Un comentario de los 5 artículos

La revolución contra El capital (24/11/1917 en Avanti!; 5/1/1918 en Il Grido del Popolo)

 

Es importante destacar, como orientación previa, que, en aquel entonces, no se habían leído prácticamente las obras de Lenin en Italia y, cabe también tener claro que llegaban pocas noticias en forma de consignas o eslóganes revolucionarios: “¡Todo el poder para los soviets!”. A partir de 1917, se habían empezado a conocer en Italia los primeros extractos de los escritos de Lenin, publicados por revistas francesas y por una americana, Liberator. Circulaban por Italia, El imperialismo, estadio supremo del capitalismo y El Estado y la revolución.[1] Apenas unos días después de la Revolución Rusa, entre el 6 y el 14 de noviembre, llegaban a Italia noticias con gran dificultad debido a la censura y a las deformaciones de la prensa. Por poner un ejemplo, la Gazzetta del Popolo publicaba el 10 de noviembre: “Una multitud de maximalistas saqueó las bodegas del Palacio de Invierno y se embriagó hasta ser dispersada por las fuerzas armadas”.[2]

El 24 de noviembre de 1917, se publicó, en el Avanti!, órgano del PSI, y también en Il Grido del Popolo, el semanario de la sección socialista, y el artículo cuyo título era La revolución contra el Capital. Bajo este enunciado, con voluntad de dejar clara su principal tesis: el mensaje de que no era bueno encerrarse en esquemas demasiado rígidos de interpretación de la obra de Karl Marx. Gramsci era contrario al dogmatismo, al determinismo histórico mecanicista de la evolución, por fases necesarias, hasta el advenimiento del socialismo. A su vez, era también reticente a interpretar la evolución de los hechos históricos determinada por los simples hechos económicos sin pensar la superestructura ideológica[3]:

 

La revolución de los bolcheviques está más hecha de ideología que de hechos. Es la revolución contra El capital, de Karl Marx. El capital, de Marx, era en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios. […] Y, sin embargo, también en estos acontecimientos hay una fatalidad, y si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones de El capital, no reniegan, en cambio, de su pensamiento inmanente, vivificador. No son “marxistas”, y eso es todo; no han levantado sobre las obras del maestro una doctrina exterior de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. […] Y ese pensamiento no sitúa nunca como factor máximo de la historia los hechos económicos en bruto. Sino siempre el hombre, la sociedad de los hombres que se reúnen, se comprenden, desarrollan a través de esos contactos(cultura) una voluntad social colectiva […] [4]

 

Este texto debe inserirse en este contexto donde escaseaban las noticias sobre los hechos que estaban acaeciendo en Rusia. En ese entonces, Gramsci colaboraba tanto en el Avanti!, como en Il Grido del Popolo. En concordancia con sus lecturas de la Revolución Rusa, hechas en el artículo La revolución contra el Capital, Gramsci leería la figura de Lenin como una voluntad heroica de liberación que tenía que actuar no como el modelo de una revolución italiana, sino como la incitación a una iniciativa libre y operante desde abajo. En este período previo a la vuelta de Tasca, Togliatti y Terracini de la guerra, y, por lo tanto, de la reunión del grupo de la universidad y creación de L’Ordine Nuovo, Gramsci seguía poniendo las bases de su posterior reflexión sobre la revolución. Rechazaba la transposición mecánica del proceso ruso y se convencía cada día más del reconocimiento histórico y socio-económico de la situación concreta italiana. La relación entre praxis y pensamiento hacía a Gramsci rehuir cualquier conceptualización abstracta y normativa, como una ciencia a aplicar, de la política y las lecciones provenientes de Rusia. Toda reflexión gramsciana sobre el tema central de la revolución pivotaría alrededor del equilibrismo entre movimiento real y elaboración teórica.[5]

 

Democracia obrera (21/6/1919 en L’Ordine Nuovo)

 

El 1 de mayo de 1919 salía el primer número de L’Ordine Nuovo. Al inicio, según el juicio de Gramsci, “la revista no era otra cosa que una antología, una revista de cultura abstracta, con tendencias a publicar narraciones horripilantes […] el producto de un mediocre intelectualismo”.[6] La revista tardó en encontrar el rumbo que Gramsci buscaba. Lo único que unía a los cuatro, Tasca, Terracini, Gramsci y Togliatti, “aparte de la aversión por Turati, Modigliani, Treves y lo demás exponentes de la tradición reformista, era el sentimiento que suscitaba una pasión vaga de una vaga cultura proletaria, ganas de actuar y de encontrar una orientación”.[7]

El tema de debate, la obsesión de Gramsci en esos momentos, era, siguiendo la máxima con la que Lenin abría el primer Congreso de la Internacional comunista en Moscú: “Hacía falta encontrar la forma práctica que permitiera al proletariado de ejercitar su dominio”. Gramsci reflexionaba en cómo encontrarla en Italia. Tal situación, se hará visible en este artículo de Gramsci (escrito en colaboración con Palmiro Togliatti): Democracia obrera. “Este artículo sería de grande importancia, suscitaría grande interés en gran parte de los obreros más avanzados de las fábricas turinesas y, a su vez, generaría la primera crisis de redacción: Angelo Tasca, uno de los fundadores de la revista, tenia, en cuanto a los Consejos de fábrica, posiciones social-reformistas, opuestas a las de Gramsci.”.[8] Tasca era contrario a una organización obrera no sindical ni de partido y se suele considerar este artículo el punto donde se empieza a definir claramente la concepción política de L’Ordine Nuovo: la campaña por los Consejo de fábrica.[9]

En el artículo, Gramsci comienza interrogándose por “las inmensas fuerzas desencadenadas por la guerra” y su preocupación es “disciplinarlas y darles una forma política que contenga en sí la virtud de desarrollarse normalmente, de integrarse continuamente hasta convertirse en armazón del Estado socialista en el cual se encarnará la dictadura del proletariado”. Gramsci se esfuerza en llamar al artículo “estos apresurados apuntes” y recalca de forma continuada que “cada aspecto del problema merecería un estudia amplio y profundo”. Así, se deja claro y evidente que “el escrito pretende ser un estímulo para el pensamiento y para la acción; quiere ser una invitación a los obreros mejores y más conscientes para que reflexionen y colaboren”. Está pensando, en ese momento, en la dirección, en “cómo soldar el presente con el porvenir, satisfaciendo las necesidades urgentes del presente y trabajando útilmente para crear y anticipar el porvenir”.[10] Con las reflexiones sobre la Revolución Rusa, había empezado la reflexión sobre una tradición soviética en la clase obrera italiana. La conclusión de Gramsci, en este segundo artículo, tiene estrecha relación con la experiencia rusa:

 

La fórmula “dictadura del proletariado” tiene que dejar de ser una mera fórmula, una ocasión para desahogarse con la fraseología revolucionaria. El que quiera el fin, tiene que querer también los medios. La dictadura del proletariado es la instauración de un nuevo Estado, típicamente proletario, el cual la vida social de la clase obrera y campesina se convierta en sistema general, fuertemente organizado. Ese Estado no se improvisa: los comunistas bolcheviques rusos trabajaron durante ocho meses para difundir y concretar la consigna “Todo el poder a los soviets”, y los sóviets eran ya conocidos por los obreros rusos desde 1905.[11]

 

A modo de conclusión pues, se debía dar el poder tradicionalmente ejercido por la clase propietaria a los órganos democráticamente elegidos entre los trabajadores en los Consejos de fábrica, de taller y de barrio. Así, el Consejo de fábrica, formado por los delegados elegidos en cada sección, debía sustituir al capitalista para regular la vida en la fábrica.

 

El Consejo de fábrica (5/6/1920 en L’Ordine Nuovo)

 

Este artículo debe encuadrarse en un contexto muy determinado por la celebración de la reunión nacional del Partido Socialista en Bolonia del 5 al 8 de octubre de 1920. En ese congreso se pudieron ver las diferencias dentro del PSI, un Partido Socialista que había crecido en un 600% respecto a los inscritos de antes de la guerra.[12] Amadeo Bordiga, director de Il Soviet en Nápoles, guiaba la fracción de los “abstencionistas”. Sus tesis estaban en contra de la participación en el sistema parlamentario burgués puesto que, como él creía, solo cuando el proletariado se cansase de querer avanzar a través de las instituciones burguesas se convencería de la necesidad de una conquista violenta del poder. Por su lado, Serrati, que también creía en el uso de la violencia defensiva y “contra las violencias burguesas”, consideraba que los órganos del Estado Burgués eran tribunas útiles “para la propaganda intensa de los principios comunistas”. Finalmente, a la derecha se impugnaba el criterio abstencionista puesto que, para Lazzari, no participar en el sistema parlamentario, en vez de demoler las instituciones, disminuía las dificultades de la burguesía para dirigirla.[13]

A todo esto, el movimiento turinés de los Consejos de fábrica no había encontrado mucho eco en Bolonia. Ni siquiera Serrati y Bordiga compartían las posiciones de L’Ordine Nuovo. Para Bordiga, con los Consejos de fábrica se repetía el error de creer que “el proletariado puede emanciparse ganando terreno en las relaciones económicas, mientras el capitalismo conserva el poder político junto con el Estado”. Por su lado, Serrati calificaba de aberración el voto concedido a los “no organizados”; la extensión del derecho de voto a los “no organizados” era un crédito de capacidad revolucionaria que se concedía peligrosamente a la “masa amorfa”.[14] Menos de dos meses después, el 3 de diciembre de 1919, se producía la primera acción coordinada de los Consejos de fábrica:

 

Por orden de la sección socialista, que concentraba en sus manos todo el mecanismo del movimiento de masas —contará más tarde Gramsci—, los Consejos de fábrica movilizaron en el curso de una hora y sin ninguna preparación a ciento veinte mil obreros encuadrados por fábricas. Una hora después, el ejército proletario se precipitó como una avalancha hacia el centro de la ciudad y expulsó de las calles y de las plazas a toda la gentuza nacionalista y militarista.[15]

 

Posterior a este debate, entre el “sciopero delle lancette” de abril de 1920 y la ocupación de las fábricas en septiembre de ese mismo año, en un clima de fuerte tensión en la ciudad de Turín, pero también con fuertes tiranteces dentro del PSI, Gramsci escribiría su artículo, El Consejo de fábrica. Seguía reflexionando sobre la revolución, siempre en relación con las posturas de los otros dirigentes socialistas.

 

La revolución proletaria no es el acto arbitrario de una organización que se afirme revolucionaria […] La revolución proletaria es un larguísimo proceso histórico que se realiza con el nacimiento y el desarrollo de determinadas fuerzas productivas […] en un determinado ambiente histórico (que resumimos con las expresiones “modo de propiedad individual, modo de producción capitalista, sistema de fábrica o fabril, modo de organización de la sociedad en el Estado democrático-parlamentario”).[16]

 

Gramsci traza un análisis de cómo la revolución proletaria no puede pasar por las “organizaciones revolucionarias de tipo voluntario y contractual, como el partido político y los sindicatos de oficio”. Con esta postura se contrapone a la visión de Bordiga que creía que “la dictadura del proletariado es la dictadura consciente del Partido Socialista”. Gramsci asume que la explotación en la época del predominio económico y político de la clase burguesa se produce “en la oscuridad de la consciencia de las multitudes inmensas que el capitalismo somete a sus leyes” y por lo tanto no se puede, como harían los partidos o sindicatos, prever el desarrollo del proceso revolucionario y de emancipación. Por eso el político sardo concluye:

 

[..] el partido y el sindicato no han de situarse como tutores o sobreestructuras ya constituidas de esa nueva institución  en la que cobra forma histórica controlable el proceso histórico de la revolución, sino que deben ponerse como agentes conscientes de su liberación respecto de las fuerzas de compresión que se concentran en el Estado burgués; tienen que proponerse organizar las condiciones externas generales (políticas) en las cuales pueda alcanzar la velocidad mayor el proceso de la revolución, en las cuales encuentren su expansión máxima las fuerzas productivas liberadas.[17]

 

Gramsci, pese a las divergencias internas en L’Ordine Nuovo, continuó dando la batalla sobre el tema de los Consejos de fábrica. En el número del 21 de agosto de ese mismo 1920, se informó de la solidaridad de Lenin con el movimiento turinés. Se destacaba que el Consejo Nacional del PSI no había tenido en consideración el informe de la sección socialista de Turín sobre los primeros días de la huelga general de los metalúrgicos de Turín. El 31 de ese mismo mes había de iniciarse un proceso de ocupación de fábricas en medio de una situación de tensión entre las diferentes almas del Partido Socialista.

 

El programa de L’Ordine Nuovo (28/8/1920 en L’Ordine Nuovo)

 

Inscrito en la batalla sobre los Consejos de fábrica y en relación con las divergencias con Tasca, Gramsci escribió este artículo con la intención de trazar un recorrido de lo que había sido la revista hasta el momento y, a su vez, paralelamente, los debates que se habían tenido sobre la actuación política que se debía llevar a cabo. Gramsci menciona las primeras conversaciones:” estudiemos la fábrica capitalista como forma necesaria de la clase obrera, como organismo político (no como organización de producción material), como territorio nacional del autogobierno obrero. Esta era la palabra nueva; y fue precisamente rechazada por el camarada Tasca”.[18] En el artículo, pues, Gramsci desarrolla la que, a su entender, es la posición de Tasca para clarificar el debate y para “demostrar cómo ha ignorado el camarada Tasca el proceso íntimo de desarrollo del programa de L’Ordine Nuovo”. Se ponen de relieve los errores en las posiciones de Tasca:

 

¿Qué entendía el camarada Tasca por “cultura” […]? Quería “recordar”, no “pensar” y quería “recordar” cosas muertas, cosas desgastadas, la pacotilla del pensamiento obrero; quería dar a conocer a la clase obrera, “recordar” a la buena clase obrera italiana, que tan atrasada, tan ruda e inculta, recordarle que Louis Blanc ha tenido ideas acerca de la organización del trabajo y que esas ideas han producido experiencias reales; […] sin oler siquiera que los comunistas rusos, siguiendo las indicaciones de Marx, enlazan el sóviet, con la Comuna de París.[19]

 

En este fragmento, Gramsci respondía a una a las críticas del mismo Tasca donde acusaba al sardo de que su teoría de los Consejos de fábrica partía de una concepción anarquista y sindicalista pero no marxista.[20] En el mismo artículo, se explica también que Tasca “no quería empezar ninguna propaganda directamente entre las masas obreras” sino que “quería un acuerdo con los secretarios de las federaciones y los sindicatos”, quería que se constituyera, por así decirlo, un “plan de acción oficial”. En el ardor de la polémica, Tasca se referiría al grupo de L’Ordine Nuovo como una “camarilla de presuntuosas pulgas labradoras”. De fondo, la discusión versaba sobre las dos formas de organización, el sindicato y el Consejo de fábrica. “El sindicato, a ojos de Gramsci, tiende a garantir la legalidad industrial, el Consejo a superarla; el primero es un elemento de orden, el segundo tiene un carácter revolucionario”.[21]

En concordancia con estas reflexiones de fondo, siempre en esa relación entre praxis y reflexión, Gramsci se pregunta:

 

¿Por qué gustaron los obreros de L’Ordine Nuovo? Porque en los artículos del periódico encontraban una parte de sí mismos, su parte mejor; porque notaban que los artículos de L’Ordine Nuovo no eran frías arquitecturas intelectuales, sino que brotaban de nuestra discusión con los mejores obreros, elaboraban sentimientos, voluntades, pasiones reales de la clase obrera turinesa que habían sido explotadas y provocadas por nosotros, porque los artículos de L’Ordine Nuovo eran casi el “acta de los acontecimientos reales vistos como momentos de íntima liberación y expresión de la clase obrera.[22]

 

La crítica que se le hace aquí a Tasca es que “no ha trabajado esforzadamente para llegar a su concepción” y, por lo tanto, su visión sería más alejada de la experiencia real de los trabajadores y, por esto, estaría equivocado al criticar la idea de los Consejos de fábrica y al querer englobarlos en el ámbito sindical bajo la tutela de la CGdL (Confederación General del Trabajo). Tasca, como el mismo diría muchos años después, se formó en la lucha obrera con los dirigentes de la FIOM (Federación de Empleados Obreros Metalúrgicos) en la huelga del invierno de 1911. Recordaría también que, en esa lucha donde se forjaron sus vínculos con la organización sindical, los futuros redactores de L’Ordine Nuovo no habían estado presentes en esa lucha.[23]

 

El Partido Comunista (9/10/1920 en L’Ordine Nuovo)

 

A partir de septiembre de 1920, durante la ocupación de las fábricas, tanto Gramsci como los demás integrantes de la revista irían asiduamente a las industrias para discutir los problemas que se planteaban entre los obreros, puesto que, por ejemplo, los técnicos habían abandonado sus puestos de trabajo. La ocupación había aliviado, por el momento, las diferencias dentro del grupo de L’Ordine Nuovo. Tasca, el grupo gramsciano de educación comunista, los bordiguianos y los dirigentes de la sección (Terracini, Togliatti) iban a estar alineados en ese período caliente. Aun así, había ciertas tendencias a romper enseguida con el PSI con la intención de formar un nuevo partido comunista. En este contexto, el día 20 de septiembre, en la Fiat-Centro, los camaradas de la fracción comunista decidieron separar su responsabilidad de la de los dirigentes sindicales reformistas y del PSI. Algunos propusieron la escisión de inmediato, Bordiga, más prudente, sostuvo que había que presentar la batalla en el Congreso Nacional del PSI. La sección socialista de Turín, en la que estaban Togliatti y Terracini, también estuvo en contra de la separación inmediata.[24]

Mientras tanto, la ocupación de fábricas iba de capa caída. Fuera de Turín la adhesión de las masas había sido menos y las organizaciones sindicales se preocupaban únicamente de tener una salida honorable. Había de empezar entonces, con vistas al Congreso Nacional Socialista, el debate dentro del PSI. Es en este contexto que se debe inscribir este artículo donde Gramsci empieza reflexionando sobre las primeras comunidades cristianas y donde dice que “el cristianismo representa una revolución en la plenitud de su desarrollo”. Con esta reflexión, Gramsci introduce el porqué de sus investigaciones históricas acerca de los “gérmenes” de una civilización proletaria. A su entender, “el Partido Comunista es en ese momento la única institución que puede compararse seriamente con las comunidades religiosas del cristianismo primitivo”. En la segunda parte del artículo, Gramsci va aterrizando sobre el análisis de la situación concreta en Italia. Traza un recorrido metódico de los intentos de reacción, pasando por el PPI y su papel en el campo, el capitalismo y su fuerza concreta en la prensa, el Senado y el ejército. Seguidamente, Gramsci plantea que “solo el proletariado es capaz de crear un Estado fuerte y temido, porque tiene su programa de reconstrucción económica, el comunismo” y por eso propone que, al Partido Comunista, “no le falta más que la organización explícita, la centralización y su disciplina para desarrollarse rápidamente, conquistar y renovar la formación del partido de la clase obrera”.

En la primera quincena de octubre se celebraría en Milán una conferencia en la que se lanzaría el Manifiesto-Programa de la fracción comunista, basado en la asunción de las posiciones de la Internacional. Lenin se alinearía sin reservas con la nueva izquierda del PSI. Así, el 28 de noviembre, en Imola, la fracción comunista se prepararía para el Congreso de Liorna, que tendría lugar del 15 al 21 de enero de 1921. Gramsci, en el seno de este debate sobre la posición de los comunistas en relación con el PSI, escribiría su artículo (en forma de editorial de L’Ordine Nuovo):

 

Los comunistas, que con su energía y su espíritu de iniciativa han salvado a la clase obrera de un desastre durante la lucha de los metalúrgicos, deben llegar hasta las últimas consecuencias de su actitud y de su acción: salvar la formación principal(reconstruyéndola) del partido de la clase obrera, dar al proletariado italiano el Partido Comunista que sea capaz de organizar el Estado obrero y las condiciones para la llegada de la sociedad comunista.[25]

 

Inicialmente, Gramsci defendía la postura de intentar renovar el PSI desde dentro, contraponiéndose a la postura de Bordiga de separarse directamente de él. No sería hasta que Lenin, en noviembre, escribiera Falsos discursos sobre la libertad que Gramsci aceptaría la escisión como inevitable. En este texto, Lenin decía que la presencia de reformistas ponía en peligro la suerte de la revolución. En esto estaba de acuerdo con Gramsci. Sin embargo, Lenin iba más allá, recomendaba también alejar de los puestos de responsabilidad a los “excelentes comunistas que titubean, que manifiestan vacilaciones en el sentido de la unidad con los reformistas”.[26] Se podría creer que, a partir de aquí, Gramsci tuvo que aceptar tener una posición subalterna a la de Bordiga dentro del futuro partido que estaba por crearse.

El 21 de enero de 1921 se constituía el Partido Comunista d’Italia (PCd’I), dominado absolutamente por Amadeo Bordiga, apoyado por la Internacional y constituido por una minoría de comunistas “puros”. El Partido había nacido como una secta e iba a conservar durante mucho tiempo esta característica. Gramsci escribiría, tiempo después, que “La escisión de Liorna (el alejamiento de la mayoría del proletariado italiano de la Internacional Comunista), sin duda alguna, ha sido el mayor triunfo de la reacción”.[27]

 

[1] FIORI, Giuseppe, Vita di Antonio Gramsci…, p. 148.

[2] Ibid., p. 140.

[3] MOUFFE, Chantal, Gramsci and the Marxist Theory, Routledge & Kegan Paul Lid, London, 1979, pp. 3-4.

[4] Antonio Gramsci. Antología…, p. 40.

[5] DE FELICE, Franco, Serrati, Bordiga, Gramsci e il problema della rivoluzione in Italia, 1919-1920, Bari, De Donato, 1971, p. 276.

[6] GRAMSCI, Antonio, BORDIGA, Amadeo, Dibattito sui Consigli di fabbrica, introducción de Alfonso Leonetti, Roma, Savelli, 1973, p. 10.

[7] FIORI, Giuseppe, Vita di Antonio Gramsci…, p. 149.

[8] GRAMSCI, Antonio, BORDIGA, Amadeo, Dibattito sui Consigli…, pp.10-11.

[9] Antonio Gramsci. Antología…, p. 60.

[10] Ibid.

[11] Ibid. p. 63.

[12] Antes de la Primera Guerra Mundial tenia del orden de 50.000 inscritos, entonces contaba con 300.000 miembros. Con la CGdL(Confederación General del Trabajo) había sucedido algo similar, de 500.000 antes de la guerra a los 2 millones de después.

[13] FIORI, Giuseppe, Vita di Antonio Gramsci…, p. 156.

[14] Ibid., p. 157.

[15] “El movimiento turinés de los Consejos de fábrica, informe enviado en julio de 1920 al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista y publicado por el diario L’Ordine Nuovo, el 14 de marzo de 1921, citado de FIORI, Giuseppe, Vita di Antonio Gramsci…, p. 158.

[16] Antonio Gramsci. Antología…, p. 76.

[17] Ibid., p. 80.

[18] Antonio Gramsci. Antología…, p. 95.

[19] Ibid., p. 96.

[20] DE FELICE, Franco, Serrati, Bordiga, Gramsci…, p. 300.

[21] Ibid., p. 362.

[22] Antonio Gramsci. Antología…, p. 97.

[23] FIORI, Giuseppe, Vita di Antonio Gramsci…, p. 165.

[24] Ibid., p. 174-175.

[25] Antonio Gramsci. Antología…, p. 110.

[26] FIORI, Giuseppe, Vita di Antonio Gramsci…, p. 181.

[27] Ibid., p. 184.