©Martí Urgell
Por Merlina Del Giudice
Están siendo unos meses intensitos, hay que admitirlo. A la realidad política pasada y la que nos espera, con las precampañas, los líos internos de los partidos y las múltiples elecciones venideras, se nos gira a las feministas más trabajo.Tenemos un escenario complejo en el que nos jugamos muchísimo, ya no solo de lo construido este último año, sino de lo construido las últimas décadas.
Un feminismo del que sentirnos orgullosas.
El movimiento feminista español goza en los últimos años de gran vitalidad, popularidad y sólidas estructuras.La importancia que ha cobrado este movimiento social en nuestro país lo ha llevado a conseguir marcar agenda política y mediática en ya varias ocasiones. Esta nueva generación de feminismo en España lleva tiempo gestándose y entrenando, pero nuestra mayor puesta en escena fue el 8 de Marzo de 2018 cuando demostramos la potencia organizativa del movimiento. Se consiguió, a base de mucha dedicación, militancia y esfuerzo, convencer a un amplio sector de nuestra sociedad de que el feminismo era algo bueno para nuestra democracia, y ese día se demostró que habíamos creado sentido común y consenso alrededor de una serie de demandas.
Pero primero, frenemos. Sería injusto considerar que la capacidad movilizadora del feminismo en España es algo reciente. No es difícil recordar la anécdota sobre las Primeras Jornadas por la liberación de la Mujer organizadas en diciembre de 1975, sólo dieciséis días después de la muerte de Franco. Es obvio que las redes, la organización y la voluntad ya existían previamente, pero no deja de ser relevante la rapidez organizativa.
No podemos dejar de recordar lo que nos precedió (sin atascarnos en ello) para poder seguir construyendo. El feminismo en nuestro país siempre ha sido algo de lo que sentirnos orgullosas.
Aún así, y sin olvidar nunca a todas las que nos han precedido desde hace años, está claro que ha habido un cambio relevante. El 7 de Noviembre de 2015 se dio una multitudinaria manifestación contra la violencia machista, y desde entonces el movimiento feminista no ha parado de construir, hasta llegar al mítico 8M de 2018. Como anécdota me gusta explicar que en la manifestación del del año pasado me encontré con la mujer que trabajaba en la secretaria de mi antiguo instituto, una señora que siempre había sido majisima conmigo pero se la podía oír por los pasillos gritando eso de ‘‘Esto con Franco no pasaba’’. Me pareció sintomático y me alegré mucho de verla aquel día porque significaba que habíamos llegado a convencer a gente muy distinta a nosotras.
A partir de ese 8 de Marzo histórico, con el foco puesto en nosotras y habiendo demostrado la fuerza que poseíamos, tocaba presionar para que nuestras demandas fueran tomadas en serio y seguir construyendo para acabar de convencer/incluir a aquellas que se quedaron fuera de esa primera gran manifestación, y que por lo tanto no se sintieron interpeladas por las demandas articuladas, ya sea por no considerarlas suficiente- como fue el caso de algunos colectivos afro-feministas- como por no sentir la necesidad de reclamar esa igualdad.
El tortuoso camino.
No obstante se nos giran problemas. Como comentaba antes han sido días intensos. Cualquiera que haya pasado por las asambleas organizativas del 8 de Marzo, o incluso quien haya curioseado por Twitter, puede saber que no han estado limpias de polémicas y encontronazos entre posiciones abolicionistas y regulacionistas, que han evolucionado a peleas entre personas del colectivo transgénero y posiciones del feminismo radical. Tampoco voy a entrar en detalle de los líos internos sucedidos (sobretodo porque no conozco el salseo punto por punto).
A estos debates que podríamos catalogar como históricos del movimiento, debates que por otro lado opino no tienen cabida en la organización de las movilizaciones del 8M – siendo esta una jornada que se construye sobre consensos ya que busca encontrar el mayor apoyo posible- se suman aquellas posiciones algo rancias y exacerbadas las cuales un movimiento con la madurez del feminismo de nuestro país debería empezar a abandonar, me refiero a esos gritos enfadados que demandan un 8M sin mujeres burguesas y que se alzan en pie de guerra contra cualquier hombre que se catalogue como feminista (un tema en el que pretendo entrar más tarde) .
Ante esta ola feminista se erigen diferentes actores a enfrentar, algunos totalmente antitéticos que ganan aceptación en una parte de nuestra sociedad, me refiero a VOX y a diferentes personajes portadores de ese machismo clásico que se revuelve visceralmente al sentirse amenazado, y otros menos ‘‘agresivos’’ pero igual de peligrosos. Busco hablar de una batalla que sabíamos que se iba a dar pero que nos encuentra menos preparadas de lo que debería. Y es que Ciudadanos se ha autoproclamado como representante del feminismo liberal, no obstante no quiero entrar hoy ni a hacer un análisis académico sobre porque no se puede catalogar de feminismo liberal lo que Ciudadanos propone, ni tampoco hacer una crítica a los postulados del propio feminismo liberal.
Es verdad que se han visto obligados/as a ir a la cola del movimiento, y que nos puede parecer que hacen el ridículo siendo que hace un año intentaban ridiculizarnos y hoy se ven obligados/as a entrar en nuestro campo, pero no podemos ignorar lo peligroso que es que hagan esto. Porque leyendo el escenario, es un buen momento para que ellos aprovechen lo que hemos construido hasta ahora erigiéndose como la alternativa sensata en materia de feminismo. Mientras construyen su discurso alrededor de la libertad de la mujer (una noción de libertad que podemos no compartir) las alternativas progresistas que podían servir de canal para las demandas feministas parecen empeñadas en darles material para ridiculizarlos. Me refiero a Podemos y enseñar feminismo en las escuelas y cierto cartel más que desafortunado, cuestión que voy a dejar ahí porque me daría para horas.
A esto hay que sumar los problemas internos del movimiento expuestos antes y la rapidez de actuación y articulación de discurso que exige el momento que estamos viviendo. Se dice muy rápido eso de que ahora que les hemos impuesto nuestro escenario solo hay que dar la batalla. Teniendo en cuenta que las ideas de VOX pueden permear en las políticas públicas sin que haya la necesidad previa de que sean opción de gobierno creo que cabe ir con cuidado o por lo menos no perder la fuerza organizativa que se ha conseguido por culpa de batalla internas o meteduras de pata evitables. Y sin duda vale la pena construir un feminismo plural y extenso que interpele a una gran parte de nuestra sociedad.
El feminismo que viene.
Contra la fantasía neoliberal del sujeto feminista posesivo planteada por Arrimadas y su partido, y la utilización de este para ganar posiciones en la guerra cultural y diferenciarse de VOX, podemos intentar gritar más fuerte que nadie la verdad sobre que las lógicas neoliberales que abandera este partido, decir que la privación y desmantelamiento de lo público arrastran a las mujeres a quedar relegadas al espacio de lo privado y los cuidados, pero eso no nos hará ganarles. Es necesario, sin que ello suponga renunciar a ninguna demanda fundamental, seguir convenciendo y generando un relato que interpele y convenza a una amplia parte de nuestra sociedad. Sin dejar de ser conscientes que habrá una parte minoritaria de ella a la que no podremos convencer.
En este punto es relevante volver a mencionar el polémico papel de los hombres dentro del feminismo, más allá de si un hombre puede ser feminista o aliado -una discusión que me parece más terminológica que útil- lo interesante es que hace este a la práctica no como les llamemos. El asunto aquí creo que es algo que ha permeado desde el feminismo de la diferencia. Ya señaló Dona Haraway esta problemática que hay en esencializar la posición de las mujeres para hacerlas portadoras de una verdad indiscutible, cosa que obviamente no es así teniendo en cuenta que hay muchas cuestiones sobre las que no nos ponemos de acuerdo ni las propias mujeres. Esto no quiere decir en ningún caso que no sea necesario que ocupen una posición subalterna dentro del propio movimiento, ya que obviamente son las mujeres quienes han de ser protagonistas de esta lucha, pero también lo es que se sientan defensores de los valores que promueve el feminismo.
No podemos pretender que el feminismo sea solo algo nuestro porque corremos el riesgo de caer en esas lógicas por las cuales solo somos nosotras las que estamos una y otra vez exigiendo espacio, voz y paridad. Eso cualquier compañera que milite en espacios mixtos no únicamente feministas sabe que es cansino. Es importante que haya compañeros preocupados también, que nos acompañen en esa lucha sin llegar nunca a invisibilizarnos, es en esa tensión en la que les toca trabajar a ellos así como nosotras tenemos las nuestras.
Y es importante incluirlos, en último término, porque sino lo hará ese intento oportunista de feminismo planteado por el neoliberalismo. Podemos ver un ejemplo en la campaña #yomesumo, con Pablo Casado en la primera foto. Y a los que no queden incluidos ahí como nuestro feminismo es solo nuestro miraran nuestra batalla desde una posición equidistante bajo el pretexto de que es la lucha solo de las mujeres.
La verdad es que la lucha feminista es una lucha por la democracia, por que en su constante revuelto de teoría y praxis se ha articulado desde siempre con otras demandas contemporáneas, enriqueciéndose y enriqueciendo las ansias democráticas de nuestro país.
Es necesario asumir la pluralidad del movimiento, para así poder construir y hacer frente a aquellos que quieren hacernos retroceder. Como señalaba la compañera Tatiana Llanguno, cuando escribe sobre un feminismo del 99%, hay que asumir diversidad de voces que lo habitan, gestionando esa cacofonía incomoda que le permite ser. Solo así, con madurez como movimiento (cosa que estoy convencida de que tenemos), y sin dejar que nos saquen de nuestras casillas, seremos capaces de construir un proyecto, ya no solo feminista sino de país, que rivalice políticamente con esas ideas neoliberales de subjetividad.
Veremos como avanza este año con todo lo que nos espera, lo que es indiscutible es que el feminismo será un terreno disputado y que si no queremos que nos ganen la batalla habrá la necesidad de todas nuestras ganas, conocimientos y organización.