¿Por qué fracasó la II República?

Por Daniel Colado

El pasado 18 de julio se cumplieron 81 años del alzamiento militar que puso fin a la época de mayor expansión de la democracia que había conocido la Historia de España: la II República. Desde entonces, múltiples han sido las explicaciones y revisiones de las causas que propiciaron el golpe de Estado, la consiguiente y sangrienta guerra civil y la posterior sombra de 40 años que sumió a nuestro país. A las ya de sobra conocidas explicaciones de la izquierda, por las cuales el fascismo acabó con la democracia española, veo la necesidad de revisar y añadir una perspectiva distinta, más conocedora de la historia de España y, por ende, más profunda, aunque siempre desde un punto de vista democrático y progresista.
En mi opinión, el principal enfoque para explicar el fracaso del proyecto emancipador de la II República radica en la Constitución de 1931, aunque enmarcándola en la historia del constitucionalismo español del siglo XIX. A grandes rasgos, la Constitución de la II República supone una suerte de ruptura democrática tan solo equiparable a la Constitución de 1812. Dicha anomalía constitucional nos debería llevar a analizar lo que en derecho constitucional se conoce como constitución formal (escrita) y constitución material, la cual representa la realidad de la sociedad. Al margen de idealismos, el éxito o fracaso de una constitución y del proyecto de país que ésta pretenda dependerá de la capacidad de sincronizar dicha constitución con la realidad del país al que se quiere aplicar. Este fue uno de los principales problemas a los que se tuvieron que enfrentar los defensores de la república: el de la tensión entre unas políticas democráticas, progresistas y emancipadoras; y una realidad social más conservadora.

El siglo XIX español es el reflejo de los tres poderes que han dominado y dominan España, los cuales no pueden entenderse independientemente de los otros, sino que se retroalimentan en una dinámica de poder y hegemonía totalizadora: el poder real, el poder aristocrático, que no burgués, y el poder religioso, contando con una especie de sub-poder instrumental a sus intereses coligados: el ejército. Si enmarcamos estos elementos en la época de la II República, podemos apreciar que, ante la amenaza de pérdida de su hegemonía y control sobre España, dichos poderes (con la imprescindible ayuda de parte del ejército nacional y de la Alemania nazi y la Italia fascista), echaron el freno de mano y comenzaron un proceso de cuarenta años de transformación social y rearme hegemónico con el fin de imposibilitar otra época que les arrebatase sus privilegios y apostase más por la mayoría social de este país. Entendiendo esto podemos entender los vínculos del franquismo con la Iglesia católica, la financiación de parte de la aristocracia al golpe militar, sus grandes negocios a base de acercarse al régimen y, por último, pero no por ello menos importante, la decisión de Franco de restaurar la monarquía en España de la mano de Juan Carlos I, sucesor del dictador a la Jefatura del Estado.
La II República fracasó en su intento de limitar, en la medida de lo posible, la actuación de estos tres poderes. Falló en una reforma agraria que revirtiera los efectos de las desamortizaciones del XIX y crease una clase burguesa semejante a la europea, en lograr hegemonizarse una vez constituida… En mi opinión, esta experiencia es el mejor ejemplo para entender que, para llevar a cabo de manera exitosa un proyecto político democratizador, progresista y emancipador, ha de contarse con la mayoría social, a sabiendas de que los poderes reaccionarios de España harán todo lo que esté en su mano para no permitir un avance que acabe con sus privilegios.