©Las hinchadas de Boca y River, en la Bombonera. (Archivo / AFP)

Por Lucía Cobos

En Argentina se popularizó hablar de la grieta por el periodismo macrista que la intentó mostrar como un proceso heredado del kirchnerismo. No obstante, aquí nos referimos a una grieta que es parte de lo sedimentado y que nos permite explicar algunas cuestiones presentes en donde parece que la grieta lejos de ser un proceso inmóvil muestra su capacidad de desplazamiento y profundización en los últimos años.

Si algo fascina del fútbol argentino y permite generar un negocio millonario en torno a la venta de boletos para ver un partido (aunque sea de principio de liga) es la pasión, el desborde, la gambeta, el hecho de que la Bombonera no tiembla sino que late. Ese latido del campo de fútbol que nos interpela supone un marco afectivo en el que nos relacionamos, es parte de esos lugares comunes que la sociedad argentina ha aceptado que son también un campo de disputa, una cierta forma de institución en donde cabe el conflicto y donde nuestras consideraciones sobre lo político toman forma. No se trata en absoluto de eliminar, como se pretende desde el racionalismo, la cuestión de los afectos. Al revés, los afectos son fundamentales en la creación de identidades colectivas que constituyen lo político. Por tanto, retomamos lo afectivo como parte imprescindible de la que tenemos que dar cuenta ante todo proceso social y político por su capacidad de movilización y de generación de comunidad.

En el marco del Congreso de CLACSO que se celebró en Buenos Aires la última semana pudimos escuchar a Chantal Mouffe retomar sus ideas sobre la democracia radical y sobre la cuestión de que la posibilidad amigo-enemigo está siempre presente, pero que a lo que debemos aspirar es a una canalización institucional de tal forma que el enemigo sea un adversario. En esta charla alguien levantó la mano y preguntó: ¿qué pasa cuando el otro te considera enemigo? Lo cual me sirve para plantearme ahora y hacerme la pregunta de ¿qué pasa cuando algunos hinchas de River atacan tirando piedras, botellas y gas pimienta al autobús de Boca antes de entrar a la cancha? No quiero decir que este odio sea unidireccional, hemos vivido situaciones inversas haciendo uso también del gas pimienta. Pero a lo que me refiero es que ahí no existe la intención de ganar el partido, lo que existe es la voluntad de eliminar al enemigo, no es una relación adversarial, es que la potencialidad siempre presente de que el conflicto se convierta en guerra se torna real o al menos en posible.

Lo ocurrido este fin de semana en la final de la copa Libertadores da cuenta de la grieta en Argentina y de lo agrietados que están los lugares comunes en donde deberían construirse espacios de consenso y disenso y en donde una comunidad política se debiera reconocer como tal. Hoy vemos que la cancha es un reflejo de lo que ocurre en el Congreso de la Nación, en las calles y en los barrios. Hace falta coser la comunidad y reconocer la legitimidad del otro, dar cuenta de las redes afectivas que constituyen el país y permitir su coexistencia. Claro que queremos ganar, pero queremos hacerlo dentro de la cancha, permitiéndole la legitimidad al adversario y movilizando los afectos democráticamente.