Por Enric Parellada
Esta reseña me ha costado mucho de escribir porque no sabía cómo empezar, hasta que al fin he encontrado el camino: en las siguientes líneas intentaré responder a la pregunta ¿por qué unos cuentos tan buenos como los de Teatro de Sombras de Fermín López Costero no fueron capaces de ganar la pasada edición del Premio Setenil? La pregunta no es tan sencilla de responder como parece. Se podría decir: no ha ganado porque otro libro presentado es mejor, pero seguramente sería una equivocación. Cuando cursaba Lengua y Literatura Españolas en la UAB en una ocasión el profesor Fernando Valls le puso un 10 en un examen a una compañera mía. Cuando la chica fue al despacho de Valls a comentar el examen, el profesor le dijo: te he puesto un 10, pero te mereces un 5, lo que pasa es que si a ti te pongo un 5 los demás no tendrían nota. Después de tal sentencia Valls empezó a comentarle todas las cosas que podrían estar mejor en el examen de mi compañera, a pesar de que cuando acabó el curso tuvo matrícula de honor. Con esta anécdota no quiero decir, ni siquiera insinuar, que yo piense que Teatro de Sombras tiene un 10 de nota, pero se merece un 5 porque si no los demás libros blablabla. No, eso no. Lo que quiero ejemplificar es que, a pesar de que me ha parecido un grandísimo libro, con excelentes microrrelatos (particularmente del género que yo más disfruto en la lectura), se me hace más sencillo señalar ciertos elementos del libro que a mi modo de ver flojean, para mostrar mi visión sobre el susodicho, porque de no encontrarlo así, hubiera sido un libro inmejorable.
Teatro de Sombras es un libro de microrrelatos en donde se alternan las temáticas como lo onírico, lo místico y la magia por un lado, así como lo fantástico, lo absurdo, lo grotesco y el terror por el otro. A mi entender lo mejor de estos cuentos es que en ocasiones, en cierto modo, el estilo de Fermín López Costero recuerda el de Crímenes ejemplares de Max Aub, sobre todo en los microrrelatos más breves y macabros; recuerda un poco el estilo de Poe en la manera de referirse a lo otro, en tanto que la figura de doble, en tanto a aquellos elementos que emulan a una primera persona hasta anularla o enloquecerla; recuerda a Woody Allen por la aparición de algunos magos en escena y la paranoia que de allí deriva al ejecutar mal un truco de magia; recuerda un poco el estilo de Ángel Olgoso por lo místico y por Sherlock Holmes; y también recuerda de alguna manera el estilo de Monterroso (sin que desaparezca esa mala leche maxaubiana) en tanto que López Costero crea una historia muy llena de contenido en muy pocas palabras como por ejemplo ocurre en microrrelatos titulados: El otro, El genocida, Gemelos o Tierna infancia, de una brevedad e intensidad muy agradecidas.
Ahora bien, ¿realmente es esto un teatro de sombras? ¿Es un acierto colocar 83 microrrelatos del tirón uno detrás del otro sin pausa alguna, más allá del punto y final de los relatos, y sencillamente colocar un prólogo de José María Merino al principio del libro y a continuación un exordio del propio autor? La verdad es que no lo sé, pero en esta clase de libros me doy cuenta de cuán importante es el título de una obra; cuán importante es conseguir desarrollar de alguna manera una línea discursiva en el conjunto de los relatos, una retórica global que cosa cada uno de los relatos entre sí. No hay mejor ejemplo que Crímenes ejemplares de Max Aub porque es un libro que su título da un matiz imprescindible a cada uno de los relatos, como si fuera una fina capa de barniz. Hecho que no ocurre con el título Teatro de Sombras.
La prueba más evidente de lo que digo está en el prólogo de José María Merino, pues él menciona el libro solo en dos ocasiones en este y lo escribe sin la letra inicial de sombras en mayúscula. Es decir, Merino escribe “Teatro de sombras”, cuando en la portada del libro el título es Teatro de Sombras y, aparte, en el exordio escrito por el propio López Costero menciona el libro y lo hace como Teatro de Sombras. A mi modo de ver esta inicial de “sombras” en mayúscula debería significarlo todo, debería ser ese matiz imprescindible que antes comentaba a la hora de la comprensión del libro. Ver que ni siquiera Merino se da cuenta de ello, demuestra que el título de esta obra es un título y ya está, por tanto en este momento el conjunto del libro en sí pierde gran parte de su significado estructural. Creo que algo así debilita la potencia de los relatos. Y debido al título, después viene la portada. Considero que hay que entender un libro como un elemento estético en el que todo es importante y tiene su función desde la primera letra del título, hasta el punto y final de la contraportada. Todo esto es solo responsabilidad del autor aunque otras personas trabajen en la elaboración del resultado final de la obra. En este caso la imagen de la portada se adecua al título y al exordio de Fermín López Costero, pero no a lo buenos que son los relatos. No es que encuentre el título malo en sí, o la portada una mala ilustración, es que sencillamente encuentro ambas cosas dispares al contenido global de los microrrelatos.
Una vez más se demuestra que la ficción es ficción y ya está. Pues intentar comprender todos estos relatos de López Costero en un teatro de sombras, al menos a mí, me produce cierta dificultad. El exordio, al fin y al cabo, no deja de ser una visión de López Costero desde la realidad sobre sus propios cuentos; no deja de ser una visión sobre el papel que ejerce la ficción en la realidad. Y de aquí se deriva el error, pues la realidad es una mierda y la ficción es ficción. No hace falta haber de comprender en algún término forzado, en este caso teatro de sombras, todo lo que aportan estos excelentes microrrelatos a cualquiera que los lea. Hacer esto es banalizar el arte de la ficción, es darle una lectura extra que además no es necesaria.
Es cierto que mis argumentos son tan solo una opinión y que seguramente no valen la pena, pero ya puestos a decir cosas, para mí este libro sería mucho mejor si se titulara “83 microrrelatos” y a tomar por el culo y nada de exordios ni mierdas.
Lo digo en serio, estos microrrelatos de Teatro de Sombras son brutales, los he disfrutado todos mucho, pero ya he advertido en la primera frase que aquí explicaría por qué yo creo que Fermín López Costero no ha ganado la pasada edición del Premio Setenil pese a ser finalista. Quizás he sido duro, quizás me he equivocado, quizás no he entendido el texto, pero de todas maneras es un libro que recomiendo.