Por Nil Garcia

Pronto hará exactamente un año (20 de enero) que Donald Trump ocupa el sillón del despacho más conocido del mundo – este conocimiento hay que agradecérselo mucho a Hollywood y la industria cinematográfica –, que a su vez está en la casa más conocida, casa que simboliza el poder del conocido como “puesto más importante del mundo”. Un año lleno de escándalos, de caídas en las encuestas, de sonoras discusiones públicas, de tweets que nos ponen a todos los pelos de punta, de tensiones internacionales y, todo hay que decirlo, de algún que otro acierto.

Trump se encuentra en su peor momento desde que llegó a la presidencia, y eso que no ha tenido ninguno bueno. Los sondeos de opinión le dan una aprobación del 35%[1], menos que a Richard Nixon poco antes de su dimisión. Las encuestas para las legislativas de noviembre de 2018 arrojan una de las peores derrotas para los republicanos en años, donde podrían llegar a perder ambas Cámaras. El escándalo del ya conocido como “Rusiagate” ha cogido una nueva dimensión tras las revelaciones de antiguos asesores del Presidente y la colaboración inesperada del antiguo Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, el General Flynn, que tan solo ocupó el puesto 24 días tras revelarse sus conversaciones con espías rusos durante las presidenciales. Las relaciones de Trump con su gabinete se deterioran por momentos: 3 de sus 15 Secretarios y el Jefe de Gabinete de la Casa Blanca han dimitido o bien por escándalos o bien por discrepancias con la Administración, ha tenido en menos de un año tres directores de prensa, cuatro portavoces y ni más ni menos de seis consejeros especiales distintos. Su Fiscal General, Jeff Sessions, ha sido recriminado por el Senado; la Secretaria de Educación, Betsy DeVos, ha sido expulsada del Consejo Nacional de Educación Pública; y el Secretario de Estado, Rex Tillerson, podría anunciar su dimisión antes de acabar 2018. Y, con todo este panorama, la gran pregunta es ¿cómo está aguantando Donald Trump?

El Presidente es un hombre distinto a todos los que han ocupado hasta ahora la Casa Blanca; uno de los primeros consejeros especiales en dimitir, enfadado por la rutina diaria, filtró la jornada laboral de Trump, que, sin entrar en muchos detalles, cabe destacar que solo trabaja entre 6 y 7 horas al día y se pasa unas 5 viendo programas de televisión[2]. Esto ya nos da a entender que su forma de ser y actuar es totalmente distinta a los anteriores Presidentes, que, seguro, que con un panorama político como el descrito, hubieran actuado rápidamente. Él es impulsivo y no tiene miedo en ofender a la gente ni los medios; le importa bien poco lo que piensan de él, hace y deshace como le apetece.

Sumado a la forma de ser del Presidente, hay otro factor muy importante: sus consejeros. Aunque haya perdido a muchos por el tortuoso camino de los 365 días en la Casa Blanca, sigue manteniendo a unos pocos fieles que son quienes le hacen el trabajo sucio, el trabajo estratégico y político de conseguir mantenerlo en el sillón. Estos son 8 altos cargos: General John F. Kelly – Jefe de Gabinete de la Casa Blanca –, Nikki Haley – Embajadora ante las Naciones Unidas –, General Jim Mattis – Secretario de Defensa –,  Mike Pompeo – Director de la CIA –, Joe Hagin – subdirector de gabinete de la Casa Blanca –, Kellyanne Conway – Consejera Presidencial –, Jared Kushner – asesor jefe y yerno de Trump, por Ivanka –, Ivanka Trump – asesora política e hija de Trump –. Cada uno de estos son los encargados de mantener al Presidente en su puesto, de procurar que no la líe más de la cuenta y que, como mínimo, llegue hasta 2020.

Nikki Haley, Mike Pompeo y el General Jim Mattis, son los tres altos cargos de más rango de este “G8 de Trump” (sería un buen nombre para denominarlos), la primera es la verdadera jefa de política internacional de la Administración, la cara visible de todas las discusiones que suceden y quien salvaguarda a  Estados Unidos de que sus aliados no se vuelvan en su contra con las declaraciones de Trump. Pompeo y Mattis, experimentados en la política militar e inteligencia, eran definidos por POLITICO como los “Acting Chief Commanders”, debido que son ellos quienes procuran que las ordenes de Trump lleguen a los mandos de la inteligencia y de defensa – dos de los departamentos más importantes y estratégicos de Estados Unidos – de la mejor manera posible para que no sean mal interpretados. Fue, por ejemplo, el Secretario Mattis quien, tras el twit de Trump diciendo que el botón nuclear de su mesa era más grande y mejor que el de Corea del Norte, salió en rueda de prensa para intentar calmar a los medios y al propio partido republicano tras una declaración que, a simple vista hace gracia, pero que en el fondo debería preocupar mucho.

Conway y Hagin son asesores experimentados, este segundo ya ocupó varios cargos estratégicos durante la Presidencia de Bush, otra Administración caótica pero que no le llega ni a la suela de los zapatos a la de Trump. Hagin es el político de la Casa Blanca, quien maneja los hilos y las relaciones con el Partido Republicano – todos los demás del G8 no son militantes del partido, con excepción de Nikki Haley, incluso Kushner sigue siendo militante del partido demócrata –. Estas relaciones son extremadamente tensas, sobre todo después de la salida de la Administración de Reince Priebus, Jefe de Gabinete y Presidente del Comité Nacional Republicano (jefe del partido vaya), y del polémico Sean Spicer, Portavoz y antiguamente Director de Comunicaciones del Partido Republicano. Tras su marcha del gobierno, de una manera brusca y mala, se rompieron todos los lazos con el partido, unos lazos ya muy débiles que Hagin está intentando coser aun las trabas que constantemente le pone Trump. Su aliado para conseguir esta dura tarea es el Senador Tom Cotton, de Arkansas, fiel defensor del Presidente.

Jared Kushner e Ivanka son también piezas fundamentales, Kushner es el enlace con el Partido Demócrata, lo poco que puede quedar, y con la comunidad judía, tan importante y relevante en el país. Y la importancia de Ivanka no es tanto por su peso político o estrategia, si no por que ejerce de Primera Dama. Es la representante de la Administración en todos los asuntos sociales y de “etiqueta”. Abanderada de la lucha contra el acoso sexual – y eso que su padre ha sido acusado por más de 20 mujeres –, de la discriminación racial y de identidad sexual, es la única “Trump” con unos índices de popularidad similares a los de Michelle Obama.

Y por último, pero no menos importante, el General John Kelly, antiguo Secretario de Seguridad Nacional, y el hombre encargado que todo no se vaya a pique. Desde su nombramiento como Jefe de Gabinete el 31 de julio, su misión ha sido la de reorganizar la Casa Blanca. Ha cambiado a la mayoría de los jefes de gabinete de departamentos, asesores del gobierno y a buena parte de altos cargos de nombramiento colocados anteriormente – son aquellos que no requieren la aprobación del Senado para ocupar el puesto –.  ¿El objetivo? Intentar dejar de mostrar una Casa Blanca caótica donde el único trabajo que tienen es la de evitar que todo se vaya al desastre. Hasta cierto punto lo ha logrado. Desde su nombramiento la estabilidad en la administración ha sido total, pero a la práctica la tensión política y estratégica siguen: Kelly no se lleva bien con el Vicepresidente Mike Pence, la baza del partido republicano para recuperar el poder si Trump cae, y las filtraciones son tan constantes como el twitter del Presidente – que llegó a filtrar información confidencial del FBI –.

Todo esto nos lleva a la conclusión de que el poder se sustenta por ser un buen político si no todo lo contrario. Hoy en día, y sobre todo la Presidencia de Estados Unidos, hace más falta ser buen actor que buen político. Se aguanta debido a la gente que hay entre bambalinas, en la estrategia política que hace tirar adelante una agenda que puede suponer la destrucción en un largo plazo de todo lo que supone el Despacho Oval, una destrucción y un descredito que ni los “peores” de la historia, como George W. Bush, John Tyler, Franklin Price, Nixon o Hoover, llegaron a dejar.

 

[1] Datos extraídos de:

http://cdn.cnn.com/cnn/2017/images/12/18/rel12a.-.trump.and.taxes.pdf

[2] El artículo más detallado: https://www.washingtonpost.com/news/politics/wp/2017/02/21/how-donald-trump-spent-his-first-month-in-office-by-the-numbers/?utm_term=.4edba520c72d