Fotograma de la serie

Por Jordi Sarrión i Carbonell (@SrCarbonell)

The Young Pope es la primera serie dirigida por el guionista y director italiano Paolo Sorrentino. Tras embarcarse en películas como Il Divo, La Juventud o La Gran Belleza Sorrentino se lanza a la dirección y la realización de parte del guión de una serie que trata los tejemanejes de la curia vaticana. Esta tiene como protagonista a Lenny Belardo (Jude Law), un nuevo y joven Papa Pío XIII que llega al poder del Vaticano bajo el manto de la moderación, en un momento en que la credibilidad y la fe de la población en su Iglesia estaban en horas bajas. No obstante, solo él —y Dios— saben cuál es el camino lleno de obstáculos que la Iglesia y él mismo deberán seguir en una particular cruzada por recuperar la fe que los cristianos estaban perdiendo. Este arduo camino aleja a priori a la cristiandad de su Papa y de su Iglesia, y pone a la élite cristiana contra la figura de un Papa que, de manera radicalmente diferente a cuanto mostraban las apariencias, quiere iniciar una de las más grandes revoluciones llevadas a cabo hasta la fecha en una de las instituciones más antiguas del mundo.

La estricta forma de gobernar la Iglesia por parte de Lenny Belardo está directamente relacionada con las enseñanzas que este ha ido interiorizando a lo largo de su vida. De este modo, su condición de haber sido un niño abandonado a su suerte por sus padres hippies que se ha valido siempre por sí mismo marca su compleja personalidad y las decisiones que él toma a lo largo de su mandato, así como su actitud reaccionaria ante muchos aspectos. La única persona capaz de mostrar el lado más humano de Lenny es la monja que lo cuidó desde que sus padres lo abandonaron a su suerte en un orfanato, la hermana María (Diane Keaton). Así, cuando se encuentra solo y enfrentado a toda la élite de la jerarquía eclesiástica hace llamar a María, a quien otorga un cargo de responsabilidad en la curia vaticana, y quien se convierte en una de las personas con mayor influencia en el gobierno del Vaticano. Desde el minuto 1, María sirve como enlace entre Lenny y Angelo Voiello (Silvio Orlando), el cardenal más experimentado de la Iglesia y que había tenido un papel crucial en el gobierno del anterior Papa. Voiello cree que desde el minuto 1 el nuevo Papa —joven y con poca experiencia— le dejará hacer y deshacer a su antojo mientras él destina su tiempo a minucias. Pese a que intenta por todos los medios ser influyente, su papel de ve mermado por la hermana María, que rebaja las tensiones entre ambos y es capaz de poner orden.

El gobierno de la Iglesia Católica no es tan fácil como Lenny pensaba. Por su compleja personalidad, también tiene un enfrentamiento con el Cardenal Michael Spencer (James Cromwell), quien había sido su mentor en la Iglesia y lo había acercado a los sectores más influyentes de la jerarquía eclesiástica. Michael compite con Lenny en el cónclave y pierde ante él por sus posiciones “demasiado progresistas” para la institución. Lenny, que apenas contaba con popularidad en aquel momento es elegido con ayuda de Voiello —quien cree que lo manejará a su antojo— presentándose con un perfil más institucional y moderado. Así, los cardenales, en su mayoría demasiado conservadores para permitir que alguien como Michael acapare el poder en la institución favorecen que Lenny Belardo sea nombrado como nuevo Papa de la Iglesia Católica, aunque  él piensa que es el Elegido por Dios para el cargo. Una vez proclamado, gestos como su demanda de la Tiara Papal y su nuevo discurso hacen que la cristiandad comience a replantearse que hay algo diferente en el nuevo Papa que ha llegado al Vaticano.

Comienza así una nueva era en la Iglesia Católica sin merchandising con la imagen del Papa, sin entrevistas, sin discursos en la Piazza San Marco del Vaticano, sin flashes y con la intención de que, en palabras de Lenny Belardo, sea la gente la que se acerque a Dios y a la Iglesia y no la Iglesia la que trate de acercarse a la gente (“solo la Iglesia posee el carisma de la verdad (…) No tenemos motivos para mirar hacia afuera”) para conseguir perdurar en el tiempo. Para Lenny, la Iglesia había hecho demasiadas concesiones, y, junto a su equipo formado por personajes como Monseñor Gutiérrez (Javier Cámara) o su amigo de la infancia y ahora Cardenal Dussolier (Scott Sheperd) tratará de volver a los orígenes de la institución, al tiempo que desconcertará con sus excentricidades, sus cigarrillos, su obsesión por el poder y sus propias crisis de fe, emprendiendo un camino personal y emocional que se produce en paralelo a de la propia Iglesia.

The Young Pope es una serie que engancha desde el minuto 1 por su ritmo tranquilo pero constante; en ningún momento resulta monótona. Desde el instante en que comienza con su introducción se aprecia uno de los elementos más significativos de la serie: el contraste y la relación entre lo nuevo y lo viejo. Este viene tratándose desde filmes como Lo nuevo y lo viejo del director soviético Serguéi S.Eisenstein, que sacó a la luz su película en 1929. Así, en la introducción observamos a Jude Law caminando por un interminable pasillo y filmado con un travelling, en el cual se aprecian 10 cuadros que guardan un vínculo simbólico muy especial con el hecho de que se haya proclamado a un nuevo Papa (por ejemplo, aparece La adoración de los pastores, de Gerard Van Honthorst, donde se ilumina al niño Jesús recién nacido, gesto que representa el nacimiento de alguien importante para la Iglesia). Mientras el joven Papa recorre el pasillo al ritmo de una versión de ‘All Along the Watchover’ de Jimmy Hendrix van apareciendo los diferentes cuadros cargados de simbolismo y acompañados de unos rótulos en color morado neón, que tienen la función de presentar los créditos iniciales.  Por tanto, este contraste entre lo viejo y lo nuevo se convierte en un contraste entre lo real y lo ficticio, que desde el primer momento tiene la pretensión de jugar con el espectador e intentar hacerle dudar entre la realidad y la ficción, máxime tratando una temática tan voluble como la fe.

Las interpretaciones están muy bien cuidadas, sostenidas sobre la magistral actuación de Lenny Belardo a cargo de Jude Law. Su papel está tan bien interpretado que desde el primer segundo te sientes un fiel más —en este caso, de la serie—, a expensas de las decisiones que tome el nuevo Papa y llegas a preocuparte verdaderamente por el futuro de la Iglesia Católica y de la Humanidad. El personaje de Lenny Belardo es capaz de transmitir a la perfección los liderazgos en la sociedad líquida en la que vivimos, donde todo puede pasar y todo es esperable. En un tiempo en que gobernantes como Jair Bolsonaro o Donald Trump llegan a las instituciones y la alt-right en sus think-thanks es capaz de articular un discurso que se está convirtiendo en hegemónico en muchas partes del globo, resulta formidable la manera en la que Paolo Sorrentino es capaz de plasmar la liquidez del momento y cómo personajes autoritarios como Lenny Belardo pueden suponer para muchas personas la fórmula para combatir la inestabilidad y pueden aportar la dosis de mano dura que a tanta gente hace sentir segura y confortable a día de hoy.

A pesar de que el director italiano no consiguió poder grabar su serie en El Vaticano, las reconstrucciones son muy fidedignas y la atmósfera que se pretende transmitir está muy bien conseguida. La recreación de la curia y de las luchas internas por el poder que tan bien es capaz de plasmar en otras películas como Il Divo —donde reconstruye la vida de Andreotti, uno de los Primeros Ministros más polémicos de la democracia italiana— tienen un realismo apabullante, y esto, unido a las magistrales interpretaciones de Javier Cámara y de Silvio Orlando y la introducción bien dosificada de personajes secundarios que aportan complejidad a la trama al mismo tiempo que la redondean y le proporcionan sentido —fieles en busca de su ayuda, una mujer que trabajaba para El Vaticano y que se enamora de él poniendo su fe a prueba, personas de su pasado con las que se reencuentra o aquellas personas que decían ser sus padres para obtener de él privilegios—, y se complementan a los soliloquios de los personajes, que bucean en sus recuerdos para ayudar al espectador a realizar una introspección y conocer los anhelos, frustraciones y motivaciones de los personajes de la serie.

Otro de los temas que se tratan de manera solvente es el del papel de la mujer en la Iglesia. A pesar de que la interpretación que realiza Diane Keaton como Hermana María no es de las mejores de la serie, la mujer aparece en la serie reflejando el machismo que a día de hoy continúa imperando en la Iglesia Católica. Así, la serie muestra la concepción clásica de la mujer que ha tenido la Iglesia. Si bien la curia vaticana seguía siendo un mundo de hombres, María consigue acceder a cónclaves y encuentros importantes rodeada de hombres al ser considerada una madre para Lenny. También en la serie aparece una mujer que tiene una importancia fundamental en la existencia del nuevo Papa. Esta es una trabajadora del Vaticano a la que Lenny admira debido a su gran fe. Como si fuese obra de un milagro consigue que la chica pueda tener un bebé después de que esta le comunicase que llevaba años intentándolo y jamás lo había conseguido. De este modo, se observa cómo las mujeres suponen en la serie, por un lado, una tentación que te desvía de los caminos de la fe, y, por otro, una figura con el instinto necesario para dar paz al alma —las dos mujeres de las que hemos hablado anteriormente son las únicas personas capaces de hacer al Papa estar en contacto con la realidad y dejar de actuar como un Dios para actuar como un ser humano más, que se compadece, llora y se emociona al tener un bebé entre sus brazos—.

Pero Sorrentino deja pocos cabos sueltos en su primera serie. El director y guionista italiano no se olvida de mostrar el aislamiento con respecto a la realidad en que viven políticos y grandes líderes. Este, haciendo un símil, se refleja muy bien en El instante más oscuro, donde un Churchill interpretado por Gary Oldman se sube un día al metro y comienza a hablar con los ciudadanos de a pie sobre los problemas que a estos concernían en su día a día. En la serie existe un momento muy similar que refleja muy bien esta situación. Este se produce cuando Lenny Belardo y su amigo de la infancia el Cardenal Dussolier deciden salir una noche para tomar unas copas ante la atónita mirada de los presentes en pintoresco local al que se dirigen, ataviados con sus trajes religiosos mientras juegan al billar, al tiempo que la práctica totalidad de los empleados del Vaticano los busca sin tregua.

Hablar de Sorrentino es hablar de caracterización, de vestuario, de música y de estética; es, en definitiva, hablar de detalles. En The Young Pope todos estos elementos se aúnan para ofrecer una serie fresca y deliciosa, que te permite que, como decía Robe Iniesta, “la ola que surge del último suspiro de un segundo te transporte mecido hasta el siguiente”. El parangón de esta descripción lo ofrece la escena en la que Jude Law se prepara para oficiar uno de los discursos más importantes de su carrera, y que se produce tras semanas en las que tuvo congregados a la totalidad de los cardenales sin ofrecer apenas explicaciones a estos. En la escena, suena de fondo ‘I’m sexy and I know it’ de LMFAO al tiempo que un presumido y ostentoso Papa, al más puro estilo de una estrella del rock, posa con la Tiara Papal y lleno de joyas y ultima los preparativos de su vestimenta entre cigarros. La armonía del conjunto ofrece, sin lugar a dudas, una visión muy ilustrativa de lo que es una obra de Paolo Sorrentino: madura, pero al mismo tiempo joven; moderna, pero al mismo tiempo clásica; compleja, pero al mismo tiempo vulgar y desenfadada; agradable a la vista, pero al mismo tiempo repleta de dilemas y eternas preguntas sin resolver.

En definitiva, The Young Pope supone la consolidación de uno de los directores y guionistas más irreverentes de nuestros tiempos, versátil en cuanto a temáticas pero firme en cuanto a principios y mensajes. En una época en la que las series se están abriendo paso a zancadas agigantadas, ha sabido leer muy bien el momento para lanzarse al mundo de las series sin perder de vista sus principios estéticos, la frialdad con la que trata asuntos políticos tan complejos y, en definitiva, su amor por la vida y su pasión por desenterrar algunos de los tabúes más extendidos de la sociedad en que vivimos. Amantes de la política, del arte, de la filosofía y de la teología encontrarán en esta producción una semilla que puede germinar en cualquier campo y que, guste más o guste menos, a nadie podrá dejar indiferente después de sus diez trepidantes capítulos.