Por David Sánchez Piñeiro

Hugo Martínez Abarca (Madrid, 1976) es licenciado en Filosofía y en Ciencias Políticas. Durante su juventud fue miembro de un grupo de teatro y dirigió varios cortos de cine. También se declaró insumiso y como muchos otros españoles se negó a realizar el servicio militar obligatorio. En 2015 dejó de ser militante de Izquierda Unida y  ese mismo año se convirtió en diputado autonómico por Podemos en la Asamblea de Madrid. Nos recibe en la sede de la Asamblea, en el distrito madrileño de Puente de Vallecas, donde le pedimos que nos explique una idea que ha venido desarrollando últimamente en diferentes artículos publicados en cuartopoder, en La Mirada Común, en eldiario.es y también en su blog personal: la República como el nombre del cambio en España.

La teoría populista concede mucha importancia a la figura del líder carismático como elemento capaz de aglutinar o articular una serie de demandas heterogéneas. En una entrevista reciente, Chantal Mouffe admitía que ese rol articulador no tiene por qué estar vinculado necesariamente a la figura de un líder y afirmaba, por el contrario, que una lucha particular puede convertirse en “el símbolo de la unidad del pueblo”. ¿Crees que la República puede actuar como ese “símbolo de la unidad del pueblo” o, en tus propias palabras, como “el nombre del cambio en España”?

Es evidente que un liderazgo personal no es lo único que puede funcionar, sobre todo en una sociedad bastante vertebrada y con un tejido civil importante como España. De hecho, las luchas más exitosas han sido siempre luchas concretas: la marea verde, la marea blanca, etc. Que en España no hayamos tenido un nombre del cambio no quiere decir que no lo necesitemos. Precisamente, en los últimos 40 años en España sin un proyecto alternativo claramente definido no hemos conseguido un cambio. Deberíamos fijarnos bastante en lo que ha pasado en Cataluña. Para mí no es un proceso exitoso y creo que ahora mismo están abocados a un cierto fracaso, pero como movilización popular, ciudadana y transversal, con un horizonte definido que es la independencia, han conseguido algo absolutamente imprevisto. Y no han tenido un liderazgo carismático a diferencia de en la época de Pujol. Pero durante la etapa independentista se va sustituyendo un liderazgo por otro, los van quemando a toda velocidad. Aún así se creó un horizonte compartido que es el nombre de todo lo que va a ir bien. ¿Por qué hay corrupción? Inventos de España para parar la independencia. ¿Por qué hay carencias sociales?. Porque España nos roba. Y todo cambiará cuando haya independencia. Eso es un gran logro y lo tienen con un nombre. Yo creo que es un error, que no va a ningún lado, que no es posible, pero es un nombre y lo comparten muchísimos sectores sociales incluso antagónicos en el pasado y hoy más o menos unidos. En España no hemos conseguido articular un proyecto transversal. En parte por no tener un nombre. Hemos tenido un liderazgo fuerte como el del primer Pablo Iglesias. Podemos como actor coral ha funcionado en un momento muy concreto como ese agregador de demandas, pero desde luego no consiguió el salto a la transversalidad. Tiene que ser un proyecto compartido, yo creo que en España puede ser República porque debería tener cuatro características. Uno: que sea medible, que sea sencillo saber si lo has conseguido o no. Hasta que no lo consigas sabes cuándo estás perdiendo y cuándo has ganado, sabes cuándo tienes que estar al ataque y cuándo tienes que estar a la defensiva. Cataluña no es un Estado independiente. Bueno, durante 9 segundos lo fue (risas). Y en España es evidente que no hay una República. Hay una monarquía. Cuando lo consigamos lo sabremos. Por eso creo que no podría ser un significante difuso tipo democracia o justicia social.

O cambio…

Claro, o cambio. Dos: tiene que ser un horizonte inasumible por el régimen, porque si no, no es un horizonte de cambio. Tres: tiene que ser agregador. Creo que la República lo puede ser porque, igual que la independencia ha conseguido atraer a sectores de la burguesía catalana y a sectores populares, la República podría solucionar un conflicto que siempre ha habido en España a la hora de ofrecer un horizonte agregador, que es la tensión entre la ciudadanía y el pueblo. Para los sectores más ciudadanos la República te ofrece el ideal teórico del republicanismo, instituciones sólidas, instituciones democráticas, etc. Y para los sectores populares también ofrece un ideal de cambio potente. El cuarto elemento es un adversario definido. Todo proyecto de cambio lo necesita. Ahí habría que definir qué adversario es. Creo que es muy tentador señalar al rey como adversario natural de una República, pero sería un grave error. Podemos nació hablando de la casta. La casta tenía el problema de que se identificaba con los políticos. La monarquía nos ofrece un adversario ideal que es la corte. La corte es lo mismo que la casta, pero están los empresarios que van con el rey a Arabia Saudí, los políticos pelotas (cortesanos), los medios de comunicación que manipulan… Y eso te ofrece un adversario que es un poder real, el poder real que gobierna España, que ha lastrado los avances de España desde hace siglos y los lastra ahora, que lo asocias a la monarquía y que es un adversario mucho más útil con el que confrontar.

¿Y tú crees que sería fácil vincular la figura del rey con toda esa gente que está a su alrededor en la corte?

Es relativamente fácil. Dos ejemplos que aparecen en todos los casos de corrupción relacionados con licencias de construcción de España. Marqués de Villar-Mir (OHL), nombrado por Juan Carlos I. Según las escuchas a Corinna le da comisiones a Juan Carlos I a cambio de que consiga los contratos en Arabia Saudí. Felipe VI lo primero que hizo fue un viaje a Arabia Saudí para mantener los contratos que había conseguido su padre. Hay un montón de actos, que Felipe está intentando disimular más pero los sigue haciendo, en los que todo ese sector cortesano va de su mano. La siguiente generación de Villar-Mir es López Madrid, que está en las tarjetas black, que sigue en OHL, etc. Y que es al que Letizia Ortiz le manda el WhatsApp diciendo “compiyogui, todo esto es merdé”, refiriéndose a las tarjetas black de Bankia. En los espacios políticos nos lo están regalando., Pablo Casado hizo la chorrada esta de “cuando pidas un café di ‘viva el rey’”. Y VOX, si se ven sus actos, está haciendo un discurso claramente pro-monárquico, no es como Le Pen que se desvincula de las élites. Se ata a las élites y en concreto a la monarquía. En el acto de Vistalegre hicieron varias referencias a la monarquía y en las 100 medidas que tienen colgadas en su web la tercera es defender la Corona. Creo que sí hay un espacio para vincular la monarquía con ese poder fáctico, que podemos llamar la corte o no. No tenemos que estar impostando siempre nuevos nombres, no se trata de hacer algo tan de brocha gorda pero sí de empezar a explicar que si cae la monarquía esos sectores pierden su referente, su clave de bóveda.

dices que “para que República sea el nombre y el instrumento movilizador es imprescindible que sea un proyecto político no asociado ni a la nostalgia ni a la izquierda y sus anclajes identitarios sino construirla como nombre de futuro, como sinónimo de modernidad y democracia, no como revancha para que ahora salga bien lo que salió mal”.  Y añades: “República no puede ser ni retórica ni simbólicamente la tercera parte de lo que sucedió hace ochenta y ciento cincuenta años: tiene que ser futuro y modernidad, no pasado”. ¿Crees que la izquierda será capaz de desprenderse de toda esa carga identitaria con un fuerte componente nostálgico asociada a la República?

Creo que esa quizás es la parte más débil de la República como proyecto de cambio. Quizás el mayor problema para la República seamos los republicanos. Nos va a costar un montón deshacernos del protagonismo de toda esa simbología. Tenemos esa simbología porque la sentimos. Es algo que llevamos en las vísceras. A mí desde luego la bandera tricolor y el himno de Riego me emocionan. Si mantenemos eso, la República podrá ser un elemento cohesionador de la izquierda, pero para ese viaje no hacen falta muchas alforjas. Eso me parece un esfuerzo bastante estéril. Si queremos que sea un proyecto de país necesitamos desvincularlo de una identidad fuerte de izquierdas. Ahora mismo la bandera tricolor representa una identidad más fuerte de izquierdas que la bandera roja. Una grandísima parte de la sociedad española lo ve como un proyecto muy identitario, muy politizado. Otra, probablemente aún mayor, directamente ignora esa simbología. Y es muy difícil que pase de ahí. Creo que seríamos bastante inteligentes si viésemos de dónde viene la crisis de la Transición y de la Corona. Creo que viene de su escoramiento a la derecha. Aznar se apropió de la Transición y la Constitución, a principios de los años 2000 decidió utilizarlas como martillo de herejes contra todo lo que no fuese una derecha nacionalista española muy dura. En 2002 el PP aprueba el llamado “patriotismo constitucional” que es su forma de decir: “ser constitucionalista es ser de derechas, nacionalista español”, lo que Rajoy llamaba “españoles de bien”. Muchos jóvenes dijeron “ese no es mi proyecto”. En parte a eso responde el 15M que impugna la Transición. Creo en estos que en estos últimos años está pasando lo mismo con la Corona, se está identificando claramente con la derecha. El discurso de Felipe VI del 3 de octubre es suicida, no tanto por su contenido, que seguramente es medio mayoritario, como porque es un discurso claramente asociado a C’s y al PP. No es un discurso universal, es un discurso de la parte derecha de la población. También le castiga a la monarquía la reivindicación continua que hacen de ella el PP y de VOX. Cuanto más de derechas, más reivindican la Corona. Por eso, si la Transición y la Constitución están perdiendo espacio porque se están escorando a la derecha, sería suicida responderle con algo que está escorado a la izquierda. Lo que tendríamos que hacer sería ocupar todo ese hueco. Lo ocupas como mínimo desprendiéndote de la simbología que te ancla a la izquierda.

Luego está la parte de la historia, de la memoria de país. Yo no creo que la República o cualquier proyecto emancipador se pueda construir desde cero. Tienes que anclarlo en las raíces históricas de España. La derecha ha hecho un muy buen trabajo contándonos que la historia de España va de Isabel la Católica a Santiago Matamoros, Felipe II y todos los episodios reaccionarios. Frente a eso, España tiene episodios heroicos, emancipadores, grandes genios… Tenemos a Ramón y Cajal, a Lorca, a Picasso, el Toledo multicultural, filósofos y científicos de la Edad Media como Maimónides y Averroes, Alfonso X el Sabio, el 2 de mayo, la Constitución de Cádiz, los comuneros… Hay un montón de momentos para reivindicar, para que los españoles entiendan que están construyendo una parte de la historia de España y no una anomalía y, por supuesto, también episodios de la I y la II República y de la lucha antifranquista, pero dentro de esa gran historia de España trufada de episodios a reivindicar. Lo que no podemos hacer es decir que vamos a hacer un proyecto que en España ha tenido seis años de historia de los últimos mil. Si haces eso lo que estás diciendo es que en España todo proyecto emancipador es anómalo. Tienes que decir que en el ADN de España hay mimbres para la emancipación y son muy extensos. Las Repúblicas si algo tienen es su fragilidad, una dura un año y la otra dura cinco. No podemos plantear que ese es el único referente de nuestro horizonte y desde luego si lo hacemos no va a ser un horizonte transversal. Todos los sectores que buscan una institucionalidad nueva y que funcione no te van a comprar una cuyos referentes les estás diciendo que han durado cinco años.

Otra de las cosas que has escrito es la siguiente: “¿estaríamos dispuestos a integrar que para hablar de República no le podemos decir a las capas populares que su bandera no es la que usó para celebrar el gol de Iniesta?” ¿Tiene sitio la rojigualda en el proyecto republicano que propones?

Tú no le puedes decir a un inmigrante, por ejemplo, que la bandera de España no es la rojigualda. A muchos jóvenes tampoco. Eso de que la bandera de España es la tricolor y la rojigualda no, es una cosa para gente hiperpolitizada, pero desde luego no es un sentimiento popular. Otra cosa es que no podemos negar cómo se construye la bandera de España, la apropiación que ha hecho la derecha de la bandera de España. Las banderas de España en los balcones no están en todas partes, están sobre todo en los sectores más derechizados. Tampoco estoy a favor de que hagamos imposturas como la que hizo Pedro Sánchez de sacar en un acto una bandera gigante de España. Eso sería tomar a la gente por idiota y creo que se nos notaría. Es necesario no entrar en una guerra de banderas. Hace 10 años no decíamos la palabra España, decíamos Estado español. Ahora decimos España con naturalidad, no es algo forzado. Lo mejor ahora mismo sería apartar las banderas. Hay una cita que me encanta que recoge Liria en En defensa del populismo. Es de Régis Debray, que era un señor muy problemático por otras cosas, pero esta cita es estupenda. Dice que “el socialismo teórico era iconoclasta; el socialismo real ha sido iconómano”. Con las banderas en España nos pasa eso. Había gente que respondía a un artículo mío en Twitter diciendo “¿Qué quieres una República rojigualda”? ¿Qué es eso de una República rojigualda?  Eran los monárquicos los que apaleaban en el siglo XIX a los que llevaban la bandera rojigualda, porque era el símbolo de la nación democrática frente a la monarquía. Los símbolos no son buenos o malos, son útiles o inútiles. No somos una iglesia en la que hay que defender antes el crucifijo que los Diez mandamientos. Ahora mismo no nos ayuda en nada ni envolvernos en una bandera ni rechazar frontalmente una bandera, ni siquiera la tricolor. No tenemos que decirle a la gente que siente la tricolor que es una bandera obsoleta. Simplemente no es un instrumento útil para construir la República.

Íñigo Errejón ha publicado recientemente un vídeo para conmemorar el 40 aniversario de la Constitución en el que aparecían varias banderas rojigualdas.

Yo creo que eso hay que naturalizarlo. En el 15M aparecían banderas rojigualdas. No le puedes decir a la gente que esa no es su bandera. Tampoco puedes salir ahora a envolverte en la bandera. Hay simplemente que tener claro que esa no es la guerra, que la lucha es un proyecto político y que si llega la República será seguramente con la bandera rojigualda quizás con otro escudo, qué más da.

Ni la tricolor ni la rojigualda, tal vez aparezca otra…

Ya se verá, pero no podemos obsesionarnos con diseñarlo desde arriba. Surgirá y si no surge no pasa nada, si tiene que ser esta bandera en un país mucho más democrático ¿cuál es el problema? Uno no se mete en política para cambiar de bandera, para eso te metes en la Escuela de Bellas Artes. En política te metes para cambiar el país. Si cambias el país manteniéndose la bandera pues vale: ya lo hicieron los monárquicos, que no querían que hubiera banderas nacionales y lo asumieron porque les fue útil. No seamos iconómanos, utilicemos los símbolos como lo que son, instrumentos que pueden ser útiles o inútiles. Ahora mismo una guerra de banderas no nos beneficia en nada.

Ahora mismo hay, a grandes rasgos, tres posicionamientos en Podemos en torno a la cuestión monárquica. Por un lado, están los que no la consideran un tema prioritario. Por otro, están los que apuestan por la República argumentando que el jefe del Estado de un país democrático debe ser elegido en las urnas y no por fecundación. Por último, estáis los que defendéis una hipótesis más ambiciosa: la República como un nuevo “proyecto de país sencillo de nombrar que encarne los anhelos de democracia, justicia y modernidad”. ¿Crees que a corto plazo puede consensuarse un posicionamiento que dé cabida a esas tres sensibilidades?

Creo que esto nos ofrecería una oportunidad para recuperar los debates estratégicos de país que hace mucho tiempo que no tenemos, no solo en Podemos sino en España. Como ha habido una sensación de que la crisis se estaba encauzando a través de la batalla electoral y no por el lado de los proyectos estratégicos, quizás desde 2015 o así hay mucho menos debate político y creo que ahora mismo que vuelve a haber sensación de crisis de régimen probablemente renazca. No hace falta consensuar sino debatir, y luego ya se verá. Si la República es un elemento movilizador o no, yo ahí no soy dogmático, eso habrá que debatirlo con datos sobre la mesa. Primero habría que ver si estamos de acuerdo en que el cambio necesita un nombre, un tipo de proyecto que defina ese cambio. Si estamos de acuerdo en eso, a mí no se me ocurre otro nombre en España que República. A lo mejor hay otro, pero a mí no se me ocurre. Si me dicen otro que, por ejemplo, no tenga los lastres históricos que tiene la República perfecto, yo estaría de acuerdo. Lo que pasa es que no se me ocurre otro y nadie me ha dicho otro. En Cataluña se les ha ocurrido otro, pero en el resto de España no…

¿Iberismo?

Vale, iberismo no tiene deudas históricas pero porque es friki. A mí me encanta el iberismo porque sería una solución al problema territorial. Además ahora somos los dos únicos gobiernos progresistas de Europa, pero eso sí que sería a largo plazo. Ahora mismo no es agregador en ningún caso entre ciudadanos y pueblo. Puede ser muy bonito para un ateneo. No veo yo a sectores populares apostando ahora mismo por el iberismo. Ojalá, porque además tiene la ventaja de que es inimaginable un proyecto iberista monárquico. Porque esa es otra parte, el cambio necesariamente va a ser republicano, el debate es si la República va a traer cambio, no si el cambio traerá República. Evidentemente, si hay una Constitución nueva, democrática, no tiene mucho sentido la Corona. Si necesitamos ese nombre del cambio y se ofrece uno que no sea República, fenomenal.  A mí desde luego no se me ocurre y no conozco a nadie que se la haya ocurrido. Creo que hay elementos para pensar que la República lo es y que hay un caldo de cultivo social para que cuaje como nombre del cambio. En 1995 el CIS preguntó por la monarquía y había un 40% de españoles que le daba un 9 o un 10. Es el año en el que sale el documental de Victoria Prego sobre la Transición, que realmente es la Transición de la que siempre estamos hablando; no de la que hubo en los años 70 sino de la que nos contaron en los años 90. Ese momento coincide con el apogeo de la monarquía. Veinte años después, en el último CIS que pregunta por la monarquía, que es en 2015, el 9 y el 10 no llega ni al 5% y el 0 y el 1 suman más de un 25%. Y si quitas a los mayores de 65 años muchísimo más. Y junto a esa contundencia en el rechazo, la nota media era un suspenso en 2015 y lo venía siendo desde hacía algunos años. Y eso que no se ha hecho ahora, que probablemente hubiera datos mucho más contundentes. 2015 es un año que en teoría era proclive para la monarquía. Se había hecho un año antes el reemplazo de Juan Carlos por Felipe VI y de hecho está mejor valorado Felipe VI que la monarquía. Creo que sí que hay mimbres populares de desencanto con la monarquía y que no tiene por qué sonar tan rara la República.

Hace poco salía en el Huffington Post una encuesta de YouGov que mostraba que hay un 48% de españoles a favor de la monarquía y un 35% en contra.

Yo creo que sí que hay estudios, más de los que conocemos, y diría que la dirección de Podemos debe de estar manejando estudios que hacen que esté utilizando ese discurso. Ese sería el primer debate: ¿moviliza o no? Y si no moviliza, ¿qué proyecto de país utilizamos para que movilice? El otro sería: si utilizamos la República como movilizador, ¿en qué sentido lo hacemos? Ahí deberíamos entender que hay dos elementos claves. El primero: la República fracasará como proyecto de país si es un proyecto de un partido. Yo si fuera Felipe VI pagaría a Podemos para que intente liderar la lucha por la República, porque entonces no tiene nada que hacer. Incluso le puede dar réditos electorales a Podemos, pero no va a traer la República. La República vendrá si es un proyecto popular al que se sumen los partidos. Creo que de nuevo el ejemplo es Cataluña. Esquerra Republicana era nominalmente independentista, pero bueno, estaba dispuesta a llegar un acuerdo por un nuevo Estatut. Y desde luego CiU era cualquier cosa menos independentista. Hay movilización popular y a esa se suman los partidos. Los partidos son un instrumento de la movilización popular pero nunca al revés. Creo que eso es clave. Podemos no puede ser el partido que lidera el republicanismo sino que tome nota de lo que está pasando en la calle y la calle de momento va por detrás de Podemos. Eso es un error que puede salir caro.

La otra es que para cambiar simplemente la forma de elección de la Jefatura del Estado yo no me esforzaría tanto. Es un elemento muy menor. El proyecto de la República tiene tal potencial de cambio que utilizarlo solo por una cuestión tan racional es desperdiciarlo. Si la República no funciona como el país que lucha contra la corrupción, el país que resuelve el conflicto territorial, un país que da instituciones que funcionan, que son honestas, que son modernas, un país que recupera derechos sociales, que pone los derechos humanos en primera línea… Creo que es fácil convencer de que República se asocia a todos esos valores de modernidad, democracia, derechos humanos… Si no se asocia a todo eso sino simplemente a cómo se elige la jefatura del Estado, es un proyecto que ilusiona muy poco. Si consiguiésemos la República sólo para eso habríamos desperdiciado una oportunidad histórica enorme. Si República puede ser el nombre del cambio y conseguimos una República que solo cambie la jefatura del Estado entonces ¿qué nombre del cambio tenemos? Ya no tendríamos ninguno. Sería desperdiciar una oportunidad de oro.

Una de tus ideas es que “la república tiene futuro si es un proyecto de todos, no de un partido, ni de las izquierdas, si la pone en el centro un movimiento popular no identificable”. En este sentido, has resaltado la importancia de “esas pequeñas consultas en facultades y barrios, que no tienen partidos detrás ni descansan sobre la simbología republicana de toda la vida”. ¿Cómo valoras los referéndums sobre la monarquía que se están realizando o se van a realizar en los próximos meses en más de la mitad de las universidades españolas?

Tiene una potencialidad espectacular si se hace así. Hace dos semanas hubo como cien mesas en toda la Comunidad de Madrid, sobre todo en la ciudad de Madrid, con este referéndum. Participaron unas 60.000 personas. Las universidades creo que tiene un potencial enorme. Tiene tres elementos que le dan muchísima potencialidad. El carácter popular, no vinculado a un partido. Eso es fundamental primero para obtener respuestas que no partan de identidades previas. Si a ti te pregunta un chaval de una Universidad si prefieres una República o una Monarquía, eres mucho más proclive a responder espontáneamente y probablemente responder República que si te lo pregunta Pablo Iglesias o Podemos. Si te lo preguntan Pablo Iglesias o Podemos vas a responder en función de que te lo están preguntando ellos. Si eres de Podemos dirás “quiero República” e incluso si eres del Partido Socialista “me defino como republicano pero esta Constitución está muy bien”; y desde luego si eres de Ciudadanos o del PP responderás que eres monárquico hasta la médula aunque igual no lo seas tanto. Responderás a una pregunta dentro de los esquemas políticos que ya tenemos. Eso no te sirve para ensanchar el campo. El otro elemento es que son jóvenes y eso es crucial. Primero para romper el conflicto generacional sobre la Transición que creo que es un conflicto muy entre gente de entre 30 y 40 años y gente de entre 60 y 70, o sea entre los que hicieron la Transición y los que nacimos en la Transición, y cambia a una nueva generación que no parte de ese conflicto, no le están diciendo a sus padres que lo hicieron todo mal ni a sus hijos que no toquen esta maravilla que hicieron ellos sino que está pensando en el país en el que van a vivir ellos. La tercera es el factor de que son universitarios. Eso te da una legitimidad moral e intelectual brutal. Siempre los cambios de futuro nacen en la universidad. Eso creo que es una conciencia bastante arraigada, más en un país como España en el que la universidad tiene un peso muy importante. Creo que tiene un potencial espectacular y la antítesis de eso es que un partido esté todo el rato machaconamente con la República como identificación con su partido.

En estas consultas, por cierto, no se están usando símbolos republicanos. Ni tradicionales ni inventados. Yo no sé si necesitamos símbolos republicanos pero desde luego no va a triunfar ningún símbolo republicano si un partido lo decreta. Para eso ya está la bandera republicana. La bandera republicana ya es una bandera ideologizada. Podemos podría a salir con la bandera republicana y a nadie le parecería raro porque forma parte del mismo espectro imaginario para la población. Si queremos que haya nuevos símbolos republicanos, que no lo sé, tendrán que salir desde mucho más abajo, no puede ser que un día lo decrete Podemos y encima si luego lo hace mal pues peor aún. Pero no que un día decrete un partido que ese es un nuevo símbolo. Los símbolos, si quieren tener éxito, se construyen de una forma mucho más espontánea, mucho más visceral y además yo entiendo que decir “este es el nuevo símbolo” parte de un análisis correcto, que es que los símbolos que tenemos no funcionan, pero no funcionan precisamente por estar vinculados a ideologías y partidos. Entonces, que desde un partido se saque un nuevo símbolo es absurdo, no tiene ningún recorrido. Es hacer una pésima receta a partir de un diagnóstico impecable.

Desde sectores de la izquierda también se están diciendo cosas parecidas. Joan Saura, por ejemplo, ha escrito que “iniciar un proceso sobre una hipotética sustitución de la Monarquía por la República, monopolizaría el debate político eclipsando el resto de temas, crearía fracturas y tensiones sociales y, sobre todo, bloquearía soluciones a problemas que afectan cotidianamente a la ciudadanía”.  

Saura está contestando precisamente al tipo de República o de defensa de la República que no planteo yo. Lo que yo planteo es precisamente que la República sea el nombre de todas esas luchas sociales, de toda esa confrontación con la derecha o con el poder real, que todo eso se le llame República. Es decir, que cuando defiendes la escuela pública lo estés haciendo desde la República. Es muy fácil asociar en el imaginario español República con defensa de la escuela pública.

Hace poco Iñaki Gabilondo publicó en su videoblog de El País una entrada con el título “Podemos e IU se equivocan”. En ella, alertaba del error que supone plantear una “ofensiva antimonárquica” en un momento en el que está también en juego la ruptura del Estado. Teniendo en cuenta que los referéndums sobre la monarquía surgieron en Cataluña promovidos por los independentistas, ¿no crees que en estos momentos una ofensiva republicana puede fortalecer la figura del rey como garante de la integridad territorial a ojos de muchos españoles.

Eso entronca con el problema territorial. En primer lugar, creo que es medio tramposillo, porque tú sólo puedes plantear un proyecto de país más allá de la retórica cuando el país está en crisis. En tiempos de bonanza, cuando el país está con unos cimientos institucionales, sociales y económicos maravillosos, no haces mudanza. Es justo cuando hay una crisis cuando puedes plantear, con posibilidad de ganar, un proyecto de cambio sustantivo. En concreto con el tema territorial yo creo que parte de un análisis equivocado. Felipe VI es evidentemente para VOX y para el PP un factor de unidad de España, porque ellos entienden la unidad de España a garrotazos. Pero creo que desde el 3 de octubre Felipe VI no es un factor de unidad de España. Yo me pregunto si alguien cree que si España iniciará un proceso republicano Cataluña querría desvincularse de ese proyecto o lo asumiría. Creo que sería una de las formas de garantizar la unidad de España. Y precisamente es lo que deberíamos enarbolar. La República es un marco de territorialidad que supera la crisis actual. También habría que vincular mucho, y eso es otra cosa sobre la que he escrito últimamente con Luis Alegre, esa institucionalidad con Europa. Un proyecto republicano que ofrezca instituciones sólidas, democracia y fraternidad, que no vaya a garrotazos y que tenga una sólida raíz europeísta es mucho más garante de la unidad de España que un rey que se ha escorado claramente a la derecha, un Felipe VI que es claramente continuador de Felipe V. Una evidencia ahora que se habla de la vía eslovena: la razón por la que se rompe Yugoslavia no es que no tuvieran a Felipe VI, sino que Europa y singularmente Alemania más el Vaticano fomentan las independencias; la independencia catalana no la frena Felipe VI sino que ningún país europeo tuviera el menor interés en la independencia. Para los catalanes yo creo que la República ofrecería un marco mucho más inclusivo que sí podría ser una solución territorial.

Es interesante lo que dices porque podría desactivar el independentismo. Se vio en los referendums de las universidades. Los sindicatos independentistas en Cataluña eran muy reacios a participar. Decían que era un problema de España que a ellos no les incumbía. Pero al mismo tiempo les generaba tensiones porque no dejaba de ser una lucha republicana.

Para el independentismo catalán es clave convencer a los catalanes de que España no es reformable, de que España no tiene arreglo y por lo tanto se tienen que ir de España. Ese es su lema básico. Si España es reformable en clave democrática el independentismo, que es evidentemente un proyecto legítimo, volverá a ese 15%. Pero si lo que queremos es garantizar la unidad de España, no hay proyecto más ambicioso que la República. Salvo que busquemos una unidad de España no querida por una proporción cada vez mayor de catalanes. Eso tiene un recorrido muy limitado.

¿Crees que tus compañeros de partido comparten estas reflexiones?

He estado hablando mucho con Luis Alegre. Yo creo que arrastramos una inercia del primer Podemos. Al mes de las elecciones europeas en las que aparece Podemos abdica Juan Carlos I: sólo un mes después. Yo no estaba en Podemos, estaba en Izquierda Unida y veía cómo la crisis sucesoria era un marco ideal para meter una cuña democrática y plantear lo siguiente: yo no digo que se haga una República pero que se vote, si sale Felipe VI estupendo, pero que se vote. Podemos decidió no entrar en aquel conflicto. En aquel momento parecía que Podemos había hecho un análisis de que la República no era el tema que tocaba. Visto con perspectiva y hablando con Luis Alegre y con otra gente que estaba ahí, más bien yo diría que lo que pasa es que no hubo debate porque había vértigo y urgencia. Podemos entonces no podía hacer otra cosa, acababa de eclosionar y tenía que pensarse mucho más a sí mismo y no tenía capacidad en ese momento de responder a un reto de país como era la República. Además que entonces Podemos sí que podía funcionar como nombre del cambio. Podemos o el propio Pablo Iglesias eran el nombre del cambio y de hecho en las siguientes encuestas parecía que iba a ganar. Hubo la sensación de que había habido un debate y que se cerraba cuando realmente creo que no hubo ese debate. En todo caso estamos en un momento histórico distinto. Creo que no está habiendo ese debate, también en parte porque se tiene la sensación de que el propio partido está respondiendo mal. Parecería que el partido sí que ha asumido que el objetivo es la República, pero que está respondiendo a brochazos, intentando capitanear ese movimiento. Parece entonces que si cogemos República, este es necesariamente el resultado. No, creo que hay un discurso mucho más asociado a los postulados teóricos con los que nace Podemos, más sólido, que no es tan cortoplacista, pero que personalmente creo que sería perfectamente asumible. Creo que ese debate todavía no se está teniendo y por eso me parece fundamental reflexionar y que se extienda el debate sobre este asunto, en artículos, debates, entrevistas como ésta e incluso probablemente en un libro que espero terminar pronto.