César Alonso Porras

“¿Qué pasa si el carácter virtual del orden simbólico «en sí mismo» es la condición misma de la historicidad?”. Esta cuestión es lanzada mordazmente por Slavoj Zizek (2000) en su comentario The Matrix, o las dos caras de la perversión. Aceptar que sí lo es, supondría que los postulados de Platón sobre la constitución de la realidad y la subjetividad humana no son correctos. Hoy en día podemos intuir que Platón y el desarrollo posterior de filosofías fundacionales, las cuales establecen este tipo de dicotomías, se equivocan, por lo menos, al justificar que el plano de nuestra realidad cotidiana es de segundo orden, en relación a un mundo de las Formas, de la trascendencia o de las Ideas:

“los seres de inteligencia superior se dedican a la visión de las Formas en los modos que Platón describe mediante dos parábolas: la de la línea y la de la caverna. La línea se divide horizontalmente, y en el lado inferior de la división yacen los reinos de la imaginación y la percepción mientras que en el superior se encuentran los de los entes matemáticos y las Formas. Los fragmentos sobre la caverna (…) constituye para Platón una parábola sobre la ascensión a las Formas”.

Y, como señala MacIntyre (2018, 56-62), este error de Platón se debe a que la justificación empírica de la geometría y las matemáticas, aguda y con un acierto probabilístico demasiado certero, se traslada a la justificación de nuestra conducta cotidiana, las instituciones sociales que regulan nuestra vida diaria o las disposiciones psicológicas más íntimas de nuestra subjetividad. Llevar a cabo este tipo de crítica (comenzada seguramente por Aristóteles), es denunciada desde algunos ámbitos como ‘relativismo moral’, pues nos lleva a pensar que no existe un eje, un pilar sobre el que se estructure nuestra existencia o destino; ‘la verdad’ en lo que se refiere los fenómenos de nuestra vida cotidiana y conducta social, sería relativa a experiencias culturales concretas en el espacio y el tiempo [1], y por lo tanto, muy difícil de definir con el formalismo que sí es aplicable por las ciencias naturales o exactas. Por ello, el tipo de respuesta que da Zizek a esta controversia, es decir, a la necesidad de elección entre relativismo o universalismo formal, es tan creativa que puede ejemplificarse a modo de metáfora a través de una lectura peculiar de la película The Matrix.

Algunos comentaristas de la cultura contemporánea ven en The Matrix la metáfora por la cual podemos asumir que, lo que para nuestro sentido común se representa como realidad, podría ser sencillamente una existencia virtual dentro de un gran ordenador que genere esta matriz llamada, en filosofía, ‘ontología’. Lejos de ser el camino que toma Zizek, esta deducción parece tener alguna similitud con la dificultad que ofrece el argumento del tercer hombre, que marcó un punto crítico en el desarrollo filosófico de Platón (MacIntyre 2018): plantear que lo que llamamos realidad no lo sea en los términos en que le damos un determinado sentido, requiere de la existencia de otra realidad externa, que, si tampoco lo es, requeriría a su vez de otra nueva realidad externa, extendiendo este argumento lógico hasta el infinito.

En la popular escena en que Morfeo y Neo mantienen un diálogo sentados en dos sillones rojos, junto a un televisor anacrónico, y sobre el escenario del ‘desierto de lo real’, la elección entre la píldora roja y la azul parece ser, o, mejor dicho, aparentaría ser, una elección entre realidad y ficción. En el mito de la caverna de Platón, esta dicotomía se establecería entre el mundo de las Formas y el de nuestra percepción; pero si queremos trazar esta analogía, debemos destacar una diferencia crítica y de vital importancia: lo que en el pensamiento de Platón se plantea como una realidad exterior (la realidad, en The Matrix) es un mundo puro e ideal que representa la perfección de las formas geométricas y matemáticas, por lo que esta idea no parece guardar mucha relación con la realidad distópica y poco deseable que nos ofrece la película. Además, mientras que Platón expresa que nuestra realidad está limitada por nuestra percepción, esto también se invierte en la virtualidad de The Matrix: la existencia virtual parece no tener límites si solo depende de reglas establecidas a partir de un ordenador.

Esta inversión de las coordenadas del sentido común, es decir, de lo que representa para nuestro imaginario tanto el ‘ahí afuera’ como nuestra experiencia cotidiana regulada por la percepción, responde a la forma en que comprendemos nuestra experiencia trascendental en un contexto histórico y geográfico determinado; la forma en que Platón concibe el mundo de las Formas y de las percepciones ha cambiado a lo largo de la Historia; la teología cristiana, por ejemplo también se sirvió de este esquema para poder justificar, en una nueva época, la existencia del reino de Dios. Pero en la actualidad, lo que tenemos como consecuencia causal de este proceso histórico de desarrollo de las ideas se conoce como ‘internet’. Internet se plantea, por lo menos desde un punto de vista filosófico, como ese lugar idílico donde podemos evadirnos de una existencia material que ha sido corrompida y limitada por nuestra propia praxis histórica y en el cual podemos crear lazos de sociabilidad de mayor magnitud e impacto político2. No parece ser casualidad que el pensamiento utópico contemporáneo solo encuentre respuestas redentoras en el mecanismo tecnológico de internet.

Como mencioné anteriormente, una primera crítica los postulados filosóficos de Platón se encuentra en Aristóteles: es en la elección del objeto de ‘deseo’ y no en el objeto ‘trascendente’ donde podemos encontrar la felicidad o eudaimonia, y de este modo establecer la estructura política como conjunto institucional y normativo que habilita a la felicidad como una ‘forma de vida’, y no un ideal abstracto, de orden matemático o trascendente (MacIntyre 2018).  Este tipo de giro creativo en la filosofía de Aristóteles es lo que permite un cambio de perspectiva, y en mi opinión, lo que Thomas S. Khun (1971) denomina como ‘cambio de paradigma’ [3]: permite a Aristóteles dejar a un lado la pregunta por la existencia de una realidad ulterior al no tener gran importancia para la prosecución de la felicidad en nuestra vida cotidiana. Zizek (2014) aplica un movimiento crítico del mismo tipo a la hora de leer The Matrix y la dualidad que plantea el momento de la ‘decisión’ (¿política?) entre la píldora roja y azul:

“pero la opción entre la píldora azul y la roja no es en realidad una opción entre ilusión y realidad. Por supuesto que la Matrix es una máquina de ficciones, pero estas son ficciones que estructuran nuestra realidad. Si quitas de nuestra realidad las ficciones simbólicas que las regulan, pierdes la realidad misma.”

Zizek encontrará en el psicoanálisis lacaniano el eje central de su argumento en este audaz comentario. Nuestra experiencia subjetiva, así como en Aristóteles, no se sitúa en ese espacio intermedio entre ficción y realidad: nuestra experiencia de la realidad social se estructura a través de ficciones que operan en lo que, desde Freud a Zizek, pasando por Lacan, se denomina como ‘orden simbólico’. Cuando Zizek (2014) reivindica que quiere una ‘tercera píldora’ (llamémosla verde), para ese momento crítico en que Morfeo da a Neo la opción de elegir entre la azul y la roja, lo que hace es negar que cualquiera de las otras dos sea una opción útil para con nuestros deseos. Este momento de la decisión ‘verdaderamente política’4 es aquel en que transformamos la estructura de nuestro orden simbólico, las coordenadas de la matriz de sentido, es decir, el abanico de posibilidades de elección de nuestras prácticas cotidianas, sin diferenciar en su alcance causal. La tercera píldora no es una opción más; implica olvidar las otras dos, aceptar que han existido hasta ahora pero que su utilidad para con nuestra experiencia social y nuestros deseos es más limitada que la nueva píldora verde:

“Entonces, ¿qué es la tercera píldora? Definitivamente, no es ningún tipo de píldora trascendental que permite una especie de comida rápida religiosa, sin embargo, una píldora que me permita, no percibir la realidad detrás de la ilusión, sino la realidad como ilusión en sí misma.”

Las filosofías fundacionales, que heredan esta división entre la Forma y la percepción, también tienen su espacio en Modernidad. Con la secularización de la trascendencia religiosa, esta matriz de pensamiento fundacional se reproduce en este incipiente contexto histórico a partir de nuevas formas: el cientificismo, el nacionalismo o el racismo, que garantizó el imperialismo colonial, son algunas de ellas. Pero para Zizek hay una de ellas que es de vital importancia: la lógica del capital. Más allá de estar de acuerdo o no, es una lectura interesante que, metafóricamente, hace del capitalismo (como sistema cultural) el villano de la película gracias a una lectura actualizada y fresca de los límites y problemáticas que tiene nuestra cultura y modos de vida contemporáneos. Mi interés en el cientificismo moderno radica en que es una ‘creencia’ sobre la que la metodología empírica, que aplicamos para estudiar los fenómenos naturales, también se plantea como útil y efectiva para explicar y establecer normas de carácter universal de la conducta humana, sus valores morales, y sus cualidades subjetivas.

César Rendueles (2014) nos explica que, para Zizek, el poder de la ‘negación’ de la dialéctica hegeliana es el motor de la forma en que podemos adaptar el pensamiento a un contexto cultural y material diferente, que exige nuevas formas de ‘existir’ (de ser) en nuestra realidad social: desde esta interpretación, negar ambas píldoras sería el ‘acto político’ que reivindica Zizek, aceptar que nuestra subjetividad, nuestra experiencia en la realidad siempre va a operar bajo una ‘matriz simbólica’. Esta es la solución creativa que aporta Zizek (2000) a este atolladero filosófico llamado fundacionalismo, a partir de dos metodologías (psicoanálisis y dialéctica hegeliana) no poco controvertidas, pues las lecturas que se han hecho de ellas son tan excluyentes como variopintas.

“Entonces, ¿qué es Matrix? Simplemente el «gran otro» lacaniano, el orden simbólico virtual, la red que estructura nuestra realidad. Esta dimensión del «gran Otro» es la de la alienación constitutiva del sujeto dentro del orden simbólico: el «gran Otro» tira de los hilos, mientras que el sujeto es una expresión del orden simbólico”.

No es casualidad que, si fue el psicoanálisis de Freud lo que permitió realizar este giro aristotélico para abordar las problemáticas de la subjetividad del individuo ‘moderno’, sea la lectura psicoanalítica de Lacan la que permite a Zizek realizar ese mismo tipo de desplazamiento a la hora de entender la subjetividad de las masas, o dicho de otro modo: Freud reclama una píldora ‘morada’ para poder abordar la subjetividad de los individuos modernos, un movimiento que no muchas de las ramas y disciplinas científicas decidieron realizar y que las lleva a profundizar en ese ‘cientificismo’ moderno como metodología empírica. En nuestra contemporaneidad, la lógica del capital y la razón científica, entre otras, serían modos de entender el ‘estado objetivo de las cosas’ (Zizek 2008), pues se habrían extendido a pasos acelerados en las múltiples esferas de realización de nuestra vida cotidiana: educación, ocio, trabajo, relaciones íntimas… y además, son el fundamento, el pilar y los cimientos que permiten a una parte importante de las ciencias humanas y sociales explicar la conducta, los valores éticos y morales o nuestras disposiciones psicológicas, es decir, establecer su marco teórico.  El gesto político, el genuino giro que quiere dar Zizek a este contexto cultural que se llama contemporaneidad, latecapitalism, o ‘posmodernidad’, es reclamar una píldora ‘verde’ para que sea aceptable entender que podemos construir nuestras decisiones y elecciones cotidianas a partir de otro tipo de matrices, de reglas sociales: siempre existirá una Matrix; por lo que la trampa epistemológica del adentro y el afuera no es útil para resolver nuestras problemáticas actuales.

Sería apropiado terminar introduciendo la disyuntiva que considero fundamental a día de hoy, puesto que ya no solo en el ámbito académico, sino que en la misma producción cultural de masas (cine, literatura y series) es un asunto que ocupa la temática central de muchas de estas narrativas. Si tanto en el mundo real como en The Matrix existen estas ‘limitaciones simbólicas’; ¿qué es mejor, la placentera, ilimitada y exuberante Matrix, o el decadente, contaminado y austero Zion? Es decir, ¿existe alternativa a nuestra sociabilidad material en la utopía digital [5]?

 

Notas

 

  1. “Este pensamiento se vuelve del todo relativista cuando la idea de las perspectivas aparece ligada, en el seno de la humanidad, a determinados grupos. Todas nuestras ideas y teorías pueden verse, entonces, como unas formaciones culturales locales, enraizadas y confinadas a unas épocas y unos lugares particulares. No existe ninguna ‘verdad objetiva’, independiente, que pueda decidir sobre esas formaciones, lo cual, a su vez, puede sugerir que, como seres humanos, no tenemos ningún patrón común que permita entendernos los unos a los otros.” (Steven Lukes, Relativismo Moral [Barcelona: Paidós, 2011], 17-18.).
  2. “Internet es la utopía postpolitica por antonomasia. Se basa en la fantasía de que hemos dejado atrás los grandes conflictos del siglo xx. (…) Y también que hemos superado la apuesta por un Estado benefactor que soluciona algunos problemas, pero ahoga la creatividad en un océano de burocracia gris. Imaginan un mundo lleno de emprendedores celosos de su individualidad, pero creativos y socialmente conscientes. Donde el conocimiento será el principal valor de una economía competitiva pero limpia e inmaterial.” (César Rendueles, Sociofobia [Capitán Swing: Madrid, 2013], 117.).
  3. Thomas S. Khun, en La estructura de las Revoluciones científicas llama ‘paradigmas’ a estos esquemas de justificación que se construyen, reconstruyen o abandonan con el objetivo de resolver de mejor manera y más eficaz aquellos problemas que aparecen en nuestras sociedades. La consecución de paradigmas en la historia no tiene que ver con un proceso de adecuación a la verdad sino con la ‘funcionalidad’ respecto a nuestras prácticas cotidianas (Gianni Vattimo, El fin de la modernidad: Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna [Barcelona: Gedisa, 1987], 86.)
  4. “el verdadero acto político (la intervención) no es simplemente cualquier cosa que funcione en el contexto de las relaciones existentes, sino precisamente aquello que modifica el contexto que determina el funcionamiento de las cosas.” (Slavoj Zizek, En defensa de la intolerancia [Sequitur: Madrid, 2008], 32.).
  5. Esta cuestión es abordada y cuestionada por César Rendueles en su ensayo Sociofobia (Capitán Swing: Madrid, 2013). Para Rendueles, internet genera una especie de ‘deflación de nuestras expectativas’ (2013, 91), el desarraigo comunitario y sobre todo, lo que para él es la ‘matriz ética de todas nuestras formas de compromiso con los demás: la experiencia del cuidado’ (2013, 147).

 

Bibliografía

 

– KUHN, T. 1971. La estructura de las Revoluciones Científicas. México: Fondo de Cultura Económica.

– MACINTYRE, A. 2018. Historia de la ética. Barcelona: Paidós.

– RENDUELES, C. 2014. Slavoj Zizek: Verdad y Emancipación en la era postmetafísica. LOGOS: Anales del Seminario de Metafísica (47).

– ZIZEK, S. 2000. The Matrix, o las dos caras de la perversión. Accion Paralela (5).

– ZIZEK, S. 2008. En defensa de la Intolerancia. Madrid: Sequitur.

– ZIZEK, S. 2014. La tercera píldora y los videojuegos (subtitulado). Youtube. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=zgcGvKG-YfE.