Por Iago Moreno (@IagoMoreno_Es)

El auge de TikTok y su incursión en la vida política

A día de hoy, TikTok ha sido descargado por más de mil millones y medio de usuarios alrededor de todo el mundo, convirtiéndose en la primera red social de origen chino en volverse global. Como aplicación es simple y precaria; desde fuera, casi absurda. Aunque pueden publicarse vídeos más largos, la enorme mayoría de ellos tienen una duración de quince segundos, en los que los usuarios suelen limitarse a imitar un vídeo-meme, hacer playback de sus canciones favoritas o compartir momentos  aislados de su vida. Sin embargo, durante los últimos meses TikTok ha adelantado en número de descargas a gigantes de las redes sociales como Facebook, Instagram, YouTube y Snapchat. Lleva un año y medio creciendo exponencialmente, y es particularmente fuerte entre audiencias como los países en vías de desarrollo o las nuevas generaciones que se suman a la red. Nadie puede asegurar dónde estará su techo.  Asustadas de su desembarco, Google e Instagram intentaron lanzar sus propias versiones (Firework y Reels) pero la operación ha sido un fracaso. Definitivamente, TikTok ha venido para quedarse, y ya la usan hasta organizaciones terroristas como el ISIS.

En nuestro país, la plataforma china aterrizó como una moda entre los más jóvenes. Sin embargo, cada vez son más quienes se han ido contagiando de este fenómeno global que pronto formará parte de nuestra realidad cotidiana. ¿Cuáles serán los efectos del alunizaje de TikTok en la política española? Cuando sea una red tan popular como las demás… ¿Ganará la extrema derecha esta partida igual que cuando logró tener tantos seguidores en Instagram como todo el resto de partidos juntos? ¿Será la revancha de la izquierda que le permita retomar la iniciativa? La periodista cultural Ana Iris Simón abrió el melón esta misma semana. Explicaba, bajo el titular atrapador  “TikTok está lleno de fans adolescentes de VOX”, cómo los de Abascal han sido los primeros en desembarcar en ese terreno inhóspito. Hoy me sumo al debate contando cómo los neofascismos de otras partes del mundo tomaron la ventaja en esta red adaptándose a sus códigos y formatos y planteando qué implicaciones concretas puede esto tener.

 

TikTok en la India:  de bollywood y el cricket al odio entre castas y el neofascismo hinduista

India cuenta con cientos de millones de usuarios de Tik Tok. Allí, el furor por esta app entró en erupción repentinamente pero con una fuerza incomparable. En sólo 18 meses, la red social pasó de ser absolutamente desconocida a estar en el 30% de las pantallas. Hoy en día, un usuario medio de la India gasta 30 minutos diarios atiborrándose a tik-toks. TikTok India es un mundo complejo: se sigue el último meme de moda nacional, se baila al son de sitares distorsionados y sintetizadores ochenteros, o  se parodian escenas del cine de Bollywood; pero también se generan fenómenos-fan completamente singulares. Según afirma el investigador indio Aman Kumar, los estudios más fiables nos dicen que más de la mitad de los usuarios indios pertenecen a los estratos más pobres de la sociedad, es decir, de allá donde Twitter y Facebook jamás lograron penetrar con fuerza. Como explica la periodista india Snigdha Poonam, para muchísimos de ellos, TikTok se ha convertido en una suerte de escenario donde competir por atención, celebridad o una vida nueva como las súper-estrellas que antes sólo coronaba el cine, el deporte, o la televisión. En una sociedad desgarrada por la desigualdad y la pobreza, una ventana así se vuelve terriblemente magnética.

India está viviendo una de las épocas más oscuras de su historia reciente. Cuando los pueblos del subcontinente indio lograron su independencia frente al imperio británico, la República India se constituyó como un Estado federal aspirando a integrar y reconocer toda la diversidad cultural, religiosa y social de quienes la habitaban. Sin embargo, desde 2014,  la victoria del fundamentalista hindú Narendra Modi ha ido arrastrando al país a un proceso violentamente extremista: transformar ese modelo de equilibrios y reconocimiento mutuo en una teocracia supremacista hinduista; alimentarse de la desesperación y el “miedo al futuro” de cientos de millones de indios para instaurar el poder de una nueva casta política bajo la promesa de “hacer a India grande otra vez”. ¿Cómo? Enfrentando a la mayoría social del país con la comunidad musulmana, los inmigrantes, los sindicatos o cualquiera que alce la voz contra la feroz represión de su gobierno.

Como señala el historiador Subir Sinha, la dirigencia política del Bharatiya Janata Party (BJP) ha explotado intensamente redes sociales como Facebook, Twitter y Youtube para construir la apariencia de una conexión directa, sin mediaciones, entre el pueblo y el liderazgo de Naredna Modi. Complementariamente, junto a aplicaciones de mensajería como whatsapp, han servido para la diseminación de campañas de desinformación o la conexión subterránea de los sectores más radicales de la juventud nacional-hinduísta. Tras investigaciones como las de Swati Chaturvedi, conocemos también la organización y el modus operandi de las campañas de linchamiento anónimo y masivo que se apoyan sobre sus enjambres de cuentas troll.  Sin embargo, aún nos queda mucho por comprender qué papel está jugando TikTok, como red emergente, en eso que autores como Ali Zain han llegado a bautizar como “tecno-populismo indio“.

El nacional-hinduismo entiende que TikTok es un espacio digital a conquistar. Como un toque de atención, la aplicación fue censurada temporalmente en abril de 2019 bajo la acusación de “distribuir pornografía” y durante todo el año India fue el país desde el que más peticiones de censura se enviaron. El mundo de TikTok india se ha dejado permear por las dinámicas sociales del odio social entre castas    y, como era de esperar, también del resto de conflictos políticos fundamentales. El modismo no ha dudado en arrastrar esta realidad a su favor extendiendo el monzón propagandístico de su movimiento a la nueva red; principalmente, alentando a la agitación vía TikTok o haciendo viral el “juego” de imitar orgullosamente las frases más polémicas o graciosas de su líder. 

@maira.shahmodi insan ban ja ….♬ original sound – mehboob.jutt

Para entender cómo se ha dado esta simbiosis conviene centrarnos en casos concretos. Desde mi punto de vista, esto se ve particularmente claro en tags como “#article370” o #370a, dedicados a la decisión del gobierno de suprimir la autonomía política de Kashmir  (la única región de mayoría musulmana). Mientras los cachemiros sufrían un sitio militar, el cierre de su parlamento y un apagón total de su acceso a internet, estos tags modistas se convirtieron en un altavoz del gobierno para justificar la masacre. A través de ellos, los modistas se dedicaron a viralizar video-memes caricaturizando a quienes difunden las denuncias de torturas y ejecuciones, celebraciones orgullosas de la ocupación militar y el toque de queda, o playbacks y bailes de canciones del llamado “pop patriótico”. Es decir, canciones que entre sitares y teclados ochenteros elogian a Modi, atacan a Pakistán o hablan de lo prometedor que sería el futuro si se arrancase de cuajo “el separatismo”, “el islam” y “el comunismo”.

@ankitafandomNow that article 370 is repurcatted kashmir to kanyakumari is all same💞 #unitedindia #article370♬ original sound – deepusudeepa23

@geetrathore0#ilovemyindia #15aguest#article370 #duetwithgeet #indiatiktok i love my india😚jai hind…jai bharat♬ original sound – shivakushawaha

Brasil: el auge del Bolsonarismo también suena a funk carioca

De los suburbios de Nueva Delhi a las favelas de Río de Janeiro hay más de 14 mil kilómetros de distancia. Sin embargo, como describe el CM de la aplicación Rodrigo Barbosa, el crecimiento de TikTok  en Brasil ha sido un fenómeno “explosivo” durante el último año y medio. Coincidiendo cronológicamente con la llegada de esta app, el auge del bolsonarismo se ha hecho notar también en este nivel de las redes sociales.

Los ecos del bolsonarismo en TikTok no sólo están protagonizados  por sus seguidores más comprometidos. De hecho, su auténtica fuerza se basa en usuarios medios que se suman puntualmente aunque sin complejos. Como Samara, que sin tener un perfil político un día decide sumarse a la ola bolsonarista para reírse de quienes le dan unfollow por sus ideas. Como buena tik-toker, Samara lo expresa a través de un tag; uno de esos video-memes que los usuarios usan como lienzo para expresarse a través de él.  Escoge el “Love You Guys”, que consiste en contar algo molesto que no quieres dejar que te afecte mientras suena una versión de un trap de Lil Uzi Vert ralentizada y llena de reverb. Tras unos segundos fingiendo estar afligido, miras a cámara, te ríes en la cara de quien pretende molestarte, y pasas a otra cosa; en este caso, subir vídeos mostrando sus dotes para el maquillaje o perreando temas de Anitta.

@eusafurtado#bolsonaropresidente♬ LOVE YOU GUYS – تويكر

Hay que puntualizar que el bolsonarismo no sólo toma los tags existentes, también crea los suyos propios. El más viral que he podido encontrar se titula “Bolsonarolover”. Consiste, básicamente, en grabarse mientras suena una de las pullas más sonadas de Bolsonaro como si saliese de tu boca. La mayor parte de quienes se suman al tag son mujeres jóvenes seguidoras de o bolsomito y fervientemente anti-feministas. El tag lo comenzaron militantes de su movimiento, pero acabó tomado por cuentas normales. Cuentas normales que, como el ejemplo mostrado abajo, más que a la agitación bolsonarista se dedican casi enteramente  a doblar escenas de la televisión brasileña o a grabarse haciendo twerk sobre temas de funk carioca remixeando “Bella Ciao”.

@maikellysantos3Acabou😗 #bolsonaropresidente♬ original sound – bolsonarolover

@maikellysantos3#pulsar #pulsa #pulsa #pulsabunda♬ som original – victoriioso

TikTok en Israel, la ciber-propaganda militar y el blanqueamiento del terror 

Al otro lado del mediterráneo, en las tierras ocupadas de Palestina, el tsunami de TikTok hace tiempo que anegó las redes de los israelíes. Allí, bajo la etiqueta de #IDF (Israel Defence Forces) una enorme parte de las y los jóvenes israelitas que pasan por el servicio militar obligatorio comparten su rutinas en los cuarteles vía TikTok. Evidentemente, no se graban selfies disparando civiles con munición real ni encarcelando menores como Aheed Tamimi. Por el contrario, en las más de 31 millones de visualizaciones del tag lo que predominan son videos donde  muestran su orgullo de pasar por esa “preciosa” etapa de su vida, posan coquetamente con el uniforme puesto ante el espejo del baño, cantan, o presumen de sus prácticas de tiro  con un TAR-21 entre las manos. 

@sayeret_1ראש פלדה 👊 הזאבים של 101 צנחנים 🐺#idf #foryoupage#viral #foryou #fun #laugh #fyd #tiktok♬ original sound – sayeret_1

 

Lo que truena en la calle no se queda a las puertas de las redes y, por tanto, no es difícil encontrar tik-toks islamófobos y frivolizaciones de las consecuencias de la ocupación. Eso sí, en la línea habitual del pink-washing israelí, entremezclados con exaltaciones “feministas” y gay-friendly de lo que llaman “la única democracia de oriente próximo”.

@litalpakanaev#tik_tok #foryou #idf #duet♬ Stay Young – Darren Styles Dougal & Gammer

Los nuevos fascimos y la era digital: ¿qué hay de nuevo en el fenómeno TikTok?

Que el Estado israelí haya conseguido hacer que las redes sociales sean un espacio de reafirmación de su proyecto es un fenómeno muy interesante que podemos observar con claridad a través de TikTok. Sin embargo, nada de lo que ahí está pasando es particularmente nuevo. Cuando los virales y los memes comenzaron a normalizarse como fenómenos socio-virtuales, uno ya podía toparse con lo que en 2013 Paula Slier  bautizó como la “guerra virtual” (web war) de la IDF.  Hace años, este fenómeno se encarnaba a través de páginas de Tumblr, retos virtuales como el “Harlem Shake” (no diré que éste no sea revelador) o polémicos flash-mob, incluyendo paradójicamente uno a la canción “TiK ToK” de la cantante Kesha. Hoy que las redes sociales son un lugar de socialización aún más importante para todos los ciudadanos israelíes, este fenómeno es todavía más claro. 

 

En Instagram, cuentas pro-IDF cosechan miles de seguidores publicando los posados que cientos de jóvenes recluta les envían con sus uniformes puestos para ganar seguidores tras ser publicadas. La cuenta de Twitter oficial de la IDF tiene más de un millón de seguidores y ha internalizado tanto los códigos de la red que ha llegado hasta a amenazar a Irán con memes. Hoy mismo, mientras escribía estas líneas, dieron su último anuncio. “Tik, Tok, Tik, Tok, Tik, Tok… ¡Boom! *emoji de una bomba* ¡Ya estamos en Tik tok!” ¿No era acaso un paso esperable? 

 

Con los casos de India y Brasil pasa más o menos lo mismo. En la India el modismo penetró incluso en el corazón de Bollywood, donde se han filmado películas sobre su figura protagonizadas por superestrellas tan reputadas como Vivek Oberoi. Su ofensiva online, como explicamos, se extende desde la desinformacíon por medio de las aplicaciones de mensajería instanea a las macro-operaciones de linchamiento a lo partisan trolling. ¿Y Brasil? Allí la campaña de Jair Bolsonaro tomó como vehículo de expresión hasta la música trap, los videojuegos y los vlogs. La estudiosa de las redes sociales turca Zeynep Tufekci (una de las mentes más lúcidas en su campo) afirmó una vez que Youtube es “uno de los instrumentos radicalizadores más poderosos del siglo XXI”. En caso de Brasil le da ciertamente la razón. Como señalan Max Fisher y Amanda Taub, dentro del “ecosistema de odio” en el que se ha convertido la ciber-esfera brasileña, Youtube ha sido la punta de lanza en la amplificación de los discursos ultraderechistas, las teorías conspiradoras más enrevesadas y la desinformación organizada. Al lado de todo lo anterior, que haya usuarios de TikTok que hablen positivamente de Bolsonaro en los códigos propios a la app no es una sorpresa. En primer lugar, es una manifestación irrefrenable de un proceso político que impregna todas las instancias de la sociedad. En segundo lugar, es la continuación ineludible de una consonancia entre el bolsonarismo y las dinámicas de la red que ya se había hecho notar en otras muchas esferas virtuales.

¿Cómo entender la fuerza del tecnopopulismo y el auge del neofascismo? La importancia de estudiar sus expresiones sin confundir síntomas y causas

Ana Iris Simón hizo muy bien en señalarnos como el apoyo que VOX genera en cientos de miles de jóvenes nuestro país se hace eco en TikTok incluso aunque esta red social esté aún despegando. Como ella señala, Abascal fue la papeleta más votada entre los varones menores de 30 y en  ese sentido es normal que una red que triunfa mayoritariamente entre los más jóvenes no sea inmune a su auge. La extrema derecha europea, como explica Paolo Gerbaudo, es consciente de la afinidad de sus discursos con las lógicas de las redes sociales. No van a mirar a otro lado ante la erupción social del fenómeno TikTok;  por eso il capitano tiene ya un cuenta oficial con más de un millón de likes y Vox un perfil “oficioso” allanando el terreno.

@matteosalviniufficiale#Pizza bruciata? #colpadiSalvini (questa volta per davvero) 🍕 🔥♬ original sound – bingbongshowtime

Sin embargo, es importante no perder la perspectiva a la hora de hablar de estas cuestiones. El caso de TikTok es novedoso y sugerente, pero hay muchos otros fenómenos parecidos que aunque merezcan una atención mucho más profunda seguimos ignorando por no ser tan atractivos. Desde mediados de 2018 la esfera de youtubers que dedican sus canales a hacer críticas devastadoras al feminismo, elogiar las virtudes del fundamentalismo de mercado o  caricaturizar a la izquierda, ha crecido vertiginosamente auspiciada por VOX. Al menos 5 de ellos tienen más de 100.000 suscriptores y los de Abascal les han concedido más de una docena de entrevistas a canales de su órbita. Mientras, en Twitter, la alt-right española (autodenominada burlonamente como #TeamFacha) ha asumido con plena normalidad  la gramática de los memes y las dinámicas de la agitación troll. En Instagram o Facebook, las páginas pro-derechistas se cuentan a miles. TikTok es sólo un síntoma interesante pero de dimensiones marginales; la extrema derecha es virtualmente anfibia desde hace mucho, simplemente hemos decidido ignorarlo para estar más cómodamente despreocupados.

Enmarcar la apuesta por TikTok dentro de las sintonías más amplias que hay entre las redes sociales y el populismo reaccionario, es una primera clave. Sin embargo, hay una segunda mucho más vital: por muy importante que sea entender el modo en el que el tecnopopulismo explota las redes sociales, es aún más necesario que no confundamos el síntoma con la causa. El auge de la extrema derecha no emana de ninguna “alquimia de la comunicación digital” o del márketing político en toda su amplitud. Proviene fundamentalmente de una lectura política inteligente de los tiempos históricos que vivimos. Sus virtudes a la hora de amoldarse a las nuevas formas de eso que Strömbäck llamó “mediatización de la política” sirven para maximizar el alcance de su discurso, para explotar las potencialidades de su estrategia, pero no es su estrategia en sí.  

Esta confusión interesada es tan vieja como el vértigo al auge de los fascismos. ¿Cuántos liberales gimotearon sin cesar sobre “la poderosísisma estrategia de propaganda de Goebbels” para evitar discutir los orígenes de la verdadera crisis que dió aliento al nazismo? Hoy no podemos caer en ese mismo error. Los nuevos fascismos y populismos reaccionarios toman todo cuanto esté a su paso, si les sirve estratégicamente, como vehículo para su discurso: Bolsonaro, los templos evangélicos; Duterte, la iglesia católica de Filipinas; Modi usa hasta las expectativas sociales puestas en la carrera espacial. Son medios, canales, y escenarios que les ofrecen enésimas oportunidades para profundizar su estrategia, pero no son las espina dorsal de su proyecto. Estudiar cómo funciona la comunicación personalizada a través de la minería de datos, las estrategias de captación de los templos evangélicos o los ritos hinduistas no nos explica por qué avanzan Trump, Bolsonaro o Modi, sino cómo. Mientras esa cuestión no se entienda, dará igual cuantos hagamos esfuerzos aislados por repensar la praxis política de los movimientos progresistas y democráticos en las redes sociales. Si ese esfuerzo no se enmarca en un estudio mucho más profundo  de las razones  por las que sus discursos sirven para reconstruir esperanzas rotas, forjar identidades anchas y poderosísimas o movilizar afectos reprimidos durante años, seguiremos vagando perdidos.