Por Gerardo Munoz** (@GerardoMunoz87)
Este año se celebra el quinto aniversario de la irrupción de Podemos en la escena politica española. Desde entonces, con altibajos y momentos de verdadera efervescencia, Podemos ha transformado la política española tanto a nivel nacional como regional. La actual legislatura de Pedro Sánchez hubiese sido imposible sin la vinculación directa de Podemos; y no cabe duda de que las próximas elecciones de abril abren un nuevo ciclo politico de gran envergadura para la formación morada. Al mismo tiempo, Errejón ha potencializado un revulsivo desde la plataforma “Más Madrid” con el propósito de diversificar el electorado y recuperar el impulso de movilización social tras la victoria reaccionaria en las pasadas elecciones andaluzas. En el intercambio a continuación, conversamos con la pensadora Clara Ramas San Miguel, profesora de la Universidad Complutense (UCM) y también integrante de la lista de Más Madrid. Clara es autora del importante estudio Fetichismo y mistificación capitalistas: la critica de la economía política de Marx (Siglo XXI, 2018), el cual ha sido recibido como un aporte singular en los debates del marxismo contemporaneo. A la par de sus investigaciones académicas, Clara ha alcanzado una voz intelectual pública notable desde sus columnas en CTXT.es, en las cuales ha venido defendiendo el horizonte del patriotismo progresista como nueva fase del momento populista democrático. En un país donde el fantasma de Francisco Franco sigue acechando la esencia del nacionalismo, la apuesta patriótica de Clara, en línea como el horizonte politico del errejonismo, es un proyecto ambicioso que busca la transformación de las propias condiciones del discurso teórico-politico de la modernidad politica española. A la luz de las más recientes mutaciones en Podemos, conversamos con Clara sobre patriotismo, democracia transversal, el factor Catalán, y la nueva fase que se abre con Más Madrid.
Pregunta: Clara, te agradezco por tomarte el tiempo a responder a estas preguntas sobre la coyuntura política española y la plataforma “Más Madrid”. Pero antes de entrar en los detalles de esa contienda, quería preguntarte sobre patriotismo. En varias de tus columnas, has venido insistiendo en la necesidad de un “horizonte patriótico” progresista. Esta parece ser la tesis también de Errejón. Sabiendo la carga histórica que el patriotismo tiene en España -ahora recuerdo algunos pasajes muy críticos sobre la cuestión del gran Rafael Sánchez Ferlosio- ¿por qué te parece que dicho horizonte es ineludible para una profunda transformación democrática en España?
Respuesta: Gracias a ti Gerardo, por el interés en plantear algunas preguntas de fondo. En efecto, la idea de un patriotismo en España enfrenta algunas dificultades históricas específicas que explican que su asunción por parte de las fuerzas progresistas no haya sido siempre tan nítida como en otras latitudes: el pasado reciente de la dictadura franquista, la realidad plurinacional de España. Sin embargo, creo que ambas pueden y deber ser superadas.
Primero, porque la necesidad de sentirse parte de una identidad colectiva es simplemente un dato sociológico y antropológicos. Somos animales políticos, colectivos. A algunos les sorprende la facilidad con la que los inmigrantes expresan orgullo por España o adoptan símbolos como la bandera, con la que la izquierda tantos problemas tiene. Esto nos muestra que hay que atender más a cómo funciona el sentido común –común en sentido de “de todos”, además-. Por otra parte, el patriotismo como amor a nuestras raíces, pertenencia a una comunidad e implicación en su cuidado es un valor republicano que está en el corazón mismo de los proyectos democráticos de que somos herederos. Es más: en los momentos de conflicto, el nudo entre lo popular y lo patriótico se estrecha más que nunca. En su preciosa crónica de la España revolucionaria de 1808, Marx lo deja claro: “El levantamiento surgió del pueblo: las clases altas se habían sometido mansamente al yugo extranjero”. Y añade que se trataba de unir la emancipación social con la construcción nacional en un afecto común. Sin transformación social no hay construcción de patria: anudar la nación y el pueblo es el horizonte de todo proyecto transformador.
Sería el hilo que se retomaría en las Cortes de Cádiz, donde se reunieron los hombres más progresistas de España: los que venían, y no por casualidad, de Galicia y Cataluña. Esto decía Antonio de Capmany, diputado catalán de las Cortes de Cádiz: “¿Qué sería ya de los Españoles, si no hubiera habido Aragoneses, Valencianos, Murcianos, Andaluces, Asturianos, Gallegos, Extremeños, Catalanes, Castellanos, etc…? Cada uno de estos nombres inflama y envanece, y de estas pequeñas naciones se compone la masa de la gran Nación, que no conocía nuestro sabio conquistador [Napoleón], a pesar de tener sobre el bufete abierto el mapa de España a todas horas.” También Marx advierte de que, en España, no podrá haber construcción nacional si no articula una historia centenaria de plurinacionalidad, plasmada en leyes, fueros, instituciones, lenguas y cultura. Urge todavía hoy plasmarla en un proyecto federal para España.
El proyecto reaccionario, en cambio, es construir la nación contra el pueblo, solo para unos pocos privilegiados. Es precisamente lo que hizo la dictadura franquista y lo que hay que disputar. Reducir toda la historia contemporánea española a los 40 años de dictadura de Franco es un despropósito. Precisamente por lo dramático de que las fuerzas franquistas se apropiaran del concepto de España y expulsaran de él a más de la mitad del país, urge recuperar una idea de España amplia. Como dice el historiador José Luis Martín Ramos, lo contrario supondría, precisamente, continuar con la más abyecta subordinación cultural precisamente a este franquismo. La idea de patria soberana en España se formula durante la ocupación francesa, y no lo hace contra sino desde la concepción plural de esa patria. Dicha concepción plural continúa en el republicanismo federal y la Segunda República, y se exacerba en el carácter patriótico-democrático que tiene la lucha popular de 1936-39 contra el fascismo y su invasión extranjera, manteniéndose incluso en la lucha antifranquista. ¿Qué hacemos, tirar a la basura los poemas de Machado, Hernández o Celaya que desde un sentido progresista cantan a España como patria plural? Hay, pues suficientes hilos en la tradición como para recuperar un sentido democrático y progresista de patria en España.
P: Quienes venimos siguiendo más o menos atentamente el desarrollo político español, no nos sorprendió el reciente desprendimiento de Errejón de Podemos. Ya desde las internas de Vistalegre II se veían las diferencias entre los dos programas en pugna para liderar la dirección del partido. Quizás siempre fueron diferencias irreductibles. Errejón prometía una transversalidad politica capaz de flexibilizar los tabiques internos de esa fuerza progresista; mientras que Iglesias pedía “unidad” en la izquierda que, como sabemos, es siempre unidad entre los ya convencidos. ¿Te parece que Vistalegre II hubiese sido un momento posible reactivación de Podemos?
R: Creo que ese proyecto transversal es y ha sido siempre el único camino posible y el alma original de Podemos, lo que le permitió irrumpir como fuerza salida de la nada con cinco millones de votos, algo nunca ocurrido antes en la historia de la democracia española. Todos los dirigentes de Podemos, y desde luego Pablo Iglesias, comenzaron manteniendo este discurso que hablaba a las mayorías por convencer, no a la izquierda ya convencida. No se trata de hablar a la izquierda, sino a la gente: mientras hagamos lo primero, todo el mundo sabe que no cambiará nada, el techo será un 15-20% de los votos, decía Iglesias en 2014. Las cosas empezarán a cambiar cuando se nos acerque gente del PP que diga “os he votado”, añadía. Es doloroso ver como alguien capaz de hablar con tanta lucidez se ha alejado en estos años tanto de sus planteamientos iniciales. Vistalegre II llegó tras un tiempo de separación de éstos, especialmente en el momento crítico que va de diciembre 2015 a junio 2016. 2016-2017 solo ahondó en esa tendencia. El problema de VA II fue que lo que se jugaba no se percibía igual desde fuera que desde dentro del partido: la línea política que perdió dentro era la más deseada fuera, como muestran las encuestas. Esto pasa a veces con los partidos, que por la propia inercia pueden volverse cerrados, auto-referenciales: y cuando pasa eso, hay que saber reaccionar y volver a mirar afuera. Es la misma disyuntiva a la que se enfrentó Podemos respecto de IU cuando nació, y es a la que se enfrenta también ahora.
P: “Más Madrid” es una alianza con la popular alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Se abren aquí muchas posibilidades. ¿Cómo lees la salida de Errejón de Podemos: es un forma de demostrar que el partido está en condiciones de crecer si se adhiere a su ruta; o por el contrario, piensas que Errejón en su debido momento tendrá que contribuir otro partido de alcance nacional, al cual Podemos pudiera acompañar?
R: Creo que, como él mismo ha dicho, no está haciendo otra cosa que lo que le enseñó Podemos: cuando las cosas van mal, cuando se pierde fuerza, hay que volver a abrirse y mirar afuera. Eso es el ADN de Podemos. Creo que la actual dirección de Podemos debe recapacitar sobre ello y, si quiere ser fiel al proyecto original, adherirse a este movimiento iniciado con Carmena y Errejón.
P: En un texto reciente que escribiste con Jorge Lago, caracterizas el proyecto de Más Madrid como una oportunidad de remontar una nueva fase de movilización democrática tras la victoria de las fuerzas reaccionarias en Andalucía. ¿De qué manera te parece que la alianza Errejón-Carmena responde a poner en el centro de la escena política un nuevo revulsivo, como ha dicho el propio Errejón?
R: Aquí me parece importante hacer una lectura correcta de lo que ha significado la entrada de Vox y el crecimiento del bloque reaccionario. Diera la impresión de que algunos, con grandes palabras (“al galope”), compran su relato y quieren dar a Vox el aura de grandeza que ellos efectivamente querrían tener. No sé qué pulsión secretamente masoquista, que disfruta encumbrándoles y regodeándose en la impotencia propia, está ahí operando, pero conduce a muy malos diagnósticos. No, el eje izquierda/derecha no se ha sustituido por el eje prosistema/extrema derecha, ni Vox es una fuerza anti-establishment con potencial hegemónico. Decir esto es hacerles el mayor favor, y además es falso. De momento son una escisión radicalizada del PP, con un programa muy claro: en lo económico, nulas propuestas sociales y ventajas para una élite de privilegiados; en lo territorial, ahondamiento de la ruptura con Catalunya y reforzamiento de la lógica de la polarización; en lo cultural, capaces de inflamar puntualmente la burbuja del resentimiento y el miedo (contra el feminismo, contra la inmigración), pero sin ser capaces de proponer un imaginario de convivencia a largo plazo. No tienen, en suma, un proyecto de España capaz de suturar las brechas que actualmente fracturan el país: la social, la territorial, la de género. Pueden tener subidas puntuales alentadas por el efecto sorpresa, pero su techo de crecimiento a largo plazo es muy bajo. Respecto del resto del bloque, PP y Cs. En España el bloque reaccionario no ha tomado nunca la iniciativa. Cuando llegó la crisis, ellos callaban. No fueron nunca la alternativa a la crisis y al saqueo de las élites. No dieron una respuesta al malestar de la gente. ¿Por qué crecen ahora? Porque la gente tiene miedo, está angustiada, ha perdido la confianza. El clima no es de indignación o ganas de hacer algo, como era en 2011: es de hartazgo y cansancio. Ellos no conectan directamente con la gente, solo indirectamente: como reacción a un cierto desinflamiento de las fuerzas progresistas. El matiz es importante: no convencen, solo son aceptados como el mal menor.
Esto nos dice algo bueno: si las fuerzas progresistas hacen su trabajo, no habrá lugar para ellos. Por eso decía Errejón con mucha razón que no había 400.000 fascistas en Andalucía: la causa del voto no ha sido el entusiasmo con Vox, sino la desesperación con el desierto neoliberal. Vox es solo un síntoma. Hay que atacar las causas, no las consecuencias: ofrecer una alternativa que desactive su caldo de cultivo, que es la desigualdad, la incertidumbre y el miedo. Y, en los últimos tiempos, la izquierda no estaba siendo capaz de hacerlo. Creo que la alianza Errejón-Carmena pretende ser ese revulsivo que va a las causas, no a los síntomas. Un primer paso para mirar fuera, restaurar afectos fuertes y reflotar un proyecto progresista y ganador en España.
P: Hay quienes han dicho que el salto de Errejón de Podemos hacia “Más Madrid” tiene alguna similitud al populismo de Carles Puigdemont del Pdecat a la Crida. Me parece una analogía que no capta del todo las diferencias más importantes. Está claro que mientras Puigdemont busca mantener la tensión de una “minoría independentista”, Errejón busca una ampliación democrática. Pero ya que mencionamos Cataluña: ¿cómo ves el futuro del errejonismo con respecto al problema territorial? ¿Ves alguna diferencia sustancial con respecto a la manera en que Podemos, hasta el momento, ha encarado la cuestión del Procès?
R: Concuerdo en que la analogía no se sostiene por ninguna parte. En pleno juicio del Procés, me temo que algo vamos a oír sobre el tema en la campaña de Madrid. Ahora el proyecto de Errejón va a estar totalmente centrado en la Comunidad de Madrid, pero su posición sigue siendo la misma que siempre ha defendido. Recientemente lo decía de modo muy claro: no podemos abandonar la idea de patriotismo, hace falta renovar una idea de España donde quieran estar todos, los catalanes desde luego. Sólo así se evitarán vías unilaterales de uno u otro tipo. No se entiende la historia ni la identidad españolas sin la contribución de todos sus pueblos. Cuando la ultraderecha dice que, si no quieren quedarse, esos dos millones de catalanes pueden irse de España, demuestran qué poco quieren a su país, y qué débiles son, porque solo saben actuar mediante la fuerza. Es lamentable cuando desde ese centralismo obtuso se cree poder prescindir de una parte sustancial de nuestro país. Tengo esperanza en que, aunque esto es una batalla cultural muy larga, de años, desde el lado progresista crezcan las voces que reclamen otra idea de España donde todos sus pueblos, en este caso, los catalanes, deseen estar. Eso es patriotismo.
P: Y ya con esto cerramos. Errejón siempre apela a un cierto espíritu “originalista” de Podemos. No busca desprenderse del partido, dando a entender que ha sido más bien el partido el que se ha distanciado de su incandescencia inicial. Sé que no es fácil hacer predicciones, pero, ¿cómo analizas un escenario futuro del progresismo: ¿alianza de renovación socialdemócrata con el PSOE o una ‘regionalización’ de Podemos en función de las necesidades de cada autonomía?
R: En efecto, como decía antes, creo que eso es así: no ha hecho sino mantener el espíritu original. Por otra parte, su teoría de la “competencia virtuosa” se negó en la teoría, pero se realizó en la práctica. La predicción es difícil en un panorama tan cambiante, pero yo espero que sea posible mantener la pujanza del bloque progresista que comenzó con la moción de censura, cuando Podemos entendió que avanzaba más pactando con el PSOE y obligándole a llegar más lejos que enfrentándose a él. Así es como se arrancaron logros como el SMI. Lo importante es, a la vez, ganar el Gobierno como bloque y liderar el bloque. Esto exige conjugar al menos tres cosas: la capacidad de mirar fuera de las siglas para ampliar, la capacidad de cooperar entre fuerzas para gobernar, y ser ambiciosos para marcar un rumbo y una agenda con mayores avances que arrastre al resto del bloque. Ahora mismo estamos en la fase de reconstruir esa lógica desde abajo, en los territorios, en los municipios.
*Una versión en inglés de esta entrevista fue publicada previamente en la revista Public Seminar, de la New School of Social Research (ver aquí: http://www.publicseminar.org/2019/02/transversal-democracy-in-spain/)
**Gerardo Muñoz es profesor en Lehigh University, Pensilvania. Su libro más reciente es “Alberto Lamar Schweyer: ensayos sobre poética y política”.