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La cuestión suprema sobre una obra de arte es saber desde qué profundidad de una vida surge. James Joyce [The supreme question about a work of art is out of how deep a life does it spring.]

Mostrar los sentimientos es como enseñar el culo. Georges Brassens

En un estudio que hace Luciano López Gutiérrez sobre las letras de Javier Krahe termina concluyendo que “valga el presente artículo como un homenaje a un autor atípico en el panorama discográfico español por la importancia que tiene en su producción lo burlesco y por exhibir una voluntad de estilo que entronca con la riquísima tradición de la poesía jocosa de los Siglos de Oro.” Como curiosidad, Krahe en entrevistas decía que él no era burlesco, más bien irónico. Pero lo que tiene toda la pinta de qué va a conducir el artículo son las letras “del” Krahe. Escribo letras porque él decía que no era un poeta sino un letrista aunque consideraba a los primeros como primos hermanos de su profesión. Fuera un rapsoda, como Homero, o un trovador, como Guillermo IX de Aquitania, Javier Krahe será siempre el ínclito, el maravilloso y el de los dedos vertiginosos.

Para empezar, creo que no hay otra forma que hacerlo citando al mismo artículo de Luciano López cuando dice que “como señalaba Robert Jammes en un magistral trabajo sobre la función de la risa en los Siglos de Oro, en una sociedad dominada por una ideología en que predominaba lo espiritual, lo austero, el desprecio a los placeres y una gran cantidad de prohibiciones, principalmente de orden sexual, lo normal es que dentro de la literatura burlesca se abran paso como temas habituales, pongamos por caso, el elogio de la comida, del vino, del sueño y del amor carnal, quizás porque, según explica Freud en su excelente libro El chiste y su relación con lo inconsciente, solo bajo la máscara de lo cómico se puede arremeter, aunque solo sea en broma, contra preceptos morales de elevada consideración, que exigen grandes sacrificios sin ofrecer muchas veces compensación alguna, lo cual reafirma la idea de Mijael Bajtin de que una de las marcas de la cultura cómica popular es la presencia de lo que él denomina realismo grotesco, es decir, del uso de una serie de imágenes que hacen referencia a la satisfacción de las necesidades corporales, especialmente las relativas al sexo.” Johan Huizinga se preguntaba si el juego es la esencia de la manifestación inteligente de la vida. ¿Homo sapiens o Homo ludens? El mismo autor, en Homo Ludens, dice que la cultura en sus primeras fases es totalmente lúdica, pero que ha ido evolucionando hasta llegar a las esferas de lo sagrado, de ahí que los ritos y ceremonias de los pueblos tengan impregnadas estas funciones lúdicas. Por eso que Carlo Ginzburg se pueda plantear que las raíces de gran parte la alta cultura medieval y postmedieval sean populares.

Un ejemplo, entre los muchos, puede ser la canción “Navalagamella”:

Cuando fui infiel,

lo fui por la miel de las lunas de miel,

cuando lo fue ella,

bebían sangría y comían paella.

Sin un buen arroz,

no entraba en materia su lobo feroz,

antes de ir al grano,

al grano quería ir su cuerpo serrano.

Y aquí una gambita,

aquí un mejillón,

la vida es bonita,

y es dulce el melón,

pásame el porrón.

A pesar de las letras grotescas o en apariencia groseras, Krahe jugaba con la rima y la métrica hasta tal punto que Sabina se enfadaba con él por dejar fuera de sus canciones versos magníficos que no encajaban por métrica en sus creaciones. Pablo Moíño nos recuerda el rigor métrico y la variedad estrófica con que Krahe edificaba sus canciones: muchos de estos recursos (isosilabismo; rima consonante; calambures métricos; mezcla extrema de alta y baja cultura, algo que también se dice de Woody Allen). Cabe destacar el calambur de Quevedo con la reina: “Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja. / Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja.” Bien conocido por todos. Entronca con la riquísima tradición de la poesía jocosa de los Siglos de Oro.

Otra canción donde Krahe mezcla la alta y la baja cultura es en “Metamorfosis”, clara referencia al alegre Kafka mezclado con la referencia evidente a los senos femeninos, vaya tan evidente como que dice directamente tetas. (Entre el lector y yo, ahora que no nos oye nadie, esperemos que el director acepte el artículo tan soez).

Una mañana Catherine se despertó

hecha un brazo de mar,

metamorfoseada.

Mira qué bien – exclamó – tengo tetas, ¡oh!

oh la la, qué buen par,

y soy una monada.

Tenemos evidentemente también referencias al órgano masculino pensado para la reproducción del ADN, en la mítica “Un burdo rumor”:

No sé tus escalas, por lo tanto eres muy dueña

de ir por ahí diciendo que la tengo muy pequeña.

No está su tamaño, en honor a la verdad,

fuera de la ley de la relatividad

y, aunque en rigor

no es mejor

por ser mayor o menor,

ciertamente es un burdo rumor.

Los paralelismos con los versos de Quevedo son abundantes, en este caso el punto de contacto es la presentación del amor que tiene como parte fundamental el goce físico, el placer sexual. De hecho, las clases sobre literatura española no estarían mal si empezaran con una canción de JK. Los alumnos de la ESO podrían llegar a reírse y acabar fatalmente cautivados por la creación literaria. ¿Consecuencias directas? Con los años, los italianos ya no les robarían las novias en la playa. Seductores poetas así de fácil. En un par de generaciones. (Soneto de Quevedo):

Quiero gozar, Gutiérrez, que no quiero

tener gusto mental tarde y mañana;

primor quiero atisbar, y no ventana,

y asistir al placer, y no al cochero.

Hacérselo es mejor que no terrero,

más me agrada de balde que galana:

por una sierpe dejaré a Diana,

si el dármelo es a gotas, sin dinero.

No pido calidades, ni linajes;

que no es mi pija el libro del becerro,

ni muda el coño, por el don, visajes.

Puta sin daca es gusto sin cencerro,

que al no pagar los necios, los salvajes,

siendo paloma, lo llamaron perro.

En cuanto a la relación con lo sagrado nuestro autor caracteriza el tema religioso con un carácter hipócrita y absurdo, como lo haría Francisco de Quevedo en algún soneto. Krahe se aleja de las creencias en una vida después de la muerte y también se burla de lo sagrado. Por ejemplo en “El cromosoma”:

Hace tiempo que me importa un comino

que el último jalón de mi camino

caiga lejos de Roma,

hace tiempo no juego al acertijo

tan esdrújulo de un padre y un hijo

y una blanca paloma

En “Asco de siglo”, el letrista juega con los versos de Manrique e invierte su orden:

¿Qué se hicieron las damas,

sus tocados, sus vestidos,

sus olores?

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

(Jorge Manrique, “Coplas por la muerte de su padre”)

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

¿qué se hicieron las damas,

sus tocados y vestidos,

sus olores?

(Javier Krahe, “Asco de siglo”)

En “Sonata de otoño” hace referencia a Valle-Inclán; en “Cuerpo de Melibea” a La Celestina; en “Ay Democracia” a Neruda; en “Como Ulises” a Homero; en “Abajo el Alzheimer” a Shakespeare; en “Matilde Urbach” a Borges; a Larra en “Nembutal”…

Como hemos dicho, Javier Krahe experimenta con los límites de la alta literatura, mezclándola con un género como la canción, mucho menos valorado académicamente. Se aprovecha así, dice la Dra. Clara Martínez Cantón, la circunstancia de que es, precisamente, un género dirigido a amplias audiencias, lo que lo convierte en un vehículo privilegiado para las ideas de difusión críticas con los poderes establecidos. Hasta tal punto fue así que en 1986 su canción “Cuervo ingenuo” fue censurado por TVE. Uno de los muchos turbulentos episodios de la España democrática después de la transición. Se dice que Felipe González llego a estar muy cabreado con JK, quien, en alguna entrevista, se ha reído juguetón con tan infausto episodio. En otra entrevista, de la revista Leer, hablando de Quevedo, el letrista irónico comentaría:

“Pero yo no he dicho ni la mitad que Quevedo. Y hay que tener en cuenta que él estuvo cuatro años en la cárcel en San Marcos de León, en una celda en la que el agua le llegaba hasta casi las rodillas. Así se quedó cojo para siempre. Fíjate, en el soneto al pedo de Quevedo, no es que hable del pedo, es que dice: “Cágome en el blasón de los monarcas / que se precian, cercados de tudescos, / de dar la vida y dispensar las Parcas. / Pues en el tribunal de sus greguescos, / con aflojar y comprimir las arcas, / cualquier culo lo hace con dos cuescos”. Es decir, se caga en el blasón de los Borbones y en su Corte alemana, eso hoy no lo dice nadie. Y esas cosas que se le ocurrían a Quevedo tan floridas: “La voz del ojo, que llamamos pedo / ruiseñor de los putos”. Esos hallazgos cómo no me van a gustar, además por el valor de publicarlo, porque había Inquisición, había un Rey, había Santa Hermandad, había de todo.”

A JK se le alejó de los focos principales por su propensión a la pillería, él mismo comentaría que después del “incidente” de la censura, le anularon los boleros que ya tenía acordados y su actividad musical pasó a los cafés, hacia un público intergeneracional que pocos artistas han conseguido agrupar. Oí decir que se le debería hacer patrimonio nacional, yo opino que hubiera sido una figura nacional-popular en vida al estilo Benigni en Italia o Rowan Atkinson en el Reino Unido, pero ser crítico tuvo su precio. Todas las ucronías tienen un cierto poso melancólico. Su última tropelía antes de morir fue decir abiertamente que votaría a Podemos. Como si la providencia fuera irónica, Javier Krahe falleció a los 71 años en Zahara de Antunes donde solía jugar al ajedrez y frecuentar Casa José María donde jugaba a ser clientela habitual, parroquiano sin fama. Junto a él estaban algunos amigos suyos, como Pablo Carbonell o el Gran Wyoming quien afirma, este último, que no ha dejado ni sustituto ni escuela. Junto a sus amistades es donde le abrazó la muerte, de un modo especial, justo cuando había anunciado un año sabático, o, vaya, selvático, como decía él. Él, ínclito y maravilloso. El de los dedos vertiginosos. Y su rock duro.