“En la lucha política, deberíamos atacar al enemigo en sus puntos más débiles; en la lucha ideológica, atacamos al enemigo en su punto más fuerte”

Antonio Gramsci

El Neo-eurasianismo podría ser definido como una “ideología que habría sabido encontrar una interacción original entre la geografía, la filosofía de la historia y el orientalismo”. Esta ideología afirmaría que Rusia ocupa la posición media entre Europa y Asia y que Rusia debería centrarse más en sus “componentes asiáticos” en vez de los europeos. Esto se debería contraponer a las concepciones geográficas que entenderían que Rusia se encuentra en la periferia europea (en todos los sentidos). En los años 90, en Rusia, habría de aparecer lo que es conocido por el nombre de Neo-eurasianismo y que sería considerado por Marlene Laruelle como una de las ideologías conservadoras más elaboradas que surgieron en ese período.

Este discurso Neo-eurasianista habría desarrollado, entre sus puntos principales, una visión positiva de oriente para justificar que Rusia debería estar más cerca de Asia que de Europa. “El cristianismo ortodoxo debe ser una religión oriental; el Islam, el Budismo y el Hinduismo son apreciados por su misticismo y su fundamentalismo”. Esta posición contraria a Occidente es uno de los principios fundamentales del Neo-eurasianismo; lo es también la asunción de la existencia de civilizaciones o áreas culturales. Esta visión aprovecharía mucho los estereotipos del orientalismo europeo y eurocéntrico que vería a Oriente como un mundo lejano y exótico mientras que Occidente sería el mundo de la racionalidad, del progreso, del individuo y del mundo material. Así, los Neo-eurasianistas pretenderían resignificar Oriente como el mundo de la estabilidad, del conservadurismo y la religión, de la totalidad, el Estado y la vida espiritual.

También cabe destacar cómo los Neo-eurasianistas utilizan la geopolítica en su composición ideológica. Así, consideran que el territorio, el acceso al mar o les territorios vecinos como variables independientes y que, por lo tanto, deben determinar hasta las últimas consecuencias la naturaleza de cada persona o Estado. Este determinismo culturalista o geográfico haría imposible exportar el modelo europeo fuera de sus límites geográficos. De este modo, los derechos civiles y políticos, las libertades individuales y colectivas serían algo que Occidente habría utilizado para justificar su imperialismo y, por lo tanto, Rusia y Eurasia, requerirían, por sus características esenciales, un modelo autoritario y teocrático.

Entre los autores que han tomado el concepto de Neo-eurasianismo en los años 90, se encuentra Panarin quien utilizaría este término como método de explicación de la Rusia post soviética, en el nuevo mundo ya no bipolar sino multipolar que estaba emergiendo. Así, después de la caída de la URSS, el país debía tomar decisiones que reflejaran su verdadera “naturaleza” y “esencia”. Según esta “teoría”, las culturas no-europeas se desarrollarían de manera cíclica mientras que Occidente se presentaría a sí mismo siguiendo un proceso lineal y progresivo en el tiempo; solo la temporalidad (“más avanzada” o “menos desarrollada”) serviría para valorar las diferencias entre civilizaciones. Panarin pretende recuperar una suerte de juicio espacial y así las diferencias entre naciones no serían temporales y verticales sino espaciales y horizontales. De este modo Panarin justifica su esencialismo y se apoya también en el Choque de Civilizaciones, puesto que compartiría con Huntington la noción de la civilización como absoluto explicatorio dentro de un marco pos-bipolar.

Panarin también critica que, en occidente, sea el criterio económico el dominante (tanto en el liberalismo como en el marxismo) y, en su lugar, sitúa los valores culturales y religiosos de oriente. Asimismo, critica la “tecnocéntrica locura europea” como condena para toda la humanidad. A estas características “occidentales”, Panarin contrapone su modelo para Eurasia. Dice que la civilización euroasiática es una “comunidad supra-étnica animada por una idea universal” y que esta idea universal se manifiesta a través de la religión. Además, cabe destacar que la religión no es nunca una elección individual, sino nacional.

Otro punto que cabría destacar es la concepción de la nación, la sociedad y el Estado. Aquí emerge la concepción del imperio euroasiático como mecanismo de asimilación corporativa de la nación y la sociedad. Así pues, llega a afirmar Panarin que “ser un nacionalista significa en primer lugar ser un defensor incondicional del Estado ruso”. Para explicar este punto, el autor dice que, en Eurasia, el pluralismo es para las comunidades (de ahí la visión de un imperio que contenga la heterogeneidad unificada bajo el Estado y la Religión) mientras que “la visión republicana occidental entendería el pluralismo para los individuos”.

De este modo, junto con la doctrina elaborada por Alexander Dugin, la visión de Eurasia de Panarin plantea una de las posibles formulaciones del nacionalismo ruso. Una concepción que enaltece la diversidad cultural, pero que, a su vez, define Eurasia solo como la identidad rusa. Así, el Estado ruso, tomando la forma de neo-imperio, sería capaz de albergar dentro de sí una heterogeneidad solo si esta, a su vez, queda subsumida en forma de la síntesis (idea Universal encarnada por el Estado) que sería la religión ortodoxa. Esta visión organicista, holística y corporativa de la sociedad rusa sería funcional a una construcción nacional neo-imperial y a una visión del conflicto donde este solo emergería entre dos (o más) “civilizaciones” diferentes por motivos culturales e inevitables. Así, cabría contraponer esta concepción del conflicto con la visión liberal-democrática donde el conflicto debería ser resuelto por el derecho y la moral y por el triunfo de la racionalidad sobre las pasiones conflictuales. Así, mientras que el consenso y el pacto racional serían aquello que haría imposible el conflicto en un modelo liberal-democrático, la harmonía social eurasiática tendría que ver con una necesaria función de ese Estado que condensaría de forma estética todas las heterogeneidades posibles.

Alexander Dugin en sus inicios

Alexander Dugin, considerado en la actualidad otro de los principales ideólogos del Neo-eurasianismo, habría sacado la mayoría de sus teorías de la “new right” del GREECE (Research and Studies Group on European Civilization) y de su ideólogo Alain de Benoist (quien practicaría un “gramscisme de droit”). “El Rasputín de Putin”, como llaman a Dugin, habría formulado en 2009 lo que se conoce como la Cuarta Teoría Política. En ella, se defiende la superación tanto del liberalismo como del marxismo y también del fascismo. Afirma asimismo que la civilización Occidental no es algo universal y se la debe combatir puesto que, en sus palabras, es “el mundo hipertrofiado e insolente con megalomanía, es el caso abyecto de hybris (impureza, arrogancia, orgullo)”. Para él, el mundo debe convertirse “en lo que es: la Provincia, el caso aislado histórico, la elección; no en el destino universal y normativo o el objetivo común”. Así pues, el sujeto de la Cuarta Teoría Política sería el Dasein de Heidegger, el ser-ahí contrapuesto al individuo liberal, la clase del marxismo o la Raza/Estado del fascismo y nazismo. Dugin utiliza su interpretación ficticia y panfletaria de este concepto para fundamentar esa diferenciación según la “Civilización” a la que pertenece cada sujeto. En su crítica, lo que él considera las “anteriores teorías políticas”[1], dice también que mientras el fascismo y nacionalsocialismo vieron los “cimientos de la historia” en la raza y el Estado, el marxismo había visto eso en la Clase Obrera y el Liberalismo en el individuo atomizado y separado de su herencia cultural, su “teoría” entiende como sujeto histórico al “Pueblo como Ser”, con “toda su riqueza de los vínculos interculturales, tradiciones, características étnicas y visión del mundo”.

A todo ello, Alexander Dugin ha pasado desde 1985 por todo tipo de organizaciones políticas, desde la extrema derecha eurasianista a los círculos monárquicos. En 1991 estuvo cerca del partido comunista y en 1995 estuvo en el Frente Nacional-Bolchevique. Pasó también a autoconsiderarse como centro radical que definía como “patriotismo científico basado en la geopolítica”. A partir del año 2001, un año después de la elección de Putin como presidente, creó un movimiento llamado “Evraziya” que en su congreso fundante hizo público su apoyo a Putin y “que tenía como objetivo no luchar por el poder, sino influirlo”. A partir de entonces, Dugin tiene una significativa influencia sobre la opinión pública en Rusia y, como ya hemos visto, sobre el entorno político de Vladimir Putin. De hecho, Dugin fue nombrado en 1999 asesor especial de la alta Duma y miembro destacado del Centro de Excelencia Geopolítica, órgano de consulta de expertos en seguridad nacional y Gennadiy Seleznev pidió públicamente que la doctrina geopolítica de Dugin formase parte del currículo escolar ruso. En la actualidad, Dugin ejerce de profesor de Filosofía en la Universidad de Moscú y el jefe del departamento de Sociología de la Relaciones Internacionales.

A modo de conclusión y como anécdota, cerca del fin de siglo, Dugin escribiría un libro sobre Conspirología donde clamaría que el hecho que un número elevado de personas crean que en una conspiración global (Bilderberg/Masones/Iluminati) es interesante para la Sociología. Dugin diría que “es, cuanto menos, igual de importante saber lo que una sociedad piensa sobre lo que está sucediendo que lo que está pasando realmente o lo que digan los expertos”. Añadiría que “estudiando las Teorías de Conspiración se estudian los mitos de la gente, la cultura, los miedos y las estructuras gnoseológicas (métodos de conocer del ser humano) y cognitivas”.

En 2010, una encuesta de la agencia de noticias Reuters decía que al menos un 20% de los habitantes del planeta (con un porcentaje más destacado entre los jóvenes) cree que existen reptilianos disfrazados de personas entre nosotros.

 

[1] Vemos como Dugin juzga como un todo homogéneo a las “teorías políticas”. Su uso de los términos “liberal”, “democrático” o “republicano” como términos prácticamente intercambiables hace visible la condición panfletaria del texto. Cabe recordar aquí la afirmación que haría el mismo Carl Schmitt para ejemplificar la simplificación de la deliberación: “bolchevismo y fascismo… como todas las dictaduras, son sin duda antiliberales, pero no necesariamente antidemocráticos”.

Bibliografía

«Russian Eurasianism: An Ideology of Empire», 7 de julio de 2011. https://www.wilsoncenter.org/publication/russian-eurasianism-ideology-empire.

Marlène, LARUELLE: Russian Eurasianism. An ideology of Empire, Washington D.C., Woodrow Wilson Center Press, 2008.

Marlène, LARUELLE: “The two faces of contemporary Eurasiansim: An imperial version of Russian Nationalism”, Nationalities Papers, 32 (2004).

Chantal, MOUFFE: El retorno de lo político, Barcelona, Paidós, 1999.

Carnegie Council for Ethics in International Affairs. Marlene Laruelle: Links Between the Russian and European Far Right. Accedido 19 de noviembre de 2017. https://www.youtube.com/watch?v=Su3ByF4daSo.

Carl SCHMITT, The Crisis of Parliamentary Democracy, trad. E. Kennedy, Cambridge, Mass., y Londres, 1985, p. 34.

Vernazza, Diego. «La política en la ciudad dividida. Maquiavelo, 500 años de El Príncipe.» Accedido 23 de noviembre de 2017. https://www.academia.edu/14623140/La_pol%C3%ADtica_en_la_ciudad_dividida._Maquiavelo_500_a%C3%B1os_de_El_Pr%C3%ADncipe.