Por Blai Burgaya Balaguer

 

Hoy he estado en Vic, la capital de Osona, que es una de esas pequeñas ciudades del interior de Catalunya dónde el ayuntamiento siempre ha sido gobernado por CiU (para ser más concretos, hasta 2015 todos los alcaldes democráticos habían sido de Unió). Hay algo que me ha impresionado mucho cuando he pasado por la Plaça Major: hay muchísimos balcones con esteladas, banderas del Sí y carteles de Llibertat Jordis, de hecho, son minoría los balcones dónde no hay nada colgado. Además, hay una pancarta del tamaño de una vela de barco en medio de la plaza que cuelga del edificio del ayuntamiento. También en medio de la plaza, hay una performance continua, que es esa pequeña estructura que representa una celda de cárcel, dónde algunos ciudadanos se meten dentro un par de horas en solidaridad con los Jordis y los exconsellers. Sin querer ahondar mucho en este tema, me parece que esta performance es una estupidez, es decir, es como si, por ejemplo, en solidaridad con la pobreza alimentaria, yo organizo una huelga de hambre de dos horas.

A lo que íbamos, la Plaça Major de Vic. La imagen que había ante mis ojos, me ha recordado a alguna escena de la película Ocho apellidos catalanes, sobretodo esa secuencia en la que todo un pueblo se cubre de esteladas para que la abuela del protagonista siga creyendo que vive en una república catalana, si la habéis visto os podéis hacer una idea de lo que estoy hablando. En ese momento, lo primero que me ha venido a la mente ha sido que, la parodia se ha hecho realidad.

Es muy significativo que mientras que la ordenanza municipal de la ciudad prohíbe cualquier modificación estética de las fachadas (como en muchas ciudades españolas), lo que incluye colgar cosas en los balcones, nadie ha dicho nada al respecto, ni una sola queja. Y aun es más significativo que, en plena campaña electoral, el ayuntamiento no esté respetando las normas de neutralidad de las instituciones públicas.

Todo esto, denota que para ellos no hay nada raro en eso. En otras palabras, para ellos, no hay nada de antidemocrático en el hecho de querer mostrar a todos los visitantes que allí la identidad solo es una, y muy concreta. Seguramente, si hubiera algún pueblo en el que eso pasase en el sentido contrario, esto es, un pueblo que tuviera todos los balcones de su plaza central recubiertos de banderas rojigualdas y con mensajes políticos colgados del ayuntamiento, lo tacharían de fascista. En este sentido, creo que hay ciertos sectores del independentismo (obviamente no todo el independentismo), que solo reprueban algunos comportamientos cuando se producen en las filas contrarias. Hipocresía.

Este tipo de actitudes y comportamientos se han trasladado a la campaña electoral, por ejemplo, el discurso de Puigdemont, de tener que votar por él para decir no al 155, es tramposo, simplista y niega el pluralismo de Cataluña. No como el debate previo a estas elecciones, que estaba lleno de matices, contenido y voluntad de aceptar la diversidad. Asimismo, estos partidos no nos están proponiendo nada más allá del 21D. Hablan mucho de ellos mismos, pero poco de cómo quieren mejorar la vida de la gente y que tipo de políticas públicas quieren aplicar. Como apuntaba algún twittero días atrás, es la primera campaña en la que vemos a los partidos decir tan claramente y sin tapujos que tu voto no servirá para mejorar tu vida, sino solo la suya. En otros términos, si votas ERC, Junqueras saldrá de prisión, y si votas JuntsXCat, Puigdemont podrá volver a España. Todo esto también forma parte de esta hipocresía que hablaba antes, ya que, algunos dirigentes, después de conocer las cárceles y quejarse amargamente, no han propuesto mejoras o denunciado la situación de toda la población penitenciaria, gran parte de la cual es víctima de la marginalidad y la pobreza. Igualmente, durante una campaña electoral los medios públicos están sometidos a un régimen especial, ha sido así siempre y no tiene nada que ver con el 155. Y de la misma manera, ahora los indepes nos dicen que ofrece más garantías un “recuento paralelo” hecho por ellos y sus asociaciones que el de la Junta Electoral. Pero aparte de eso, ninguno está hablando del modelo de país que propone, ya sea antes o después de la independencia. Me da la sensación que el único candidato que tiene claro el modelo de país que quiere es Xavier Domènech, ya que está elaborando propuestas concretas sobre las políticas que quiere llevar a cabo y ha comprendido realmente la pluralidad de la sociedad catalana. Retomando el hilo del principio del artículo, la Plaça Major de Vic, pone de manifiesto que buena parte del movimiento independentista es una reivindicación identitaria y nacionalista, ya que, todo movimiento identitario es etno diferencialismo, lo quiera o no; es siempre una reivindicación de lo excluyente y una visión del mundo como cortijo privado.

En este sentido, Joan Subirats decía el otro día en El País que “el error es tratar de imponer una determinada posición a los otros sin entender que la pluralidad de opiniones y de deseos no sólo es algo real y evidente, sino que es también algo que hay que defender y proteger”.
Finalmente, me gustaría dejar claro que no creo que todo el independentismo sea esto, es sólo muestra de un sector (que tengo la esperanza de que sea más pequeño de lo que parece), pero igualmente es representativo del ambiente que se vive. También quiero remarcar que, nací y viví mi infancia en Vic, además, mi padre y buena parte de mi familia son naturales de allí y viven allí. Con lo cual, creo que nadie podrá decirme que no comprendo la sociedad de la Catalunya interior.