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Por Pablo Cerezo (@Pablo_Cerezo_)

«Ninguna derrota es enteramente una derrota, pues el mundo que abre es siempre un sitio hasta entonces insospechado» William Carlos Williams.

Hacer balance nunca es fácil. Toda lectura del pasado es susceptible de acabar en una confrontación. En el rencuentro con lo que fuimos y con lo que pudimos ser, el recuerdo siempre presenta aristas.

Caben dos actitudes con las que mirar atrás. Una primera tramposa, que puede tomar desde tintes nostálgicos y edulcorados a actitudes huidizas. Según esta mirada, el pasado fue un lugar placentero y si aquello se quebró fue culpa de otro.  Son miradas esquivas y deshonestas que ayudan a exorcizar nuestros fantasmas (pasados y presentes), pero que congelan el pasado y lo transforman en un erial del que es imposible aprender.

Sin embargo, queda una segunda actitud, más sincera, más difícil, pero también más rica. Solo a través ella se puede cumplir aquello que afirmaba Walter Benjamin de que «el pasado guarda recursos vitales para la renovación del presente».

Con todo, diez años parecen un tiempo suficiente para la configuración de un pasado al que enfrentarse. Todo apunta a que eso que se ha llamado ciclo político ha quedado definitivamente cerrado (si tenemos el coraje de asumir que en política hay algo definitivo, claro). Por tanto, parece que ha llegado el momento de hacer balance. De recordar. De revivir.

En esa línea comienzan a aflorar ejemplos que tratan de hacer ese incómodo ejercicio: Con todo de Íñigo Errejón, Un caos bonito de Francisco Jurado o La fuerza de los débiles de Amador Fernández-Savater. En buena medida, todos los libros tratan de responder a una pregunta común: ¿qué ha pasado para que la década que se abrió ampliando los límites de lo pensable acabe replegándose sobre si misma? O, en otras palabras, ¿cómo explicamos este invierno tras aquella primavera?

Se podría resumir la respuesta de Amador Fernández-Savater en lo siguiente: Podemos fracasa en su salto a las instituciones porque al hacerlo repite la lógica de poder de los fuertes y olvida los ritmos del 15M; olvida la fuerza de los débiles. Sin embargo, erraríamos en centrarnos en la parte teórica del texto, no porque no sea estimulante, que lo es y mucho, sino porque eclipsaríamos otras virtudes: su capacidad para cuestionar y su voluntad de diálogo.

En un mundo donde encontramos todas las certezas que buscamos a golpe de tweet, un texto destaca, creo, no tanto por arrojar respuestas sino por su capacidad para sembrar preguntas. Así, la facultad de Fernández-Savater para pensar lo político desde una óptica diferente hace de La fuerza de los débiles un texto vibrante; muy quincemayista, por otro lado, que nos arroja pistas para pensar el tiempo presente desde posiciones poco transitadas. ¿Cómo salir del dilema entre constituyente y constituido? ¿De qué modo el código nos condiciona la lectura del momento político y nos limita el diálogo? ¿Cómo pensar la porosidad de las instituciones? ¿Cómo conciliar los ritmos políticos adecuados con la emergencia climática?

Los tiempos de deshielo requieren de nuevas preguntas, pero también de una voluntad de diálogo. En ese sentido, La fuerza de los débiles es un ejercicio honesto que propone, frente a la confrontación y el señalamiento, una nueva manera de encontrarse: habitar la discordia (de nuevo, muy quincemayista). Fernández-Savater apela a ese interregno donde existe la rivalidad, pero no la enemistad; donde el encontronazo es fecundo y el conflicto convive con la igualdad.

En definitiva, La fuerza de los débiles es la constatación de que el pasado es el terreno más fértil para preguntarnos por el presente. Una invitación a pensar lo político en general, y el 15M en particular desde nuevas coordenadas. Un libro que busca estimular los afectos en tiempos de desafección. Un ejercicio de memoria que reactiva el pasado y lo abre al presente.  Ojalá haya muchos más, porque los necesitamos todos.

Referencias

Fernández-Savater, A. (2021): La fuerza de los débiles. El 15M en el laberinto español: un ensayo sobre la eficacia política, Madrid, Akal.