Cicerón; la república y las leyes
Cicerón fue ante todo un «animal político» en el sentido aristotélico, un hombre implicado en su comunidad, y con toda probabilidad nada le hubiera complacido más que pasar a la posteridad como un patriota: «la patria es más antigua que la madre» afirma justo al comienzo de su tratado Sobre el Estado. Ciudadano de Roma, quiso siempre servir a su civitas desde las magistraturas y el Senado, persuadido de que sólo desde el poder político podía prestarse el mejor servicio a la comunidad. Su ambicioso lema de vida, extraído de la Ilíada homérica, fue «ser con mucho el mejor y mantenerme por encima de los demás» (Cartas a su hermano Quinto III 5,4). A él procuró mantenerse fiel siempre, pero, al mismo tiempo, ese deseo de superar a todos en dignidad —por otra parte, tan típicamente romano—, que sólo efímeramente pudo afirmar haber logrado, fue causa de frustración, amargura y sensación de fracaso en la parte final de su existencia.
Como en pocos personajes históricos de la Antigüedad se puede distinguir en Cicerón una clara cesura en su vida, no sólo pública, también privada, señalada por la consecución y desempeño del consulado en el año 63 a.C. Hasta entonces, la biografía de Cicerón es el relato triunfante de un advenedizo hecho a sí mismo que logra abrirse paso en el difícil escenario político de la Roma de su época, sacudida por guerras civiles y por la ruptura social provocada por la dictadura de Sila. El joven Arpinate, dotado de una esmerada cultura, adquirida junto a importantes hombres públicos romanos de la época, oradores y juristas, y completada escuchando a grandes 2 maestros en las principales ciudades del mundo helenístico, obtuvo fama y reconocimiento social como orador y abogado, actuando sobre todo en defensa de miembros del orden ecuestre y de representantes de las aristocracias municipales de Italia, renunciando en cambio voluntariamente a la notoriedad que, como fue habitual en otros notables de la época, podía proporcionarle el hipotético éxito en el mundo militar. De manera sistemática, sorprendente para un homo novus, Cicerón fue ascendiendo con la edad mínima requerida en cada caso —y siempre elegido por el pueblo como el primero de todos los candidatos—los distintos escalones señalados en la carrera de un político en Roma —cuestura, edilidad, pretura—, hasta alcanzar la gloria de la más alta magistratura, el consulado. Pero, cuando creyó haber logrado el máximo grado de fama, reputación, dignidad y autoridad en Roma, todo se desmoronó.
Una de las citas más descriptivas de Marco Tulio Cicerón en “La Republica” sería la siguiente;
“O porque si ocurriera una gran desgracia a todos, no teniendo que sufrir unas consecuencias especiales sino iguales que ellos, no dudaría en exponerme a las más gravísimas tempestades o, incluso a los mismos rayos, con tal de defender la seguridad de mis conciudadanos y de procurar la paz a los demás, aun a riesgo de mi propia vida. En efecto, la Patria no nos engendró ni nos crío con la condición de no esperar de nosotros ningún alimento, y en cambio, si suministrarnos un refugio seguro para nuestro ocio y un lugar tranquilo para nuestro descanso, sirviendo ella misma sólo a nuestros propios intereses; al contrario, lo hizo ella para recibir ella misma, como redito, para su propio interés, el mayor número y lo mejor de los productos de nuestra capacidad política; y devolvernos a nosotros, para nuestro beneficio particular, sólo cuanto a ella misma pudiera sobrarle”.
Esta describe perfectamente el perfil político de Cicerón como hombre de estado, defensor de la patria y las instituciones políticas.
Para entender el pensamiento de Cicerón debemos retroceder hasta Grecia, en su propia decadencia como gran cuna del pensamiento clásico, en este proceso desaparecen elementos como la independencia cívica y la participación popular. Se produce un reverso político con la pérdida del patriotismo helénico y la soberanía, esto provoca una mutación filosófica donde la brusquedad de la felicidad parte a un nivel individual, donde ya, la comunidad resta importancia.
En este periodo surgen las siguientes corrientes filosóficas: El epicureísmo, el cinismo, el escepticismo y el Estoicismo. Para nosotros el más relevante será este último, fundada por Zenón de Cinto, en la cual no se busca la felicidad sino la virtud del hombre, armonizar con lo natural y dar uso de la razón “Hombre sabio es aquel que acepta las leyes de la naturaleza”. Esta cita resume muy bien el núcleo de esta filosofía, puesto que se concibe que hay un Derecho Natural Universal que surge del provincial gobierno de Dios y la Naturaleza racional y social, estos dos elementos conforman la constitución del Estado Universal.
Las formas de gobierno consideradas por Cicerón son seis, tres rectas y tres desviadas, aunque hay una séptima que es la mejor por ser la ideal, que consiste en la combinación armoniosa de las tres formas rectas.
Las formas rectas de gobierno, son aquellas en que se gobierna con justicia:
- La Monárquica, la gestión del bien público recae en una sola persona.
- La Aristócrata, la gestión recae en ciertos ciudadanos seleccionados: los más virtuosos.
- La Democrática o Popular, la gestión debe ser asumida por la totalidad de los ciudadanos.
Las formas desviadas, son aquellas en que el gobierno está por encima de la ley y el derecho:
- La Tiránica, degeneración de la Monarquía.
- La Oligárquica, degeneración de la Aristocracia.
- La Anárquica, degeneración de la Democracia.
Cicerón tiene en su concepción que todos los hombres somos iguales, pero esto, puede ser engañoso, ya que somos iguales en cuanto al uso de nuestra razón, debido a que el Derecho Natural es algo que se expande por todo el universo e incidiendo sobre el individuo, del modo que todo ser humano podrá hacer distinciones de aquello que cree que es “bueno” o “malo” y discernir de manera consciente de la realidad.
Se establece al inicio del Libro I una conexión entre la astrología y la ciencia política que va desencadenando un debate entre los principales protagonistas del Ensayo; “¿Es posible que haya dos soles? A día de hoy tenemos dos Senados y dos pueblos divididos cada día más. ¿Por qué no?” El cauce entre lo natural y lo político es constante en toda la obra puesto que para nuestro autor no hay ninguna actividad tal como la política que te acerque tanto a la posición de los dioses. Como ya hemos mencionado anteriormente Cicerón procede parte de su pensamiento de la corriente estoica y sus planteamientos políticos lo plasman muy bien con su concepción del equilibrio, pues este creía en una forma mixta de Gobierno: “La virtud y lealtad de la monarquía, la sabiduría de la aristocracia y la presencia pública del pueblo. Una combinación medida en el equilibrio de estas tres formas de Gobierno”. Esto acompañado de una receta que sumaba la solidaridad de un pueblo, la libertad y la justicia que hace un único interés Nacional.
La obra tiene un cierto aire paternalista que recubre con su manto toda la obra, incluso llegando a reconocer que si un Estado Mixto no fuera posible la mejor decantación sería la Monarquía puesto que esta sabe cuidar del pueblo como debe y tiene cierto apego a sus conciudadanos haciendo siempre lo que se debe, pues si bien, también se muestra una profunda desconfianza hacia las clases subalternas; “Cuando las fauces insaciables de un pueblo se resecan por la sed de libertad y, a causa de los malos servidores, saciar su sed con una libertad y, a causa de los malos servidores excesivamente pura y no moderada rebajada, entonces, si los magistrados y dirigentes no son los suficientemente blandos y remisos como para servirles una generosa ración de libertad, el pueblo los persigue, calumnia y los acusa de tiranos”. Para la moralidad y buena fe de nuestro querido moralista Cicerón parece darle malos augures las clases más debilitada de su Republica, puesto que a estos los trata de carnaza y analfabetos que cito textualmente “Cuanto más tontos son más fáciles de engañar”.
Llegan incluso a tratar temas como la propiedad privada que a diferencia como otros autores como Platón no tomaran la radicalidad de suprimirla sino considerar de esta una obligación y no un honor, puesto que la propiedad privada habría que tomarla como algo justo y medido, sin excesos en su aprovechamiento; “No hay un Estado más deforme como en el cual se consideran a los ricos los mejores o con una mayor virtud”.
Otro elemento destacable es el llamado “esencialismo” entendido como lo que impide la incomunicación entre hombre y mundo, sujeto y objeto, discurso y realidad. Como lo entendería Ernesto Laclau “en una palabra, la vida social es esencialmente vida política, y la vida política esencialmente construcción siempre renovada, siempre abierta, de identidades y antagonismos discursivos.” Dios-Naturaleza-Universo constituyen un todo, pasando por lo político y la Republica. Para nuestro autor los Derechos, obligaciones y funciones son lo que constituyen el equilibrio perfecto de nuestra República, sino ocurre esto atente a las revueltas que pueden desencadenar en los límites de las pasiones de la población.
El concepto romano de virtud implica: Obligación de participación en la vida pública, la acción pública tiene como finalidad el bien común, el bien común es obra del Estado, que es su representación. Esta cualidad se inculca a través de las leyes y la educación que tiene como principios: la frugalidad, la fidelidad, la excelencia y el rigor, sin olvidar la censura para castigar A diferencia de otras “virtudes” entendemos que la justicia es la única virtud que se exterioriza, impulsándose por el mundo, puesto que, en resumidas cuentas, el equilibrio de la justicia está en ser propio del hombre bueno y justo dar a cada uno lo que se merece según Cicerón.
La Republica de Cicerón va tomando forma, la Res Publica, o como mencionan los autores “la cosa del pueblo” pero esta concepción de cosa del pueblo difiere mucho a lo que nosotros entendemos hoy día por la cosa del pueblo, puesto que esta no tiene ningún tipo de matización de tipo socialista, esta hace referencia a una especie de contrato social entre Derecho y los interese de la Comunidad, esta es la verdadera concepción del concepto de pueblo para los intelectuales romanos de la época.
En resumen, la República se caracterizó por encumbrar en la cima del poder a los grandes propietarios terratenientes y por establecer la división de poderes: deliberativo, legislativo, administrativo, judicial, militar y religioso. Este estado en su vicisitud histórica estaba cimentado en la tradición, el respeto a los mayores, y en la religión, el respeto a los dioses.
Las generaciones eran educadas en una doble dirección: en el respeto a la familia (formación del individuo), en donde domina la relación del padre (pater) al cual hay que respetar y obedecer ciegamente; y en la fidelidad a la comunidad (formación del ciudadano), a la cual hay que servir para su mayor engrandecimiento. La religión también ocupó un lugar importante en la formación del ciudadano romano, dado el lugar predominante que ocupaban en los fundamentos del estado Júpiter, Marte y Quirino (trinidad del estado y fuente de la división entre lo lícito y lo ilícito). Esta concepción religiosa tiene su desarrollo en la autoridad y respeto que ejercieron los sacerdotes sobre la sociedad romana: encargados de la ejecución de los ritos, escrutadores de la voluntad de la ley divina, interpretación de los libros bíblicos, etc.
El concepto de naturaleza para Cicerón se puede resumir en los siguientes puntos:
- Energía de los dioses.
- Razón de los dioses.
- Mente de los dioses.
- Poder de los dioses.
- Voluntad de los dioses.
El derecho no procede de la voluntad de los Dioses, sino que, este tiene antecedentes en las leyes ya establecidas de los dioses escrita en la naturaleza y la razón.
Para finalizar entablaremos las virtudes de un buen político por Cicerón:
- Conocimiento de la verdad.
- Defensa de la sociedad humana dando a cada uno lo suyo.
- Grandeza y vigor de un alma excelsa e invicta.
- El orden y medida en cuanto se hace y dice
Creo que merece mención especial destacar la contradicción que surge en el seno del libro entre lo que Maquiavelo en un futuro llamaría las lógicas del poder y la justicia (política vs moral):
“De cualquier manera recordar que la inteligencia ordena aumentar los recursos, agrandar la fortuna, extender nuestros territorios, ¿de qué si no se hubiera grabado en los monumentos dedicados a los grandes generales el conocido elogio <<extendió las fronteras de nuestro imperio>>, si no es porque lo hubiera acrecentado con alguna propiedad ajena?, ejercer la soberanía sobre el mayor número posible de personas, disfrutar de los placeres, ser poderosos, ser reyes, ser los amos; la voz de lajusticia, en cambio, nos manda respetar a todos, tomar decisiones en beneficio de la humanidad, dar a cada uno lo suyo, no tocar las propiedades sagradas, ni las públicas, ni las ajenas. ¿Qué se consigue si se le hace caso a la voz de la inteligencia? Riquezas, poder, recursos, cargos y honores, soberanía, reinos, y esto es válido tanto para los particulares, como para los pueblos en su totalidad.
Esta parte del libro llamo mi curiosidad, pues los protagonistas como hombres prácticos son conscientes, como diría Lenin, que hacer política es cabalgar contradicciones. En esta parte moral y política se baten a un duelo que un poco más adelante del dialogo se resuelve de tal manera:
“Si una ciudad, cabeza de un gran Estado no ejerce su poder aplicando ese principio injusto, no podrá ejercer su dominio sobre las provincias. La respuesta por parte de la defensa de la justicia dice que es justa esa servidumbre, porque es útil para tales hombres, y que la misma se aplica en beneficio de ellos, cuando se aplica correctamente, es decir, cuando a los malvados se les priva de la libertad para cometer delitos”.
En última instancia la injusticia puede ser justicia si su fin es justo, podemos entender que; Los protagonistas son conscientes de que en política hay que mancharse las manos, infiriendo las contradicciones inherentes de entender la política a modo moral resolviendo esta cuestión de un modo desafortunado, la política en última instancia es la acumulación de poder.
Hacer política es cabalgar las contradicciones, quien no quiera cabalgar las contradicciones que no haga política, pero que no engañe a los demás, las condiciones de posibilidad de la política en última instancia son las que son, la llamada “Realpolitik”. Esta será una cuestión de la que más adelante en pleno Renacimiento se encargaría Maquiavelo de desenmascarar.