Por Àlber Blanc
Plurinacionalidad, momento constituyente e irrupción nacional-popular son algunos de los conceptos fructíferos que Bolivia ha producido de forma privilegiada a raíz de su propio ciclo político. Por ello en este artículo se propone una operación de extractivismo epistemológico con el cual pensar mejor nuestra compleja realidad plurinacional.
De este modo me gustaría aprovechar los cuatro grandes temas de estudio del sociólogo boliviano, Rene Zavaleta Mercado, para repensar la autodeterminación en el caso del estado español. Me parece que este puede ser un ejercicio fructífero en tanto que las obsesiones analíticas de Zavaleta gozan de una actualidad rampante. Estas obsesiones analíticas no solo son de interés para los análisis centrados en América Latina, sino que también pueden trasplantarse a otros contextos. En tanto que la mirada de Zavaleta se fija en el horizonte de la práctica política. Es decir que lógica es la que constituye aquello que entendemos por política de modo que ciertos antagonismos devengan movilizadores de voluntades.
La hipótesis de respuesta de Zavaleta apunta a las crisis como elemento de análisis fundamental. Por dos motivos, el primero porque a partir del cuestionamiento ligado a la crisis se problematiza el relato dominante y ello permite retroactivamente desmenuzar sus nudos ideológicos. En segundo lugar, la crisis es un momento de construcción subjetiva. Lo que apunta a que la práctica por excelencia de la política reside en los procesos de autodeterminación de los sujetos.
El trayecto que va de la conversión de una particularidad social a un sujeto soberano que clama ser la comunidad política legítima es lo que Zavaleta entiende como autodeterminación. Y este proceso, especialmente complejo en las periferias, no deja de estar en tensión con la disputa por la nación por parte de los sujetos en liza. En la medida que lo nacional es un horizonte de referencia simbólico privilegiado cuya centralidad está asegurada, según señala Zavaleta, en tanto que instancia espacial de reconocimiento.
La práctica política, la crisis, la autodeterminación y la construcción nacional son los engranajes fundantes del aparato de análisis propuesto por Zavaleta para entender que hay en juego en todo proceso de disputa por el poder. Esta propuesta de análisis, y de investigación, sin duda puede ayudarnos a indagar en algunos procesos políticos contemporáneos como es el caso de la autodeterminación en el estado español.
La política y sus lógicas de construcción: irrupción plebeya, imperialismo y hegemonía negativa
La práctica política puede seguir pues dos lógicas contrapuestas de construcción de lo político. Una puede ser de tipo democrático mientras que la otra puede ser de tipo autoritario. La diferencia entre ambas consiste fundamentalmente en la forma que tienen de ordenar el espacio político y la estructura social.
La lógica política democrática tiene su traducción en una práctica plebeya que se distingue por articular irrupciones que desbordan el marco de las democracias liberales y representativas. Se trata de movimientos de masas que superan la institucionalidad. En América Latina el caso más representativo bien pudiera ser la experiencia social que fue el fenómeno peronista. En tanto que dicho fenómeno engendró un orden nuevo en el que la sociedad deviene el motor de la democratización que da fuelle al Estado anti oligárquico.
Por su parte, la lógica autoritaria se plasma en dos formas de intervención política no exentas incluso de contradicciones entre sí. Ya que la lógica autoritaria de construcción de la política puede tener tanto una emanación exógena, entonces estamos hablando de imperialismo, como puede tener un locus endógeno, como acto propio de los actores políticos autoritarios. En su vertiente imperialista la lógica autoritaria desmantela a los sujetos políticos de la periferia, los intenta diluir, sometiéndolos a la dominación desnuda. Zavaleta toma como ejemplo el ciclo de disolución de las experiencias populistas de Juan Bosch en la República Dominicana o de Víctor Paz Estenssoro en Bolivia.
Mientras que la lógica autoritaria de enunciación endógena se despliega buscando la reorganización de la sociedad civil para desmembrar la acción colectiva. Se persigue así imponer formulas corporativas para despiezar a la sociedad civil en sus particularidades sectorialistas. Este orden social consiste, de hecho, en la visión presente en la ideología neoconservadora según la cual la sociedad civil no puede ser de ningún modo un sujeto soberano que desborde ni a las instituciones ni a la gobernabilidad. La lógica autoritaria nacional, en su participación por la lucha de sentido, se encarga de producir un sentido común de tipo conservador. De este modo trata de interpelar aquellas tradiciones ideológicas reaccionarias sedimentadas en el llamado “inconsciente colectivo de las sociedades” (ver Zavaleta, 2009: 301).
Lo que distingue ambas lógicas autoritarias es que mientras que una tiene una emanación estatal, y por lo tanto una proyección y recepción geopolítica, la otra tiene un marco espacial nacional. Otra línea de diferenciación reside en que la lógica autoritaria de tipo imperialista se fundamenta principalmente en la dominación exógena. Mientras que la lógica autoritaria de emanación endógena busca construir hegemonía, pero un tipo de hegemonía bien concreta, la que Zavaleta tipifica como “hegemonía negativa” (2009: 302). Esta no excluye el uso de la fuerza, pero no es su elemento principal a diferencia de la anterior lógica.
La hegemonía negativa consiste en el despliegue del terror para vencer a los adversarios a la vez que imponer un orden que genere otro tipo de adhesiones y lealtades. Aquí lo represivo funciona como punto de anclaje de un nuevo horizonte de referencias por el que se articula un determinado imaginario colectivo. De este modo el terror no juega solo un rol de mero soporte de la represión, sino que también opera como fórmula de representación y estructuración de lo social.
A modo de ejemplo, el terror ejercido por el régimen español durante la celebración del referéndum se atribuye una legitimidad en tanto que representante de una mayoría silenciosa en Catalunya de una parte, así como del único sujeto reconocido como legítimo por la institucionalidad del régimen: la sociedad civil española. El terror del régimen no solo tuvo esta intencionalidad, la de vencer por la fuerza a sus adversarios, sino que enunció una narrativa movilizadora. Según este relato los actores políticos soberanistas eran “unos golpistas a la democracia” que estaban pasando por encima de la voluntad de la gente con “seny” [la razón en catalán]. De ahí la movilización de tintes fascistas que se desencadena tanto en Barcelona el 8 de octubre como en otras partes del territorio del estado español[1].
En un segundo momento, la represión que se aplica a partir del viernes 27 de octubre con la aplicación artículo 155 de la Constitución española abre la puerta a la imposición de un modelo institucional homogéneo. Modelo por el que el Estado central suspende las soberanías institucionales rebeldes sometiéndolas a una única legalidad e institucionalidad dominante, la del Estado central. Tal como se ha visto en las amenazas pronunciadas por parte del PP y Ciudadanos de aplicar el 155 en Euskadi, Navarra y Castilla la Mancha[2].
Los flujos de la autodeterminación
La autodeterminación es un fenómeno que abarca tres vertientes fundamentalmente. En primer lugar, como proceso de construcción de identidades, en segundo lugar, como herramienta de mediación ideológica y en última instancia como proyecto de un nuevo contrato social, de una institucionalidad que lo refleje.
La primera vertiente, que es la que puede ser de mayor interés, afecta a los sujetos en tanto que la autodeterminación nombra el proceso de constitución democrática del sujeto. Es decir, de que este devenga un ente soberano.
Sin embargo, la autodeterminación depende de la existencia de momentos de disponibilidad, de crisis, que abran la posibilidad de un relieve en las creencias y en las lealtades (Zavaleta, 2009:311). Estos momentos de disponibilidad son solo posibles a partir de cortes radicales con las situaciones previas. De manera que devengan posibles las operaciones de totalización. O dicho de otra forma, la universalización de una singularidad social. De modo que aquella parte del edificio social que clama ser el conjunto se presente como tal aprovechando la fragilidad de las identidades dominantes.
Este tipo de sismos que dislocan las placas tectónicas identitarias toman la forma de crisis revolucionarias o de crisis nacionales generales en la medida en que “es la profundidad de la ruptura de la episteme colectiva y el estado de fluidez consiguiente lo que en verdad importa” (Zavaleta, 2009: 313).
El viento que agita la cebada. Estado e identidad nacional
No solo la crisis es un momento de construcción de identidad y sujeto. También la institucionalidad democrática construye identidad en la medida que este tipo de institucionalidad funciona como proyección en el nivel superestructural de aquel sentido común emanado de la sociedad (Zavaleta, 2009: 319). La autodeterminación sigue una lógica de representación que no solo genera sujetos, sino que también genera estatalidad. A su vez, se puede comprobar el grado de validez de una institucionalidad en la medida que es aceptada por los gobernados. En el momento que se produce una fractura entre institucionalidad y gobernados se da la posibilidad de un momento de autodeterminación con consecuencias constituyentes.
Así, el poder constituido, sedimentado en Estado y legalidad, es hegemónico en la medida que es capaz de representar a la voluntad social y en la medida en que su contrato social es capaz de desarticular líneas de antagonismos que exploten en procesos de autodeterminación y voluntades constituyentes.
Pero cuando ello no es así, entonces la autodeterminación, como proceso de construcción de un sujeto democrático, deviene una voluntad general rebelde que busca construir un espacio de reconocimiento soberano. Por ello, la referencia a lo nacional popular continúa siendo un marco de identificación valido si no es que genético a toda práctica política con voluntad de hegemonía.
Ello incluso a pesar de que pudiera parecer que los procesos de globalización y transnacionalización hubieran limado la representatividad popular de los Estados nación. Sin embargo, la oleada de protesta a escala geopolítica que arranca con las primaveras árabes en 2011 y que continua con los movimientos de indignación en España, Grecia, Portugal e Irlanda revela de forma contemporánea que:
“la quimera de la abolición del sentido nacional popular y, aún más, el agon de disolución de lo nacional popular, fracasan frente al sentido innato de la apropiación humana de la historia. Lo nacional sigue siendo el reconocimiento posible dentro de los términos de la transnacionalización” (Zavaleta, 2009: 320).
Y justamente en este ciclo mediterráneo de irrupción popular lo que hemos visto es el surgimiento de distintos “nosotros”, de distintas voluntades colectivas, con voluntad de poder y de soberanía nacional. Siendo quizás las formas más maduras de tales fenómenos la victoria griega de SYRIZA, las irrupciones nacionales kurda, escocesa y ahora catalana.
Y a pesar de que se ha dado el reverso fascista en la constitución del sentido nacional popular, con fenómenos como el Frente Nacional en Francia o Alternativa por Alemania en Alemania, en general la mayoría de procesos de construcción de sentido nacional popular han estado marcados por la radicalidad democrática y su expresión plurinacional. Pero no porque el sujeto pueblo sea inherentemente jacobino y sans-culotte sino porque la práctica política de la autodeterminación muestra el carácter contingente y arbitrario que tiene en realidad toda identidad y voluntad colectiva.
Ello significa pensar la política como una categoría de análisis que describe el conjunto de prácticas para la disputa del poder entre diferentes actores políticos. Pero teniendo en cuenta que su núcleo constitutivo reside en la lucha de sentido para establecer imaginarios que rijan una sociedad. Lo político es pues la lucha por definir aquel antagonismo constitutivo de las identidades en disputa en un marco social determinado.
Bibliografía
Zavaleta Mercado, René (2009). Problemas de la determinación dependiente y la forma primordial. En: La autodeterminación de las masas. Editado por CLACSO, Bogotá: Siglo del Hombre Editores, pp. 291-320.
[1] Véase Europa Press (2017). Sociedad Civil Catalana convoca una manifestación el domingo apelando a recuperar el ‘seny’. Eldiario.es. Publicado el 03 de octubre. Disponible en:
http://www.eldiario.es/politica/Societat-Civil-Catalana-manifestacion-recuperar_0_693281668.html [consultado el 04/11/2017].
[2] Cortázar, Ander (2017). El PP amenaza con aplicar el 155 en otras tres autonomías. El Boletín. Publicado el 24 de octubre. Disponible en: