Por Florencia Seminara

Militante de Patria Grande

El jueves 14 de junio, a las 10 de la mañana, en Argentina terminó de consagrarse una jornada histórica que había comenzado a las 12 del mediodía del miércoles 13: con 129 votos a favor, 125 en contra y 1 abstención, el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo fue aprobado en la Cámara de Diputados/as con un millón de mujeres festejando afuera del Congreso de la Nación y la emoción de las diputadas que hace años vienen exigiendo que se apruebe.

En un país que cuenta con la Ley de Fertilización Asistida, con la Ley del Cupo Laboral Trans y con la Ley del matrimonio Igualitario desde hace años, el Aborto Legal, Seguro y Gratuito sigue siendo una deuda de la democracia. Hoy estamos un poco más cerca de conquistarlo. Y el escenario de nuestro país, en el cual se logra esta victoria, no es cualquiera: venimos de 2 años y medio de gestión del gobierno neoliberal de Mauricio Macri. La unidad del movimiento feminista en Argentina es bandera y horizonte para todas las organizaciones opositoras que buscan frenar el ajuste y endeudamiento del país a días de haber firmado un acuerdo con el FMI. Con la lucha en las calles le arrancamos la media sanción de un derecho para las mujeres y cuerpos gestantes y somos un actor que le hace tambalear su gobierno -siendo las mujeres quienes le realizamos dos paros nacionales entre el 2017 y 2018-. Ahora vamos por todo.

La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito se conformó entre los años 2003 y 2004, en el marco del empoderamiento colectivo de las mujeres en los Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM), que se realizan hace 32 años en Argentina. La consigna siempre fue clara: “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Los pañuelos verdes, que llevamos como insignias por la legalización del aborto, llevan esa consigna tatuada en blanco para que todos/as sepan que exigimos la información y recursos necesarios, y la presencia del Estado para ser libres con nuestros cuerpos.

Desde el momento en que se conformó la Campaña, las compañeras que forman parte vienen dando la pelea incansable, hora tras hora, día tras día, año tras año, para que el Proyecto sea Ley. Costó muchísimo esfuerzo llegar a que, al menos, se debata en las comisiones de la cámara de diputados/as este año. Por eso decimos que el jueves fue un día histórico en nuestro país, y creo que es necesario remarcar y revolver un poco la historia para entender cómo efectivamente llegamos a tener este proyecto a pasos de que sea votado en la Cámara de Senadores. Porque esto no es resultado del gobierno de turno, es resultado de una lucha memoriosa.

El movimiento de mujeres y disidencias en Argentina es uno de los movimientos más álgidos, efervescentes, heterogéneos y populares de América latina. Por supuesto que tiene su historia, sus luchas y reivindicaciones desde hace mucho tiempo atrás, que se fueron fortaleciendo desde la conformación de los ENM que se realizan todos los años desde 1986.  Pero hay un punto, un año que revolucionó a las mujeres en nuestro país: el 3 de Junio del 2015 con la primer marcha del “Ni una Menos”.

En Argentina muere 1 mujer cada 28 horas en manos de la violencia machista, y existió un día en que todas juntas gritamos “basta, paren de matarnos”. Ese día marchamos miles -y todos los 3 de Junio en adelante- y a partir de ahí empezamos a dar vuelta al país. Desde ese día se podría confirmar que el movimiento de mujeres y disidencias -porque su lucha también confluye y sus reclamos también son los nuestros- empezó a ser, no solo imparable  cuantitativamente, sino que también comenzó a marcar la agenda política de nuestro país.

Han pasado 3 años de ese primer Ni Una Menos, que cambió para siempre la historia del movimiento feminista en Argentina. Demostró ser uno de los más fuertes, y tener un rasgo único y esencial: su transversalidad generacional. Porque logró interpelar -por sus consignas, su comunicación renovada y las violencias que vivimos cotidianamente las mujeres- a las más jóvenes y a las más viejas. A las más viejas las sacó del closet de la estigmatización y la vergüenza, y se colgaron el pañuelo al grito de “yo aborté”; y ahora piden en las marchas por una sociedad más igualitaria para que sus hijas y nietas puedan vivir sin miedo. Pero, principalmente, hoy la revolución es la revolución de las pibas, que ponen el cuerpo en sus colegios secundarios para terminar con la misoginia en las clases, para cortar con relaciones amorosas violentas y para exigir el lugar que les pertenece en el mundo. Y son las pibas que se sumaron, las nuevas generaciones, las que vinieron a decirnos que ninguna lucha estaba perdida, se pusieron el pañuelo verde, lo llevaron a todos lados, hablaron sobre aborto en las escuelas, en los medios de comunicación, en sus casas con sus abuelas y en las fiestas. Se apropiaron de una lucha, que ahora también es de ellas, porque si hay algo que caracteriza a este movimiento es el deseo de transformarlo todo para lograr ser libres. Esta es la revolución del deseo. El deseo de disfrutar de nuestro cuerpo y el placer sin imposiciones de ningún tipo. El deseo a ser madres solamente cuando lo queramos. El deseo a la libertad sexual. El deseo de poder decidir sobre nuestros cuerpos. Sobre nuestros futuros.

Y este año, desde febrero, redoblamos apuestas. Con mucha más fuerza, con muchas más mujeres y cuerpos gestantes en las calles, logramos que el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, elaborado por la Campaña nacional, comenzara a debatirse en comisiones de la cámara de diputados/as. Fueron dos meses largos, donde le dimos batalla a las ideas más retrogradas, morales y patriarcales de imposición sobre nuestros cuerpos y de defensa del aborto clandestino -porque estar en contra del aborto legal no es estar a favor de las dos vidas. Nosotras pusimos en discusión: aborto legal o aborto clandestino. Exigimos que pongan el foco sobre nuestra realidad porque el aborto sucedió, sucede y va a seguir sucediendo y es un tema de salud pública legislarlo para que las mujeres y cuerpos gestantes dejen de morir por hacerlo en condiciones insalubres y sin recursos.

Ganamos las discusiones porque las y los oradores a favor de la legalización sostuvieron posturas con datos concretos, científicos y realistas, mientras del otro lado solo se habló de religión y moral. Ganamos las calles porque todos los martes y jueves durante los meses de abril y Mayo, estuvimos fuera del Congreso mientras se debatía el proyecto en comisiones. Ganamos el debate porque logramos que diputadas/os indecisos se pronunciaran a favor, porque estamos a pasos de que el Senado en septiembre lo convierta en Ley.

 

La lucha sigue y este movimiento no para. No sabe cómo hacerlo. Hoy, Argentina está pintada de verde y es el color más esperanzador de toda una generación que no quiere esperar sentada. El 2018 quedará para siempre en la historia argentina como el año en que las mujeres y cuerpos gestantes transformamos al país para hacerlo un poco más libre.

“Abajo el patriarcado que va a caer. Arriba el feminismo que va a vencer”