad de potencia mediática o de índole cultural, sino porque ahora mismo no tienen una orientación clara. Y no es que no tengan una orientación clara porque hay diferentes actores y cada actor tiene una orientación diferente y no se sepa quien se impone, sino que dentro de los propios actores no hay una orientación clara. Es decir, JuntsxCatalunya (JxC) a lo máximo que aspira es a señalar que vendrá otro momento, pero no va a explicar cómo ni cuándo ni porqué ese momento va a superar lo que ya fue el 27 de octubre, y no es por nada, es porque no lo saben. En realidad, hay una desorganización brutal. Esquerra Republicana (ERC), su orientación básicamente es una orientación de volver a una cierta calma, consolidar su poder institucional y plantear el horizonte de la independencia como un horizonte a conseguir dentro de un tiempo, sin hablar tanto de nuevos momentos, pero eso también genera problemas con sus propias bases porque el 27 de octubre ERC estaba en otra tesis, que era la de que se tenía que hacer la independencia instantáneamente. Y la CUP, no sé si es muy consciente, pero está jugando a la melancolía política, es decir, a reclamar constantemente el pasado y la traición a ese pasado, que eso es una actitud que en la Transición ya se dio, y que normalmente te deja fuera de juego durante años

P: Paralelamente valdría la pena preguntarse por qué, salvo Catalunya en Comú, el resto de fuerzas que se reclaman catalanistas y progresistas renuncian a la disputa de un proyecto nacional, de una patria alternativa a la del soberanismo conservador. Y en este sentido, nos gustaría que nos pudieras explicar qué consideras que es la soberanía exactamente, porque es un concepto que está en boca de todos, pero suele utilizarse de manera “vacía”…

R: la soberanía es la capacidad de una colectividad para decidir sobre todos los aspectos que afectan a esta colectividad. Es verdad que tal como se ha planteado el proyecto de afirmación de la soberanía de Catalunya por el independentismo, a veces se ha producido justo lo contrario de esta definición de soberanía. Porque o bien se han delegado muchas decisiones de capacidad de construcción de soberanía porque se ha dicho que esto vendría después del “día D” (el día de la independencia), o bien se han practicado políticas que eran totalmente contrarias a una idea de soberanía auténtica. Para mí el ejemplo más paradigmático es cuando se plantea la posibilidad de hacer un referéndum sobre el TTIP, y hay grupos que en Catalunya están defendiendo la independencia que se niegan a aceptar la posibilidad de decidir sobre algo que implica tanto sobre la soberanía de los pueblos como es el TTIP.

Pero ese ha sido siempre el gran tema del “Procés”, porque el “Procés” ha conseguido subordinar una gran parte de las fuerzas que se reclaman progresistas a partir de una idea de unidad patriótica para conseguir un Estado. Y en la medida en que eso ha sucedido, ha habido muchas políticas progresistas que no es que se hayan subordinado, sino que han desaparecido del escenario.

P: En una entrevista del 2014 (El Crític) decías algo así como que “El hundimiento del bipartidismo viene acompañado del surgimiento de propuestas de izquierdas. Pero el sistema político catalán ya no da para más. Hay que ir del populismo al frentepopulismo, y eso no es fácil de ligar entre tantos actores”. ¿Crees que eso se ha concretado? Y si no es así, ¿Cómo podría concretarse?

R: Esto lo decía porque en aquel momento había la tesis Podemos, que era la tesis claramente populista, y yo en ese debate que teníamos con Pablo, con Íñigo, etc., lo que planteaba es que el sistema político catalán es un sistema diferenciado al español y eso es evidente. Se dice poco, pero uno de los elementos más claros de expresión de la realidad nacional diferenciada también es el sistema político. El sistema político catalán es totalmente diferente al español, ya que este estaba marcado básicamente por el bipartidismo con Izquierda Unida allí, y lo que emerge es la posibilidad populista ante esta crisis de sistema. Pero el sistema político catalán es de una densidad brutal, absolutamente brutal, con muchos sujetos políticos. Entonces yo planteaba que en el caso de Catalunya teníamos que ir no a una hipótesis populista pura, sino una hipótesis frentepopulista, y por eso aquí el gran debate fue el de las confluencias. No solo el de la irrupción, sino el de la irrupción en forma de confluencia, y eso es lo que hemos hecho. Hemos hecho esto y nada más. Yo creo que Podemos esta idea la comprendió y hemos trabajado conjuntamente en la construcción de confluencias, que en algunos casos han sido exitosas (el caso de En Comú Podem) y en otros no tanto. Pero esto también tiene que ver con las situaciones políticas que hemos vivido.

Además, este es un tema bastante clásico, de la misma forma que en los años 30’s en Catalunya la emergencia de un partido frentepopulista, porque inicialmente el PSUC no se define ni como comunista, es muy diferente a la emergencia del PCE en España, ya que el PSUC también nace como fusión de partidos. O sea, es una realidad que después puede tener desventajas, por ejemplo, la capacidad de irrupción de lo nuevo siempre está más marcada por esa necesidad de las confluencias, y en cambio digamos, es más puro el caso español. Pero es que, bueno este sería un debate, pero yo creo que ese debate ya se dio cuándo se creó Barcelona En Comú y se dio después con la construcción de las confluencias, y este debate ya está realizado. En el caso de Catalunya, la construcción de nuevos espacios políticos tiene que tener en cuenta lo nuevo, y también la existencia previa.

P: Recuerdo que durante la última campaña electoral (21D) fui a verte a un acto en Sabadell, donde contaste que el motivo por el que habías vuelto a la política “activa” había sido que una alumna tuya había tenido que dejar la carrera por no poder pagar las tasas. Por lo tanto, si este fue el motivo que te hizo volver a la “militancia activa”. ¿Qué fue lo que había hecho que la “dejases” años atrás?

R: Bueno, “volví” por eso y más cosas… Básicamente, una situación en la que en mi universidad estaban echando a compañeros y compañeras, querían echar a casi trescientos profesores, pero hicimos varias huelgas y conseguimos que al final “solo” echaran a ciento sesenta (más o menos). También fue la subida de las tasas que estaba expulsando al estudiantado universitario, la situación de crisis en general…

Pero es curioso, porque cuando he planteado esto con colegas me han dicho que yo en realidad nunca lo había dejado. Me recuerdan en sitios en los que yo pensaba que no había estado. Yo empecé a militar con catorce o quince años (cuando estaba en el instituto) de forma muy intensa, pues venía de las oleadas posteriores a las movilizaciones de 1986 y 1987, viví las oleadas de los años posteriores. Después estuve muy activo en la lucha contra la primera Guerra del Golfo, también estuve muy activo en las plataformas contra la precariedad, ya que en aquel momento se implementaban esas primeras leyes de reforma laboral. Bueno, tuve una actividad en movimientos sociales y políticos muy elevada desde los catorce años hasta los “veintitantos”. Y aunque hay amigos que me dicen que no, que siempre he estado ahí, la verdad es que sí que hubo un momento en que yo lo “dejé”. Pero creo que eso es vital, es decir, lo “dejé” porque trabajaba y estudiaba y quise poder dedicarme a investigar durante algún tiempo, porque a veces investigando, muchas de las preguntas que te haces cuándo estás en movimientos, las respondes. Por ejemplo, yo vengo de la generación de la derrota, vengo de la generación que para nosotros éramos como los notarios… Los sandinistas perdían en Nicaragua, el muro de Berlín caía y parecía que el neoliberalismo iba a reinar, o sea, uno no entiende la magnitud que tuvo el zapatismo si no entiende ese momento. El zapatismo emerge en un momento donde toda la estrategia de guerrillas de Latinoamérica había periclitado, todas las estrategias de las izquierdas de aquí parecía que habían muerto, el neoliberalismo reinaba, se publica en ese momento El fin de la historia de Fukuyama, en economía se habla de la new economy que viene a postular que no habrá nunca jamás crisis económicas. Es decir, con una sensación de derrota absoluta y el zapatismo emerge como gran esperanza, porque además plantea una situación que estábamos viviendo también aquí. Lo que pasa es que ellos lo plantean de manera muy contundente. O sea, el zapatismo es la emergencia de una estrategia de la izquierda latinoamericana que plantea que la lucha no tiene que ser por el poder sino por liberar espacios. Es decir, es una guerrilla que dice: nosotros no queremos asaltar el Estado (que es lo que han dicho todas las guerrillas latinoamericanas durante la segunda mitad del siglo XX), sino que lo que vamos a hacer es construir nuestro propio espacio de desconexión, en este caso en la Selva Lacandona, y ahí vamos a construir nuestra propia sociedad. Por lo tanto, no hacemos el asalto sino que pedimos la desconexión. Y aquí pasaba algo parecido, sin tanta épica, pues se decía que la lucha que teníamos que realizar no era una lucha por el poder, sino que era una lucha desde la ética. Pero cuando llevas muchos años haciendo esto, también acabas diciendo: bueno, ¿y cómo se gana? Y esto me volcó mucho hacia el movimiento obrero y los movimientos sociales de los 60’s y 70’s. Porque, efectivamente, aunque la narrativa posterior sobre estos movimientos sociales era la de que eran movimientos derrotados, yo empecé a descubrir que no, que tenían victorias, y que habían ganado muchas cosas. Y creo que me apasione por esa investigación para responder una pregunta que para mí era básica: ¿cómo se gana?

P: Claro, ¿es el tema sobre el que hiciste tu tesis doctoral no?

R: Sí, básicamente cómo se establece una lucha, o sea, dentro del antifranquismo digamos que hay tres modelos de antifranquismo. El modelo épico o ético, que tiene mucha importancia, y es el de los maquis, el de la resistencia en los 40’s y principios de los 50’s, de hecho, tiene mucha importancia como referente ético, que no es menor, sobre todo para las generaciones posteriores. Hay un antifranquismo digamos más de militancia política, que es más de los 50’s, que justamente es el de las grandes derrotas. Y después hay un antifranquismo que es el de los movimientos sociales y la sociedad civil, y ese antifranquismo hace crecer tanto la militancia del antifranquismo político como al espacio ético y épico. Este antifranquismo nace de las mutaciones que permiten ligar el cambio político, o sea, la esperanza de derrocar el franquismo con el cambio de la vida de las personas. Y ahí (no me enrollare mucho, porque esto es la tesis) hay elementos que permiten desarrollar nuevas estrategias que son victoriosas y creo que para mí (aunque no creo que me lo plantease conscientemente) inconscientemente era muy importante certificar que nuestras luchas no eran solo unas luchas para reafirmarnos en nuestra ética, sino que sobre todo eran unas luchas para ganar, porque ganar significaba cambiar la sociedad.

P: Es evidente que en Cataluña hay una “rivalidad amistosa”, en ocasiones no demasiado productiva, entre las diferentes fuerzas progresistas para liderar el país.

R: A veces no muy amistosa… (risas).

P: (risas) De hecho, en su última ponencia política ERC explica su voluntad de convertirse en la izquierda nacional y en consecuencia el eje de las alianzas progresistas. ¿Piensas que es posible salir del bloqueo actual estableciendo acuerdos políticos compartidos que beneficien a todas las fuerzas políticas catalanistas y progresistas de cara al próximo horizonte electoral? Para que esto pase, ¿crees que es necesaria una “competencia virtuosa” como la que teoriza Íñigo Errejón?

R: Creo que la situación es diferente, es diferente lo que plantea Íñigo y lo que planteo yo. Lo que yo planteo es que hay un potencial de fuerzas para el cambio, para el cambio radical, para el cambio contundente. Pero estas fuerzas están atrapadas en una dinámica de bloques, entonces, una de nuestras tareas principales es liberar a esas fuerzas de estos bloques. Y a la vez, saber ver que la cuestión catalana también es una cuestión potencialmente transformadora de todo esto. Yo creo que ahí es dónde está el tema de construir un gran espacio, un gran bloque de cambio progresista que supere la dinámica de bloques. Lo que plantea Íñigo yo creo que es distinto, es decir, él está planteando la relación entre Podemos y PSOE. Pero no es por cuestionarlo, simplemente creo que son realidades distintas.

P: Quería preguntarte sobre algunos intelectuales o políticos que te han marcado, y el primero no podía ser otro que Salvador Seguí (El Noi del Sucre), ya que en tu libro Hegemonías dedicas todo un capítulo a reivindicar su figura, pues según tus argumentos ha habido una muy mala interpretación de lo que fue y representó. Además creo que también lo reivindicaste en alguno de los debates de investidura de este año como referente de tu catalanismo juntamente con Federica Montseny…

R: Salvador Seguí, básicamente, a mi me apasionó, sobretodo cuando me acerqué a su vida y a sus trabajos, porque creo que es una persona a la que siempre se ha querido ver como un precedente en potencia para legitimar líneas políticas. En el caso del catalanismo más conservador se ha querido establecer que Salvador Seguí, dada la importancia e impacto de su figura en las clases populares catalanas, sería como el anarquismo catalanista bueno que después la FAI destruyó, y por eso también la comparación con la figura de Federica Montseny. De hecho, las declaraciones que se atribuyen a Salvador Seguí en relación a la posibilidad de la independencia de Catalunya son una reconstrucción de los años 40’s que él no pronunció jamás. Y en cambio, Federica Montseny que se considera como el anatema porque es la FAI y porque eso va en contra de toda la tradición del catalanismo, tiene unos discursos pancatalanistas brutales porque Federica Montseny es profundamente populista en la guerra, y hace populismo y nacionalpopulismo. Pero Salvador Seguí no es un intelectual, es un hombre de acción, y por tanto, es difícil reseguir cuál era su proyecto político. Y también se lo utilizaba como justificación de proyectos políticos posteriores de raíz marxista, pero a mi no me interesaba tanto qué justificaba a Salvador Seguí sino lo que defendía Salvador Seguí. Y me parece apasionante porque plantea cosas en la práctica política que son muy gramscianas, pero gramscianas avant la lettre (antes de Gramsci sobre la lucha de la hegemonía) sobre la necesidad de estrategias plurales… Que me parecen de una relevancia absolutamente enorme, y por eso me apasione por su vida, y por su muerte…

Además, Salvador Seguí no fue reivindicado posteriormente porque la cultura política de izquierdas en Catalunya se construyó posteriormente sobre las claves del marxismo, y en la medida en que él provenía de otra cultura que era la libertaria, quedó fuera de la codificación posterior o del debate posterior. Y a mí me interesaba reivindicar esa figura como una figura central de la configuración del árbol de la libertad en Catalunya, o del árbol de las izquierdas. Entre otras cosas, porque él era el dirigente del sindicato de masas más importante que había, comparado con otros dirigentes que a veces se han reclamado y ni tenían la capacidad ni estaban en el lugar que estaba Salvador Seguí.

P: Siguiendo con tu libro, también haces una reivindicación del historiador E.P Thompson, y tengo que reconocer que me fascinó como cuentas la confrontación entre Thompson y Althusser, y la crítica que haces del estructuralismo de Althusser… ¿Podrías explicárnoslo un poco? Sobretodo porque E.P.Thompson es poco conocido en nuestra país fuera de los estudios historiográficos…

R: ¡Pero fue muy relevante! E.P. Thompson fue uno de los grandes dirigentes europeos durante la Guerra Fría, por la lucha contra la Guerra Fría. De hecho, estuvo en la Universidad Autónoma… Y era la segunda personalidad política más citada en Inglaterra después de la reina, lo digo porque a veces reducimos la figura de Thompson a su dimensión historiográfica. De hecho, él llegó a la historiografía des del activismo, él era un militante posterior a la Segunda Guerra Mundial, después se fue del Partido Comunista de Gran Bretaña, esa marcha acabó con la fundación de un nuevo movimiento que fue la New Left que tuvo una relevancia absolutamente enorme en el nacimiento de la primera nueva izquierda, muy en términos de codificación de una tradición británica de la cultura popular. Eso le llevó a escribir libros sobre historia, para ver qué era esa tradición y después lo dejó, volvió al activismo y después volvió a la historiografía. O sea que tuvo varias entradas y salidas, pero por lo que respecta a su dimensión política, el problema es que tanto en Catalunya como en España nuestra tradición está mucho más marcada por Francia que por el mundo anglosajón, pero eso no quiere decir que esa tradición sea más relevante. Para mí, Thompson en el campo de la historiografía es el mejor historiador de todos los tiempos, bueno, cada uno tendrá el suyo, pero para mí es el mejor de todos los tiempos.

Además, es un historiador al que se le ha acusado de ser un empirista, un culturalista, alguien apegado sólo al caso concreto, pero yo creo que justamente eso es la máxima expresión de la tradición marxista, es decir, que los universales se explican en constelaciones concretas y se construyen entre constelaciones concretas. Frente al debate del marxismo europeo que era un debate muy teórico y codificado. Y a mí me gusta Thompson, aunque en lo teórico es bruto porque hace afirmaciones que no… Pero esa vitalidad me encanta muchísimo más que otras tradiciones del marxismo. Asimismo, su visión del comunismo libertario para mí era claramente compartida. El primer libro que yo leo de Thompson, creo que tenía 14 o 15 años, es Tradición, revuelta y conciencia de clase (1979) que es un planteamiento brutal que es completamente inverso al que se había hecho des del marxismo sobre qué es la conciencia de clase. Es decir, cómo la conciencia de clase define la clase y no la clase la conciencia, era algo, para mí, absolutamente innovador. En eso creo que sigo siendo un rara avis, ya que la mayoría de la tradición en Catalunya y en España, incluso la lectura de Gramsci, es una lectura que pasa por las escuelas del estructuralismo y el posestructuralismo, y esa es la visión (que tiene cosas buenas, ahora no voy a entrar aquí en polémica). Pero mi tradición no tiene nada que ver con el estructuralismo y el posestructuralismo, nada. Por tanto, creo que era mucho más fácil acercarme a Thompson.

P: El año pasado se celebraron 50 años del libro Catalanisme i Revolució Burgesa de Jordi Solé Tura, y en los distintos actos que se celebraron, se demostró que aún hoy sigue siendo un libro polémico. ¿Que representó este libro para ti? Y, ¿Qué crees que representó para la izquierda catalana (y de rebote española)?

Significó mucho para la izquierda española. Porque ese libro es el que explicó a la izquierda española lo que era el catalanismo y por eso provocó la polémica, porque había muy pocos libros que lo explicaran. Y además este lo explicaba con un esquema marxista que era comprensible para la izquierda española. Es decir, la dimensión del tema nacional por primera vez era explicada a la izquierda española en un lenguaje que lo codificaba en categorías marxistas y, por tanto, tuvo un impacto absolutamente enorme. La vigencia actual de ese libro en términos historiográficos, yo creo que es poca, su esquema de considerar que el republicanismo catalán era un movimiento pequeño burgués que no tenía nada que ver con las clases obreras me parece un esquema absolutamente superado, clarísimamente, porque es justamente una visión marxista, pero marxista de los años 60’s. El libro, en realidad, se tenía que llamar “El pensamiento de Prat de la Riba”, y en realidad el libro es eso, es una tesis sobre Prat de la Riba. Después, dentro de Catalunya, yo creo que el impacto fue más la construcción negativa de lo que planteaba Jordi Solé Tura, porque ese libro cabreó a mucha gente. Pero cabreó a mucha gente por varias cosas, en primer lugar, porque mucha gente pensó que de estas cosas no se podía hablar, es decir, es evidente que había una codificación des de la burguesía al catalanismo y, además, esa codificación tenía elementos antidemocráticos, y eso en un contexto de dictadura franquista, personas relevantes del catalanismo pensaron que era ofrecer armas al enemigo, y, por tanto, ese es el primer argumento político para machacar a ese libro. En segundo lugar, es el planteamiento de Solé Tura de que el catalanismo tiene un origen burgués y que, por lo tanto, en un contexto de mucha “marxistización” (y lo digo en términos de vulgarización del marxismo), mucha gente pensó que si se afirmaba que el catalanismo tenía un origen burgués eso era una forma de desacreditar al catalanismo, y lo machacaron también por esto. Y esto llega a extremos, incluso divertidos, pues en realidad lo que Jordi Solé Tura acaba diciendo es que el catalanismo tiene un origen burgués pero que la verdadera liberación nacional catalana vendrá el día que las clases obreras y proletarias hagan de la reivindicación de la emancipación nacional su propia reivindicación, y que sólo entonces vendrá la verdadera emancipación nacional. Pero esto es una copia de Maurín, que no cita, que eso es un clásico, es como los que copiaban a Trotski y no lo citaban. Es una copia de Maurín que lo había afirmado en un artículo del año 1935, que, en realidad para más inri, era una copia de otro intelectual de principios de siglo muy importante y desconocido que es Gabriel Alomar. Gabriel Alomar, hizo tesis que han sido centrales para la política catalana pero que, al ser un intelectual más de conferencia que de escritura, era muy copiado y poco citado. Alomar es el que se inventa ante el fenómeno lerrouxista la idea de las tres fases del catalanismo: un catalanismo burgués, después pequeño-burgués y después proletario. Paradójicamente, Gabriel Alomar es de la Unió Federal Nacionalista Republicana, que es la primera expresión del catalanismo de izquierdas. O sea, en realidad esa es una tesis que nace en el corazón del catalanismo progresista, es la máxima ironía. Porque la máxima ironía es ver también a dirigentes independentistas de izquierdas a veces afirmar que el “soléturismo” es muy peligroso y que las tesis de Maurín son las que tienen razón, cuándo es lo mismo. Eso tiene que ver con la confusión que muchas veces ha tenido el catalanismo de izquierdas y progresista sobre su propia tradición y ha hecho que muchas veces se haya creído lo que le contaba el catalanismo conservador sobre su propia tradición. Y es uno de los grandes problemas que tiene el progresismo en este país.

P: Ya para terminar, solo a modo de conclusión, quería hacerte una pregunta breve: ¿Encontraste la mesa de Lluís Companys cuando fuiste al Palau de la Generalitat?

R: ¿La encontramos no?(se ríe buscando la mirada cómplice de su asesor Adrià).

La mesa aún estaba allí, pero creo que aunque haya un presidente que la ocupe, esa mesa sigue vacía.

 

 

 

 

Autores: Roc Solà y Blai Burgaya