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Por Emir Sader

Brasil nunca se había acostumbrado a la ausencia cotidiana de Lula, pero recibe de vuelta a su mejor hijo muy emocionado.

“La primavera trajo a Lula de vuelta”, “Lula trajo a la primavera de vuelta”, “Brasil se viste de Lula”, “Perdón, pero ese hombre sabe hacer que el país esté feliz”. Estas son algunas de las numerosas frases, mezcladas con música, con las que la gente expresó tener a Lula todos los días a su lado.

Cuando lo visité, la alegría y la emoción de abrazarlo de nuevo, de reencontrarlo, sólo fue comparable a la tristeza que me provocó despedirme de él, al sentimiento trágico de poder salir y dejarlo preso, en medio de los canallas. Tuve ganas de cogerlo por la mano y llevármelo conmigo afuera, diciéndole: “Ven, Lula, tu lugar no es este, alguien como tú tiene que vivir en libertad, ven, a reencontrarte con la gente, con tu gente, ven a tu lugar, entre el pueblo”.

Eran esas escenas que finalmente hemos vivido, con Lula saliendo libre, como siempre quiso, sin ninguna limitación, para desaparecer entre los abrazos del pueblo. Dormimos todos mejor y despertamos mejor, sabiendo que Lula durmió libre y se levantó libre, entre la gente que eligió.

Uno imagina el vacío que dejó tras de sí, en aquella celda fría en que estuvo encerrado durante más de 600 días y 600 noches. Que alivio debe de sentir al saber que nunca más volverá a estar en aquella losa fría en la que tenía derecho a tomar un poco de sol, los fines de semana interminables, cuando no tenía visitas, la TV en que sólo tenía permitido ver canales abiertos, a veces ni siquiera podía ver su Corinthians, e incluso cuando lo veía era sólo, lo contrario de lo que habitualmente hacía.

Lula vuelve a São Bernardo, donde empezó su carrera de líder sindical, retoma su vida pública en el lugar donde la había dejado, en el Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo, donde pronunció su primer gran discurso público, después de aquel con el que se despedía de todos, diciendo que si el no pudiese caminar, que caminaría con nuestras piernas, que no si no pudiese hablar, que hablaría con nuestras voces, que si su corazón no latiese, latiría en nuestros corazones.

El país nace distinto, no solamente porque tiene a Lula en todo momento, sino porque mientras Lula estuvo preso, se avanzó mucho en la destrucción de Brasil. Eso es lo que más le duele a Lula y así lo manifestó en cuanto salió de la cárcel.

Lula vivió momentos difíciles en su vida, no tantos, según sus propios sentimientos, la pobreza extrema de su infancia, salir de la cárcel una primera vez, escoltado, para asistir al funeral de su madre, dona Lindu, a quien volvió a homenajear ayer; enfrentarse, mucho más tarde, al cáncer y a su doloroso tratamiento; perder a la compañera de toda la vida, dona Marisa, y a su nieto querido, estando ya en la cárcel.

Por eso se le veía tan feliz a la salida de la prisión. Cuando empezó a hablar, dijo que hacía tiempo que no tenía un micrófono en las manos, dejando claro que le había negado la posibilidad de hablar y hacer llegar su palabra a millones de gentes. Folha de São Paulo confesó que la prisión no había conseguido que Lula perdiese su capacidad de comunicarse con la gente. Cierto, no ha perdido nada de lo que querían que hubiese perdido. Está más maduro, con más lecturas, con más reflexiones, con más vivencia.

No podemos pensar más como es Brasil sin Lula, con Lula preso. Ciertamente nunca pudimos pensar a Brasil sin Lula, del mismo modo que Lula nunca se pensó sin pensar a Brasil.

La primavera llega a Brasil y con ella vuelve Lula, en los brazos del pueblo. ¿Qué será de Brasil con Lula de vuelta? ¿Cómo será posible un país sin democracia, con Lula suelto? (Bolsonaro se acordó de que nunca habría sido elegido si Moro no hubiese hecho preso a Lula). Lula livre, Lula y sus Caravanas, será un test para la democracia brasileña.

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