Por Christian Ferreiro (@CHFerreiro)
Publicamos esta entrevista en colaboración con Nortes. Puedes leer la versión en asturiano en el siguiente enlace: https://www.nortes.me/2020/12/06/una-constitucion-que-nun-se-reforma-acaba-morriendo/
Xavier Domènech (Sabadell, 1974) es historiador y activista en diversos movimientos, entre ellos el 15-M, fue comisionado de Estudios Estratégicos y Programas de Memoria del Ayuntamiento de Barcelona y cabeza de lista en las elecciones generales de 2015 por En Comú Podem. Posteriormente, fue coordinador general de Catalunya en Comú y secretario general de Podem Catalunya. Fue cabeza de lista de Catalunya En Comú Podem en las elecciones al Parlamento de Cataluña de 2017. El 4 de septiembre de 2018 anunció que dejaba sus cargos y renunció a su escaño en el Parlament. Tras su paso por la política, retoma su labor como profesor de Historia de la Universidad Autónoma de Barcelona. Hablamos con él a propósito de su reciente libro, Un haz de naciones. El Estado y la plurinacionalidad en España (1833-2017) (Ediciones Península, 2020).
En el segundo capítulo, citas la idea de Borja de Riquer de que “se atribuye el nacimiento de los proyectos nacionales alternativos [nacionalismo vasco, catalanismo, galleguismo, etc.] al fracaso de la nacionalización española”, y tú diferencias entre ‘nación cultural’ y ‘nación política’. ¿En qué consisten ambas ideas de nación? ¿De qué manera se relacionan en la actualidad?
No creo que se distingan demasiado. Hay una lógica histórica y una lógica normativa, y la distinción tiene que ver más en la legitimación de la nación que una distinción real. Es decir, la idea moderna de nación surge de dos fuentes, grosso modo: una, la Revolución Francesa, que entiende la nación como un contrato ciudadano que se plasma en la Constitución y que es un ámbito de construcción política en un territorio determinado, sin ningún elemento cultural o étnico en su construcción; y otra, la concepción más cultural, de ámbito germánico, que entiende que la nación es aquellos que comparten una cultura común.
En el caso francés, sí hay un proceso de nacionalización fuerte. Pensemos que, en un momento inicial de la Revolución Francesa, de unos 30 millones de habitantes, solo 6 millones utilizaban la lengua francesa. En el caso de las naciones culturales, las grandes definiciones de naciones culturales son Alemania e Italia, que justifican la necesidad de tener un Estado propio a partir de una nación cultural. Por tanto, son dos caras de un mismo fenómeno nacional, y es una dinámica de colocación: aquellas naciones que son Estados-nación se autolegitiman a partir de un contrato social, y aquellas naciones que no tienen Estado, se tienen que legitimar a sí mismas a partir de una cultura. ¿Eso significa que las naciones culturales no son un proyecto político? No: son un proyecto político. ¿Eso significa que los Estados-nación no son naciones culturales? No: son naciones culturales; y el caso español es muy evidente. Durante la construcción del Estado liberal del siglo XIX, su legitimación provine inicialmente de una construcción cultural, sobre todo a partir de los años 40 del siglo XIX con la Constitución de 1845. Es más, ya a finales del siglo XIX, se ve muy claramente que la matriz de la construcción cultural de la nación española es Castilla y la cultura castellana.
En realidad, y esto los teóricos actuales lo tienen muy estudiado, no existe diferencias entre ‘nación política’ y ‘nación cultural’. Conceptualmente se puede diferenciar ambas ideas de nación, pero realmente es una construcción legitimadora y normativa de los proyectos políticos. Una nación siempre se construye como un proyecto futuro, de proyección política, pero también se construye desde el pasado, con los elementos culturales. En España, ya en los años 90, el PSOE intentó integrar la idea de ‘patriotismo constitucional’, surgida del filósofo alemán Habermas, pero no la tomaron completamente. Habermas partía de una reconstrucción de la tradición histórica muy potente, y aquí hacían ver que eso no existía. Y el PP hizo bandera de esta misma idea a partir del año 2000. Esto puede llevar a absurdos como pensar que la nación española nace el día que nace la Constitución de 1978, y que todo viene de la Constitución de 1978.
El debate del Estatut de Cataluña en 1932, en el inicio de la Segunda República, representó la esencia de la cuestión catalana y marcaría la opinión política sobre el tema en 1978. Pero rescatas la figura de Amadeu Hurtado, representante de la Minoría Catalana, quien subrayó que el pacto entre Cataluña y la República era político, y proclamaba que “la expansión del espíritu ciudadano, cuyo impulso salió de las tierras catalanas hace más de treinta años, hará desaparecer (…) no ya la monarquía, sino el sentimiento monárquico que ha quedado aún dentro de España”. ¿Hay posibilidades de que en un futuro más cercano que lejano España logre desprenderse de la monarquía?
Cuando se debate la cuestión nacional en la Segunda República, básicamente se discute la cuestión catalana. Y, a partir de la cuestión catalana, se discute la nación española. Esto sucede de manera reiterada en el tiempo: la forma de definir España es a través de los otros proyectos nacionales.
Ese debate se ha presentado hasta la saciedad como un debate entre Azaña y Ortega y Gasset, en el sentido de que ahí se encuentra la esencia de la comprensión del tema catalán. Me sorprendía mucho que en un debate sobre el Estatut de Catalunya los dos únicos que hablaran fuesen dos castellanos, además de que Ortega formaba parte de un grupo extremadamente minoritario dentro del arco republicano, con muchos menos escaños que Esquerra Republicana de Catalunya a pesar de que el grupo de Ortega se había presentado a las elecciones en el conjunto del Estado. Se sobredimensionó la importancia política de la intervención de Ortega y Gasset a partir de 1978 para educar a la clase política española. Ortega no triunfa en 1932, ya que su concepción de España fue poco relevante, pero sí en los años 70 mediante el PSOE. El New York Times, en la noche que el PSOE gana las elecciones en 1982, lo describió como la victoria de unos jóvenes nacionalistas, y en parte tenía razón. Alfonso Guerra dijo en esa victoria, refiriéndose a la frase de Ortega, que por fin España “estaba vertebrada”.
Ortega no triunfa en 1932, ya que su concepción de España fue poco relevante, pero sí en los años 70 mediante el PSOE. Alfonso Guerra dijo en esa victoria, refiriéndose a la frase de Ortega, que por fin España “estaba vertebrada”.
Hay que fijarse quién más estaba en este debate que sí tenía relevancia, como Niceto Alcalá-Zamora, a la sazón Presidente de la República, cordobés con una visión distinta de España, además. También estaba Alejandro Lerroux, absolutamente importante su voto favorable al Estatut. Y en este debate, había un catalán: Amadeu Hurtado, cuyo discurso, que nada tiene que ver con el discurso esencialista de Ortega, es muy propio del catalanismo progresista, y que se ha ido reiterando con el tiempo: las fuerzas republicanas catalanas como posibilidad de transformar España. En esto, Hurtado entiende que el pacto es de carácter político para la transformación, no solo de Cataluña, sino también de España. De hecho, Hurtado solo le dedica a Ortega dos frases, diciéndole aquello de que “ustedes eran monárquicos y se han hecho republicanos en el último momento, pero los que éramos republicanos desde hace tiempo, como el señor Azaña y otros, partimos de una República y del fin de una Monarquía”. Ahí hay un análisis conjunto, también en el discurso de Azaña, de que los grandes problemas de España vienen con la instauración de la dinastía borbónica en 1714 y el pacto entre la dinastía y los liberales en los años 30 del siglo XIX, y que transformar España pasa por rehacer esa situación.
¿Hay posibilidades de que la Monarquía deje de existir en España? Sí. De hecho, no ha habido ni una sola generación de la dinastía borbónica, desde principios del siglo XIX con Fernando VII, que no se haya exiliado: Fernando VII, María Cristina, Alfonso XIII, Isabel II… Y ahora Juan Carlos I. Puede que a Felipe VI no le ocurra, pero sería el primero en toda una dinastía. Ahora mismo, está en una crisis muy grave de legitimación. ¿Eso puede conllevar a que haya una alternativa republicana? No lo sé. Pero no veo indicios de que la situación de la Monarquía en España vaya a mejorar, y de hecho está empeorando.
En 2008 se llega al cénit del mito de Juan Carlos I como salvador de la democracia y comienza su declive hasta nuestros días. Recientemente, la Plataforma de Medios Independientes, entre los cuales está Nortes, financió mediante crowdfunding una encuesta realizada por 40dB. Los resultados, a pesar de la modesta muestra (3.000), fueron los siguientes: 40’9%, apoyo República; 34’9%, apoyo Monarquía; 12’9%, indecisos. ¿Las fuerzas políticas en España están en condiciones de activar políticamente el republicanismo?
En el libro, creo que comparo los datos de la encuesta realizada por Sigma Dos en 2013 con los datos de otra encuesta realizada en Cataluña sobre la independencia. Cuando se preguntaba “¿Usted cree que tendría que haber un referéndum sobre la Monarquía?”, salía cerca de un 60-70% que “sí”. Este número era bastante parecido al número de gente que en Cataluña estaba dispuesta a votar por la independencia. Sin embargo, en Cataluña se activó políticamente esa realidad, como es evidente, y en España no.
Pero creo que esto está sucediendo ya: se va a tardar más o menos. Ahora mismo, en el Gobierno de España hay un partido, Podemos, que no es monárquico. El PSOE ha sido el puntal muchas veces de la Monarquía, ya que ha sido el que más veces ha gobernado en España, y lo ha sido incluso más que el PP, porque creo que hay una tradición de derechas que no es monárquica. Pero al PSOE le va a ser cada vez más costoso mantener esto. Ha habido declaraciones de dirigentes socialistas valencianos, de Mallorca, etc. que consideran que no se puede sostener la idea de que los casos actuales de fraude fiscal de Juan Carlos I no tienen conexión con el rey actual, puesto que la Casa Real tenía esa información desde hace más de un año, ya que se la enviaron desde un despacho de abogados de Gran Bretaña, y no se dijo nada ante esta evidencia. La Casa Real solo se pronunció mediante una nota el día que se declaraba el Estado de Alarma por la Covid-19, en marzo cuando toda España estaba pendiente de ello, para que no trascendiera. Si esto se va reiterando en el tiempo, y todo parece indicar que así será, será difícil sostener esta cuestión y en algún momento se tendrá que debatir abiertamente. Recordemos que la Casa Real aún no ha dicho nada sobre esto, ¿qué va a decir Felipe VI en el discurso de Navidad?
¿Crees, entonces, que sigue habiendo una tradición de derecha no monárquica?
Hay una tradición de derechas que no es monárquica, como el falangismo; pero era fascista, no lo estoy alabando. Creo que es público y notorio que las relaciones del rey Juan Carlos con Felipe González eran mucho mejores que con José María Aznar. De hecho, Aznar construyó una imagen del poder que era casi de una presidencia republicana. De derechas, muy de derechas; pero republicana. Incluso, la boda de la hija de Aznar es casi una boda real.
Creo que la derecha va a defender la Monarquía prácticamente hasta el final, en la medida en que, para ellos, defender la Monarquía es defender el sistema. Ahora bien, si en algún momento ven que eso es insostenible, puede haber perfectamente corrientes de derechas no monárquicas.
La reforma del Estatut de Cataluña en 2006 se sitúa en el marco en que, por primera vez en el bipartidismo imperfecto, se establecía una mayoría parlamentaria no con el apoyo de los nacionalismos conservadores, sino los progresistas: PSOE, ERC, BNG, IU y la Chunta Aragonesista. Dices que esta reforma del Estatut era una relectura sobre el desarrollo del modelo territorial de la Constitución de 1978, y cuya voluntad última era construir España. Teniendo en cuenta que históricamente el catalanismo siempre ha tendido esta voluntad de transformar España, ¿qué voluntad hay en la actualidad en el catalanismo respecto de España, habida cuenta de los acontecimientos recientes (1 de octubre, discurso de Felipe VI, sentencia del procés, etc.)?
De matriz, el catalanismo siempre ha sido una propuesta de reconstrucción de España, desde sus orígenes, como también el galleguismo o el andalucismo. No así el nacionalismo vasco, que siempre ha sido una propuesta de construcción de Euskadi. Esto de matriz, pues las diversas activaciones que hay en cada momento pueden ser diferentes.
El catalanismo siempre ha sido una propuesta de reconstrucción de España, desde sus orígenes, como también el galleguismo o el andalucismo. No así el nacionalismo vasco, que siempre ha sido una propuesta de construcción de Euskadi.
Dentro del catalanismo, que siempre había sido de tradición federal, en el momento en que una parte muy importante se hace independentista, desaparece ese proyecto de transformar España. Esta mutación del catalanismo, que tenía una perspectiva muy inmediata de 18 meses para la consumación de una República Catalana, no se realizó en su momento, y por el momento parece que tampoco ocurrirá. Ahora mismo, hay un conjunto de fuerzas soberanistas con proyectos nacionalistas alternativos al del Estado: el caso gallego, el caso vasco –ya no del PNV, sino de la izquierda abertzale–, el caso del valencianismo, etc. Todo esto está participando de una configuración de poder completamente nueva. Es verdad que con Zapatero se da la primera vez que el bipartidismo imperfecto buscará apoyos ya no en CiU o en el PNV, sino en fuerzas progresistas. Pero el gran cambio vino con el fin del bipartidismo, que conllevó que ahora las coaliciones sean muy amplias y que ese tipo de fuerzas tengan un papel fundamental. Esquerra Republicana de Catalunya está jugando ahora mismo ese papel, es algo evidente. Tanto es así que ahora mismo el debate es la armonización fiscal y cómo la Comunidad Autónoma de Madrid hace o no dumping fiscal. ¿Esto será sostenible en el tiempo? Creo que tendrá que ver con que esto no se haga a partir de mayorías forzadas y artificiales mediante el miedo a Vox, sino a partir de construcción de agendas compartidas. Si se procede así, se pueden solidificar mayorías a largo tiempo alternativas a las tres derechas, y además se puede explicar mucho mejor al conjunto de la población que hay de fondo un proyecto compartido. ¿Compartido en todo? No, evidentemente; pero sí una buena parte del camino. Y esto es lo que pone realmente de los nervios a las derechas. Vemos ahora la reacción de los generales jubilados, cómo está la derecha totalmente descompasada, Ciudadanos parecía que podía jugar un papel central y había mucho interés de que así fuese por parte de grandes poderes, pero parece que no va a ser así…
Esto es una realidad. Y cuando se ha intentado negar esta realidad, ha acabado transformando el Congreso de los Diputados. Pero ahora hay que ver si esta realidad se puede convertir en un proyecto.
¿Te imaginas a Ada Colau como presidenta del Gobierno?
No tengo ni idea si Ada quiere eso, no lo sé. Primero tendría que haber unas elecciones, y parece que ahora mismo habrá estabilidad. Paradójicamente, creo que tendremos una legislatura larga, después de tantos años. Y después habrá que ver quiénes son los candidatos: ahí están Pablo, que no sé si va a repetir o no, Irene, Yolanda y demás gente que vive más en esa política estatal. Y no sé si Ada tiene esa pretensión.
Reflexionas sobre la soberanía como el campo desde el que construir un bloque histórico y la lucha por la hegemonía, ya que toda alternativa se funda en la construcción de un proyecto nacional alternativo. A pesar de la voluntad clara de Pablo Iglesias de formar “un bloque de dirección de Estado con sentido histórico”, ¿se está en condiciones de una vía reformista o rupturista?
Vamos a situarnos primero, no en lo propositivo, sino en el bloqueo. Es cierto que se ha superado la fase en la que el bipartidismo no aceptaba la realidad que existía, que llevó al bloqueo político desde 2015 hasta 2018 con la moción de censura, y finalmente el PSOE aceptó que había una mayoría alternativa, la cual siempre había negado. Pero esto se ha superado en la medida en que se ha constituido un gobierno alternativo al del Partido Popular. Sin embargo, la crisis de bloqueo grave es la constitucional. Esto se ve clarísimamente en el problema del Poder Judicial, pero se ve también en la propia Constitución. La Constitución de 1978 se inspira en la Constitución de Bonn, a pesar de que esta se reformó 60 veces en 40 años. En cambio, la Constitución española solo se ha reformado dos veces: en 1992, por el Tratado de Maastricht; y en 2011, para la reforma del Artículo 135 y meter en la matriz constitucional el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea. Pero nunca se ha reformado por cuestiones internas. Y una Constitución que no se reforma acaba muriendo. Además, los mecanismos de reforma son complejos técnicamente. Creo que este bloqueo se va a intentar solucionar mediante leyes orgánicas, como la ley orgánica del Poder Judicial, que es la que más recientemente se ha puesto encima de la mesa, probablemente también la ley de reforma del referéndum, la ley de financiación de las Comunidades Autónomas, y también una ley de reforma del Tribunal Constitucional, ya que la reforma que hizo el PP en 2015 se considera una anomalía desde Europa…
La Constitución de 1978 se inspira en la Constitución de Bonn, a pesar de que esta se reformó 60 veces en 40 años. En cambio, la Constitución española solo se ha reformado dos veces: en 1992, por el Tratado de Maastricht; y en 2011, para la reforma del Artículo 135.
¿Va a ser suficiente un camino de leyes orgánicas para superar el bloqueo? Creo que no, y al final tendrá que hacerse una reforma constitucional. Si se hace una reforma constitucional, pero no se ha hecho previamente un pacto plurinacional sistémico, más allá del Congreso, el referéndum para la reforma constitucional se va a convertir en muchas cosas en muchos sitios. Por ejemplo, en Cataluña ese referéndum puede ser un referéndum para la independencia. Por eso, no se atreverían a hacer una reforma constitucional sin haber solucionado el tema de Cataluña. Evidentemente, la vía que se va a practicar ahora será la reformista, y, además, en el caso del PSOE, solo cuando no haya ninguna otra posibilidad se va a encarar esto.
En la medida en que la vía reformista de leyes orgánicas se vaya encontrando con problemas, puesto que depende de mayorías absolutas y es reversible, se tendrá que abrir el melón de la reforma constitucional. Cuando esto ocurra, de facto, da igual si se le llama reformista: será un proceso constituyente. En la medida en que no se han hecho reformas previamente, el nivel de presión es tan alto que se va a tener que discutir de todo, desde la Monarquía, la plurinacionalidad, etc., de las que llevamos 40 años sin poder discutir. Si se hubiese hecho como en Alemania, probablemente no pasaría esto. Esto no creo que vaya a suceder más tarde de una década.
Sin embargo, en tus reflexiones sobre la soberanía, en ningún momento la vinculas con el populismo, un fenómeno contemporáneo que pretende restaurar la centralidad política de la soberanía popular. ¿Cuál crees que es la relación entre soberanismo y populismo?
Los diversos movimientos soberanistas han tomado formas populistas, aunque no siempre. Y esto puede tener versiones progresistas, de derechas, etc. Los grandes movimientos progresistas en Latinoamérica de las últimas décadas han sido básicamente movimientos soberanistas. Trump también tiene que ver con una reivindicación de la soberanía, pero con un contenido radicalmente diferente de extrema derecha. Por esto, el soberanismo y el populismo tienen diferentes formas; pero, en la medida en que se reivindica una construcción de la soberanía nacional o popular, eso toma forma de reivindicación del pueblo. La reivindicación del pueblo tiene tintes populistas. Cuando se habla de populismo, se vuelve todo muy complejo, ya que se le atribuye una serie de elementos negativos. Probablemente se hubiera dicho que los de la Revolución Francesa eran unos profundos populistas, a pesar de que hoy nadie lo diría.
La cuestión del derecho a decidir empieza a tomar forma en España con la influencia internacional de la resolución en 1998 del Tribunal Supremo de Canadá, respecto del referéndum sobre la independencia de Quebec. A partir de las repercusiones de la sentencia del Tribunal Constitucional en 2010 sobre la reforma del Estatut catalán, personas nada sospechosas de ser soberanistas, como Francesc de Carreras (mentor intelectual de Ciudadanos) o Francisco Rubio Llorente (constitucionalista del PSOE, ex vicepresidente del TC), se pronunciaron en aquella época en favor de realizar un referéndum tomando como ejemplo el caso de Canadá y Quebec. ¿Qué motivó el cambio de relato en una parte de la opinión política española al respecto? ¿Puede cambiar la tendencia?
Hubo una resolución posterior del Tribunal Constitucional, para anular una declaración de soberanía del Parlament de Catalunya, que dice claramente que la cuestión del derecho a decidir no es inconstitucional; tiene que verse, en todo caso, cómo se realiza. Pero no es inconstitucional. Tenemos a Francesc de Carreras, alma mater y uno de los grandes referentes intelectuales de Ciudadanos, en un artículo de La Vanguardia defendiendo exactamente el derecho que defendería en su día Podemos o los Comunes, en favor de la celebración de un referéndum en Catalunya. Francisco Rubio Llorente, catedrático de Derecho Constitucional, de una influencia enorme en el PSOE, diciendo exactamente lo mismo. Hay un momento de apertura que, en gran parte, tiene que ver también con esta doctrina que estableció la Corte Suprema de Canadá. Si lees la sentencia, es preciosa porque es absolutamente razonable todo lo que dice, de una inteligencia jurídica y democrática enorme. Después de leer muchas sentencias del Tribunal Constitucional español, la de la Corte Suprema de Canadá me pareció una maravilla.
En el libro, hay una tesis de fondo que es la siguiente: siempre nos fijamos en las matrices de Gobierno y partidos políticos, pero hay una realidad de fondo que es la configuración del Estado español a partir de mediados del siglo XIX.
Hay una reacción de una parte del Estado, de aquellos que creen ser servidores del Estado y que tienen poder para presentarse como tal. En el libro, hay una tesis de fondo que es la siguiente: siempre nos fijamos en las matrices de Gobierno y partidos políticos, pero hay una realidad de fondo que es la configuración del Estado español a partir de mediados del siglo XIX, y las continuidades que se establecen en esa configuración. Así como la Segunda República no fue federal, y en libro se explica por qué motivos no es así, a pesar de que había una mayoría clara que quería que fuera federal inicialmente, de la misma forma esa apertura hacia el derecho a decidir en 2012-2014 se cortó de golpe, y creo que ahí hubo gente dentro de los distintos partidos políticos que se consideraban a sí mismos como servidores de España, en el peor sentido de la palabra, pues no hay peor patriota que el servidor de la patria. No solo el caso de Rubio Llorente, sino que también el PSC aprobó la cuestión del derecho a decidir y fue a las elecciones con esto. De hecho, al PSC, a cambio de renunciar al derecho a decidir, se le ofreció en la Declaración de Granada la construcción de un Estado federal en España, que no se realizó tampoco. Eso tiene que ver con toda una movilización de una serie de sectores del Estado que lo cortaron. Rubio Llorente, que era un catedrático muy importante, no se dejó influir para nada por las decisiones políticas del PSOE. Ahí hubo probablemente gente del PSOE con nombre y apellidos que decidieron que servían al Estado, o al menos a su propia concepción del Estado. Recordemos que el rey no simboliza la unidad de España. Simboliza la unidad y permanencia del Estado, que es algo interesante.
Parece la concepción de Hegel del Estado.
Claro, es la máxima expresión de la cosificación y de la alienación. Cuando escuchas a Carlos Lesmes presentarse como el servidor del Estado y apelar a la existencia de un Espíritu del Estado, es eso. ¿El Espíritu existe? Existe en tanto en cuanto hay gente que cree que existe, aparte de ellos mismos. Carlos Lesmes es un productor de esa cosificación. Esto es interesante, porque si es una cosificación, entonces significa que se puede descosificar y transformar.
En el horizonte próximo, están las elecciones catalanas al Parlament de Catalunya. En principio, parece que se podrían llegar a presentar hasta 10 candidaturas: Junts, CUP, PNC, PDeCAT, ERC, Catalunya en Comú-Podem, PSC, Cs, Vox y PP. ¿Qué papel puede jugar el catalanismo soberanista de izquierdas? ¿Sería posible un gobierno CUP-ERC-Comuns? ¿O habrá reedición Junts-ERC?
Todo apunta a que habrá una reedición Junts-ERC. La primera disyuntiva es si gana ERC o si gana Junts. Si el margen de diferencia de escaños entre Junts y ERC es corto, creo que habrá una reedición Junts-ERC. Pero también influirá el resultado que saquen los Comunes, CUP, etc.
Lo que tengo en duda en estas elecciones es el Covid. Estas elecciones se convocan en clave de procés, en el sentido siguiente: estas elecciones tendrían que haberse convocado mucho antes, y no ha sido así porque a Junts le interesaba que no se convocasen. En la medida en que se ha tardado en convocar, la crisis del Covid se ha hecho más grande. Creo que pueden acabar pagándolo, y por ahí puede haber sorpresas. Es, además, una situación muy bloqueada porque no se ha avanzado efectivamente en la situación de los presos, de los líderes políticos y sociales del procés, a pesar de hablar de la reforma. Todo esto hace difíciles grandes movimientos de bloques.
A pesar de que las encuestas apuntan a una reedición Junts-ERC, lo cierto es que sería muy increíble que así lo hiciera, porque es muy evidente que no se pueden ver. Y esto no es un problema solo de que no se soportan, sino que las estrategias políticas que hay encima de la mesa son diversas: parece claro que ha habido un viraje de ERC hacia un nuevo tipo de estrategia, aunque no una renuncia a sus objetivos finales, en consonancia con lo que están haciendo la izquierda abertzale, el Bloque Nacionalista Galego y otras izquierdas soberanistas a nivel del Estado. Y en el caso de Junts, no sé exactamente lo que hay, pues parece que hay mucho simbolismo y mucha retórica, pero no hay ninguna estrategia clara. Básicamente, se trata de calificar a todos de traidores, mientras ellos son los guardianes de las esencias, pero sin explicar qué significa eso en términos de política práctica. La posición actual de Laura Borràs y de Junts es claramente de evitar que haya una alternativa, porque ahora mismo solo pueden pactar con ERC, no tiene más capacidad de alianzas. Solo se pueden mantener en el gobierno atrapando a ERC en su lógica. Hace poco decían “no solo no vamos a pactar con ningún partido del 155, sino que no vamos a aceptar ningún voto de ningún partido del 155”. Es decir, está intentando que ERC diga lo mismo, y de este modo, cortarle las alas de alianzas alternativas. Veo que Junts tiene una posición de mantenerse en el gobierno, pero después tendrían 4 años para gobernar, y ahí tendrán que establecer alguna línea estratégica.
Tengo esperanzas de que haya un gobierno absolutamente nuevo. Creo que Cataluña lo merece.
Si gobernasen Junts y ERC juntos, al día siguiente tendría que cambiar todo. Nadie ha sabido de qué iba exactamente esta legislatura, y no creo que sea sostenible una próxima. De todas formas, yo tengo esperanzas de que haya un gobierno absolutamente nuevo. Creo que Cataluña lo merece. Sin embargo, creo que difícilmente ERC hará ese movimiento tan atrevido con la CUP y los Comunes. Pero el día 14 de febrero, el día de los enamorados, lo sabremos.