Judith Butler en el CCCB (2018). Foto de Miquel Taverna

Alba Lafarga Magro (@AlbaLafarga)

¿Cómo se puede actuar en el espacio público? ¿Cualquier forma de protesta en las calles es reconocida como tal? Éstas son algunas de las preguntas que han vehiculado el pensamiento de Judith Butler en los últimos años.

Judith Butler, profesora en la Universidad de California en Berkeley, es una de las filósofas más reconocidas del momento por su aportación a la teoría de género. De hecho, se la considera la fundadora de la Queer Theory alrededor de los años 90. Aunque de entrada pueda parecer que su desarrollo como pensadora ha cambiado de enfoque desde que se dio a conocer con El género en disputa (1990), lo cierto es que sus textos han seguido siempre una única pregunta nuclear: ¿qué vidas merecen ser vividas? Esta cuestión ya se encuentra en sus inicios como filósofa, con su tesis doctoral centrada en el reconocimiento en Hegel. Su interés radica en poder hacer habitables aquellas vidas que, sin hacer daño a nadie, han sido excluidas de las sociedades por el mero hecho de no adecuarse a las normas sociales imperantes. Butler empezó abordando la cuestión del género con un desarrollo novedoso respecto al pensamiento feminista predominante afirmando que el sexo, así como el género, también es una construcción social (desde el momento en que el doctor señala que un feto es niña o niño ya se empieza a construir socialmente la vida de esta persona a través del sexo). Esta aportación tuvo mucho impacto porque fue de las primeras en dar visibilidad y defender la lucha por el reconocimiento de las personas trans y no binarias desde la academia.

Pero si algo caracteriza la obra de Judith Butler es su capacidad de analizar los problemas del presente a través de preguntas que pueden ampliar nuestro horizonte de pensamiento. Las primaveras árabes, el movimiento Occupy Wall Street o el 15M la llevaron a reflexionar en torno a la acción en el espacio público y cómo es posible actuar cuando no se es un sujeto reconocible (según las normas sociales imperantes). Las ideas que se desarrollan en este artículo pertenecen al libro Cuerpos aliados y lucha política (Paidós, 2017)[1], donde desarrolla su teoría siguiendo de cerca las ideas de Hannah Arendt sobre la acción[2]; de hecho, establece un diálogo constante con la pensadora alemana ya que piensa a través y en contra de Arendt. No vamos a desarrollar aquí la comparativa entre ambas autoras, ya que el estudio de la obra de Arendt nos tomaría demasiado tiempo, pero sí que voy a apuntar que, para mí, la principal fuente de conflicto entre las autoras radica en el objetivo que persigue cada una al escribir y que está intrínsecamente vinculado a su contexto. Hannah Arendt escribía en un momento en el cual los totalitarismos habían anulado el espacio de libertad y de la política, por este motivo intentaba repensar la especificidad de la libertad política sin reducirla a una simple cuestión social o económica. Por el contrario, Judith Butler se inscribe en un pensamiento que sitúa la cuestión social en el centro de la política y que afirma que actuar y vivir están vinculados de tal manera que es imposible separarlos. Y es que aquello que nos permite vivir es parte de la reflexión y de la acción política. Esta idea viene de las feministas de los años setenta que ya señalaron que lo privado es público; un gesto con el que mostraban que todo lo que sucedía en el seno de la vida doméstica también era político[3].

Butler se inscribe en un pensamiento que sitúa la cuestión social en el centro de la política y que afirma que actuar y vivir están vinculados de tal manera que es imposible separarlos.

En su análisis sobre la posibilidad de la acción en el espacio público se centra en las condiciones de posibilidad del actuar: qué es aquello que permite la reunión, la manifestación y la acción conjunta. En primer lugar, tiene que haber un espacio público con pavimento, calles y plazas. Estos espacios per se no significan nada para el movimiento político; solamente son interesantes cuando hay cuerpos que actúan en él. Es en este momento que se resignifican los soportes materiales que constituyen el espacio público. Es decir, estos soportes permiten la acción (la ‘soportan’), pero al mismo tiempo son susceptibles de cambiar de significado a través de las acciones y proclamas de los manifestantes. De aquí Butler puede concluir que la acción siempre es soportada (ya sea por los elementos de las calles o por el propio cuerpo).

Como ya se ha comentado al inicio de este artículo, la pregunta que guía el pensar de Butler es ‘qué vidas merecen ser vividas’, de modo que no es de extrañar que se focalice en las condiciones de posibilidad de la acción. No está atendiendo solamente a la materialidad del espacio público sino también a los marcos normativos contemporáneos que no permiten a todas las vidas tomar parte en el espacio público de igual forma ni ser reconocidas como vidas igualmente vivibles. No se puede actuar sin unos soportes previos y, al mismo tiempo, también se debe luchar por acceder y utilizar los soportes que nos permiten actuar o que son componentes básicos de nuestra acción.

Otra idea clave que desarrolla Judith Butler en el libro es la interdependencia, un concepto que también trabajó en Vida precaria (Paidós, 2006) y en Marcos de guerra (Paidós, 2017). Según Butler, nuestra necesidad de interrelación se sostiene en la condición de fragilidad de la vida humana, en la condición precaria que nos atraviesa. Se trata de una idea que va en contra de la autosuficiencia y competitividad que impera en las sociedades capitalistas, ya que, por más que nos empujen a no depender de nadie para sostener nuestra vida, lo cierto es que nunca podremos satisfacer este principio de autosuficiencia. ¿El resultado? Sociedades cada vez más individualizadas con un creciente sentimiento de ansiedad, fracaso y soledad. Es aquí donde radica la novedad en el concepto de interdependencia de Butler: en sabernos dependientes y sentirnos orgullosos de nuestra vulnerabilidad. Porque solamente a través de tomar consciencia de esta dependencia entre unos y otros se puede construir un mundo en común. Por ejemplo, no puedo dedicar mi infancia y adolescencia a estudiar si no tengo a alguien que se ocupe de cubrir mis necesidades básicas (comida, vivienda, acceso a educación, cierto equilibrio en el sitio donde vivo, etc.), y lo mismo sucede a medida que crecemos, siempre dependemos de alguien y, poco a poco, habrá gente que dependerá de nuestras acciones (gente, animales, el medio, etc.). Judith Butler está abogando por el camino difícil: el de encontrar la convivencia en un mundo global a partir de la aceptación de que todos somos igualmente vulnerables y dependientes. El problema entonces estaría en aquellas personas que nos empujan al individualismo para aprovecharse de la condición vulnerable de la que no podemos escapar (ya que ser vulnerables sin poder depender los unos de los otros nos hace dependientes de los productos que tenemos que consumir y no de las personas con las que nos podemos sostener).

Ser vulnerables sin poder depender los unos de los otros nos hace dependientes de los productos que tenemos que consumir y no de las personas con las que nos podemos sostener.

Los elementos que han caracterizado el desarrollo intelectual de Judith Butler en los últimos años giran en torno a las posibilidades de actuar concertadamente, de ser reconocidos como sujetos con nuestra acción y en tomar consciencia de la interdependencia que nos constituye. En su evolución como pensadora, resulta interesante ver cómo ha ido cambiando el foco de su trabajo en función de la política y los movimientos sociales del mundo,  Siempre encuentra nuevos temas para abordar con nuevas preguntas. Ha sabido detectar aquellos elementos de su contemporaneidad que están incidiendo más en los cambios sociales y políticos con la mirada reposada que caracteriza a la filosofía (o que la debería caracterizar, ya que durante esta cuarentena los filósofos de más renombre internacional, más que ayudarnos a pensar la situación de excepción que vivimos con el COVID-19 parecía que estaban haciendo una competición para ver quién publicaba antes).  Pero Judith Butler no sólo ha sido capaz de atender a los diversos conflictos sociales que han ido aflorando en los últimos años, sino que también ha creado una red de colaboración con pensadores de todo el mundo con iniciativas como la revista académica Critical Times. Con todo, Judith Butler es una filósofa que ha conseguido traspasar los límites de la academia y que ha llevado la filosofía a las calles para abrir la tarea del pensar a las cuestiones que nos atraviesan vitalmente.

Notas y referencias

[1] Butler, J. (2017) Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea. Barcelona: Ediciones Paidós. Del original:  Notes Toward a Performative Theory of Assembly (2015), United States of America: Harvard University Press.

[2] La acción es un concepto clave en el pensamiento arendtiano. En La condición humana habla de tres actividades que constituyen a las personas: la labor, el trabajo y la acción. De las tres, solo la acción es aquella propiamente política y que se corresponde con la pluralidad. Actuar es hacer aparecer aquello que no estaba previsto; es la única forma según la cual la libertad es posible.

[3] Esta proclama política tan famosa respondía a la necesidad de las mujeres de que la justicia pudiera entrar en la vida doméstica para luchar contra la violencia de género. Si la justicia no llegaba lo que se consideraba el espacio privado no se podía hablar de la existencia de la violencia doméstica ni tan solo denunciarla.